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Archivo de noviembre, 2013

¿Vamos al cine?

Por Noemi Reyes

Sala de cine. (ARCHIVO)

Sala de cine. (ARCHIVO)

A estas alturas de la película no es ningún secreto que ver una película en el cine, valga la redundancia, ha dejado de ser una costumbre (semanal en muchos casos para los más aficionados), para pasar a convertirse en un petit plaisir, el cual, la mayoría de españoles, nos podemos permitir sólo de tanto en tanto. Ya son cosas del pasado las tardes dominicales en las que el cine era el plan por excelencia y sin discusiones. Muy atrás han quedado las palomitas tamaño XL para compartir y los debates sobre la última “peli” que habíamos ido a ver, o sobre cuál iríamos a ver la semana siguiente.

Personalmente, ya hace tiempo que me cuesta recordar la última película que vi en el cine, lo cual me hace sentir tristeza y añoranza de aquellos tiempos felices en los que ésta era una afición apta “para todos los públicos” y no sólo para unos cuantos. Y no se trata de una cuestión de moda, de tecnologías o de cambio de costumbres, sino de prioridades. Y si no, sólo hay que hacer números y calcular el gasto que supone para unos padres y su hijo/a (sólo uno/a), ir al cine (el fin de semana, eso sí, que el Día del Espectador se hizo entre semana para que padres e hijos precisamente no lo puedan aprovechar). Seguiremos apretándonos el cinturón, también con uno de los pequeños placeres que nos quedaban a los amantes del cine y de las buenas costumbres.

Nadal, ¡deja el póker por favor!

Por Manuel Olmos

Rafael Nadal. (ATLAS)

Rafael Nadal. (ATLAS)

Hasta hace bien poco el juego no estaba bien considerado. Yo me crié sin los estímulos que ahora reciben los jóvenes, las facilidades y accesibilidad que tiene ahora y a pesar de eso, siempre hubo algún amigo que se pasaba con las tragaperras.

Los datos que ofreció AZAJER (Asociación Aragonesa de Jugadores de Azar Rehabilitados) a finales de 2012 advertían de un aumento del 50% en el juego online y explicaban que cada vez atienden a jugadores más jóvenes, de 18, 20 y 22 años. Además el 5% de la población española sufre problemas relacionados con la ludopatía según la Asociación de Psiquiatría Privada

Vincular el juego y las apuestas a un deportista de élite como Rafa Nadal, me parece una estrategia muy bien pensada, sin duda los jóvenes de ahora no tendrán la misma perspectiva que tenía yo entonces, cuando el juego y las apuestas estaban muy alejados de los valores que hoy representa Nadal. Lanzar publicidad indiscriminadamente a cualquier hora del día, en múltiples medios de comunicación y sin la mínima advertencia de lo peligroso que puede resultar, tampoco ayuda mucho.

Messi y sus misteriosas lesiones

Por Juan Fernández Sánchez (*)

Messi, del que no nos extrañaría que dijera que Blatter es el Papá que a todos nos hubiera gustado tener, presenta desde hace bastante tiempo lesiones, para algunos, misteriosas. Para otros quizás no tanto. En fotos de hemerotecas o en Internet se puede observar la evolución de alguna que otra masa muscular. También en Internet se pueden encontrar fácilmente las posibles causas de lesiones musculares y a qué situaciones pueden asociarse.

EFE

EFE

Pero, por supuesto, no hay duda de que la musculatura de Messi se debe a que se queda siempre entrenando una hora más que sus compañeros, hace levantamiento de pesas todos días y luego, como está suficientemente documentado en los videos y estadísticas, ejercita su masa muscular no parando de correr en todos los partidos.

Puede que algunos envidiosos piensen: «Hormoanaboesteroideos somos y en el camino nos encontraremos» y digan que no hace falta ser médico, especialista en educación física o fisioterapeuta para saber que hay ciertos medicamentos que pueden pasar factura al cabo del tiempo, con roturas o microrroturas fibrilares. Su explicación y su posible relación también es fácil de encontrar en Internet. El director técnico del FC Barcelona, Zubizarreta, acaba de decir: «Messi, ahora, se debe curar, darle tiempo y cuando vuelva, que vuelva limpio». Por supuesto que no se refería a los métodos nutricionales de Brescia, quizás muy conocidos por Guardiola, ya que las lesiones de Messi son por mala suerte o por culpa de algunos masajistas. Pero, ¿le habrá delatado o jugado una mala pasada a Zubizarreta su subconsciente?

(*) Jefe de Sección y vicejefe de Servicio de Radiología y Medicina Nuclear en el hospital Robert-Bosch-Krankenhaus. Stuttgart (Alemania).

Un informe para saber si una cuchilla corta

Por José Antonio Pozo Maqueda

F. G. Guerrero y Diego Crespo (EFE)

F. G. Guerrero y D. Crespo (EFE)

En la entrevista concedida por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el programa “Las mañanas de RNE”, a la pregunta del entrevistador de si pensaba retirar las vallas con cuchillas –concertinas– de Melilla contestó que dejaba abierta la posibilidad de quitarlas, pero que no sabía “exactamente si pueden producir daños a las personas. Tendremos que verlo, he pedido un informe”. O sea, que el señor presidente tiene que pedir un informe técnico para comprobar si una cuchilla corta o es un objeto inocuo. ¿Nos está tomando el pelo el presidente? ¿Estaba vacilando al entrevistador o, simplemente, su respuesta transluce un cinismo que tira para atrás? O, a lo mejor, el señor presidente piensa que una concertina es un instrumento musical, que los es, acepción esta que es la única que recoge el diccionario de la RAE.

 

 

 

La quiebra del sentido común

Por Robertti Gamarra

Transcurrido ya un tiempo desde que se descubrió el fundamento de esta crisis económica, que tanto argumento ha dado a los expertos para verbalizar realidades que incluso desconocían, por lo visto todo se debe al desequilibrio del gasto y la capacidad para asumir los pagos. No es fácil, sin embargo, recorrer los puntos que llevaron a padecer este desgaste económico capaz de acabar con infinidad de buenas iniciativas. En resumen, asumir la quiebra del sentido común es un principio para encarar la posible recuperación.

Por desgracia, los momentos amargos no acaban para las pequeñas empresas. Puedo afirmar con rotundidad que la abrumadora mayoría de situaciones desagradable siempre se impone a las pocas alegrías que dan en estos tiempos las iniciativas comerciales. Pero, de cualquier tropiezo hay que sacar conclusiones positiva. Yo viví en primera persona el inicio de esta crisis, al mando de tres pequeñas empresas. Recuerdo cuando empezó el desbarajuste de los precios, que pronto se trasladó al ámbito de los trabajadores especializados de nuestro sector.

Leía un comentario al final de un artículo del periódico sobre el empleo, donde un lector se quejaba de la acusación infundada, según decía, de que muchos parados no quieren trabajar, de que rechazan el trabajo por considerarlo indigno por la falta de equilibro entre la dedicación o esfuerzo exigido a la remuneración que se ofrece. Yo recuerdo haber vivido la misma situación cuando estalló la burbuja, pero a la inversa. InemEntonces los candidatos a un puesto de trabajo, no la mayoría, rechazaban de plano el compromiso porque no consideraban adecuada la remuneración derivada de las tareas a realizar. Querían cobrar más, y si no lo hacían preferían buscar una oferta mejor en otro sitio.

Analizados desde la lejanía, esos acontecimientos cobran ahora una importancia capital para entender dónde y cuándo se originó todo. Resultó que de repente empezaron a subir los precios de las viviendas, los alimentos, y en poco tiempo esta burbuja se trasladó al ámbito profesional, por lo que empresas como la nuestra se encontraron con la necesidad de cubrir sus plantillas y sin capacidad para hacer frente a los costes. Pero ¿cómo se solucionó eso? Al final ese desajuste derivó en la asunción de compromisos imprevistos que acabaron con los recursos de las empresas, obligándolas a cerrar al no encontrar ayuda siquiera en los bancos.

Esa es la realidad que yo viví aquel entonces. Cuanto más crecían los precios, más necesidad había de subir los ingresos, lo cual obligaba a las pequeñas empresas a contratar por encima de sus posibilidades. Sin embargo, mientras esta situación crecía, empezaron a proliferar los anuncios, sobre todo políticos, de que se estaba viviendo la mejor situación social de la historia, sembrando en la gente la falsa idea de que todo era posible, que adquirir deudas no debía preocupar a nadie, ya que difícilmente se perdería el puesto de trabajo.

Ahora, pasado un tiempo desde el descubrimiento de la realidad que generó la crisis, existe una verdadera posibilidad de que se relajen los precios en todos los sectores, quizá sea ese el principio de la recuperación que tanto falta nos hace.

 

Salvajes de izquierda de extrema barbarie

Por Agustín Arroyo Carro

Cuando un grupo neonazi atacó a varias personas reunidas en la librería catalana Blanquerna en Madrid escribí una carta a la prensa para condenar semejante barbarie. Aquellas imágenes fueron grabadas y algunos de sus protagonistas identificados y detenidos inmediatamente por la Policía. Este condenable hecho se ha vuelto a reproducir ahora en la facultad de Derecho de Madrid, pero los agresores son de extrema izquierda y no están identificados todavía.

Hacía mucho tiempo que la Universidad española había olvidado las incursiones de estos especímenes que, escondidos en el más cobarde de los anonimatos, arrasan cuanto pillan y agreden a otras personas por no ser de su ideología política.

Fachada de la facultad de Derecho de la Universidad Complutense, en Ciudad Universitaria (Jorge París)

Fachada de la facultad de Derecho de la Universidad Complutense, en Ciudad Universitaria (Jorge París)

Flaco favor hacen estos descerebrados al pensamiento de izquierdas que ha de ser siempre pacífico, reflexivo y conciliador, aunque sea libertario. Solo está justificada la violencia colectiva emancipadora y revolucionaria contra regímenes opresivos o tiránicos o contra dictaduras inhumanas y sangrientas. La asociación Francisco de Vitoria de estudiantes de Derecho no oculta su militancia derechista, pero eso es tan legítimo en democracia como declararse de izquierdas. La Universidad, como decía Unamuno, es el templo de la inteligencia y no puede ser hollado ni mancillado por estas partidas de la porra que imitan a las SA nazis. Hay que identificar a estos gánsteres y hacer que sobre ellos caiga todo el peso de la ley.

Locura tardofranquista: está en sus genes

Por Pedro Campo Rol

Parece que vuelven los grises años de la dictadura donde no se podía opinar ni hablar de política haciendo una crítica del sistema. Con la nueva ley que seguramente aprobarán se cortan las libertades para que una élite de pijos insolidarios vivan sin recibir la crítica de los ciudadanos. Los policías sí pueden ir tapados pero tú no. Acciones que ni los jueces condenan ahora serán delito, y te pueden costar hasta 600.000 euros. Las protestas convocadas a través de internet serán delito, la libertad en este país parece que se acabó y va a instaurarse la dictadura del silencio y del Tribunal de Orden Público de siniestra memoria, en este caso un TOP económico.

En este país se puede indultar la tortura pero no puedes protestar ante el Congreso. No puedes insultar a un policía pero él te puede moler a palos, la policía tendrá un poder casi infinito, y si se pasa, como en la violenta actuación de Interior de Atocha, pues no pasa nada.

EFE

EFE

No podrás  grabarlos, así que si se exceden quedarán impunes. Las multas las pondrá el gobierno sin necesidad de que intervengan los jueces, aunque visto lo visto y salvo honrosas excepciones, la justicia no sé si será de fiar.

Los últimos acontecimientos (Prestige, Madrid Arena, la Gürtel, Camps cachondeándose del juez, etc. y nadie en la cárcel) dan que pensar. Ya conocemos a este gobierno que ha incumplido todas sus promesas, pero esto ya es demasiado, y descargan sus frustraciones en los ciudadanos, que no tienen casi para comer, con 6.200.000 parados y sin visos de que esto cambie.

Pero hacen una especie de  amnistía fiscal para que los presuntos delincuentes de guante blanco laven sus dineros de forma legal. Estas no son leyes para frenar nada, son leyes represivas para callar al pueblo con multas astronómicas. Ya hay antecedentes. El gobierno de Aznar, mediante la Delegación del Gobierno de Madrid, prohibió en 2003 a los trabajadores de Sintel el derecho a la manifestación recogido en la Constitución. Este derecho tuvo que ser restituido a los trabajadores en octubre de 2006, en sentencia del Tribunal Constitucional. ¿Es que no hay justicia en este país que pare toda esta locura tardofranquista? Alfonso Guerra se preguntaba de dónde venían éstos. Aquí tienes la respuesta Alfonso, no lo pueden ocultar, lo llevan en los genes. ¿Se tomarán algo por la mañana para hacer lo que hacen? ¿Habrán ido alguna vez al psiquiatra? ¿Se lo mandará su confesor después de misa? Misterio.

 

Cuando maltratar es amar

Por Julio Ortega Fraile

«El torero Canales Rivera, condenado como responsable de un delito de maltrato animal por provocar a su caballo heridas sangrantes y profundas en el hocico con un artilugio de castigo». Ay, José Antonio, ¿cómo se atreven a condenarte?, tú y yo sabemos que lo has hecho por amor a tu caballo, ¿verdad, maestro? Como por amor le destrozas al toro músculos, nervios y venas con la puya, además de producirle daños respiratorios y neurológicos. Como por amor las banderillas se hunden allí donde poco antes escarbó la pica, acrecentando heridas, hemorragias y el terrible dolor del toro.

Como por amor lo atraviesas con el estoque perforándole el tórax y un pulmón, y, a veces, el hígado y la panza. Como por amor llegas a apuntillarlo ocho veces porque las siete anteriores no acertaste y no dobló las patas. Y eso tú, un profesional curtido en mil ruedos. Francisco Rivera y Canales RiveraComo por amor el toro llega a veces inmóvil, pero vivo, al desolladero. Como por amor tú sales a hombros y él a rastras.

Sí, seguro que el haberle colocado a tu caballo serretas vivas en su hocico fue porque lo amas con locura.

Hay padres, profesores, periodistas, políticos… que juran que eres un héroe, modelo a imitar para la infancia y juventud. Y como tal te ensalzan y ofrecen espacio, tiempo y dinero público. ¿Lo harán porque aman a los niños y a jóvenes? ¿Porque los aman como tú amas al toro y al caballo? Decía Sartre que la violencia, sea cual sea su forma, es un fracaso. Cuando encima se glorifica ejercida sobre inocentes es el más canalla de los actos. Y no, no hay amor; solo estupidez, cobardía y crueldad. Y muchísimo cinismo.

 

Así es un día de acoso sexual en el trabajo

Por Ana (*NOTA DE LA REDACCIÓN)

Me llamo Ana y tras leer el artículo sobre acoso sexual en el trabajo os envío cómo era uno de mis días. Tenía 23 años. Alguien que lo leyó me dijo que se podía “sentir” el miedo. Si con ello conseguimos que al menos una mujer pueda salir o identificar ese acoso habrá valido la pena:

Estoy en el salón viendo la tele y hablando y discutiendo, papá quiere ver reportajes; yo, series. Le digo, tú eliges martes y jueves, él ríe o me dice que veremos lo que él quiera, pero siempre acaba dándome el mando.

Suena mi móvil, voy a la habitación, mi chico, la llamada más dulce. Estudia fuera y cada día nos llamamos varias veces, pero siempre está la llamada de las 23.30, cuando nos decimos lo mucho que nos echamos de menos. Trago saliva porque le quiero y quiero que él vuelva. Quiero estar con él, pero por otro lado tengo miedo de que descubra la realidad.

Las 12 y pico, colgamos, vuelvo al salón y les digo a mis padres que me voy a la cama, mañana hay que trabajar, y papá me dice: ¡hale hija, hasta mañana! Mamá a veces me da un beso, pero siempre  me regala una sonrisa.

He puesto el despertador, a las 8 está bien. Estoy en la cama asustada, con el móvil en la mesita. Hay días en que suena a las tantas, pero nunca sé qué día sonará y esas llamadas no son de mi novio, no, son de ese jefe.

Doy vueltas y vueltas, miro el despertador y son las 6, aún no he pegado ojo y pienso que otro día más sin dormir; me levanto, voy a la cocina a fumar un cigarro tras otro.

Mientras fumo pienso, si llama no lo cojo, pero suena y lo cojo rápido, lo que pensaba hacer se viene abajo, me puede el miedo, me puede que papá lo vuelva a oír y me diga que le diga a mi jefe que no son horas. Papá se va pero le dice a mi madre que algo me pasa, que estoy llorando, y mamá se levanta y me pregunta qué pasa, yo le digo nada, que no puedo dormir y me da rabia.

Hora de desayunar, joder, no me entra, tengo dolor de estómago y diarrea, pero sobre todo miedo. Bajo al coche, pongo música a tope, son las 9.30, hasta las 10 no entro pero he de estar antes, si viene algún cliente tengo orden de entretenerle hasta que él llegue.

En invierno tengo suerte, la gente no va pronto al negocio, hace frío, así que espero en el coche; la tripa me da mil vueltas y me tiembla el cuerpo. Empiezo a mirar el reloj, él siempre llega tarde, según él es lo que tiene ser jefe.

Mientras espero imagino, me imagino fuerte y hoy no le paso ni una, al primer insulto le doy una torta y me largo. Tras ese pensamiento me viene una pena de mí misma y me llamo gilipollas, me digo que por qué quiero engañarme si no soy capaz de decirle nada, soy consciente del miedo que le tengo, simplemente no puedo reaccionar. Vuelvo a mirar el reloj. Sigo pensando: ¿y si lo cuento? No, nadie creerá que me está pasando, que él es tan malo, además todos creen que soy feliz, que puedo con todo, soy fuerte a ojos de los demás.

De repente llega; siempre aparca detráAcoso sexual en el trabajos de mí, miro por el retrovisor. Quiero verle la cara, necesito verle la cara. Reconozco sus gestos más que los míos, sé si está furioso o no, le miro y cuando para su motor bajo, le saludo con una sonrisa que fuerzo.

Entramos por la puerta de atrás, y sí, hoy está enfadado. No me contestó al saludarle. Además lleva el ceño fruncido. Dios mío, tengo miedo.

Me voy al baño, me cambio. No tiene cerrojo y me visto rápido con la espalda pegada a la puerta porque temo que entre; nunca lo hizo, pero me habla desde la misma puerta. Su voz es de estar enfadado. Sale un momento del negocio.

Vuelve y le miro, trato de no hacer nada que le moleste, pero mientras llamo a clientes él me para y entre medias me dice que qué pretendo poniendo esa voz, que si quería calentarle la bragueta, y yo, sintiéndome sucia, le digo: “si era una señora, lo ha cogido la mujer”. Él se ríe y se va.

Desde su despacho me llama. Está escribiendo. Le digo que no le he entendido. Se enfada, me llama tonta, porque todas las mujeres sois tontas, no tienes ni puta idea, imbécil, marcha de aquí, me pones enfermo.

Salgo y voy a hacer cosas, él ya está enfadado y viene a insultarme, me dice que qué ha hecho para merecer eso, para que no entienda nada de lo que me explica.

Tiemblo y pienso que sí, soy tonta, pero por no atreverme a irme. De repente viene otra vez y me habla muy bien, no ha pasado nada, como si la vida fuese normal.

Ahora me pregunta cosas de mi vida sexual, no le contesto y, claro, eso sí le enfada. Empieza a decirme que cada vez le demuestro más lo imbécil que soy, que damos asco. Quiero irme, salir, no escuchar más, me siento mal, lloro por dentro, se me encoge el corazón, cuanto más me insulta más mierda me siento, pero sé que no puedo marcharme ni darle la espalda, me lo ha dicho millones de veces, pero soy terca y pese al miedo y la vergüenza me trago mis lágrimas. Dios, le doy la espalda de nuevo, lo tengo prohibido pero no puedo seguir mirando su sucia cara mientras me insulta y amenaza, así que cojo la fregona y avanzo por el pasillo, sé que ese momento precede al agarrón de mi brazo, siempre el gesto de cogerme el brazo y siempre la misma frase de no me des la espalda cuando te hablo.

Sigo mi pasos, miro de reojo y sí, viene, ya siento sus manos en mi brazo y oigo esa maldita frase, le pido que me suelte y no, me empuja con la fuerza justa para que acabe contra la pared. Mis manos paran el golpe, vuelve y me empuja otra vez. Solo le miro, creo que mi odio se ve en mi mirada, pero me odio a mí, tanto que me doy asco; le tengo miedo, tanto que quiero callar y que todo pase.

Se va. Allí me quedo, atendiendo clientes y mandándolos venir por la tarde, me trago mis lágrimas, esas que delante de él no quiero sacar, me las trago y sonrío a esos clientes que van entrando. Muchos me dicen: ¡Hasta luego niña, alegra esa cara!

Vuelve y me habla muy simpático, me pregunta quién ha ido; lo tengo todo apuntado, no puedo permitirme que se me pase el mínimo detalle, sería fatal.

Hace como que no pasa nada, como si lo que me hizo fuese algo que yo había soñado. Me habla contento, fuerte y seguro, me dice que soy lo mejor que  ha tenido allí. Quiero gritarle, mandarle a la mierda, matarle, morirme.

Salimos y me dice adiós, esta vez me sonríe y yo le sonrío y le digo hasta luego.

Voy a casa. Mientras conduzco lloro lo que puedo y más, voy a comer con papá y mamá y no pueden enterarse, no quiero, no puedo, tengo miedo.

Mientras nos sentamos a la mesa me hablan y yo contesto, pero no sé qué me dicen. Solo me doy miedo, me creo un monstruo, ahora por mentir y decir que todo bien. Me doy asco, no puedo afrontar la verdad, no puedo.

Ya no puedo más, mi silencio me mata, mis miedos me destruyen, mi familia ve que no como y piensan que entro en la anorexia. Para mí es más fácil. Ante ellos mi única salida para no contar qué pasaba era esa, que piensen que tengo anorexia.

No paro de pensar, de sentir, me he convertido en nada, en nadie, en miedo, en una diana de rabia y odio en la que un señor saca su furia.

Las 16.30, a las 17 entro de nuevo; no quiero, tengo miedo, ahora más.

Acaba la jornada, llego a casa rápido, mientras me ducho pongo música y me entretengo en la habitación. Quiero llorar lo que allí no he podido, coger fuerzas para que papá y mamá vean que ceno y no se preocupen. Quiero coger fuerza para no oír el eco de sus insultos, para que no retumben en mí esas imágenes de cómo me ha empujado, la forma en que me ha tirado al suelo. Quiero, pero cada día se hace más difícil, ya van tres años y no puedo más, mi cuerpo ya no responde, mi cabeza está rota, absorbida por el miedo. Se me cae el pelo, no puedo más, me cuesta sonreír, mis ojos han cambiado, yo entera he cambiado, pero he de fingir que no pasa nada, que es un momento bajo.

Las 23.30, llama mi chico y la misma despedida. Misma vuelta al salón para dar buenas noches y así me voy a la cama. Esta vez lloro, me tapo con la almohada para que no se me oiga, lloro de miedo, asco y vergüenza, quiero escapar, quiero morirme y no puedo.

Suena el despertador. ¿Para qué lo pones si estás despierta? Me levanto y solo quiero morir, no podré más, más no, pero puedo otro día y otro y otro, idiota. Me doy asco, no me conozco, me siento asquerosamente sucia, por sus sobes, por sus palabras sexuales llenas de maldad, por haber aprendido a mentir a mi familia, sucia por no saber parar la situación, por volver al mismo lugar de tortura, por saludarle con una sonrisa, sucia por todo, quiero salir corriendo de mí misma, quiero mirarme y reconocerme, quiero matarle, quiero morirme.

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(*) NOTA DE LA REDACCIÓN: Ana, la protagonista de este relato, finalmente dejó el trabajo, denunció a su jefe por acoso sexual y ganó el juicio en sentencia firme.

Incívicos en el tren en Barcelona

Por Carlos Martínez

Cojo a diario emetrol tren en la estación de Passeig de Gràcia [Barcelona], y observo a bastantes usuarios sentados en las escaleras de acceso al andén. Están ahí sentados a pesar de haber un cartel prohibiéndolo expresamente. Incluso se explica el motivo: «Se dificulta el paso de los demás». Pero ni aun así. A menudo veo a personas mayores llamarles la atención. Porque al no poder usar la baranda, corren el riesgo de caer escaleras abajo (hay 30 peldaños). Un día que estuvo a punto de caer una anciana fui a pedir al guarda de seguridad que hiciera levantar a los allí sentados. Pero observé que el guarda tenía los ojos llorosos, algo debía haberle sucedido. Y cuál fue mi sorpresa cuando me dijo: «¿Qué quiere que les diga? Estoy harto de que me insulten». Egoísmo, insolidaridad, incluso barbarie. La ley de la selva.