La bipolaridad de la Guerra de Independencia en forma de thriller

MUSEO DEL PRADO

El tesoro del Alcázar (Algaida, 2016), de Manuel Sánchez-Sevilla, se alzó como la mejor novela histórica del año pasado para los lectores de este blog. Desde ese momento, me asaltó la idea de invitar a Manuel a escribir en XX Siglos.

Sánchez-Sevilla nos narra hoy en este texto la realidad histórica que quería plasmar en esa novela y cómo lo fundió con el thriller. Que lo disfrutéis.


La bipolaridad de la Guerra de Independencia en forma de thriller

Por Manuel Sánchez-Sevilla | Escritor | @gaiaaugustajose 

Cuando se aborda la realización de un thriller histórico, conseguir una correcta simbiosis entre lo imaginario y lo real es una de las tareas más arduas a la que puede enfrentarse un autor. En el caso de El tesoro del Alcázar, se une a la dificultad de encontrar datos fidedignos de las clases más populares, para crear una base sólida desde la que articular la novela de ficción. Un marco histórico fiel es la primera piedra de todo thriller histórico.

En la España de la ocupación francesa, a primeros del siglo XIX, una época poco explotada por los autores de histórica a mi modo de ver, la dicotomía entre el odio al invasor y el afín sentimiento a sus mejoras, fácilmente apreciable por la gente de pueblo llano, que pasó de penuria a poder vivir, hacía que el agridulce fuera parte del día a día. Tengamos en cuenta que es un momento en que las personas pasaban necesidades, lejos de los bailes de salón y la pompa que podemos ver en cuadros, filmes o libros. El invasor se equivocó en el método de imposición, o sea en las formas, pero el fondo era realmente excepcional: trabajo que daba de comer, medidas para dotar de más seguridad a las calles, obras para embellecer ciudades y un largo etcétera. Todo esto no pasaba desapercibido para la gente de a pie, y esto hay que trasladarlo a la novela.  ¿A caso no podemos distinguir en nuestra homenajeada “Pepa” muchos de los principios de la Revolución Francesa?

En esta novela busco transmitir esa bipolaridad de los ciudadanos de la ciudad de Sevilla y, aunque nos parezca extraño, extrapolable a gran parte de las ciudades del país. ¿Se luchaba contra el invasor? Por supuesto… ¿se luchaba contra sus ideas? Rotundamente, no. Hacer que mientras se hilvana una historia de robos y persecuciones, intereses contrapuestos y políticos corruptos, este sentimiento dual llegue a los lectores quizá haya sido uno de los retos más importantes de esta novela.

¿Las clases altas se enfrentaban a un dilema igual? Quien tiene, teme perderlo y esto era lo que realmente ocurría en estos estratos más elevados… Tras la derrota francesa interesó esconder ciertos abrazos afrancesados, que fueron más de los que salieron a la luz, por ello la dificultad en documentarse. Leyendo este artículo puede parecer que el “francés” era casi un mesías, y no quiero dar a entender esto. Como he dicho antes, las formas les perdieron: el expolio, los saqueos, los asesinatos y demás desmanes asociados a cualquier guerra hicieron que ideas revolucionarias a nivel social, fueran denostadas; nadie que imponga nada a la fuerza, por positivo que ello traiga será tenido en cuenta, al contrario, provocará un efecto inverso.

En nuestro país, este efecto rebote llegó hasta el punto de traer de vuelta al que muchos consideran el peor rey que hayamos tenido, y hemos tenido muy malos. ¿Qué hay más allá de los héroes del 2  de Mayo?¿Era tan idílica la resistencia de personajes como El Empecinado? ¿Escondían los sitios de Zaragoza o Gerona la realidad de la animadversión al invasor?¿Por qué en El tesoro del Alcázar puede parecer que estos episodios fueron aislados? Intentar negar que el pueblo de Madrid se levantó contra los franceses y con ello arrastró a todo el país; que la lucha que llevaron a cabo los que desde el monte mantuvieron en jaque al ejército napoleónico o que las ciudades que resistieron fueron realmente intentos heroicos por detener al francés, me parece que obviar esta parte de nuestra historia a muchos les puede parecer progre, pero a mí me resulta del género obtuso; parece que todo lo que enarbole una bandera nacional huele a naftalina y a queso rancio sin darnos cuenta que nuestro pasado tiene tantas sombras como luces, aunque mucha gente sólo quiera ver la umbría.

El tesoro del Alcázar sólo pretende contar que no todo fue malo; que, en muchos aspectos, hubiéramos ganado mucho de no haber derrotado a las huestes de Napoleón; que en toda guerra al final siempre pierden los mismos, la gente de a pie; que tanto respeto merecen los que fueron sumisos porque no hubo más remedio, como los que lucharon hasta dar la vida por echarles y que quizá nuestro presente hubiera sido mejor si en nuestro pasado los que traían mejoras las hubiesen traído de otra forma.

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto.

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1 comentario

  1. Dice ser Tonoo

    Se me ocurren dos detalles: la Iglesia se empecinó contra los franceses a toda costa porque traían las ideas del «Anticristo», y la Iglesia tenía mucho poder social en aquella época. En la oposición a los franceses ocupó su lugar el fanatismo religioso de un país atrasado y sometido al despotismo de la nobleza y el clero.

    Por otro lado, la mayoría de los soldados franceses eran jóvenes campesinos analfabetos. Muchos de ellos ni siquiera hablaban francés porque eran de provincias (sus lenguas eran el bretón, el provenzal, etc.). Iban alistados porque no tenían más remedio; los desertores -que los había- se enfrentaban directamente al fusilamiento. Me producen compasión.

    13 marzo 2017 | 09:46

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