Los famosos huelen y se agreden, la hora de los anónimos ha llegado a los ‘realities’

• Sofía Cristo agrede a Miguel Frigenti en ‘Secret Story’ y es expulsada por la organización.

Me consta que en el universo televisivo quienes mandan están convencidos de que todo debe hacerse con famosos. Por supuesto, los realities, donde constantemente se mete una y otra vez a las mismas personas famosas. Hay tanta endogamia que van a empezar a tener la mandíbula grande y el aire ausente, a lo Austria.

Es un tostón. Las mismas personas diciendo lo mismo, de la misma manera, hablando sobre lo mismo y con las mismas historias. Si La isla de las tentaciones triunfó es porque en ella participan anónimos. Gente que aún puede depararnos sorpresas. Gente de verdad, con alegrías y miserias y con cosas nuevas que contar.

Pero esto no es solo cosa de realities, aunque es el género que más lo sufre. Concursos, especiales, entrevistas… ponga un famoso en su vida. Y si no lo pones tú ya te lo ponen ellos. El otro día fui a hacer pis por la noche y había cuatro famosos animándome.

Ya sabéis que Sofía Cristo ha sido expulsada de Secret Story por «agredir» a Frigenti. La verdad, no me lo esperaba de ella, aunque la agresión haya sido coger por las muñecas, está feo porque pasa el límite de lo físico.

Ella y Frigenti viven en un mundo de mentira. Cuando están fuera de los realities viven y se comportan como si lo estuvieran, con esa obsesión malsana por decirse siempre a la cara lo que piensan. Esta gente confunde ser falsos con ser educados. La base de la convivencia es la tolerancia y la mano izquierda. No es ser falso, es no ser hiriente.

Pero es que ese es el tono, mucho en Telecinco, donde el conflicto es una forma de vida. Frigenti lo sabe y lo promueve, él contra el mundo. Pero es solo porque ahora le están enfocando él, pero le pasa a casi todos y todas.

Y sí: la mayoría de las agresiones que han ocurrido en la tele las han protagonizado anónimos, pero cuando eso pasa, salen del reality y no vuelven. Hay una cierta ejemplaridad en ello. En eso, los anónimos y los famosos empatan, pero cabría esperar que un famoso, acostumbrado a la tele y sus límites, se supiera comportar. 

Eso de decir a la cara cada cosa y a ser posible gritando y en todo momento es muy de la tele, muy de su mundo. Y como se pasan la vida en un plató, teniendo que gritar más, teniendo que polemizar más, porque si no, no les llaman, acaban en ese círculo chungo donde tienes que convivir con gente a la que odias y a las que has ofendido y te ha ofendido a diario, incluso en lo personal.

Así, cada vez tienen menos de persona y más de personaje. ¿Cómo empatizar con un personaje? ¿Cómo sorprenderse con alguien que sabes qué dirá, qué hará y cómo reaccionará en cada momento?

Y en los platós, comentando lo que pasa en los realities, los mismos famosos de los realities. Una y otra vez. ¿Representando a quién? ¿A sus amistades?

Necesitamos anónimos. Necesitamos historias nuevas con gente como nosotros, como nuestra hermana, como nuestro amigo, como nuestra jefa, como… cualquiera de nosotros.

Y no, no es porque piense que un grupo de anónimos se comportaría mejor. Nadie espera que la tele sea una clase de protocolo y buenas maneras, pero sí el margen para la sorpresa, para lo diferente. Alguien de fuera que nos refresque la cabeza.

Es la hora de los anónimos.

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