La Pietà es una escultura, pintura, o fotografía -un tema popular en las artes figurativas- donde aparece una virgen y un cadáver.
Representa el ritual más espantoso: la madre que sostiene el peso inerte de su hijo.

Piedad del Vaticano, obra de Miguel Ángel, 1498/9–1500, mármol. Wikimedia Commons.
Fue una escultura típica del Renacimiento, y desde entonces llamamos Pietà a las madres que cargan con semejante peso. Resulta lógico que las llamemos así, el sufrimiento de esta virgen es arquetípico.
La pietà la definieron los romanos como una emoción de gran amor acompañado de un temor reverencial.
Según la RAE, sería esto:
2. Amor entrañable que se consagra a los padres y a objetos venerados. 3. Lástima, misericordia, conmiseración. 4. Representación en pintura o escultura del dolor de la Virgen María al sostener el cadáver de Jesucristo.
Para que exista piedad debe haber, por tanto, amor, vértigo, dolor, muerte, pero también descenso, chillido, veneración.
La pregunta es si podemos compartir todo esto con los canguros.
Los canguros son animales marsupiales que saltan en el balancín de sus patas por unas praderas que jamás visitaremos. No tienen una madre humana que los adore y nuestro vínculo con ellos es siempre difuso (compartimos un ancestro común, pero lejanísimo).
¿Es posible la Pietà con estos animales?
Yo creo que sí, pero solo dispongo de una fotografía que pueda probarlo…
La imagen pertenece a un colectivo artístico francés llamado Art Orienté Project. La pieza se titula Pietà Australiana y fue publicada en 2011. Copia a todas las Pietà de la tierra, pero sustituye al hijo cadáver por un canguro atropellado -también seco, rígido- en una autopista australiana (fronteras de muerte para estos y otros muchos animales).
La muerte se expone aquí como una fuerza igualitaria, casi un comunismo natural. Se derriba la frontera de lo que llamamos especismo. El canguro es objeto de veneración, y merece lástima y misericordia.
El sufrimiento maternal vierte lágrimas gemelas.
El canguro, al fin y al cabo, participa de este espectáculo que llamamos vida. La vida parece un teatrillo de barrio, en el que cada uno de nosotros tiene un papel determinado e inexcusable en el montaje final.
Si desaparecen los canguros desaparecerán otros seres, fallará el ecosistema, y el resultado final será otra Pietà: por hambre, sed, migraciones, o guerras…
La madre no llora por el canguro muerto, en realidad: lo hace por su futuro hijo.
Si observamos una ballena varada en la playa, atragantada por plásticos, o un lobo asesinado, colgado de un poste, no sería estúpido sentir este temor reverencial.
Cada una de estas muertes anuncian la posibilidad de otra Pietà, y la única respuesta es un gran amor que los consagre como seres venerados. Sentir la piedad por ellos y por nosotros mismos. Parece un concepto cristiano, pero en realidad es ancestral.