Un fotógrafo atestigua la lenta agonía del río Ganges

El fotógrafo Giulio Di Sturco sabe que el Ganges se muere. El río está enfermo, en muchos puntos parece un sonámbulo drogado con químicos, zigzaguea por meandros y ciudades como un turbio y alargado desecho.

La muerte de un río debería despertarnos una tensión opresiva, la indigestión, el sudor, el malestar del síntoma, sentir el infarto de esa arteria que nos secará, tarde o temprano, por dentro.

Coágulos.
Lento declinar de una fuente de vida.
Sal y fango tóxico.
Violadores de ríos. Hambre de niños futuros.

Pero el Ganges es más que un curso de aguas universales. Uno de cada doce habitantes del planeta vive aquí. Es la columna vertebral de La India, «su madre» continental, espíritu piadoso, la cuna histórica, el camino que acompaña a millones de personas desde las fuentes del Himalaya al delta multipoblado y amenazado de Bangladés​.

El río Ganges a su paso por Benarés. Fotografía: Wikimedia Commons. Babasteve.

El río Ganges a su paso por Benarés. Fotografía: Wikimedia Commons. Babasteve.

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La Muerte nos enseña sus vacaciones a través de su cuenta de Instagram

Si la Muerte se fuera de vacaciones, ¿qué harías?

Sin duda buscarías descargar la adrenalina, porque como habitante de la Tierra puede que estés quemado y necesites tu día de purga.

1. Desobedecer la primera norma infantil y meter los dedos en el enchufe, por ejemplo. ¡Apagón en el vecindario!
2. Tirarte desde un rascacielos vestido de pájaro y volver a repetir.
3. Atracar un banco con unas salchichas y con el dinero robado…
4. … comprarte un lamborghini para estrellarte con él a 300 k/h contra las vallas de zoo.
5. Meter la cabeza en la boca de un hipopótamo y hacerte un selfie
6. robar luego un avión y estrellarlo contra la ciudadela de Pamplona
7. para jugar después al candy-crush en mitad del encierro

Es un plan como otro cualquiera. Puedes hacer esto y mucho más. La muerte es el único límite, y esta vez se ha ido de vacaciones, ¡y qué buena vida lleva la tía!

 

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Así nos imaginaban en el siglo XIX: iríamos a la ópera subidos en coches voladores

En el pasado, los libros e ilustraciones de ciencia ficción creyeron que el siglo XXI sería un espectáculo glorioso, sugerente, lleno de sorpresas aéreas, pero hoy, 10 de octubre de 2018, los habitantes reales de aquel futuro imaginado sabemos que fracasaron en su predicción.

Los patinetes no vuelan. No hay replicantes huyendo ni coches policiales aéreos que los persigan. El hombre sigue viviendo en cuevas que llama pisos (aunque paga por ellos el coste equivalente a 20 mamuts).

Seguimos habitando en pisos, sí, y temiendo a la gran depresión.

Erramos, casi siempre, al predecir el mañana o imaginarlo. Prueba de ello es esta curiosa ilustración con tintes humorísticos.

Se titula La salida de la ópera en el año 2000.

Le Sortie de l’opéra en l’an 2000. Albert Robida.

Le Sortie de l’opéra en l’an 2000. Albert Robida.

Fue pintada a finales del siglo XIX. La Ópera de París retratada un siglo hacia adelante. Hay coches voladores, autobuses flotantes y limusinas, damiselas vestidas a lo vintage y militares decimonónicos, cabalgando sobre extraños peces eléctricos, que aún blanden su espada en busca de duelo, antes de descender hacia los restaurantes con terraza abierta a los cielos parisinos.

Es obra del artista Albert Robida, que imaginó el futuro para sus contemporáneos. Llegó incluso a soñar un aparato que bautizó como el Téléphonoscope, una pantalla que emitía noticias las 24 horas y con la que podías ejecutar videoconferencias.

Publicó una serie vanguardista en el periódico La Caricature. Entonces el futuro, recientemente iluminado por la electricidad, era brillante y simpático.

Hoy los futurólogos del futuro nos dividimos entre pesimistas y tecno-optimistas. Unos ven el cambio climático y el desierto que se nos viene encima; otros, máquinas y nanorobots que nos harán inmortales en solo 20 años.

Me gustaba más la idea de ir a la ópera volando en patinete. Era una visión naif y perfecta para mí. Nada tan aterrador como vivir eternamente, pasando mi conciencia de un disquete a otro, en un desierto infame.

La artista que realiza retratos en tres dimensiones de gatos difuntos

Wakuneco invierte muchas horas en su taller de Tokio. Tiene un sentido asiático de la perfección y el realismo. Sus retratos en tres dimensiones terminan dentro de un marco que envía luego a los clientes.

Con pulso de taxidermista, la artista realiza estos trabajos. Son retratos minuciosos, fieles, y siempre por encargo. Algunos quieren, y es una rara costumbre que parece egipcia, inmortalizar a sus gatos. Entonces le mandan una fotografía del animal difunto.

Cose, teje, pega.

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真正面と、途中経過。

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Wakuneco significa en japonés: «marco de gato» o «retrato de gato». Los clientes que acuden a ella quieren mediante este culto recordarlos, casi una momificación hecha de tela.

 

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El día en que una elefanta saltó del tranvía volador

¡Tuffi está loca! ¡Tuffi se cree Dumbo! ¡Tuffi baila con la muerte…!

Seguramente sea uno de los intentos de suicidio más extraños de la historia animal. Cayó desde una altura considerable, pero la fortaleza propia del elefante le evitó males mayores. Puede que se tratara de una huida desesperada, como en las películas de espías o presidarios, un doble o nada, salto al agua y a ver qué ocurre.

Es imposible pensar como un elefante. Sentir como un paquidermo. Escuchar las llamadas suicidas en la demencia de sentirte atrapada en un diminuto vagón de tren.

Es paradójico querer meterse en la mente de esta elefanta inverosímil.

Solo deberían importarnos unos segundos de caída libre

Fotomontaje del salto de Tuffi.

Fotomontaje del salto de Tuffi.

Un tren aéreo, un dragón de acero, no es lugar para una elefanta; un camión o un circo, no se engañen, tampoco. Tenía motivos de peso. Unas estaciones repletas de ojos. Una trompa que expulsó quejidos flamencos. Y ese río teñido de negro.

Esta podría haber sido su esquela si el azar y un fondo de fango no la hubieran protegido:

El animal se tiró desde el ferrocarril colgante en marcha, en la ciudad alemana de Wuppertal, centro económico, industrial y cultural del Condado del Monte (Renania del Norte-Westfalia). Cayó al frío río Wupper desde una altura de más de 10 metros.

Pudo atraerla el brillo del Wupper por el recuerdo imantado de su India natal (los elefantes son seres memoriosos y los ríos se parecen en todas partes del mundo). Seguro que estaría harta de ser el monstruo de feria (también son orgullosos). Se puso nerviosa frente a los cables que parecían serpientes siniestras (lejos del paisaje ocre y del olor a especias, en la mecánica Alemania).

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Todo lo que esconden los dinosaurios de ‘Jurassic Park’

Al final de esta entrada espero que lleguemos al acuerdo, al menos tácito, de que la vida sería mejor sin los dinosaurios. No nos faltarán razones. El dinosaurio es un bicho demasiado grande.

Ya en la prehistoria infantil consigue despistarnos con sus ornamentos. ¿Qué se puede esperar de un lagarto gigante, colorido, plagado de crestas, cuernos y garras?

Surge el monstruo y los niños escupen el chupete en el dolmen de telas.

Recreación artística de un dinosaurio (Lambeosaurus magnicristatus). Wikimedia Commons.

Recreación artística de un dinosaurio (Lambeosaurus magnicristatus). Wikimedia Commons.

Necesitados de emociones fuertes, sufrimos de este influjo también los mayores. Todo deja de ser importante si aparece el diplodoco, porque, claro está, solo un dinosaurio, por su grandiosidad, distinción o novedad (raro concepto éste para un fósil extinto hace 65 millones años), merece la importancia de las cosas valiosas.

Podría estar tu abuelita necesitada de un vaso de agua, justo en el momento de atragantarse con la bola de queso, o tu hijito de cuatro años, valeroso pero ingenuo, a punto de cruzar la calle –pongamos la Gran Vía-, y aparece entonces el inoportuno dinosaurio; los ojos saltan hacia el cuerpo escamoso y terrible, múltiples miradas perdidas en su lomo y largo cuello, y es entonces cuando el niño cruza la calle, y la abuelita carraspea en un color morado…

Sé que no me creerán en este punto y que parezco un estúpido o fantasioso, pero el editor William Hirsch lo ha demostrado en un vídeo muy didáctico titulado Park. Con el objetivo de quitarnos la venda de los ojos ha violado la película más famosa: usando técnicas de “ruptura de efectos especiales”, borró los dinosaurios de Jurassic Park.

Atentos a la reformulación de la escena…

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Si perdemos este anillo de arena, nos divorciamos de la Tierra

Las cosas que parecen frágiles y bellas serán las primeras en desaparecer. Piensa en el canario y la cueva, en el gas y la mina. Cae el magnífico pájaro y empieza la estampida… Huyen todos porque es el aviso del escape, la muerte.

Quiero presentaros un curioso atolón, un hermosísimo canario tropical, anillo de tierra que se levanta apenas un metro sobre la superficie del mar Pacífico. Una isla maravilla que parece salida de una fantasía pirata y que tiene un problema. Como le ocurría al pájaro minero, ha comenzado a toser arena.

El atolón de Takuu en una imagen captada por la NASA. Wikimedia Commons.

El atolón de Takuu en una imagen captada por la NASA. Wikimedia Commons.

El Atolón de Takuu, en Papua de Nueva Guinea, tiene los días contados. A pesar de ello, sigue habitado por sus 560 vecinos, que lejos de resignarse, sufren y se sienten impotentes.

Su amenaza principal es el nivel del mar. La ola sin retorno.

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La Montaña Mágica está en Huesca

La Montaña Mágica existe y está en Huesca, al norte, en la frontera. Cruzas el pueblecito de Aísa y su recoleta piscina, abandonas los límites civilizados; la carretera te sacude entonces -cóctel de huesos, zumito de plasma- hacia arriba, por oleadas de pinos que te añaden su menta salvaje; superas una curva y al fondo, como en un espejismo, un disparo, o un cuadro de Bierstadt, la visión te apuñala la córnea.

Cuadro de Albert Bierstadt. Sunrise at Glacier Station 1889–90. Wikimedia Commons.

Cuadro de Albert Bierstadt. Sunrise at Glacier Station 1889–90. Wikimedia Commons.

Es un espectáculo. La forman tres pirámides irregulares: desnudas, grisáceas, magentas, torturadas por el viento y las aguas del diluvio, cúmulos presidenciales que sobresalen entre los valles cerrados, y que ocupan el final de todos los caminos.

¡Una Roma del Pleistoceno que atrajo a los viajeros de la Edad de Piedra!

 

Cuando llegas a sus faldas, tras la dura caminata, es hora de juegos: vacas, mariposas, grutas, paredes de cíclope, árboles vencidos, arcadia, murciélagos. Vértigo, desprendimientos, cabeceras de torrentes activos… Un innombrable silencio.

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‘La Pietà australiana’, o la virgen de los canguros atropellados

La Pietà es una escultura, pintura, o fotografía -un tema popular en las artes figurativas- donde aparece una virgen y un cadáver.

Representa el ritual más espantoso: la madre que sostiene el peso inerte de su hijo.

Piedad del Vaticano, obra de Miguel Ángel, 1498/9–1500, mármol. Wikimedia Commons.

Piedad del Vaticano, obra de Miguel Ángel, 1498/9–1500, mármol. Wikimedia Commons.

Fue una escultura típica del Renacimiento, y desde entonces llamamos Pietà a las madres que cargan con semejante peso. Resulta lógico que las llamemos así, el sufrimiento de esta virgen es arquetípico.

La pietà la definieron los romanos como una emoción de gran amor acompañado de un temor reverencial.

Según la RAE, sería esto:

2. Amor entrañable que se consagra a los padres y a objetos venerados. 3. Lástima, misericordia, conmiseración. 4. Representación en pintura o escultura del dolor de la Virgen María al sostener el cadáver de Jesucristo.

Para que exista piedad debe haber, por tanto, amor, vértigo, dolor, muerte, pero también descenso, chillido, veneración.

La pregunta es si podemos compartir todo esto con los canguros.

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Plantas de diseño impresas en 4D, ¿así será el futuro?

¿Y si en el futuro pudiéramos diseñar plantas inteligentes o materiales que las imiten? ¿Cómo serían estos nuevos seres? ¿Se parecerían a los malévolos trífidos de la novela de John Wyndham, híbridos entre el mundo vegetal y animal? ¿O tal vez fueran bellas criaturas de diseño, dotadas de movimientos sensuales, como en el baile del coral?

La diseñadora industrial Nicole Hone ha imaginado una serie de plantas futuristas en la obra Hydrophytes. Fue su proyecto de fin de máster, en el que investigó las posibilidades de movimiento a través de la impresión en 4D (que une la potencia de creación del 3D con el empleo de materiales inteligentes capaces de responder a estímulos). «El proyecto explora el diseño y la coreografía del movimiento para dar vida a los objetos a través de la impresión 4D. En la película no hay efectos añadidos de postproducción», escribe en su página web.

Vemos a estos seres animados que podrían ser las plantas del futuro, o al menos su imitación. Mediante unas mezclas de resinas rígidas y flexibles ha desarrollado estas formas que simulan los movimientos orgánicos. Dentro de unos años, estas tecnologías de impresión podrían dar a luz a sucedáneos del mundo animal y vegetal, o a materiales que copien las capacidades de los mismos, como adaptarse o autorrepararse.

«Estos Objetos Generados por Computadora (CGO) aprovechan tanto el mundo digital, con su versatilidad y eficiencia en la creación de formas, como el mundo físico, donde los objetos pueden responder al medio ambiente, a los humanos y a otros objetos impresos. Este equilibrio entre el diseño controlado y la interacción natural descontrolada conduce a la creación de actuaciones orgánicas convincentes», añade.