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No esperes que te aplaudan o la importancia de olvidarse del resultado

Esta semana, en una sesión de coaching con Luis, investigador en temas de sostenibilidad, me decía que se le daba muy mal compartir sus investigaciones y mostrar sus éxitos académicos. Su posición actual en una universidad noruega no le facilitaba visibilizar su labor. Tampoco le gustaban las redes sociales, siempre que publico algo es como que no recibo aquello que esperaba, entonces termino por no compartir nada, me decía.

En otro programa de coaching Álvaro, consultor, me explicaba que después de un proceso de transformación interna se sentía incomodo cuando al ejercer de consejero de distintas empresas, notaba que su nueva forma de ser, que priorizaba la parte humana del negocio y no solo la económica, no era bien recibida.

Estamos acostumbrados a hacer las cosas esperando un resultado particular. Cuando lo hacemos nos movemos por la compensación esperada y cuando la zanahoria no llega, nos desmotivamos o pensamos que nos hemos equivocado. Desde la motivación externa, uno hace las cosas por aquello que recibirá de los demás o del mundo. Sin embargo, existe una forma de motivación mucho más potente: la motivación interna.

La motivación interna se da cuando lo que nos disponemos a hacer nos motiva independientemente de sus consecuencias o resultados. El aforismo Lojong de entrenamiento mental que encapsula este tipo de motivación reza: No esperes que te aplaudan. Un ejemplo límite de motivación interna es la vida de Jesús de Nazaret. Jesús, que por otro lado sí que era consciente del resultado de sus acciones, no dejó hacer lo que tenía que hacer a pesar de saber que sería traicionado y llevado a la muerte de forma extraordinariamente injusta y cruel.

(Hayley Murray, UNSPLASH)

Una modo de entender lo que movía a Jesús y lo que puede movernos es considerar que dentro de nosotros existen dos yos. Un yo pequeño, el ego, con sus miedos, sus preocupaciones, sus traumas… y un yo superior, el alma, con un propósito que trasciende la vida de uno. Desde esta perspectiva, el que se deja llevar por la motivación externa es el yo pequeño, en cambio el yo superior es el que es capaz de seguir su motivación interna más allá de lo que ocurra, lo que digan, lo que piensen.

El conflicto interno, como en los casos mencionados, surge cuando nos dejamos llevar por nuestro yo pequeño. El yo pequeño de Luis se enfocaba en la reacción de los otros al compartir sus investigaciones. En cambio, al preguntarle aquello que movía a su yo superior a compartir sus labor científica, me respondió que era su compromiso con la generación de ecosistemas sostenibles y la voluntad de contribuir en positivo. Para Álvaro, su yo superior le impedía operar fijándose tan solo en los resultados financieros como un tiempo atrás, con lo que tenía que considerar a las personas, por mal recibido que esto fuera.

El conflicto interno se resuelve poniendo a nuestro yo pequeño al servicio de nuestro yo superior. Hacerlo a menudo resulta incómodo y puede llegar a ser devastador. Sin embargo, desde este nuevo centro de gravedad, aunque persista el miedo, uno participa de un coraje sin precedentes, se disipan las dudas y la vida que nos ha sido dada cobra más sentido que nunca.

 

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