Wakuneco invierte muchas horas en su taller de Tokio. Tiene un sentido asiático de la perfección y el realismo. Sus retratos en tres dimensiones terminan dentro de un marco que envía luego a los clientes.
Con pulso de taxidermista, la artista realiza estos trabajos. Son retratos minuciosos, fieles, y siempre por encargo. Algunos quieren, y es una rara costumbre que parece egipcia, inmortalizar a sus gatos. Entonces le mandan una fotografía del animal difunto.
Cose, teje, pega.
Wakuneco significa en japonés: «marco de gato» o «retrato de gato». Los clientes que acuden a ella quieren mediante este culto recordarlos, casi una momificación hecha de tela.
Trabaja con la misma delicadeza que un artista del tanatorio. Al finalizarlo, su gatito acaba sacando la cabecita sobre el espacio, y es posible, si se quiere, acariciarlo. Es el mismo gato de la fotografía que le han enviado. Parece un fantasma.
Si la diosa felina Maat representaba la justicia y el orden cósmico para los antiguos egipcios, ellos reciben sus tacitas de esta armonía universal. El resultado de esta proeza es un proceso lento y muy laborioso, y por ello tiene una larga lista de espera.
Es un excelente trabajo de afieltrado, y mejor eso que convertir el cadáver del gato en un dron.
http://www.elmundo.es/cronica/2016/08/27/57bb1ae122601d17318b45f5.html
06 octubre 2018 | 17:44