Como buena intervención callejera es inesperada y efímera. Geoffroy Mottart utiliza las flores con humor e ingenio, modifica estatuas en jardines y parques de Bruselas y añade «una pequeña nota de color que llama a los transeúntes».
Florista afincado en la capital belga, llama a sus creaciones fleurissements (floraciones). Duran como mucho un par de días y sólo quedan documentados en fotografías. Los espesos arreglos son peinados con permanente, barbas de importancia o elegantes tocados sobre las cabezas pétreas de «testimonios del pasado», manifestaciones artísticas y conmemorativas que el autor considera que «valen la pena ser vistos», que son «parte de nuestro patrimonio cultural» y se pierden en el frenético ir y venir de los habitantes de una ciudad.