Javier Negrete: «Quizá la gente deje de leer novela histórica cuando existan experiencias inmersivas como Westworld»

Fotograma de la serie Westworld (HBO)

Javier Negrete (Madrid, 1964) es todo un referente tanto en la novela de fantasía y ciencia-ficción como en la histórica en nuestro país. Y en este último género lo es sin necesidad de más de tres o cuatro novelas. Una de ellas, Salamina (Espasa, 2008) es probablemente una de las mejores novelas históricas españolas de lo que llevamos de siglo XXI. Negrete ha regresado ahora para completar aquella obra casi una década después: si Salamina contaba las guerras Médicas desde el punto de vista ateniense; con El Espartano (Espasa, 2017) hace lo propio con la otra  polis griega más célebre.

Tras contar en este blog hace unas semanas por qué nos siguen fascinando los espartanos, Negrete se pasa por XXSiglos para hablar de su última novela y de su concepción de la ficción histórica y la propia historia.

El Espartano más que una secuela forma un díptico con Salamina

Sí, El Espartano no es una continuación porque se solapan. Hay más diferencias: el protagonista de El Espartano es inventado, aunque pudo ser real y en Salamina era alguien tan conocido como Temístocles. El Espartano es más coral que aquella, también.

Ha tardado casi diez años en regresar…

Cuando salió Salamina, sabía que quería hacer una novela sobre espartanos que culminara en la batalla de Platea, pero luego fueron saliendo otros proyectos y se fue retrasando.

Conversando con este profesor de griego de Secundaria sobre aquel conflicto, le pregunto sobre la idea que muchas ficciones en los últimos tiempos han marcado sobre el choque entre dos mundos, Occidente y Oriente, que supuso aquella guerra y que nos suena tan actual. «El primero que marca esas diferencias entre Oriente y Occidente es Heródoto«, explica, «los griegos veían así ya ese enfrentamiento porque primero, el Oriente era su vecino más cercano y, segundo, porque el Occidente lo conocían menos. Pero nuestra cultura, la occidental, tiene mucho del imperio persa. Por más que en 300 parezcan muyahidines, los persas eran una cultura muy avanzada y sofisticada, en muchos aspectos y en aquel momento, más que los griegos».

El punto culminante de la novela es la batalla de Platea. Muchos lectores valoran especialmente su modo de narrar esos hechos bélicos -de hecho, hace años escribió un pequeño texto en un libro sobre cómo escribir batallas para novela histórica-…

 La batalla de Platea era complicadísima. Mi ventaja es que tuve entenderla cuando hice La gran aventura de los Griegos, pero me costaba pillarla, le daba mil vueltas. Allí, más o menos, logré interiorizarla. Por eso creo que luego las puedo narrar bien, porque antes las he comprendido. La clave es convertirla en un elemento narrativo: tengo que centrarlo porque eran casi 200.000 hombres luchando, kilómetros de separación. Hay que elegir dos o tres sitios, qué puntos de vistas usar,… Eso convence a los lectores; hay novelas que parece que el narrador es omnisciente: lo ve todo, lo oye todo. Pero si en una pelea en un bar nadie se entera de lo que pasa, imagínate en una batalla. Hay que usar ese caos para involucrar al lector. En una novela tienes que hacer que los lectores se sumerjan. Yo me imagino dentro y me pregunto ¿qué vería este hoplita? E intento no narrar nada que él no viera.

©fotolaso

Antes de hacerte nombre en el género histórico ya tenías una reputación y premios en el género fantástico, ¿por qué decidiste dar ese salto?

La vida te lleva según con quién te relaciones; un proyecto te lleva a otro. Quería hacer novela histórica desde hace muchos años y ya hice una especie de transición con Alejandro y las águilas de Roma. Pero en ambos géneros tengo mi común interés por la épica por los grandes escenarios y los conflictos.

Como escritor me gusta mucho la novela histórica, pero como lector lo que más me hace disfrutar es la ciencia-ficción. Es un género muy imaginativo. A ciertas épocas ya les he cogido el aire, siempre hay que documentarse, pero no me cuesta tanto transportarme. Nadie conoce como era Esparta, pero mi imaginario interno vuela. Me es más cómodo.

Además, después de haber escrito bastante de ciencia ficción y fantástica, quería salir un poco de ese gueto. Aún así, no me cierro puertas.

En realidad, escuchándote parece que no ves demasiadas diferencias salvo a nivel documentación entre ambas…

El Espartano es novela histórica, pero desde el punto de vista interno de los personajes es una fantasía épica: hay adivinos, dioses,… Para los espartanos los dioses existían y se les aparecían y eso sale en la novela. Yo soy profesor de griego porque me gustaba la Antigüedad. Pero me gusta esa época por mi fascinación por lo fantástico. Pienso en Robert Howard y la Antigüedad ofrece mucho juego porque no lo conocemos tanto como pensamos: puedo inventarme muchísimo, mucho más que en otra época más profusamente documentada. Por un lado es la maldición de la ausencia de documentación, que puede ser frustrante, pero luego ofrece muchos huecos para el autor que quiere imaginar.

¿Y la relación de esa épica con la historia?

Cuando existan experiencias inmersivas históricas como en Westworld, quizá la gente deje de leer novela histórica, pero hoy por hoy, la novela histórica bien construida es lo mejor que te puede transportar al pasado. La novela histórica con un alto porcentaje de no ficción me aburre, porque no deja de ser paráfrasis de la historia. Pero cuando alguna novela logra sumergirte en ella, como un Bernard Cornwell en El señor de la guerra, o Collen McCullogh o, a su manera, George R. Martin con su peculiar versión fantástica de la guerra de las Dos Rosas te transportan y es como un parque de atracciones gigante. Eso lo que yo quiero cuando escribo y leo novela histórica.

También en estos años te has descubierto con varios libros de historia divulgativa…

Sí, Salamina debió gustar y me ofrecieron hacer libros de historia. Hice uno de historia de Grecia y llevo dos ensayos sobre Roma y quedan algunos más.

Y ¿cómo separas esas dos facetas?

Cuando quiero hacer novela, la hago. Cuando hago historia, hago ensayo. O hago una u otra. Aunque sé que como no soy un especialista de la universidad, cuando me piden un ensayo me buscan por mis habilidades narrativas.

¿En España interesa la historia?

Creo que en España sí interesa la historia: en las librerías ves muchísimas novelas históricas y muchísimos libros de historia. La historia no deja de ser el relato de nuestras vidas. La narración está en nuestro ADN, nuestra autoconsciencia es el relato que nos hacemos constantemente sobre nosotros y cuando eso se rompe vienen las amnesias, las demencias. Incluso cuando menos se estudia la historia, interesa. Todo el mundo se queja del maltrato de las humanidades: pero cuanto menos se estudia más interés y curiosidad hay: la oferta de libros es infinitamente mayor que hace treinta años.

Me decía hace unos meses José Calvo Poyato que las revistas, las novelas, las series, pueden compensar ese déficit de la escuela

Estoy de acuerdo. Además, es humano. Cuando estás en el instituto y te obligan a leer algo, te da mil patadas. Igual lo lees años más tarde y te fascina. Como con la lectura, la historia por placer es mejor. Ahora hay abundancia de alta divulgación: autores con un gran aparato académico detrás, pero perfectamente legibles como Adrian Goldsworthy.

Sí, o como Tom Holland, que al leer tu novela no podía dejar de evocar su Fuego Persa (recientemente rescatado por Ático de los Libros)

Holland hace historia, pero de una manera muy sugerente. No es académico, él tiene ideas, poesía, metáforas… Puede ser incorrecto, pero como lectura sus libros me gustan mucho por las ideas que sugiere. Te hace pensar. Esos dos historiadores son gente con instinto y estilo narrativo.

¿Quizá ese instinto y estilo haya faltado hasta hoy a nuestros historiadores?

Quizá sí, quizá en España falte ese territorio intermedio. Hay libros de historiadores espléndidos pero parecen libros de texto: se puede contar lo mismo sin esas estructuras y terminologías que tanto odiábamos cuando estudiábamos. Aquí tenemos divulgación muy llana, quizá de un nivel un tanto bajo, que funcionan bien pero son muy simples y básicos. Y saltas de eso a auténticos libros de texto. Hay un territorio intermedio por rellenar.

¿Ves a tus alumnos de clase cuando escribes ese tipo de obras?

Lo intento, aunque detecto en los chavales de hoy una cierta inmadurez lingüística. Por eso creo que mis obras, quizá, les queden un poco grandes. Pero sí lo intento, porque dar clase de algo es como ser novelista: hay que comunicar y narrar.

¿La novela histórica puede valer para divulgar la historia?

Creo que sí. Siempre puede haber novelas históricas malas que logran lo contrario. Pero también hay ensayos así. La novela logra que la gente coja gusto por una época y el que lo hace, suele dar más pasos y suele leer libros de no ficción. Como iniciación y como recurso divulgativo, es interesante.

El Espartano es una de las novelas por las que podéis votar en la encuesta de XXSiglos para decidir la mejor novela histórica del año.

¿Habéis leído a Negrete? ¿Qué os ha parecido esta entrevista?

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1 comentario

  1. Dice ser Jimeno

    La única explicación de que 20minutos siga publicando los anuncios de la tal Theresa Williams es que recibe dinero por ello, de lo contrario no saldría ni uno.

    19 diciembre 2017 | 19:04

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