Reivindicación de la bruja

Si en el anterior post me preguntaba por el gran inquisidor, ese camaleón que a veces nos habita por dentro, hoy lo haré con su antagonista, la bruja.

Al visitar una cueva de los conocidos aquelarres asistimos a lugares que son el recuerdo de un genocidio de estado contra las mujeres. Esta es la tesis que sostiene la escritora Silvia Federici, autora de Calibán y la bruja (publicado por Traficantes de Sueños), quien lanzó un manifiesto para recuperar la memoria de las brujas.

A continuación un extracto de su reivindicación.

Hoy proponemos una campaña para promover el reconocimiento de la historia de las miles de mujeres que en muchas partes del mundo, en Europa, en España, fueron torturadas y asesinadas de las formas más atroces acusadas de ser brujas.

Como parte de esta campaña, pedimos que en los lugares de España donde hubo persecuciones de este tipo y hay espacios dedicados a su memoria, estos tengan como objetivo el recuerdo de estos hechos y no el lucro, en especial, con la venta de objetos y muñecas que reproducen la imagen monstruosa que los perseguidores crearon de estas mujeres.

La imagen monstruosa de unas mujeres que en realidad fueron torturadas y asesinadas bajo la delirante acusación de herejía.

Han pasado los siglos, es cierto. Nos cae lejos el episodio. La memoria se debilita como en un alzheimer selectivo. Por otro lado, algunos hombres siguen asesinando mujeres en nombre de otras cosas, aunque quizás en su fondo sean parecidas: no adaptarse a un credo social, a una idea restrictiva del mundo, una herejía moderna.

La violencia continúa. Y en ciertas regiones del globo, como en África, mueren hoy por la antigua razón: por brujería, por sus hechizos, por sus pactos con el mal. La imagen característica de esta mujer, vieja u horrible, o sensual y peligrosa, ha pervivido, es un retrato degradado que fue usado para deshumanizar al enemigo en esa guerra, y que según Federici terminaron siendo como objetivo las mujeres en su conjunto. Si atendemos a la historia del arte podemos comprobar esta representación. Creo que fue Goya quien tuvo un mayor éxito retratándolas.

Dos viejos cominedo sopa. Goya. Wikimedia Commons.

Dos viejos comiendo o La Bruja comiendo con la Muerte. Goya. Wikimedia Commons.

Las brujas de Goya son seres abyectos, maléficos, fuentes de mal, tienen los rasgos del primitivismo atávico, una violencia inhumana. Delirantes, embrutecidas, alimañas de boca caída, casi bestias que transitan en la oscuridad de los prados, en los límites de la civilización. Difieren bastante del brujo que, aunque también perverso, suele ser un símbolo de poder, tiene el carácter reverencial de sus orígenes en la tribu.

Las brujas son casi siempre mezquinas, bajas y rencorosas. Pervierten la pureza de otras mujeres y de algunos hombres. Matan niños. El genio de Goya quiere asustarnos, como buen artista explota las fobias en estas fantásticas pinturas negras. Refleja a la perfección un ideario común y la transmisión arquetípica en el folclore. Hablan de nuestra psique y de sus temores profundos.

¿Pero qué sabemos en realidad de las brujas? ¿Por qué fueron perseguidas? ¿Cuál era el temor hacia ellas?

Linda Maestra. Capricho nº 68. Francisco de Goya. Wikimedia.

Olvidando los cargos del demonio– que a estas alturas no aceptaría ningún juez en un tribunal occidental- podemos reunir indicios que emergen de la acusación: sabemos que eran paganas, libres, alejadas de las convenciones y castas. Estaban asalvajadas, fuera del ámbito penal del código social. Vivían en los límites del poblado, donde empezaban los bosques, pero no eran ermitañas, no habían renunciado. Se juntaban en las cuevas y no temían a salir solas de noche. Buscaban experiencias distintas a las del hogar y el orden marital. Conocían las plantas y sus secretos (hoy las llamamos medicinas o drogas). Eran las garantes de una cultura antigua en la que la mujer mantenía su influencia y que merecía desaparecer a los ojos de la Santa Inquisición por un impulso de homogenización y control. Entonces a los inquisidores, siempre necesitados de demonios para justificar su trabajo, les entró la pataleta, como bien retrató Goya y casi paga por ello (tuvo que retirar de la venta algunos de sus grabados).

Hoy en día deberían parecernos normales estas actividades brujescas, entonces eran consideradas un crimen horrible, pero no lo suficiente como para esgrimirlo a secas y mandar a las personas a la hoguera sin retorcer la acusación. Tuvieron que sacar al demonio al estrado, que siempre luce, junto a la paranoia, la mentira o la histeria. ¿Que tomaban brebajes? ¿Que bailaban hasta el amanecer?¿Que no les interesaba los encuentros dominicales? ¿Que eran rebeldes? ¿Que no fueron sumisas? ¿Que vivían ajenas a una comunidad brutal que las subyugaba? ¿Que eran solteras? ¿Que despertaban envidias? ¿Que copulaban con quien quisieran? ¿Que eran viejas y feas?

A todo esto tuvieron que sumarle Satanás: tomaban brebajes, pero del diablo; pasaban de la misa para irse al diablo; vivían solteras para convivir con el Mal, y naturalmente- oh horror- follaban con él.

A las brujas se les retiró su poder inicial. Lucifer era entonces una especie don juan antagonista o un seductor argentino de hoy. Un estereotipo o construcción cultural. Y esta clase de diablillos porteños, por su éxito, irritan mucho a los demonólogos, que suelen ser envidiosos. Después lo convirtieron en un proxeneta de las lejanas repúblicas ex divinas que las sometía a todas. Buen truco en una época que creía en la presencia física del demonio como hoy creemos en la de los quarks y los neutrinos: cosas invisibles que mueven el mundo.

La imagen de la bruja ha recorrido tortuosa los tiempos y seguimos viéndola como la representación monstruosa que construyeron entonces sus cazadores. Los vencedores transformaron a la bruja en otra cosa distinta a lo que era, en un cuadro de Goya.

El aquelarre. Goya. Wikimedia Commons.

El aquelarre. Goya. Wikimedia Commons.

No es la única historia de triunfo contra los movimientos que se consideraron rebeldes, no es el único éxito de esta deformación o conversión del contrario.

Hoy llamamos epicúreo o hedonista a un joven que se emborracha hasta las trancas en una playa de Ibiza, cuando el buen Epicuro, hijo de Samos, aunque afirmaba que el humano debe aspirar al placer (hedoné) y no al dolor, defendía que este placer solo podía ser moderado, autárquico y natural.

Un hombre que consideraba un pequeño queso como un verdadero festín terminó convertido en la imagen de una bacanal pantagruélica, y su doctrina se asoció desde entonces a la glotonería de un cerdo. A los cínicos, otros filósofos griegos detestados por cosmopolitas y transgresores, les ocurrió lo mismo. Cuando llamas a alguien cínico tengo la impresión de que estás definiendo en parte justo lo contrario de lo que fue en realidad un cínico en la Antigua Grecia.

Qué gran éxito deformar los significados, ¿verdad?

Es la victoria definitiva. Nadie se atreve a definirse como hedonista, cínico o bruja. Confucio, el filósofo chino, lo comprendió bien y lo llamó la doctrina de la rectificación de los nombres: si llamas a un tirano rey, después todos los reyes serán tiranos.

Los escribamos de la Historia y los periodistas subsiguientes captaron este mensaje.

Y así llegamos a la bruja. Llamamos bruja justo a su contrario por este éxito de la transformación. Una verdadera brujería semántica. Como mataron a muchas, y el resto tuvo que esconderse, nadie salió a decir, ¡eh, yo soy otra!. Pervive en el folclore y en las palabras esta imagen deformada y oculta su condición de víctima. Pero cuando tildamos a una mujer de bruja mucho me temo que como ocurría en los ejemplos anteriores estaremos diciéndolo justo al revés.

¿Llamas bruja a una mujer valiente e indomable, fiel a sí misma?

Aquí debo realizar una puntualización. Me gusta la imagen arquetípica de la bruja, amo los cuentos, no querría desterrarla nunca. Son parte de nuestra historia psicológica. Sería una estupidez destruir un arquetipo tan poderoso (anterior a la época medieval) por eso que llaman corrección política, y que hoy pide sin sentido borrar actores o quitar cigarrillos de escena. A veces tengo la impresión de que si nos dejamos llevar por ciertos fanatismos podríamos llegar hasta el absurdo de repintar un cuadro de Goya.

Se trata solo de reinvindicar que las «verdaderas brujas» en realidad fueron otras.

2 comentarios

  1. Dice ser y poco ha sido para tan pocas lumbreras qeu teníamos

    Ser umano, bípedo pensante,susceptible de contraer enfermedades que ni siquiera conoce razón, someido a los temores de la noche y todo loq eu se ve por las noches y más cuando no se sabe lo que es la noche, ni el día, ni la Luna, ni el Sol, y las estrellas fugaces son amenazas de estrellas que caen, sombras, animalilos que cantan nocturnas, almas en pena dicen,todo bajoelmanto de la ignorancia brutal y al cadena de la tradición de la que custa desembarazarse. Odios, vengnzas, traiciones, ansias de poder,…. caldo de cultivo excelente para aparicciones de todo tipo y elucubraciones de otros tantos. Hambrunas, subidas de tensiones, bajadas , alucinaciones, .. infecciones, zumbaderas por pantas alucinógens, envenenamientos, intoxicaciones…
    Todas estas csas raras son personifiaciones de los temores y miedos, de las ignorancias, de la especie humana durante su evolución..
    Mira, la luna roja, ahh ahh s´´i sí, eso es la guerra, futuro de sangre sí sí haaa ahhh, llamad al que conecta con la otraparte ahh si siii desasosiéganos sí.. Y lo que se le pasara al que conectaba pues eaaaa, adelaaaante a toda mecha y si sale mal pues otra vez ser´ay tal. Total por un eclipse de luna.

    15 enero 2018 | 01:20

  2. Dice ser Borja

    Y sumado a, odiamos a los españoles por las atrocidades de Hernán Cortés hace 600 años.

    Hagamos monumentos a las mujeres asesinadas hace 800 años.

    Pronto se pedirá respetar la memoria de las mujeres de la prehistoria, e indemnizar a los descendientes de los dinosaurios.

    15 enero 2018 | 08:34

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