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Caravaggio sabía que Cupido es un criminal

El maestro convirtió a mendigos en santos, a prostitutas en vírgenes, fueron sus modelos. Tenía el pulso de un yihadista si retrataba decapitaciones. Violento y navajero, dormía con un puñal siempre a mano. A Caravaggio no se le conoce amor alguno.

Un día, sin embargo, pintó a este Cupido somnoliento, cansando, puede que borracho. Este sería el mayor de sus crímenes

'Cupido durmiendo", 1608, por Caravaggio (1571-1610). Wikimedia Commons.

‘Cupido durmiendo’, 1608, por Caravaggio (1571-1610). Wikimedia Commons.

Cupido es dios y símbolo del enamoramiento, del deseo. Está borracho porque unos cuadros antes, el autor, maestro del Barroco, señor del claroscuro, había retratado, en las habituales tinieblas, a Baco, mecenas de la borrachera perpetua- ¡te adoramos!- y amante de la guapa Venus, madre de este angelillo dormido.

Autorretrato de Caravaggio en "Baco enfermo". 1593-1594. Wikimedia Commons.

Autorretrato de Caravaggio en «Baco enfermo». 1593-1594. Wikimedia Commons.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El lienzo de Caravaggio es una amenaza porque aparece un Cupido caído. El autor busca inquietarnos con esta pregunta: ¿qué sería del mundo sin sus flechas? Por ahora solo sabemos que el amor ha sucumbido bajo las sombras. Cupido está rendido, rodeado de pesadillas… y en su ausencia, ¿en qué ocuparán el tiempo los enamorados?

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¿Son blasfemas estas obras de arte moderno?

KRIS KUKSI, "Churchtank Type 7C", 2009, Courtesy: KRIS KUKSI & Thames

KRIS KUKSI, «Churchtank Type 7C», 2009, Courtesy: KRIS KUKSI & Thames & Hudson

Aaron Rosen, autor de un libro recién editado, Art & Religion in the 21st Century (Arte y religión en el siglo XXI), subraya el cretinismo del debate sobre el arte blasfemo: 

El buen arte nos debe desafiar: perforar nuestras devociones, religiosas o de otro tipo. Pero simplemente conseguir titulares ofensivos (y buenas ventas) es un truco barato, indigno de un buen artista. La mayor parte de quienes hablan de arte blasfemo no son artistas (…) y nunca han pisado una galería.

El ensayo, publicado por Thames & Hudson [256 páginas, 32 libras esterlinas] presenta obras como el tanque-iglesia rococó, postindustrial y pertinente del estadouniodense Kris Kuksi.

El libro se sustenta en la idea de cuando te vinculas al arte o te expones a sus efectos entras, de manera inevitable, en un terreno religioso. Es fácil advertirlo en obras de la Antiguedad —el Partenón, los Budas de Bamiyán o la Mezquita Azul…—.

¿Pero que pasa en el siglo XXI y por qué algunas obras son calificadas como blasfemas por los intolerantes, los cortos de miras o los salafistas de conciencia?, se pregunta Rosen.

Siguen unos cuantos ejemplos de obras impías y ofensivas incluídas en el libro.

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