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Todo lo que esconden los dinosaurios de ‘Jurassic Park’

Al final de esta entrada espero que lleguemos al acuerdo, al menos tácito, de que la vida sería mejor sin los dinosaurios. No nos faltarán razones. El dinosaurio es un bicho demasiado grande.

Ya en la prehistoria infantil consigue despistarnos con sus ornamentos. ¿Qué se puede esperar de un lagarto gigante, colorido, plagado de crestas, cuernos y garras?

Surge el monstruo y los niños escupen el chupete en el dolmen de telas.

Recreación artística de un dinosaurio (Lambeosaurus magnicristatus). Wikimedia Commons.

Recreación artística de un dinosaurio (Lambeosaurus magnicristatus). Wikimedia Commons.

Necesitados de emociones fuertes, sufrimos de este influjo también los mayores. Todo deja de ser importante si aparece el diplodoco, porque, claro está, solo un dinosaurio, por su grandiosidad, distinción o novedad (raro concepto éste para un fósil extinto hace 65 millones años), merece la importancia de las cosas valiosas.

Podría estar tu abuelita necesitada de un vaso de agua, justo en el momento de atragantarse con la bola de queso, o tu hijito de cuatro años, valeroso pero ingenuo, a punto de cruzar la calle –pongamos la Gran Vía-, y aparece entonces el inoportuno dinosaurio; los ojos saltan hacia el cuerpo escamoso y terrible, múltiples miradas perdidas en su lomo y largo cuello, y es entonces cuando el niño cruza la calle, y la abuelita carraspea en un color morado…

Sé que no me creerán en este punto y que parezco un estúpido o fantasioso, pero el editor William Hirsch lo ha demostrado en un vídeo muy didáctico titulado Park. Con el objetivo de quitarnos la venda de los ojos ha violado la película más famosa: usando técnicas de “ruptura de efectos especiales”, borró los dinosaurios de Jurassic Park.

Atentos a la reformulación de la escena…

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El ilustrador que mezcla fútbol y dinosaurios

Un tiranosaurio avanza por el estadio. Lagartos dentados corren sobre el césped. El velociraptor no es buen portero. Quien chupa pelota, muere. Supongo que si juntas tus dos pasiones surge esto: fútbol con dinosaurios.

¿Papá, los dinosaurios jugaban al fútbol? Claro que sí… Dos pases irreconciliables. Pelotas y monstruos. Como la oveja que come cojines o el arco iris con patas peludas. Son cosas místicas de niños. Son conductos al tiempo perdido.

El verdadero deporte sagrado. Loco pero cotidiano.

El ilustrador Alex Chilvers ha juntado a sus dos amores perdidos y ha obtenido como premio un campo de fútbol salvaje. Este deporte golea las escuadras de la lógica y del tiempo. Alquimia infantil. Los niños nos parecen igual de perversos e inocentes que un velociraptor hambriento de mundo. Como quien junta dos cosas imposibles. ¿Pizza y clavos? ¿Vodka y aviación? Como quien sigue siendo niño sin importarle mojar las sábanas de la razón adulta…

Dino Crisis

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