Archivo de la categoría ‘Obsesiones’

El artista que perdió su virginidad con una extraterrestre

Se llamaba Crescent. Cómo olvidarla. No se parecía a las rubias granjeras que rezaban en las iglesias baptistas de su Georgia natal, en los Estados Unidos.

Crescent. Como la luna creciente. Luna que lo asaltó en el bosque y le mostró sus pechos; lo cabalgó entre ardillas y tejones; lo sedujo sobre la hierba mojada; no es lo que se espera de una chica del Cinturón de la Biblia cuando tienes solo 17 años.

Tenía los ojos grandes, brillantes, oblicuos. Llevaba una peluca negra para disimular su rara calvicie. Lucía uñas largas aunque no le arañó mientras subía y bajaba …

Se llamaba Crescent, sí, y no era un mujer cualquiera, porque era una chica extraterrestre.

 

Lo bonito o acaso terrorífico de la historia de David Huggins, de ser cierta, lo cual parece improbable -aunque el mundo es un misterio cegado por la arrogancia-, es que podemos hacer el amor con los alienígenas. Así perdió él su virginidad, siendo menor de edad, dice, de la forma más extraña posible. Viene un ser de otra galaxia y se te pasa por la piedra entre la hojarasca del bosque cercano a tu casa. Tú eres un crío y la vida no volverá a ser nunca la misma.

 

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Acusan de irresponsable a un artista por profanar edificios sagrados en Bután

¿Cuáles son los límites en el arte? ¿Qué separa la acción artística del atentado?

Imaginemos la respuesta en la parábola de Buda contra el guerrillero Invader

Buda regresa del Nirvana y visita Bután, su país favorito, donde aún tiene muchos acólitos. Amante de lo pequeño y esencial, se dirige a un templito de oración, construido siglos atrás por unos monjes en el bosque.

En las paredes blancas encuentra un colorido mosaico que no debería estar allí. No necesita el tercer ojo para darse cuenta de este detalle.

Alguien dejó una marca. Un elemento extraño incrustado en cemento. Exógeno. Alienígena. No es la típica muesca de navaja que mal luce el nombre de un turista idiota; por suerte, las leyes del Dharma castigan a estos lumbreras con la reencarnación en cucaracha, lombriz o garrapata. Esto, sin embargo, parece algo distinto.

¿Puede ser arte?, se pregunta Buda.

Un dragón pixelado, por ejemplo, aquí, en las puertas del bello monasterio…

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Otros yōkai o demonios que vale la pena conocer

Seguimos con los demonios y demás criaturas. En el post anterior traté en este blog el tema de los yōkai o espíritus tradicionales de la cultura japonesa.

Yokai Kappa. Por Katsushika Hokusai. Wikimedia Commons.

Yokai Kappa o Niño de río. Por Katsushika Hokusai. Wikimedia Commons.

He decidido ampliarlo a un segundo escrito partiendo una vez más de la obra del artista Matthew Meyer.

Os voy a mostrar nuevos seres sobrenaturales interesantes. Todos han sido dibujados por Meyer, ilustrador estadounidense que está detrás de la web divulgativa yokai.com (una pequeña enciclopedia mitológica a la que podéis acudir).

Aquí vienen nuevos seres sorprendentes. Empezamos con el Bashō no sei.

Es un espíritu tropical oriundo de la isla de Okinawa. Se caracteriza por aparecerse como un rostro humano dentro de las hojas de una planta conocida como banana japonesa o musa basjoo. En la tradición nipona y china estos árboles suelen contener espíritus. Al Bashō no sei le gusta asustar a las personas más que dañarlas, y puede esconderse en los jardines ornamentales. No es particularmente hostil pero tampoco está exento de peligros. Por ello se recomienda no visitar los plataneros pasado el atardecer o, en su defecto, llevar una espada. Puede dejar a las mujeres embarazadas, por lo que darían a luz a un niño demonio.

El alegre Haradashi

Si el chupa-mugres era mi favorito en el anterior post, aquí tenemos otro ganador. Este espíritu tiene el nombre de «El que expone su vientre». Habita en templos antiguos y casas. Es juguetón e inocente, y se pirra por unas botellas de sake. Suele amenizar las veladas con bailes y juegos. Sus rasgos van de la amabilidad a la estupidez. Es benéfico. Presenta un rostro y un estómago grande. Le encanta hacer reír a la gente. Es experto en las danzas ridículas, usando su vientre prominente. Suele aparecerse a las personas tristes, especialmente si están bebiendo solas. A cambio de alcohol, el Haradashi los anima. En su presencia perciben que la aflicción desaparece. Tiene el poder de llenar de esperanza y sueños a los deprimidos.

El Kappa es quizás el más famoso de todos yōkais en Occidente. Ha sido muy representado en series y videojuegos.

Su nombre quiere decir «niño del río». Habita en cualquier medio acuático. Es omnívoro, tiene predilección por los pepinos pero también- y esto es una advertencia- por las entrañas humanas. Su forma característica es la de un reptil humanoide con caparazón de tortuga. Aparece principalmente en ríos y arroyos, y es un excelente nadador. A pesar de tener la forma de un niño goza de una fuerza increíble, muy superior a la de un ser humano adulto. Posee tres anos, sufre muchas flatulencias, y huele a pescado. Presenta un agujero cóncavo en su cabeza, que siempre debe contener agua. Si se seca este cuenco, muere. Son seres muy poderosos e inteligentes, que conocen los idiomas humanos y yōkai. Son venerados en el sintoísmo– la religión ancestral del Japón- como dioses de agua. Suelen ser traviesos y hasta groseros. Son muy territoriales- dejan sus marcas en los lagos- y les gusta ahogar a los intrusos. Pueden violar a las mujeres y devorar vivas a sus víctimas. Son invencibles en el agua, pero se muestran patosos en tierra. Si se les vence, prometen eterna fidelidad al ganador.

El Kotobuki

Esta quimera está compuesta por muchos animales y es un ser de buen auspicio. Contiene todos los signos del zodíaco asiático: la rata, la liebre, el buey, el tigre, el jabalí, el dragón, el mono, el perro, la oveja, la serpiente… Es una criatura poderosa que simboliza felicidad, progreso y una vida larga. Todos los japoneses desearían tener uno en su casa.

El Kazenbō

Es un fantasma que parece un monje en llamas. Oriundo de la montaña Toribeyama, cerca de Kioto, donde se encuentra un cementerio tradicional en el que se incineraba a los muertos en caso de epidemia. A pesar de que no daña a los seres humanos, su aparición es terrorífica. Suele surgir de la nada y consumirse inmediatamente por el fuego. Se cree que son los espíritus de unos antiguos monjes budistas que se sacrificaron dentro de un ritual crematorio y que no consiguieron, sin embargo, trascender al nirvana (la iluminación), por lo que seguirían apegados al mundo material.

La Hone Onna es la mujer esqueleto.

Es uno de los múltiples seres fantasmagóricos que hay entre los yōkais. Le gustan las calles oscuras, callejones y cementerios. No se alimenta de humanos pero tiene un gran apetito sexual. Este espíritu no sabe que ha muerto y suele presentarse ante sus seres queridos. Muchas veces aparece como la hermosa joven que fue, pero es solo un engaño. Normalmente regresa con sus amantes, porque está atada al mundo de los vivos por el amor que ha dejado atrás. Entonces copula con ellos y poco a poco les va robando la energía vital. Finalmente, si no se detienen estas prácticas, el amante se unirá a ella en el reino de los muertos.

La Ubume

Es un fantasma desamparado que ha muerto durante el parto. Uno de los yōkais más trágicos. Merodea por las noches oscuras y lluviosas. Lleva un niño en brazos y no para de gemir y de llorar. En ocasiones tiene la forma de una horrorosa mujer preñada ensangrentada que pide ayuda a los asombrados testigos. Normalmente vaga cerca del lugar en que murió. Si su bebé sobrevivió a su muerte intenta cuidarlo y compra comida para él, aunque solo pagará con hojas secas en los establecimientos.

Un ilustrador que dibuja todos los yōkai, los demonios del folclore japonés

Los yōkai son demonios o criaturas del inframundo o sobrenaturales, propias del folclore japonés. Hay un gran número de ellos, y cada uno, como en nuestra tradición occidental, con los duendes o los espíritus, tienen una función, un peligro, una virtud, o una capacidad exclusiva.

Algunos acechan a los humanos y otros rehúyen su presencia. Los hay benéficos y nefastos. Muchos se cuelan en las habitaciones cuando las personas duermen. Todos muestran una gran riqueza imaginativa y han inspirado las artes antiguas y modernas.

Su nombre apela a varios conceptos: hechizante, calamidad y misterio.

Yokai. Wikimedia Commons.

Yōkai. Wikimedia Commons.

El ilustrador Matthew Meyer es un especialista en recrear estos seres. Pinta fantasmas, espíritus y monstruos del folclore nipón, y está desarrollando una enciclopedia muy completa de este imaginario popular. Ha publicado varios libros centrados en esta temática (The Night Parade of One Hundred Demons: A Field Guide to Japanese Yokai y The Hour of Meeting Evil Spirits), y que son como guías para conocer a estos demonios orientales. También lleva la web Yokai.com, donde puedes encontrar una información detallada sobre los diferentes seres sobrenaturales.

Por ejemplo, el Aka Shita. Un demonio japonés cuya traducción sería lengua roja.

Este espíritu habita los campos de arroz y las zonas agrícolas. Tiene rostro de bestia, con su característica lengua roja, y se mueve dentro de una nube tormentosa. Es señal de mala suerte y de castigo sobre aquellos que malgastan el agua.

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Pequeña enciclopedia de las voces perdidas

Fieles a su decadencia, los fotografiamos. Tienen una historia que contar.

Lugar abandonado. Por Russss. Creative Commons. Wikimedia

Fortalezas Maunsell. Red Sand Towers. Lugar abandonado. Por Russss. Creative Commons. Wikimedia Commos.

Nos gusta pensar que estos lugares abandonados contienen una parte de sus antiguos habitantes. No hablo de fantasmas, sino de residuos, restos ínfimos de nosotros mismos, materia invisible.

 

He querido visitar algunas de las miles de fotografías que se extienden en la Red. Los cazadores de estos lugares, como en cualquier otra disciplina, tienen sus reglas y deontología. Los sitios que retratan pueden ser distinguidos por categorías que terminarán creando con el paso del tiempo una pequeña enciclopedia de voces perdidas. Me interesan estos susurros. Traduzco lo que creo escuchar. Lee el resto de la entrada »

Reivindicación de la bruja

Si en el anterior post me preguntaba por el gran inquisidor, ese camaleón que a veces nos habita por dentro, hoy lo haré con su antagonista, la bruja.

Al visitar una cueva de los conocidos aquelarres asistimos a lugares que son el recuerdo de un genocidio de estado contra las mujeres. Esta es la tesis que sostiene la escritora Silvia Federici, autora de Calibán y la bruja (publicado por Traficantes de Sueños), quien lanzó un manifiesto para recuperar la memoria de las brujas.

A continuación un extracto de su reivindicación.

Hoy proponemos una campaña para promover el reconocimiento de la historia de las miles de mujeres que en muchas partes del mundo, en Europa, en España, fueron torturadas y asesinadas de las formas más atroces acusadas de ser brujas.

Como parte de esta campaña, pedimos que en los lugares de España donde hubo persecuciones de este tipo y hay espacios dedicados a su memoria, estos tengan como objetivo el recuerdo de estos hechos y no el lucro, en especial, con la venta de objetos y muñecas que reproducen la imagen monstruosa que los perseguidores crearon de estas mujeres.

La imagen monstruosa de unas mujeres que en realidad fueron torturadas y asesinadas bajo la delirante acusación de herejía.

Han pasado los siglos, es cierto. Nos cae lejos el episodio. La memoria se debilita como en un alzheimer selectivo. Por otro lado, algunos hombres siguen asesinando mujeres en nombre de otras cosas, aunque quizás en su fondo sean parecidas: no adaptarse a un credo social, a una idea restrictiva del mundo, una herejía moderna.

La violencia continúa. Y en ciertas regiones del globo, como en África, mueren hoy por la antigua razón: por brujería, por sus hechizos, por sus pactos con el mal. La imagen característica de esta mujer, vieja u horrible, o sensual y peligrosa, ha pervivido, es un retrato degradado que fue usado para deshumanizar al enemigo en esa guerra, y que según Federici terminaron siendo como objetivo las mujeres en su conjunto. Si atendemos a la historia del arte podemos comprobar esta representación. Creo que fue Goya quien tuvo un mayor éxito retratándolas.

Dos viejos cominedo sopa. Goya. Wikimedia Commons.

Dos viejos comiendo o La Bruja comiendo con la Muerte. Goya. Wikimedia Commons.

Las brujas de Goya son seres abyectos, maléficos, fuentes de mal, tienen los rasgos del primitivismo atávico, una violencia inhumana. Delirantes, embrutecidas, alimañas de boca caída, casi bestias que transitan en la oscuridad de los prados, en los límites de la civilización. Difieren bastante del brujo que, aunque también perverso, suele ser un símbolo de poder, tiene el carácter reverencial de sus orígenes en la tribu.

Las brujas son casi siempre mezquinas, bajas y rencorosas. Pervierten la pureza de otras mujeres y de algunos hombres. Matan niños. El genio de Goya quiere asustarnos, como buen artista explota las fobias en estas fantásticas pinturas negras. Refleja a la perfección un ideario común y la transmisión arquetípica en el folclore. Hablan de nuestra psique y de sus temores profundos.

¿Pero qué sabemos en realidad de las brujas? ¿Por qué fueron perseguidas? ¿Cuál era el temor hacia ellas?

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Querido Torquemada 3.0

Aparece esta imagen en el espejo.

Fray Tomás de Torquemada. Wikimedia.

Fray Tomás de Torquemada. Wikimedia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es el retrato del ilustre Gran Inquisidor, fray Tomás de Torquemada, un dominico que es símbolo perpetuo de la Inquisición. No es una obra de arte, pero explica bien el personaje: rasgos duros, mente obtusa, peinado extremo, cruz justificante.

Me golpea su leyenda negra, los actos que dicen que cometió, cómo condenó y quemó a los conversos, el modo en que asesinó a brujas y herejes. Armado con la maza de la ley levantó una fe monolítica de espinas y cruces puñal al servicio de los reyes, grave cual losa de una fosa común– solo él tenía la razón y la impuso sobre el coste de miles de vidas que hoy consideramos inocentes.

He leído que lanzó a España, que hasta entonces la escribíamos en plural –las Españas– a las tinieblas de las que tanto le cuesta recuperarse: habitamos desde aquellos días en una especie de cripta ideológica, siempre contrariada, enfrentada, vehemente, dispuesta al juicio del que grita «¡traidor!» -dicen los parapsicólogos que si prestas la suficiente atención todavía hoy puedes oír a alguien, puede que sea un poeta, un filósofo o un pensador, aullar en la tumba de Franco, y golpea, clama por su liberación desde el interior de la fosa, reverbera su auxilio en la cripta. Fue como un pesticida moral que solo permitía la supervivencia a una clase de hombre y mujer: la consagración del pensamiento uniforme y el cabreo eterno.

No nos gusta este Torquemada en el reino del pluralismo político. Es cierto, al menos en apariencia. Ahí está el enigma que esconde el retrato que veo en el espejo. Como en el cuadro de Dorian Gray, enseña un reflejo perverso.

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La Bestia o la maldición del lobo hombre

De entre todas las criaturas que nos pueden aterrar en la noche oscura dejadme rescatar al licántropo. Es el hombre lobo, esa metáfora del monstruo oculto bajo la niebla epidérmica. La bestia inesperada que aparece y exige sangre inocente, incapaz de contener su frustración o rabia: antes un ciudadano modélico, un vecino más, ahora un padre de familia que no duda en devorarnos, eclipsada su mirada por un turbión de mil aullidos.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

Hoy, caídos bajo el influjo de los zombis que triunfan en la cultura capitalista- parece éste el único terror que nos conmueve, la posibilidad de morir devorados por una manada de estúpidos consumidores de grasas transgénicas-, hemos olvidado a la bestia que nos habita.

Malmetemos los mitos y su enseñanza ancestral. Convertimos a los vampiros en músculos atractivos, son novios y novias de perfecta adolescencia. Hacemos de los fantasmas y de la posesión demoníaca sonoros parques de atracciones. Pero olvidamos en este camino a la alimaña que nunca será doméstica o bien digerida por Hollywood.

El licántropo es un monstruo territorial, suele cazar en espacios conocidos, a gente cercana, y ésta es la maldición: tras el crimen, despierta inocente, desnudo, cubierto por la sangre de su esposa e hijos. Entonces pide perdón, culpa a la luna, a la mala suerte.

A veces va tan cargado de alcohol que no necesita luna llena.

La Bestia. ©Swen Renault.

La Bestia. ©Swen Renault.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Utopía

Among the Sierra Nevada, California, 1868. Albert Bierstadt. Wikimedia Commons.

Among the Sierra Nevada, California, 1868. Albert Bierstadt. Wikimedia Commons.

El cuadro lo firmó Albert Bierstadt, pero yo lo llamaré utopía. En 1868 capturó este horizonte de cordilleras salvajes en el que no sabemos si empieza o termina la noche. Es solo la estampa de un sol naciente o moribundo, inclinado sobre las aguas recién nacidas; allí los animales mojan sus patas, y los bosques, como silenciosos espectadores, se sienten sagrados.

Dejadme llamarlo utopía.

Bierstadt fue el gran retratista del Salvaje Oeste, antes de que el ferrocarril importara la plaga. El cuadro corresponde a Sierra Nevada, estado de California, hoy una antorcha encendida en el valle de la emergencia. Paradójicamente Bierstadt colaboró con la destrucción de estos paisajes con sus labores de topógrafo explorador. Había retratado los territorios aún no conquistados. Murió solo y olvidado, quizás soñando con la utopía perdida.

Las utopías suelen ser lugares lejanos, espacios que pensamos futuros, decimos que inalcanzables. La utopía es el lugar al que se aspira a ir, donde nos gustaría vivir. Y cuando yo miro hacia el futuro en el que querría morir, veo un cuadro de Bierstadt.

Quiero verlo, acudir a él como el elefante que camina a su cementerio:

Veo que en este futuro la naturaleza, como en el lienzo, mantiene su cíclico retorno. Veo en este cuadro el símbolo de nuestra continuidad: la supervivencia de este paisaje significa el porvenir de los hijos. Lo siento como un baile perfecto, orgánico, como la lluvia suave o la brisa fresca en verano, mi esperanza tiene aquí el aliento del musgo. No veo la tecnología en este cuadro porque ahora es invisible, y está al servicio del paisaje y no en contra. Si éste lograr sobrevivir, entiendo que supimos corregir los errores, unir esfuerzos y lazos como si fuéramos un inteligente micelio, y sé que tuvimos que hacerlo en el último minuto… Me entusiasmo porque hemos respondido juntos a esta debacle que empezó en el día en que decidimos comportarnos como una plaga que viaja en ferrocarril. Veo que hemos vencido a la cultura suicida del ahora mismo. Comprendimos el sentido de la palabra hogar al identificarlo con este paisaje. Somos los habitantes del jardín y no la plaga, y lo sentimos en carne viva, vertimos en él nuestro instinto de pertenencia: el río es la arteria; el árbol, el alveolo; el mar, la sangre; el amanecer, la córnea húmeda…

Somos los que podremos volver a pintar un cuadro de Bierstadt.

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Caravaggio sabía que Cupido es un criminal

El maestro convirtió a mendigos en santos, a prostitutas en vírgenes, fueron sus modelos. Tenía el pulso de un yihadista si retrataba decapitaciones. Violento y navajero, dormía con un puñal siempre a mano. A Caravaggio no se le conoce amor alguno.

Un día, sin embargo, pintó a este Cupido somnoliento, cansando, puede que borracho. Este sería el mayor de sus crímenes

'Cupido durmiendo", 1608, por Caravaggio (1571-1610). Wikimedia Commons.

‘Cupido durmiendo’, 1608, por Caravaggio (1571-1610). Wikimedia Commons.

Cupido es dios y símbolo del enamoramiento, del deseo. Está borracho porque unos cuadros antes, el autor, maestro del Barroco, señor del claroscuro, había retratado, en las habituales tinieblas, a Baco, mecenas de la borrachera perpetua- ¡te adoramos!- y amante de la guapa Venus, madre de este angelillo dormido.

Autorretrato de Caravaggio en "Baco enfermo". 1593-1594. Wikimedia Commons.

Autorretrato de Caravaggio en «Baco enfermo». 1593-1594. Wikimedia Commons.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El lienzo de Caravaggio es una amenaza porque aparece un Cupido caído. El autor busca inquietarnos con esta pregunta: ¿qué sería del mundo sin sus flechas? Por ahora solo sabemos que el amor ha sucumbido bajo las sombras. Cupido está rendido, rodeado de pesadillas… y en su ausencia, ¿en qué ocuparán el tiempo los enamorados?

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