La anatomía mentirosa de un oso de peluche

'Ursulus melias' y el oso original utilizado por la artista - © 2016 Stephanie Metz

‘Ursulus melias’ y el oso original utilizado por la artista – © 2016 Stephanie Metz

Con los ojos todavía sin abrir, el feto de oso descansa en un frasco, suspendido por una solución para conservarlo para siempre así, listo para su estudio. El rostro es sin embargo demasiado enternecedor, lo que todos esperaríamos de un cachorro vista desde el filtro de los dibujos animados. En las calaveras también hay implícita una ternura irreal, las delatan las orejas, dos encantadores apéndices oseos.

«Los ositos de peluche al principio parecen triviales», advierte Stephanie Metz, la autora de las disecciones y autopsias. La artista estadounidense crea estas falsificaciones de la naturaleza fieltrando la lana hasta que resulta en una masa compacta.

En Teddy Bear (Un)Natural History (Historia (anti)natural del osito de peluche) el proceso es a la inversa que en la vida real. Metz sólo usa los muñecos originales como referencia para imaginar la tierna anatomía que podrían esconder tras la piel. A partir de la cabeza, reproduce el que perfectamente podría ser el cráneo.

Objeto de deseo, herramienta contra el desconsuelo infantil, pieza de colección, el sencillo juguete lleva con el ser humano más de un siglo, desde que en 1902 lo inventó Morris Michtom (1870-1938), un emigrante judío ruso que vivía en Nueva York, vendía caramelos de día y por la noche hacía muñecos de peluche con su mujer.

Una viñeta satírica en The Washington Post lo inspiró. Protagonizada por Theodore Roosevelt, presidente de los EE UU, la ilustración caricaturizaba un incidente que había tenido lugar hacía poco en Mississippi. El gobernador del estado había invitado al presidente a cazar osos y todos los participantes en la caza ya habían matado a uno menos Roosevelt. Ante la incómoda situación, una tropa de asistentes arrinconó y ató a un oso para que su jefe lo liquidara concomodidad: ante la ridiculez de dispararlo inmovilizado y malherido, el presidente se negó, pero mandó matar al oso para dar fin a aquel sufrimiento.

Viñeta política del dibujante Clifford Berryman que ilustraba en 1902 el incidente de Theodore Roosevelt con un oso - Foto: Wikimedia Commons

Viñeta política del dibujante Clifford Berryman que ilustraba en 1902 el incidente de Theodore Roosevelt con un oso – Foto: Wikimedia Commons

Inspirado por la ilustración, que mostraba a un osezno humanizado y abrazable, Michtom se lanzó a hacer osos de peluche, pidiendo permiso para llamarlo Teddy, por supuesto, para aprovechar el tirón de la actualidad.

La artista da en el clavo cuando los define como «símbolos de inocencia, confort y nostalgia», pero a su vez se refiere a ellos como «una metáfora en la forma en que los humanos manipulamos el mundo natural». La idea del animal humanizado, dulcificado y a nuestra disposición es una creación también del siglo XX, la era en que definitivamente le dimos la espalda a nuestra conexión atávica con el planeta.

'Ursulus parvulus evolvere' - © 2016 Stephanie Metz

‘Ursulus parvulus evolvere’ – © 2016 Stephanie Metz

Metz quiere que sus ejemplares de fieltro, falsos pero realistas, sean como las piezas de una colección de museo de ciencias, pero que la mentira sea motivo de reflexión. ¿Qué hemos hecho con la esencia de lo que nos rodeaba? ¿Por qué dulcificamos a un animal fiero según nuestra imagen?: «Mis especímenes anatómicos de ositos de peluche son un espejo del engreimiento humano colectivo que nos convence de que debemos mejorar y dar una nueva forma a la naturaleza para que satisfaga nuestros deseos».

Helena Celdrán

Ursulus parvulus 5-14 - © 2016 Stephanie Metz

Ursulus parvulus 5-14 – © 2016 Stephanie Metz

'Ursus machaera dente' - © 2016 Stephanie Metz

‘Ursus machaera dente’ – © 2016 Stephanie Metz

'Ursus parvulus casia' - © 2016 Stephanie Metz

‘Ursus parvulus casia’ – © 2016 Stephanie Metz

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