Sin desnudos no hay paraíso, pero hay una gigantesca lección de humildad y solidaridad: El Contenedor

Una imagen de ‘El Contenedor’ (ANTENA 3)

El primer programa de El Contenedor tuvo su gracia, con todos los especímenes desnudándose y viendo cómo las pasaban canutas como su madre los trajo al mundo (aunque con más pelo) y buscándose la vida.

Pero a medida que el programa ha avanzado se ha ido poniendo coñazo, porque lo de ir a la universidad en pijama es más de sujétame el cubata que de cambiarte la vida.

Y en el último programa… ¡BOOM! Leccionaca. Que es como una lección pero en grandota. El sufijo -aca hace todo más grande. Menos en caca, porque no puedes decir «era una mierda grande, era una cacaca».

En fin, que vamos a ver qué pasó en la última emisión de El Contendor, que como sabéis es un programa en el que a los participantes les quitan todo, se quedan desnudos y tienen que apañárselas cogiendo sólo una cosa al día de sus pertenencias, guardadas a un kilómetro de su casa en un contenedor.

Vamos con la familia Izquierdo.

La madre comenzó la experiencia en plan bien, pero ha ido perdiendo el norte y de ser una madre ha pasado a ser El Tío Gilito acaparando cosas. Los de los fondos buitre le ponen velas a esta señora por su capacidad de quedarse con las cosas de los demás a bajo coste.

La emisión comenzó con la señora yéndose a una peluquería, haciendo que su amiga peluquera abriera más tarde para poder atenderla a ella. Lo cierto es que llevaba muchos días sin lavarse el pelo y los piojos ya debían estar poniendo hojas de reclamaciones por falta de higiene. Creo que en la peluquería no le echaron Loreal, le echaron Sanytol.

En otra de las visitas al contenedor la señora quería que los demás, véase sus hijos y marido, le donaran sus objetos para ella poder cogerse ropa. Pero pasaron de ella como de donar el hígado en vida. De hecho se cogieron los móviles y uno de los zagales el ordenador.

Sí, ese zagal que parecía haberse desenganchado del ordenador… y que a los quince minutos estaba más conectado y con más cables que en la UCI. Se tumbó en dos cojines y ahí se dejó las vértebras. Pero no sólo le pasó a él. Se levantó cinco minutos y cuando volvió su padre estaba ocupando su lugar.

Volviendo a la señora, estaba ya fuera de sí y a pesar de que a ella ya le habían cedido varias veces cosas para que estuviera más cómoda, que fue la primera en vestirse y demás, aún quería más cosas. Porque quería salir el sábado por la noche de fiesta.

«Es que yo me tengo que coger tres cosas«, dijo la señora, que también quería sus cremas, además de ropa. Luego subió la apuesta y también quiso también una camiseta. Si la dejan les arranca la piel al marido y a los hijos para hacerse unas botas. Menos mal que no necesitaba sangre, porque se la chupa allí mismo, a los pies del contenedor.

Y sí: la señora se salió con la suya y se quedó 3 cosas. Uno de los zagales no estuvo vivo y cuando se quiso dar cuenta su madre le había hecho la trece-catorce y había cogido por ella y por él.

Dijo el narrador que a la señora le habían «cedido tres cosas». Cedido por los cojones.

– Paaaaco, ¿De dónde has sacado estos diamantes y este dinero y ese rolex?

– Me los ha cedido un señor cuando le he pinchado con la navaja, Puri.

– Uy, mira qué amable por su parte…

Y así.

Llegados al final de la experiencia, la señora dijo: «Unos hemos mirado por los otros«. «Unos más que otros», le dijeron el padre y los niños con un resquemor tan intenso que podrían prenderle fuego a un bosque con él.

Lidia y Dani.

Joder estos dos. Como pareja son igual de estables que una granada de mano en una lavadora centrifugando. Ahora, sí. Ahora, no. Ahora la quiero. Ahora le odio. Es malo. Es bueno. No la soporto. La necesito.

Si estos dos fueran una montaña rusa de emociones serían una en la que vomitarían hasta los vagones. Montas en eso a un piloto de combate y se baja llamando a su mamá.

El último capítulo se lo pasaron peleando y haciéndose reproches. Eran como un taller ilegal de reproches, qué productividad, joder. Los Inditex de los reproches. Si los reproches pudieran venderse esta gente tenía tiendas de Nueva York a Matalascañas.

En una visita al contenedor Lidia cogió la tarjeta de crédito y Dani estaba rebotado y no quiso coger nada. Pero ella se empeñó en que cogiera unos vaqueros. Era como cuando te peleas por pagar.

Él le reprochaba que ella solo se preocupa por ponerse guapa y que no le había apoyado en su evento y ella a él que sólo se preocupaba por su evento. Y los dos tenían razón.

Total, que Lidia se hizo un top con la sábana que tenían y que va a marcar tendencia. Siempre que tus sábanas no sean de Bob Esponja o que tus sábanas estén llenas de pelotillas.

Y llegó el evento ese benéfico de Dani, con el que lleva dando el coñazo desde el programa uno. Lidia y su amiga se pusieron a ensayar la canción que iban a cantar en el evento. Eso no necesitaba ensayos, necesitaba no cantarse. A veces te preguntas por qué dios nos dio cuerdas vocales y no alas o algo que no haga ruido.

Y ya en la fiesta benéfica se reconciliaron, yo creo que porque llevaban varios vinos encima. A la mañana siguiente tenían un resacón del quince. Ah y se pelearon. Resulta que Dani quería mojar el churro al llegar de la fiesta y Lidia pasó.

Pero nada, ellos seguían ahí, porque ellos se pelean y reconcilian que parpadeas y te has perdido tres crisis de pareja suyas.

Habían quedado con un amigo de Dani para que la escuchara cantar a ella. No sé con qué fin. Lo mismo les debía dinero. Y ese mismo día se conocieron Dani y el padre de Lidia.

«Todavía no estaba preparada, pero bueno«, dijo Lidia sobre lo de que se conocieran su novio y su padre. Ya, se notó. El padre de la muchacha no lo sabía, pero él tampoco estaba preparado.

Porque claro, delante del padre empezó a salir mierda. «A ver si tu parte mala también va a salir, a ver si crees que eres un ángel…», le dijo Dani en el coche, con el padre delante, ante reproches previos de su novia. El padre se habría sentido más cómodo con el pene metido en una barbacoa.

Ya en el estudio de música Lidia se puso a cantar y Dani se emocionó. Bueno, lloró. No sé qué lo motivó. Esta gente está pirada, en serio. Pasan del cabreo al amor en cinco minutos y vuelta.

«Hay que pulirla, pero está bien«, dijo el amigo productor sobre las capacidades artísticas de Lidia. Lo de pulir nunca se sabe cuánto. Puede ser un toque o darle con la radial de lija gorda una semana.

Lidia, que ya tenía tarjeta de crédito, se fue a comprar comida y cogió cositas que le gustan a Dani. Esta gente es como una ilustración al carboncillo del dicho «una de cal y otra de arena».

En el último día Dani dijo: «Me he levantado riendo, pero me ha dado un chungo ahora«. Cuando las cabras quieren decirle a alguien que no está muy equilibrado dicen «estás como una Lidia», o «estás como un Dani».

En su última visita al contenedor se cogieron: Dani un gel, para dejar de oler a gorrino y Lidia un marco con forma de corazón que tenía fotos. La cosa más hortera que he visto en mi vida.

Lidia se puso en plan Paulo Coelho a decir que la felicidad son «momentos que compartes y no cosas materiales». Y luego ya no: «La comodidad te da bienestar y eso te hace faliz, lo tengo claro», dijo al momento siguiente.

Nos pusieron un qué fue de… y resulta que Lidia y Dani lo habían dejado poco después. Quién lo iba a decir, se les veía tan felices…

Compis de piso: Sergio, Juanjo y Raquel.

Sergio se fue a currar a su primer día en una clínica de estética, donde le tocó hacerle las uñas a una señora. La señora salió de allí que podría arañarle la cara a Rosalía. Le hizo un estropicio en las uñas que la señora llevaba en el índice la uña larga y en el anular limado hasta la tercera falange.

En el contenedor se cogieron el maletin de maquillaje. «Este es el momento que más ilusión me hace«, dijo Raquel y se vinieron arriba y se maquillaron que parecían un anuncio de pintura para exteriores. Con ese maquillaje untas el puente de San Francisco y no se vuelve a oxidar jamás.

Sergio se fue al mercado a comprar comida para sus compañeros de piso. Compró cosas muy de dieta mediterránea y de cocinar, como una bolsa se patatas fritas y «un queso que se corta así a trocitos y que le gusta a todo el mundo«. La señora de la charcutería tuvo que respirar hondo.

– Hola, quiero un libro así como con páginas y que le gusta a todo el mundo.

Y así.

Y se fue a la casa de la vecina a cocinar. No sabía ni encender un fuego.

E informó a la señora, que sólo quería que su cocina no saliera ardiendo, que «he comprado en un mercado, me ha gustado más así, porque hablaba con las chicas de los stands», los stands. LOS PUTOS STANDS DEL MERCADO.

Les cocinó a sus amigos tortilla francesa y salchichas. Está la Guía Michelin fletando un camión para llevarle seis mil estrellas chapadas en oro.

Juanjo salió a la calle para llamar a su madre, pidiendo a la gente prestado el teléfono móvil. Y le pidió a diez mil personas llamar por teléfono. No sabéis la cantidad de señoras que dijeron no tener móvil. No se lo creen ni ellas. Esas señoras están en más grupos de Whatsapp que un adolescente.

Y al final le dejó el móvil una señora africana, con una sonrisa. Aunque luego le cayó una bronca, porque no se acordaba del número de su madre.

«Muy mal, que yo tengo cinco hijos y tienes que tenerlos ahí [en la cabeza]. ¿No se acuerda del móvil de su madre? Muy maaaal, muy maaaaal«, le decía la señora. Joder, qué bronca. Esa señora te sienta y te aprendes las tablas de multiplicar en cinco minutos. Y a hablar chino en dos horas.

Una vez contactado con su progenitora, Juanjo se fue a verla y ésta le preparó un puchero con más ingredientes que el menú de Navidad en casa de David Muñoz.

Sergio dijo que no se comía el puchero de la madre de Juanjo porque no le gustaba. «Es que no me gusta, jo, qué hago», dijo. PUES COMÉRTELO, JODER, QUE LO HA HECHO LA MADRE DE TU AMIGO Y NO TENÉIS PARA COMER.

Y como son muy de prioridades, al día siguiente se cogieron el televisor.

Amigas Marina y Desi.

Con diferencia las que mejor me caen, junto con Juanjo, y las de la lección más grande.

Marina se fue a pedir ayuda para que le dieran dinero para limpiar el edredón, porque tenía más mierda que la manta de una rata. 16,70 euros costaba limpiar el edredón. Joder, duermo en el edredón hasta que tenga tanta vida bacteriana que sea él el que duerma en mi.

«Desi se va a sorprender», vaticinó Marina. Nos ha jodido, porque te has gastado 17 pavos en lavar un edredón que sólo llevabais usando cinco días.

Desi apareció con unas tortas de aceite de esas que te las comes y tienes calorías para seis meses. Y felices los cuatro: las amigas, el edredón y las tortas.

«Tengo los pezones erectos«, dijo Desi en una visita al contenedor, que creo que abrió por un lateral, cortando la chapa con los pezones.

Desi se cogió un traje de flamenca, porque con eso sobrevives a todo. Ah, que no, que era para pedir, con la siguiente técnica:

Se ponía Desi con el traje a pedir dinero a cambio de hacerse una foto y cuando alguien accedía aparecía Marina por sorpresa de dentro de una caja. Creo que era para darle un infarto a los donantes, que murieran allí mismo de un paro cardíaco y después robarles la cartera.

Y tras mucho rato en la calle y mucha limosna irregular apareció un señor africano sin techo que les echó una moneda. Y a Desi le dio una llorera de padre y muy señor mio. Y a mí un poco también. «Todos tenemos que comer, tenemos derecho a comer, ¿vale?«, les dijo como argumento para que aceptaran su dinero el zagal.

Sobre todo porque luego se enterneció una buena señora de un bar y les dijo a las amigas que las invitaban a cenar. Ole sus ovarios y su caridad. Y ellas, las amigas, con la cena resuelta, se fueron y le dieron toda la recaudación al muchacho africano.

«Qué suerte, tío«, dijo el muchacho, después de negarse a coger el dinero al principio. Joder… casi me da un parraque de llorar.

Y es que, quien las ha pasado putas sabe lo que es. Con eso me quedo. Ayudad hoy mismo a alguien, a quien sea, ¿vale?

4 comentarios

  1. Dice ser Alfredo

    Concurso absurdo donde los haya.
    La gente pica con el primero para ver si ve pezoncillos…, y es lo único medianamente interesante de todo el concurso.

    13 agosto 2019 | 09:42

  2. Dice ser Benalcatre

    Este reality lo pilla Telecirco y lo convierte en un betseller.
    Todo esta guionizado, nada es natural, las situaciones preparadas que no se las creen ni dios y que decir de algunos personajes… Sacados de un mal casting.
    No creo que haya una segunda entrega y eso que tenia su aquel.

    13 agosto 2019 | 14:07

  3. Dice ser XAER

    Desde aquel programa que duro menos que un cubito de hielo en un gin tonic en la playa presentado por Belen Esteban y kiko Hernandez, no habia visto una bazofia igual, aburrido, sin linea que seguir, argumentacion absurda, escenificacion pobre y vacia…vamos un cromo de programa, lo peor es que me lo quieran vender como reality, vamos…de que va ha ir el pobre hombre negro o de color (para los finos de piel, que se exaltan al escuchar negro) ese hombre sin un euro y les va ha dar una moneda «NOS TOMAIS POR TONTARRAS O QUE», ves sin camaras, sin equipo de audio, sin asistentes de sonido, sin equipo de produccion y si tienes lo que hay que tener pidele la moneda, ves, ves ya veras lo que pasa!!!…OJO, que no es racismo que alguno ya va por ahi, no…es la realidad.
    La realidad que nos quiere vender el programa y nada tiene que ver con la verdad….me aburre un monto, menos mal que tengo pelis por ver.

    14 agosto 2019 | 07:29

  4. Dice ser XAER

    Por mucho que me borren los comentarios la verdad no va ha cambiar, programa chorra y de postureo…y ya solo falta la leccion de solaridad…otra cosa, vais de libertarios y sois unos dictadores de la escritura y opinion, es penoso y empobrece al censor.
    Si no quereis comentarios no los pidais y cierra el blog…

    14 agosto 2019 | 07:41

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