El amor que triunfó en el infierno de los campos de concentración nazis

Beso entre Elisabeth Wust y Felice Schragenheim en un viaje (Museo Judío de Berlín)

«El amor es un sentimiento atemporal, se da en cualquier circunstancia y momento de la vida. Y  te hace superar los momentos más terribles. Los supervivientes del Holocausto tuvieron que aprender a vivir de nuevo y en el caso de los que cuento su historia, el amor los ayudó. ¿Cómo vive uno tras vivir eso? Aprendiendo de nuevo a todo, a sonreír, a banalizar las cosas superficiales, a pagar el alquiler, a tener hijos… es como ser niños y volver a aprender a ser adultos». Quien me dice eso es la periodista Mónica G. Álvarez, que en su último libro Amor y horror nazi. Historias reales en los campos de concentración (Luciérnaga, 2018) ha recopilado siete historias reales de amor en los campos de la muerte nazi. De amor, rodeado del horror más absoluto.

Esta periodista ya se había adentrado en la época con un libro de éxito, Guardianas del mal, donde daba cuenta de las brutales carceleras femeninas de los campos nazis. Pero aquella obra dejó huella. «Aquel libro tan cruel me dejó rota por dentro», confiesa la autora. «La gente de mi alrededor, sobre todo una amiga, me decían: a pesar de todo eso que cuentas, quizá hubo algún rayo de esperanza, quizá hubo amor. Yo decía, ¡cómo va a ser posible! Entendía que solo me querían animar», explica. Pero guardó aquella idea, y un día decidió probar suerte. «Encontré algún caso, como el de un matrimonio que dijo durante 50 años que se habían conocido en un campo, pero era mentira. Pero ya eso me animó: investigué más profundamente, fui a bibliotecas, hablé con museos del Holocausto de Europa y EE UU, organizaciones judías… Y así di con ellos».

Howard y Nancy Kleinberg durante su luna de miel, en 1950 (Cedida por la autora)

Así localizó las siete historias que protagonizan Amor y horror nazi. Historias como la del amor prohibido de Helena Citrónová y el cabo primero de las SS, Franz Wuns, en Auschwitz, o la del amor lésbico entre Felice Schragenheim y Elisabeth Wust, muy conocido en la comunidad LGTB –tiene hasta una película, de 1999-, que desafió a la imagen sexual y de la mujer del nazismo. O la de Howard y Nancy Kleinberg, una historia de amor, que nació entre montañas de cadáveres. O la de los recién casados Paula y Klaus Stern, que meses después de su boda fueron detenidos y separados: lograron sobrevivir al infierno por la promesa de reencontrarse.

Esta periodista ha logrado hablar directamente con tres de sus protagonistas: los Kleinberg y Paula Stern. «Estuve año y pico tratando de encontrarlos. No era fácil, algunas mujeres habían perdido su apellido, otros habían muerto… Encontré una sociedad judía del estado de Washington del que Klaus había sido presidente muchos años. Y tirando de ese hilo, logré contactar con el hijo de Paula y cerré con él una entrevista con ella por Skype. «Mi madre quiere hablar contigo», me dijo y yo lloré. Imagínate, ver de madrugada por la pantalla del ordenador a esa ancianita de 95 años, emocionada de recordar aquellos momentos: cómo Klaus la salvó la vida, cómo vivieron separados… A veces se enfadaba, otras se emocionaba. Ella había conocido a Mengele…», recuerda.

Paula y Klaus Stern, tras la liberación de Fuerth, en 1946 (cedida por la autora)

«Los tres supervivientes con los que he podido hablar me agradecían mi interés», explica G. Álvarez, «gracias por ser nuestro altavoz, me decían, no hay que olvidar la historia«.

«Me dijeron que no habían perdonado aunque nunca han querido venganza», rememora, » pero no quieren que se olvide, que vuelva a pasar. Es un mensaje común en todos los supervivientes». ¿Y cómo son esos supervivientes? «Muy humanos a pesar de la deshumanización que sufrieron. Son personas muy filosóficas, deberíamos aprender de ellas».

¿Y qué significó el amor para ellas en aquel infierno? «Paula me dijo que si no hubiera estado casada, no habría sobrevivido. El amor fue el instrumento que les hizo sobrevivir al Holocausto«, asegura la Mónica G. Álvarez. Ella ha tirado de estilo periodístico e investigación para rescatar esas historias, para recordar el poder del amor. Incluso en el infierno.

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1 comentario

  1. Dice ser Wonka

    Joer, 70 años y se sigue exprimiendo el holocuento. Eso sí, en España aún hay muertos en las cunetas y no pasa nada.

    26 mayo 2018 | 15:48

Los comentarios están cerrados.