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Cuando la BBC puso a Jimi Hendrix en la lista negra por culpa de una pija

Jimi y Lulu

Jimi y Lulu

¿Verdad que no? Aunque las relaciones humanas están regidas por leyes confusas y motivaciones impredecibles, usted y yo estaríamos de acuerdo en otorgar a estos dos menos futuro que a Ana Botella en una biblioteca. Uno lleva dentro un ballet astral. La otra, por fuera y por dentro, una pelota de playa. Donde no hay, no hay.

Jimi Hendrix [si quieren alas, pulsen el enlace: casi una hora de vuelo libre], el jinete púrpura, y Lulu [estoy seguro de que Ana Botella pulsaría el enlace], la niña repipi de la Inglaterra repipi, es decir, una descarga de sacarosa y laca. Los destinos de este par se cruzaron porque, como predicen la filosofía taoísta y la física cuántica, los contrarios se llaman.

The Jimi Hendrix Experience, 1967. A la izquierda, Noel Redding (bajo). A la derecha, Mitch Mitchel (batería)

The Jimi Hendrix Experience, 1967. A la izquierda, Noel Redding (bajo). A la derecha, Mitch Mitchel (batería)

El 4 de enero de 1969, The Jimi Hendrix Experience, el trío de blues asesino y rock perturbado del guitarrista, tenía contrato para actuar en Happening for Lulu, el show de la cantante en la BBC —todas las televisiones públicas tienen su Mari Cruz Soriano—. Debían tocar, les dijo su manager, dos temas en directo. Hendrix se inclinó por dos golpes triunfadores: Voodoo Child (Slight Return) y Hey Joe.

Cuando llegaron a la grabación se enteraron de que había un regalo emponzoñado. Lulu se les uniría en los compases finales de la segunda pieza y luego debían acompañarla en To Sir With Love, el lamento de una bachiller que brama por la pérdida de su profesor favorito y parece preguntarse si le debe un revolcónDejo a mi mejor amigo / El que me enseñó la diferencia entre el bien y el mal / Entre la debilidad y la constancia / ¿Qué le voy a devolver a cambio?.

El fumador y la beata

El fumador y la beata

Hendrix y sus colegas se pusieron a temblar («no puedo tocar con ella, es una ridícula», dijo el guitarrista) y se encerraron en el camerino a fumar hachís, en la confianza de que la resina de cáñamo les brindaría cierta relajación. El bajista Noel Redding cuenta en el libro de memorias Are You Experienced? The Inside Story of The Jimi Hendrix Experience que los porros sólo sirvieron para aumentar la paranoia, porque, entre calada y calada, recordaron que Lulu era una antitabáquica militante cuyo marido, Maurice Gibb, de los Bee Gees, tenía que fumar a escondidas para evitar los ataques fanáticos de su mujer. ¿Y si viene a vernos al camerino?, se preguntaban los experience, sintiéndose niños díscolos pero temerosos. Hendrix, mientras tanto, callaba, rumiando furia y colocándose cada vez más.

Jimi Hendrix

Jimi Hendrix

La actuación [pueden verla entera en el vídeo que inserto tras esta entrada] fue memorable. Tras Voodoo Child (Slight Return), el realizador pinchó la cámara de Lulu, que estaba en primera fila. «Eso estuvo caliente», dijo, pizpireta como siempre. «Señoras y señores, en caso de que no lo sepan, Jimi y los chicos acaban de ser nombrados grupo del año por la revista Bilboard…». En ese momento, machacando la locución de la cantante-presentadora, un aullido de guitarra emergió del set de los músicos [minuto 4:44], dejando a Lulu descolocada y con una sonrisa idiota. ¿La venganza de Hendrix, rey del acople y el feedback? Sea cual sea la respuesta, lo mejor todavía estaba por llegar.

La introducción de Hey Joe fue dislocada y Hendrix transformó la canción con un arreglo arrastrado. Antes de terminar el desarrollo [minuto 7:37 del vídeo], dió órdenes a los otros dos de que dejase de tocar, se acercó al micrófono y dijo: «Nos gustaría dejar de tocar esta basura y dedicar una canción a Cream, estén en el grupo que estén. Dedicamos esto a Eric Clapton, Ginger Baker y Jack Bruce«.  De inmediato arrancó con una versión instrumental de Sunshine of Your Love, una de las canciones fundamentales de Cream, el gran power trio que se había separado unas semanas antes, después de cuatro tremendos e influyentes discos.

El equipo del programa montó en cólera con la ruptura de la escaleta pactada y la triquiñuela de Hendrix para dejar a Lulu fuera del show, pero como el espacio se emitía en directo poco pudieron hacer. El guitarrista se salió con la suya y no hizo el ridículo cantando con la niñata, pero fue condenado al ostracismo de las listas negras por la BBC, en cuya programación no volvió a aparecer hasta que los telediarios dieron la noticia de su muerte (18 de septiembre de 1970).

Lulu en la final de Eurovisión de 1969 en Madrid

Lulu en la final de Eurovisión de 1969 en Madrid

¿Y Lulu?  Como era de esperar, a lo suyo. Dos meses después del encontronazo con Hendrix actuó en Madrid en la gala final de Eurovisión con escultura de Dalí en el escenario y Laurita Valenzuela presentando, el delirante film La España diferente en el intermedio —una demostración de que el vino coloca tanto como el LSD— [el certamen completo, para los masocas].

Lulu representaba a Inglaterra con una canción horrenda, Boom Bang-a-Ban («sé que es una mierda, pero ¿qué importa?, voy a defender a mi país», dijo). Ganó el primer premio, pero empatada con Holanda (De Trobadour, Lenny Kurh), Francia (Un jour, un enfant, Frida Boccara) y el Vivo cantado de la tantas veces parodiada española Salomé.

El tiempo no mejoró a la pija que quiso cantar con Hendrix y no pudo. Fue una fanática defensora pública de Margaret Tatcher, intentó comerciar con una línea de productos de belleza y anda moviendo sus carnes por concursos de baile para famosos venidos a menos.

Ánxel Grove

El primer disco de Clapton tras salir de la heroína

"461 Ocean Boulevard" - Eric Clapton, 1974

"461 Ocean Boulevard" - Eric Clapton, 1974

Adolescente prodigio del blues entendido como idioma británico —primero con los Yardbirds y luego con John Mayall & The Bluesbreakers—, dios del vuelo astral y sólido con Cream, integrante del primer supergrupo, autor de la canción de amor más arrebatada del rock, hilador de desgracias, venerado y respetadísimo guitarrista para todos los públicos

La carrera de Eric Clapton, que en 2013 cumple medio siglo sobre los escenarios, tiene demasido matiz como para ser abarcable con una sola mirada. El carácter frágil del personaje, la mala sombra que parecía abocarle a la desdicha, algunos movimientos musicales erráticos y la acomodación reciente en el estatus de playboy, artista de masas y habitante de las revistas de papel couché tampoco contribuyen a que sea posible separar el agua del aceite, las grandes obras de las medianías.

De la tortuosa discografía del guitarrista de Surrey —demasiado desordenada, como si Clapton buscase en el zig zag un refugio contra sus demonios interiores—, rescato hoy una pieza menor: 461 Ocean Boulevard, un disco editado en julio de 1974 al que pocas veces se resalta bajo la compleja sombra de una obra marcada por la incotinencia.

Eric Clapton, 1974

Eric Clapton, 1974

El disco es humilde y apocado: no hay estremecedores solos de guitarra, la producción es de bajo nivel y los músicos parecen tocar sentados, sin necesidad de desmelenarse.

Algo de eso hay: Clapton acaba de salir de una radical rehabilitación para desengancharse del consumo esnifado de heroína —en su biografía jura que nunca se la metió por vía endovenosa—, que le llevó a gastar unos 20.000 euros semanales y no abandonar un encierro de tres años. Todos le daban por acabado tras la edición de Layla and Other Assorted Love Songs (1970), una obra inolvidable que pareció maldecir a sus intérpretes. Con 461 Ocean Boulevard  logró confiar en sí mismo otra vez.

Aunque la historia se quedó con I Shoot the Sheriff, versión de una canción de Bob Marley que se convirtió en el primer número uno de las listas de ventas que conseguía Clapton, 461 Ocean Boulevard contenía mejores canciones. Mi favorita es Get Ready, un sorprendete lamento soul, que Clapton compuso a medias con Yvonne Elliman.

Pese al tono de alivio del álbum —al que contribuyó que se gestase en la blanca mansión de las afueras de Miami que aparece en la cubierta—, el peligro seguía poniendo zancadillas a Clapton y sus colaboradores. La heroína fue sustituida por el mucho más lento pero no menos letal alcohol. Carl Radle, bajista y mano derecha de Clapton, bebía incansablemente —murió seis años más tarde de cirrosis hepática—. Clapton también le dió duro a la botella y tuvieron que pasar más de quince años para que abandonase la dependencia.

Ánxel Grove

¿Pueden los guitarristas blancos tocar blues de negros?

Mike Bloomfield (1943-1981)

Mike Bloomfield (1943-1981)

Michael Bernard Mike Bloomfield nació en 1943 en la mejor ciudad del mundo si quieres ser un guitarrista de blues: Chicago, tierra prometida de los bluesmen de los humedales del Mississippi que emigraron hacia el norte industrial de los EE UU antes y durante los tiempos del gran crack económico de 1929.

Había unos cuantos problemas para que el muchacho, empeñado una y otra vez en imitar las progresiones dolientes de los guitarristas de blues, fuera admitido en el club: Bloomfield era blanco, hijo de judíos y su familia tenía mucho dinero. «¿Cómo puede sentir el blues alguien con tanta miel sobre la tostada y todos los dientes en la boca?», se preguntaban los negros de los clubes de Chicago al ver al chico.

Una años más tarde, Bloomfield respondió a su manera a la paradoja que le echaron en cara tantas veces: «En este país los negros sufren por fuera. Los judíos sufrimos por dentro. El sufrimiento es el puntal del blues».

Aunque la teoría conduce a terrenos raciales incómodos (¿pretendía privar a los negros de la capacidad intelectual del sufrimiento y reservarla para los judíos, dejando a los primeros la mera posibilidad de responder al maltrato físico?), Bloomfield dedicó sus años sobre la tierra, que fueron pocos -murió en 1981, a los 37- a demostrar al mundo que un blanco también puede sentir la profunda llaga del blues.

Arriba, Mick Taylor (izq.) y Eric Clapton. Abajo, Jeff Beck (izq.) y Peter Green.

Arriba, Mick Taylor (izq.) y Eric Clapton. Abajo, Jeff Beck (izq.) y Peter Green.

¿Guitarristas de blues de piel blanca?

Las primeras respuestas de una hipotética votación citarían, me parece, a los británicos, que en Europa nos caen bastante mejor que los gringos por una pura cuestión de cercanía y mejor prensa, sin pararnos a pensar si tocan mejor o con más sentimiento.

Me atrevo a opinar que Eric Clapton obtendría la mayoría absoluta, siempre se la ha querido bien pese a su decadencia creativa, a punto de cumplir cuatro décadas, seguido por Jeff Beck y quizá Mick Taylor, Jimmy Page o Alvin Lee. Mi voto iría para Peter Green.

Arriba, Johnny Winter (izq.) y Lowell George. Abajo, Ry Cooder (izq.) y Duane Allman

Arriba, Johnny Winter (izq.) y Lowell George. Abajo, Ry Cooder (izq.) y Duane Allman

Si damos el salto atlántico, la nómina es mucho más rica en dinámica y tono. Pese a esta evidencia incontestable, pocos de ellos son reconocidos en Europa en su justa valía.

Los guitarristas de blues de piel blanca de los EE UU nunca pretendieron, como a veces parece suceder con sus colegas europeos, tocar como Robert Johnson -tarea imposible: todavía nadie ha logrado superar su complejidad armónica-, sino llevar hacia el blues la sensibilidad de otras tradiciones.

El albino Johnny Winter inyectó modales de hard rock en la música tradicional negra; los prematuramente fallecidos Lowell George y Duane Allman mezclaron el blues con el rock sureño, nacido a la sombra de aquel y mezclado con la psicodelia de la Costa Oeste, y el gran Ry Cooder empapó la toalla con los múltiples aromas de la frontera.

Mike Bloomfield era grande antes de que el mundo se enterase de la grandeza. Los viejos negros que vivían en Chicago y llenaban de bencina las noches de los clubes (Sleepy John Estes, Yank Rachell, Little Brother Montgomery, Muddy Waters…) le hicieron hueco sin mirar el color de la piel. Pasmaban con aquel chico judío que era capaz de emanar tristeza de cada yema de los dedos de las manos.

Bob Dylan le fue a ver a uno de aquellos antros en 1963 y le llamó dos años después para un par de movimientos que romperían la historia del rock. El primero, la actuación en el Newport Folk Festival de 1965, en un pase de cuatro canciones que, pese a lo escueto, merece una entrada en las enciclopedias como la controvertida electrificación de Bob Dylan.

La circunstancia es bien conocida. El domingo 24 de julio de 1965 fue el día del juicio final. Las sesiones sumarísimas se celebraron en el parque Freebody de Newport (Rhode Island – EE UU) y las más o menos 15.000 personas que formaban parte del jurado decidieron, por aplastante mayoría, condenar a muerte a quien, hasta antes de la actuación, era el Dios del folk de protesta. ¿Delito? Enchufarse y vestir una americana de cuero.

La guitarra solista la tocaba Bloomfield.  Unas semanas antes también había secundado a Dylan en la grabación de la que quizá sea la canción superlativa del siglo XX, Like a Rolling Stone, y de las demás del álbum Highway 61 Revisited.

No es raro que Bloomfield haya sido avistado por Dylan, adorador del blues, a la hora de romper cánones. Este músico semiolvidado que hoy asomo a la sección Top Secret es el mejor ejemplo de la adaptación casi simbiótica de un pálido a una música racial. Su gloria es que nunca se cerró a ampliar horizontes y romper academicismos.

Mike Bloomfield

Mike Bloomfield

Durante los años sesenta Bloomfield fue uno de los redentores que devolvieron la atención hacia el blues de la audiencia hippie, hasta entonces refractaria al género. Lo hizo primero con el The Paul Butterfield Blues Band, grupo de mayoría blanca con inclinaciones bluesy pero sin problemas para lanzarse por los vericuetos de las ragas de la India; luego con The Electric Flag, una banda ambiciosa que quiso fundar un género («música americana», pretendían, sin demasiada imaginación, bautizarlo) basado en la fusión de blues, soul, country, rock y folk, y finalmente con colaboraciones bajo la formula del súpergrupo, primero con Al Kooper, otro habitual del primer Dylan eléctrico, y Stephen Stills y más tarde con Dr. John

El carisma de Bloomfield fue decayendo a medida que los años y los gustos cambiaban. Grabó casi una veintena de discos como solista entre 1970 y 1981. Fueron editados por discográficas modestas, se vendieron mal pero recibieron muy buenas críticas.El estilo pristino del guitarrista, enemigo de distorsiones y feedback, seguía estando lo más cerca del blues a lo que podía llegar un blanco.

Mike Bloomfield

Mike Bloomfield

La ilusión se le apagaba e intentó iluminarla con la luz blanca de la heroína. «Cuando me pincho me siento vacío y la música me deja de importar», confesó en una de las entrevistas finales.

No se merecía el tipo de muerte que le esperaba. El 15 de febrero de 1981 su cuerpo apareció en el asiento delantero de un coche en una calle de San Francisco. El forense dictaminó que una sobredosis de heroína había causado el fallecimiento. La Policía, tras una somera investigación, descubrió que Bloomfield había muerto en una fiesta y que dos de sus amigos, asustados por el problema, le metieron en un coche que condujeron a varias manzanas de distancia y abandonaron.

Alguien debería componer un blues partiendo de la imagen: un Chevy con el cadáver de un guitarrista dentro.

Ánxel Grove

Una década sin el ‘beatle invisible’

Cartel de 'George Harrison: Living in the material world'

Cartel de 'George Harrison: Living in the material world'

«Se suele decir que soy el beatle que más ha cambiado, pero de eso creo que va la vida. Hay que cambiar», decía George Harrison recién separado del grupo que lo encumbró y también lo esclavizó desde la adolescencia. Fue una época dulce para él, conoció la libertad de grabar las canciones que él quería. No más terceras posiciones.

Silencioso, sosegado, su guitarra, más compleja de lo que uno puede escuchar de primeras, no era de alardes instrumentales  (nunca permitidos en un grupo como los Beatles, donde la canción acapara avariciosa todos los halagos).

Harrison miraba con envidia cómo su amigo Eric Clapton o Jimi Hendrix provocaban fuegos de artificio en su manera de tocar mientrar él se condenaba a la sobriedad del instrumentista que vive en la trinchera de Lennon y McCartney.

La India transformó al beatle en algo más que el chico delgaducho que se hace hueco en la foto de grupo. Descubrió un camino espiritual que avanzó con esmero hasta el día de su muerte, no sin caer en la ingenuidad de  engancharse a los Hare Krishna y a la secta de la Meditación Trascendental, liderada por el fallecido gurú Maharishi Mahesh Yogi.

En el décimo aniversario de la muerte del Beatle tranquilo Martin Scorsese  lo ha recuperado de la invisibilidad  con el documental George Harrison: Living in the Material World, que saldrá a la venta el 10 de octubre. El trailer, con el estilo acelerado y detallista del director, promete un repaso en profundidad a la figura y la obra de Harrison, cuya imagen queda siempre sesgada por los egos desmedidos de Lennon y McCartney.

George en 1956 con su primera guitarra

George en 1956 con su primera guitarra

Para celebrar el redescubrimiento, ahí van una docena de detalles, en este Cotilleando a…

1. Fue el único beatle con una infancia normal. Nació en Liverpool en 25 de febrero de 1943. Era el pequeño de los cuatro hijos que tuvieron Louise y Harold. Ella hacía trabajillos para contribuir a la economía familiar y él era conductor de autobus. El pequeño George era muy independiente y quería hacerlo todo solo: cuando tenía dos años y medio su madre lo enviaba a comprar a una carnicería cercana con una nota que él memorizaba y tiraba tan pronto como Louise lo perdía de vista.

2. A los 14 años empezó a dibujar guitarras en los cuadernos del colegio. Un chico de su clase le dejaba una por tres libras y la madre de Harrison aceptó comprársela. George comenzó a interesarse pronto por la música de Lonnie Donegan, también llamado el Rey del skiffle, un género de música popular que nació en Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Se interpretaba con instrumentos caseros como la tabla de lavar y vivió un renacer en Reino Unido en los años cincuenta.

3. McCartney fue el primero en conocerlo. George tenía 14 años y Paul, 15. Coincidían en el autobus de camino a clase y ambos tocaban la guitarra. Una tarde Paul se pasó por casa de George para ver un manual de acordes y desde entonces quedaron para tocar. Paul lo animó poco después a que acudiera a una pequeña actuación de barrio para ver a The Quarrymen, el grupo que lideraba John Lennon, de 17 años.

En 1970, poco antes de la separación de los Beatles

En 1970, poco antes de la separación de los Beatles

4. Entró, a los 15 años, en The Querrymen, el grupo embrión de los Beatles. Lennon (que estudiaba su primer año en la Escuela de Arte) reconocía que George sabía más acordes que nadie, pero lo consideraba demasiado pequeño. Harrison recuerda sus impresiones al conocer a John: «Me encantaban sus vaqueros y sus camisas lila, pero supongo que todos estábamos impresionados con la pandilla de la Escuela de Arte. Era muy sarcástico y siempre intentaba dejarte mal, pero yo no le hacía caso o le contestaba de la misma manera y funcionó».

5. Las composiciones de Lennon y McCartney acaparaban los discos de los Beatles. Eran indiscutibles, el dúo perfecto. Harrison tenía que contentarse con uno o dos temas en cada LP. Empezó con versiones (Roll over Beethoven, Chains, Devil in her heart…) y después pasó a composiciones como Don’t bother me, I’m happy just to dance with you o I need you, que deslucían al lado de los éxitos de los dos héroes visibles del grupo. Fue en Rubber Soul (1966) cuando las canciones de Harrison empezaron a tornarse serias. En el siguiente disco (Revolver, 1966) contribuyó con la brillante Taxman y Love you too, donde introdujo por primera vez instrumentación india tras escuchar al maestro del sitar Ravi Shankar.

6. En 1967 Harrison y su mujer, la modelo inglesa Pattie Boyd, ya vivían cautivados por las filosofías orientales. Acudieron, animando al resto de los Beatles, a la charla que el Maharishi Mahesh Yogi daba en el hotel Hilton de Park Lane, en Londres. La conferencia del gurú sobre meditación trascendental cautivó a los asistentes y los Beatles terminaron yendo a Rishikesh (India) en 1968 para seguir un curso. Ringo y Paul volvieron pronto, pero John y George se quedaron hasta que el charlatán los desilusionó.

George y Pattie el día de su boda

George y Pattie el día de su boda

7. Harrison sentía cada vez más que estar en los Beatles coartaba su capacidad creativa y lo hacía infeliz. Las canciones incluidas en All things must pass (1970) (su primera aventura en solitario, un triple album) son piezas por las que el resto del grupo no había tenido interés. El disco fue número uno en Reino Unido durante ocho semanas. No todo fueron triunfos: fue acusado de plagio y perdió la demanda. El superéxito My sweet Lord se parecía demasiado a He’s so fine de las Chiffons.

8. Fue gran amigo de Eric Clapton, que tocó el famoso solo de While my guitar gently weeps, una de las composiciones de Harrison incluídas en el Album blanco de los Beatles. Tras la ruptura de los Beatles pasaban mucho tiempo juntos en la suntuosa mansión de Friar Park, la casa recién adquirida por el matrimonio Harrison en Oxforshire.

9. Pattie y George pasaron por su crisis definitiva a principios de los años setenta. Él la había engañado varias veces y las peleas eran constantes. Para complicar más las cosas, Eric Clapton terminó enamorándose perdidamente de ella. Era una pasión ardiente que lo llevaba a la destrucción. Clapton, enganchado a la heroína, sufría por la mujer de  su amigo, a la que dedicó una de las canciones de amor más desesperadas de la historia del Rock: Layla. Se casaron en 1974 y se divorciaron en 1989.

Los Beatles en 1969

George, Paul, John y Ringo en 1969

10. Fue uno de los fundadores en 1988 de los Traveling Wilburys, un grupo formado por amigos: Harrison se unió a Bob Dylan, Tom Petty, Jeff Lynne y Roy Orbison (que murió tras el primer disco, en 1988). Nunca tocaron en directo y grabaron dos discos: Traveling Wilburys Vol. 1 (1988) y Traveling Wilburys Vol. 3 (1990) (El 2º volumen no existía). Compuso y cantó el primer single y una de las mejores canciones del grupo, Handle With Care.

11. En 1999 Michael Abram, de 33 años, un exdrogadicto con graves trastornos mentales, entró en Friar Park armado con un gran cuchillo y apuñaló a Harrison en el pecho varias veces. La mujer de George, Olivia, golpeó en la cabeza al intruso. Harrison ya estaba entonces a tratamiento del tumor cerebral que le causó la muerte dos años después.

12. Murió en una clínica de Los Ángeles (California), el 29 de noviembre de 2oo1. Tenía 58 años. Sus cenizas fueron esparcidas por el río Ganges.

Helena Celdrán

Tardío pero necesario reconocimiento de Jim Capaldi

"Mr. Fantasy - Traffic, 1967

"Mr. Fantasy - Traffic, 1967

En aquel tiempo pocos grupos sonaban como Traffic. Tenían una frecuencia especial que les hacía únicos.

En el Reino Unido nadie mezclaba tanto y con tanto buen gusto: las alas tristes del jazz, el metrónomo físico del rock, el tacto a tierra húmeda del folk, el punch del soul, el lamento del blues, los vuelos de la psicodelia e incluso -circunstancia de notable rareza en aquellos tiempos de etnocentrismo sajón- cierta cadencia latina…

Eran hippies al pie de la letra: pantalones de piel de melocotón, blusas de seda, piruetas astrales y una vivienda comunitaria en el campo, en Aston Tirrold, Berkshire, un lugar de peregrinaje para la flor y nata de los canallas (Leon Russell, Stephen Stills, Ginger Baker, Pete Townshend, Eric Clapton…).

En la cubierta de su primer disco, Mr. Fantasy, editado en diciembre de 1967, los músicos aparecen en el cottage-comuna, con toda probabilidad mientras digieren una dosis de hongos alucinógenos frente a la chimenea.

De los cuatro músicos fundadores de Traffic que aparecen en la foto, el tiempo sólo le ha sonreido al más joven, Steve Winwood -un prodigio que a los 15 años cantaba con voz de gospel Gimme Some Lovin y ahora vive de las rentas de una larga carrera-.

De los otros tres, uno sigue vivo pero dando tumbos, Dave Manson, y dos han muerto: Chris Wood, en 1983, a los 39 años, tras demasiado juego con las drogas y el alcohol, y Jim Capaldi, en 2005, a los 60, de un cáncer de estómago.

Nicola James 'Jim' Capaldi (1944 – 2005)

Nicola James 'Jim' Capaldi (1944 – 2005)

Del último quiero hablar hoy en Top Secret -la sección de este blog dedicada a figuras situadas en una injusta penumbra-.

Capaldi, nacido en 1944 y criado en las Midlands inglesas, procedía por vía paterna de una saga de italianos inclinada a tocar el acordeón, ese instrumento de sonido lloroso que invita a encender una fogata y beber aguardiente.  Acaso la sangre explique el carácter de Capaldi: apasionado, viajero y doliente.

Se bregó en grupos juveniles, tocó en todos los tugurios, tomó su primer ácido (1964) y formó parte como baterista de la banda residente del mítico Elbow Room de Birmingham. Tras una jam en el club con Winwood, Mason y Wood, nació Traffic. Junto con el primero, Capaldi fue el principal compositor y letrista de los éxitos del grupo. También una especie de hermano mayor que tutelaba a los demás, díscolos y frágiles.


La grabación de este vídeo es tardía, de 1972, dos años antes de que Traffic se disolviese (no vale la pena citar el reencuentro nostálgico y pobre de 1994), pero puede adivinarse el hondo espíritu de Capaldi, que para entonces había dejado la batería para dedicarse a cantar con modos vocales en los que anida un deje gitano de desesperación.

"Dear Mr Fantasy: The Jim Capaldi Story" (2011)

"Dear Mr Fantasy: The Jim Capaldi Story" (2011)

Su carrera como solita fue larga y dubitativa. Le tocó el brusco momento de cambio de los años ochenta e intentó reinventarse. Entre sus quince discos hay piezas maestras (Oh how we danced, de 1972, Living on the Outside, de 2001, y el postrero Poor Boy Blue, editado en 2004, cuando el cáncer ya le consumía) y obras prescindibles. Tanto en las primeras como en las segundas no faltan desgarro y compromiso.

Desde 1975 vivía en San Salvador de Bahía (Brasil) con el amor de su vida, Aninha Campos. Sólo regresaba a Inglaterra para grabar o tocar con sus amigos, que eran muchos: Capaldi está en los créditos de discos de Eric Clapton, George Harrison y Carlos Santana y fue de los primeros en descubir el radiante futuro de Bob Marley cuando nadie le conocía fuera de Jamaica.

Acaban de editar Dear Mr Fantasy: The Jim Capaldi Story, una caja de cuatro discos que cubre la carrera de Capaldi desde 1964 hasta 2004. En estos tiempos en que cualquier medianía tiene su cofre, ésta llega un poco tarde y con el protagonista enterrado. La crítica no evita que la antología sea una delicia.

En enero de 2007 un buen grupo de amigos de Capaldi, entre ellos Yusuf Islam-Cat Stevens, Pete Townshend, Joe Walsh (The Eagles), Jon Lord (Deep Purple), Gary Moore, Steve Winwood y Paul Weller, organizaron un concierto en Londres para recaudar dinero para Tabitha y Tallulah, las hijas del músico, a quien siempre le preocupó más la vida que el ahorro.

La música, como siempre, llegó antes que la industria.

Ánxel Grove

El blues roto, perdido y descentrado de un amigo del diablo

Robert Johnson (1911-1938)

Robert Johnson (1911-1938)

Ventisiete años sobre el mundo, veintinueve canciones, dos fotografías ciertas (en ambas aparece sonriendo), una presunta (en la que también sonríe), la certeza de que su guitarra era una Kalamazoo KG-14, un certificado de defunción con una nota caligráfica («no doctor») que parece un título de blues esperando desarrollo…

El legado de Robert Leroy Johnson se puede enunciar sin parar para tomar aire. Escueto como un acorde rápido, sí, pero intrincado como la tierra de fiebre del delta del Mississippi.

Hace tres días, el 8 de mayo, se cumplieron cien años del nacimiento de Robert Johnson, uno de los bluesmen menos prolíficos pero de huella más profunda.

Es el momento perfecto para presentar un grasiento, diabólico y embriagado Cotilleando a…

1. Nace en 1911 en un pueblucho, Hazlehurst, en el estado de Mississippi. Un cruce de caminos. También un lugar donde si eres negro pueden lincharte por mirar a una blanca a los ojos.

2. Décimo primer hijo de Julia Major Dodds. Ella estaba casada con un granjero que había tenido que poner pies en polvorosa (y cambiarse de nombre) porque sus tierras eran ambicionadas por los terratenientes blancos. Durante su ausencia, la mujer se lía con un tal Noah Johnson. De la aventura extra marital nace Robert, ilegítimo desde el primer momento.

3.De niño aprende a tocar la guitarra esencial, el diddley bow. También toca el birimbao. Entiende que el universo es vibratorio.

4. La anomia es un trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre. El joven Robert la ejerció contra sí mismo. Combinó motes: Little Robert Dusty, Robert Moore, Robert Spencer… Algunos sugieren que lo hacía para evitar a los maridos celosos. Otros aseguran que se trataba de simple desarraigo.

5. El gran maestro Son House le dejó tocar en el intermedio de un baile de sábado. Lo hacía tan mal que le sacó la guitarra de las manos. «No hagas eso, Robert. Estás volviendo loca a la gente. No sabes tocar nada».

6. Un año más tarde se repite la escena. Johnson, seguro de sí mismo, de punta en blanco, entra en el garito con la Kalamazoo colgada al hombro, se sube al escenario y empieza a tocar con tal destreza y a tanta velocidad que todos se quedan helados. Toca como si tuviese cuatro manos, veinte dedos.

"Me and the Devil Blues"

"Me and the Devil Blues"

7. Entre uno y otro momento, empiezan a decir, el bluesman hizo un pacto con el diablo. El rito es viejo, los yorubas lo practicaban con el dios-trickster Exu, que habita las encrucijadas. Debes estar en un cruce de caminos a medianoche, solo con tu guitarra, y tocar un tema. Un hombre negro, muy alto, vendrá a escucharte, cogerá tu guitarra, la afinará y tocará el mismo tema, pero mucho mejor, con más alma. Johnson, sostienen, aprendió del Maestro a tocar mejor que nadie.

8. Robert cultiva la imagen de cantante metido en asuntos con Satanás. Compone Hellhound on My Trail (Un perro del Infierno sigue mis pasos), Me and the Devil Blues (Blues del Diablo y yo), Crossroad Blues (El blues del cruce de caminos)… En la primera dice: «Derramaste pólvora caliente, en la puerta de tu padre / Eso hace que pierda la cabeza / En cualquier lugar al que yo». En la segunda: «Yo y el Diablo / Caminamos uno al lado del otro / Voy a pegarle a mi mujer / Hasta que me quede a gusto». En la tercera:»Fui al cruce de caminos / Y me arrodillé / Le pedí a mi Señor: ‘Ten piedad, salva al pobre Robert, por favor».

9. Desde 1932 hasta su muerte, en 1938, practica la itinerancia musical. Viaja con ansia, no puede quedarse quieto. Recorre todo el Delta del Mississippi y recala en cada pueblo, pero también llega a Chicago, Canadá, Nueva York y Texas. La estrategia es siempre la misma: se coloca en una esquina del centro y canta canciones comerciales a cambio de unas monedas. Por la noche va a los juke joints y canta blues a cambio de whisky. En cada ciudad duerme en casa de una mujer. Es irresistible en el juego de la seducción y hay muchos novios y maridos engañados que se la tienen jurada.

10. Un cazatalentos de la American Record Company le escucha cantar en 1936. La compañía envía a uno de sus ejecutivos para que grabe a Johnson. El hombre le da 45 centavos para el desayuno y le deja en un hotel. A las pocas horas, recibe una llamada del bluesman. «Estoy solo», le dice. «Claro que estás solo, ¿qué quieres decir?», pregunta el tipo. «Que estoy solo con una señora. Ella quiere cincuenta centavos. Me faltan cinco«, responde Johnson.

Dibujo de la cubierta de un disco de Johnson, inspirado en la grabación de San Antonio (Texas)

Dibujo de la cubierta de un disco de Johnson, inspirado en la grabación de San Antonio (Texas)

11. Las primeras sesiones de grabación duran tres días, a partir del el 23 de noviembre de 1936 en la habitación 414 del Hotel Gunter (ha sido despersonalizado por la cadena Sheraton), en San Antonio-Texas. Johnston interpreta 16 canciones. Le graban con un equipo portátil y un sólo micrófono. Canta en una esquina, de cara a la pared. No por timidez, sino para conseguir acrecentar los tonos medios de la guitarra. Al año siguiente graba otras 13 en los estudios Brunswick, en Dallas.

12. Entre 1937 y 1938 se editan y distribuyen 11 discos de Johnston, todos a 78 revoluciones por minutos. Se comercializan en circuitos locales y no alcanzan, entre todos, las tres mil unidades vendidas. Al músico le pagaron con un billete de tren y la estancia durante las sesiones de grabación. Cualquiera de esos discos vale hoy una pequeña fortuna.

13. El 16 de agosto de 1938, a los 27 años, Johnson muere cerca de Greenwood-Mississippi. Las circunstancias son tan opacas como las de la vida. Parece claro que un esposo celoso le envenó con whisky mezclado con estricnina. La agonía fue de dolor severo y convulsiones y duró tres días. Sus últimas palabras, según algunas fuentes, fueron: «Mi Redentor vendrá a llevarme a la tumba».

14. No se sabe dónde está enterrado. Tres lugares de las cercanías de Greenwood se disputan el mérito y lucen placas mortuorias. Cada año hay actividades en honor al bluesman. El centenario del nacimiento ha sido convertido este año por el pueblo en un acontecimiento turístico.

15. El primer álbum con canciones de Johnson no fue editado hasta 1961, King of the Delta Blues Singers. Una segunda parte apareció en 1970 y la discografía completa fue publicada en 1990 (29 canciones y 12 tomas alternativas de algunas). Este año han puesto a la venta una colección en vinilo que reproduce los discos originales.

16. Fascinó, sobre todo, a los bluesmen de piel clara del Reino Unido. Los Rolling Stones, Led Zeppelin y Eric Clapton han versionado a Johnson. Sin excepciones, salen perdiendo.

Robert Johnson

Robert Johnson

17. En 2004 los tribunales fallaron a favor de la demanda del camionero Claud Johnson, que se presentaba como hijo del músico. Ahora es multimillonario gracias a las regalías generadas por la obra de Robert Johnson, que murió con lo puesto.

18. El misterio sigue teniendo carácter mítico. Hay películas, documentales, novelas y ensayos sobre el personaje. Hace poco comenzó a circular un trozo de película muda en la que aparece alguien tocando una guitarra en un pueblo de Mississippi en los años treinta. Dicen que puede ser Johnson.

19. La mejor descripción en palabras de la forma de cantar y tocar de Johnson es del musicólogo Wilfrid Mellers: «Los aullidos y el falsetto no son sólo salvajes y grotescos, también están rotos, perdidos, descentrados. La excitación emocional lunática aumenta con las crudas disonancias de la guitarra, su punzante vibrato tocado con navaja o cuello de botella en reiteradas notas simples; no hay diálogo entre instrumento y voz, ambas se estimulan a través del frenesí».

20. Nadie es el mismo después de escuchar I Believe I’ll Dust My Broom, Ramblin’ On My Mind, Sweet Home Chicago, Stones in My Passway o Love in Vain Blues. Te dejan en jirones.

Ánxel Grove