Creo en la bondad humana y en la solidaridad en España, aunque a veces cueste: el caso de ‘El Contenedor’

Y así se secaban las momias en Egipto. (FOTO: ANTENA 3)

Anoche, mientras por la ventana entraba un aire tan caliente que metí la cabeza en el horno para refrescarme, vi de nuevo El Contenedor. Ya sabéis, el programa de Antena 3 en el que a diversas personas se les deja sin nada, desnudos, para que se busquen la vida durante diez días (recuperando cada día un objeto de los que les pertenecían).

(Nota: este post va dedicado a Ana, una querida amiga que está tristona. Ojalá te rías un poco).

La vida se empeña a veces en hacer que no creamos en los demás. Que nadie haría nada por nosotros, pero el programa demuestra lo contrario. O al menos, que hay un poco de todo, que hay gente a los que el karma debería apuñalar con un hierro oxidado y gente a la que le deberían tocar los Euromillones dos veces por semana de majos que son.

Los participantes del programa piden más que Hacienda en junio y hay veces que les dan dinero, comida, ayuda… y otras que no. No me cabe duda de que el hecho de que haya cámaras de televisión ayuda, pero aún así hay gente buena y solidaria. Y ¿sabéis qué? Cuanto mejores seamos nosotros más gente lo será. Lo que pasa es que el egoísmo se contagia con la facilidad de la gripe y la generosidad hay que plantarla y cuidarla.

Y el premio del moñas del año es para…

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Pero dejémonos de teorías filosóficas y vamos a ver qué hicieron los participantes de El Contenedor en la emisión de anoche.

Desiré y Marina (amigas).

Marina quedó con unos amigos para que la llevaran al contenedor a coger su cosa del día. «Para mí es horrible que te lleven y te traigan«, dijo. Marina ve un Taxi y se esconde. Los niños se duermen y tranquilizan en el carrito. Marina de bebé trataba de arrojarse a la acera con tal de que no la llevaran.

Así que ese día eligió como objeto a recuperar del contenedor las llaves del coche. Y se puso a conducir sin zapatos, lo que es una temeridad. Más que por la circulación vial, porque se te quedan los pedales del coche con un olor a pies que en lugar de un ambientador de pino llevas un ambientador de cabrales.

Desiré llegó a su curro, en unos grandes almacenes, vestida con una sudadera larga. Solo. Hacía frío y llovía. ¿Habéis visto las almejas en el expositor de una pescadería? Pues así llevaba el entrepato la pobre muchacha. Pero como en su trabajo usan uniforme, pues pudo currar sin más problema.

Desiré acabó el trabajo y no tenía con qué volver a Benalmádena, donde le esperaba su amiga. Y se fue a pedirle a un chaval que estaba barriendo una terraza que le pagara el billete de tren. El muchacho no le pegó con la escoba de milagro. Y si llega a tener un cubo con piedras la deja tuerta. Y parecía que no le hacía caso nadie. Si aparece El Dioni pidiendo que le dejen las llaves de una furgoneta tiene más éxito.

Al final un señor se apiadó de ella y le acabó de comprar el billete, juntando las monedillas que había sacado. En casa le esperaba su amiga, preocupada porque tardaba y no podía llamarla al móvil (no tienen) para saber qué pasaba.

¡¿Y CÓMO TE CREES QUE HEMOS VIVIDO LOS PURETAS?! Salías de casa porque habías quedado con los colegas y era un PUTO ACTO DE FE. En mi adolescencia la máquina que te salvaba la vida no era un desfibrilador, era una cabina de teléfono.

Al día siguiente Desiré quiso hacerle un puchero a su compañera y se fue a pedir los ingredientes por las tiendas. El señor de la carnicería se tiró el pegote y le puso la carne necesaria. La de la verdulería también y así en dos tiendas más. Si yo soy ella aprovecho y me paso por una joyería.

– Hola, es para un programa de la tele, ¿puede darme el diamante de 40 kilates del expositor?

El que no llora, no mama.

Ya con una cesta de la compra que parecía un camión de reparto del Carrefour se fue al a cocina de una vecina a hacer el puchero. «Echa un poco más pa mí, que el cuerpo hoy lo agradece«, le dio la señora, que le deja la cocina, pero pilla cacho. Pero como Desiré le preguntaba todo, al final la señora tuvo que ponerse a hacerlo ella.

Desiré se pone a operarte de apendicitis y acabas tú arrancándote medio colon a bocaos con tal de que deje de preguntarte detalles de la operación.

Tras comerse el puchero se les quedaron unos paluegos con los que podían hacer bocadillos de carne. He visto vacas cachenas con menos sustancia que los paluegos que se les quedaron a ellas.

Usaron sus propios pelos como hilo dental. Joder qué pelo tienen estas muchachas. Qué resistencia. Se quitan un mechón y sujetan el puto puente de San Francisco. Aquí tenemos al peluquero de estas muchachas:

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Desiré volvió a pedir comida en tiendas para cenar y volvieron a darle. Yo soy ella y no vuelvo a ir a hacer la compra vestida. Joder, que esa muchacha con pinta de indigente tiene más recursos que la tarjeta de crédito de Amancio Ortega.

– Señor, ha llegado usted a los 1.000 millones de dólares en su cuenta, le vamos a dar la Desiré Card, crédito ilimitado.

Lidia y Dani (novios, más o menos)

Dani estaba triste. «Esto me está ayudando a pensar muchísimo», aseguró sobre la experiencia del programa, porque claro, con ropa no se puede pensar. Marie Curie descubrió la radioactividad un día que iba sin sujetador por la casa. ¿Nikola Tesla? Con el pene colgando todo el día. Así se le ocurrió lo de la corriente alterna y los interruptores. Ahora arriba, encendido. Abajo, apagado. Eureka.

Lidia se fue a ver a su padre, que se puso a llorar al verla. «Llevo cuatro días como una indígena», dijo ella, porque los indígenas, en algún sitio, llevan un vestido hecho con una sábana y un abrigo con cuello de piel.

Su padre le cogió los pies descalzos a su hija para darle calor. Ahora el señor tiene las manos tan llenas de mierda que puede provocarte la peste sólo con señalarte.

El pobre señor se ponía a llorar nada más mirar a su hija. «Pero tampoco estoy tan fea, ¿no?», decía ella al verles llorar. Porque Lidia piensa que la gente llora al ver cosas feas. Por ejemplo, a Cristiano Ronaldo cuando era joven.

Del contenedor cogieron una maquinilla de afeitar para Dani, que Lidia vendió como una generosa cesión. «No me gusta cómo le queda a Dani la barba, es que no le puedo ver con barba…», dijo. «Le quiero un poquito más sin barba», dijo. Generosa, generosa…

– Te veo con sed. Anda, bebe tú, que estoy generoso.

– Pero si es cicuta…

– Es que no te soporto, cabrón.

Y así.

Pero bueno, en el fondo… ella se fue descalza y él con sus zapatillas y su máquina de afeitar. Aceptaremos pulpo como animal de compañía. Y Dani con el pene envuelto sólo con una sábana, que parecía que se le había muerto la culebra y la llevaba a enterrar.

Al día siguiente Lidia se fue con unas amigas de farra pija y se fueron a una peluquería, donde la muchacha se echó laca, fijador de maquillaje y desodorante en espray que abrió un agujero en la capa de ozono ella sola.

Al día siguiente Dani se pilló el móvil. Y Lidia, como se aburría como una ostra se puso a cantar ‘Oh, Happy Day’, pero cantaba con una pena que parecía el ‘Oh, me launch por el bridge pa bajo Day’.

Lidia se fue a hacer equitación. A lo amazona, sin pantalones acolchados. Sin pantalones, de hecho. Y sin bragas. El caballo corría porque pensaba que le perseguía una ostra carnívora. Y luego Lidia se duchó con Fairy. Ahora tiene la piel como las ollas de mi casa.

 

La familia Izquierdo (madre, padre y dos zagales)

Alejandro se puso a hacer autostop. Le recogió un chaval que se quedó impactado al verle. Un chaval de esos que se fían tanto de la gente que ve haciendo autostop a Freddie Krueger cogiendo en brazos a la Niña de la Curva y les recoge. 

«Yo he salido a pedir dinero a la calle a hacer malabares con el balón y he vuelto a casa con pasta. Saber pedir ayuda es tan importante como saber darla», le dijo el chaval que le recogió. Ole tus huevos. SOLIDARIDAD SIN PREJUICIOS. Ojalá más.

El muchacho llegó a la Universidad y contaba su experiencia como si una banda de albanokosovares hubieran entrado en su casa y le hubieran robado todo. Le faltó contar cuando los atracadores se pusieron unas máscaras de Dalí y un mono rojo y le obligaron a excavar un túnel.

Se fueron a comer a casa de la abuela paterna. Esta gente no quería participar en El Contenedor, quería comer gratis diez días. Joder, van a acabar el programa con seis kilos más. Se les ha disparado el colesterol. Van a tener que tomar Danacol en garrafas. Que uno de los días el padre se cogió unos vaqueros y no le cerraban. Esta gente se arruina y acaban con obesidad mórbida.

La madre se cogió un chándal y ellos unas zapatillas. Uno de los zagales estuvo a punto de coger el móvil. Lo tocaba con un cariño y un cuidado que contaba como paja.

El padre heredó el pijama rosa y no dejó de menear el rabo y hacer bromas poniéndoselo como pene. ¿Sabéis cuando madura un varón? NUNCA. Si hay cosas con forma fálica cerca, nunca. Bueno, en general nunca.

Compis de Valencia (Juanjo, Raquel y Sergio)

«La noche la hemos pasado mejor, porque ya teníamos ropa«, dijo la muchacha. Pero la pasaron bien porque usaron el edredón de Juanjo como almohada. Porque ellos cogieron para sí mismos, Juanjo pensando en todos. Ese chaval me cae bien.

Se fueron a casa de los vecinos de enfrente a ver si les daban de desayunar: «es que tenemos hambre y no hemos desayunado«, les dijeron. No conocían a sus vecinos de enfrente. ¿Pero en qué mundo vivimos en el que ya ni espiamos a los vecinos? ¿Cómo vas a contarle cotilleos al vecino de enfrente si no hablas con el vecino de al lado?

No se conocían, pero a la señora le dijeron «te conocemos como la simpática, por cómo nos saludas». Joder, encima le pusieron mote. El marido de la señora, con su chándal estándar de jubileta, miraba todo aquello con cara de hastío y de qué gilipollas son los jóvenes de hoy.

Salieron al contenedor semidesnudos y estaba pasando por debajo de su casa una maratón. Una puta maratón, con miles de corredores y espectadores. Está Felipe II mandando armadas y luego ellos en cosa de mala suerte. (Aunque lo de la Armada Invencible fue más culpa del gañán Villeneuve, que se le hundían hasta los patitos de goma en la bañera. Pero eso es otra historia.

Juanjo se empeñó en coger un colchón. La chica y el otro zagal decidieron coger un secador. «Hemos sido listos, porque con el secador no tenemos que esperar para secarnos«. Einstein, fuisteis.

«Esto me crea papada«, dijo Sergio al llevar el colchón sobre la cabeza. Madre de Dios. Las porteadoras de África se pisan la papada, no te jode. Y los sombreros crean bolsas debajo de los ojos.

Trataron de meter el colchón en el ascensor. Para ello tuvieron que emparedar al Sergio contra la pared del fondo. Ahora el muchacho es en 2D.

«Ha funcionado el secador», dijo Raquel convencida, pero estuvieron a punto de salir ardiendo y ahora tienen la piel como el beicon frito.

– El secador va lento, ¡se me ha ocurrido otra cosa!

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Y se fueron al mercadillo a bailar para sacar pasta. Algo así como un festival de música, pero sin tiendas de campaña y sin baños compartidos.

«Como vea algo que quiera y no me lo pueda comprar me voy a enfadar», dijo Sergio caminando por el rastro. Sergio una vez fue a por el pan y le faltaban cinco céntimos. Ahora donde estaba la panadería sólo hay un cráter humeante. Su ira no dejó nada. Estaba Atila, que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba y luego Sergio, que por donde no puede comprar no vuelve a venderse nada.

Un señor cubano les regaló unos mojitos para que entraran en calor. Si les llega a dar un orujo de hierbas no entran en calor, entran en combustión.

Y Juanjo y Raquel se pusieron a bailar mientras el otro se quedaba tomándose un mojito. Ese chaval debería ser político.

Montaron una coreografía que consistía en hacer cosas que pudieran partirle el cuello a Raquel. Si había un paso de baile que no pudiera potencialmente dejarla vegetal, lo descartaban. Y a este baile le llamaremos el Balconing Dance. 

El caso es que sacaron 18 eurazos. Por bailar cinco minutos. ¿Pero por qué cojones hago post y no estoy bailando en la calle? Me forro. Con lo salao que soy yo, que una vez bailé en la boda de mi prima y la gente mostró su contento y aprobación vomitando el banquete en masa.

Se fueron a cenar pizza, que acabaron pagando sus amigos. «Nos vais a arruinar», dijo una de las amigas, que se ha tenido que buscar un segundo trabajo para mantener a estos tres. Si tienes como amigos a Juanjo, Raquel y Sergio no te dan una hipoteca por el límite de endeudamiento.

Entró una señora en la pizzería que les dijo que se sentía ofendida por el atuendo de ellos. Sinceramente, una estu… estupendo ejemplo de persona a la que le gusta llamar la atención tocando los huevos a los demás

«Os veo entrar en plan así… cuando el otro día os vi desnudos completamente. Y estoy cenando y os veo entrar y eso me ha sentado mal», les dijo la zagala.

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«Quedé un poco traumatizada al veros desnudos«, les dijo la muchacha, que encima era joven. YO NO ENTIENDO NADA. Qué trauma más tonto, de verdad. Esta señora debe ducharse con antifaz, no sea que se vea un pezón y la tengan que llevar a urgencias psiquiátricas.

«No pasa nada, os perdono«, les dijo la mujer, encima perdonándoles la vida. Gracias por tu generosidad, muchacha.

– Toma.

– ¿Esto qué es?

– La dirección de Andalamierda.

A Sergio por la noche le picó algo. Le dejó el cuerpo que parecía un muestrario de chepas. Eso no eran granos, eso lo ha incorporado Google Maps a sus bases de datos. Os juro que eran unas ronchas tan grandes que vi a Jesús Calleja intentando escalarlas.

Eso que le mordió no era un mosquito, era un buitre leonado con veneno en el pico.

Raquel se fue a la Universidad. Descalza, sin maquillar y con el pijama. «¿Pero vas a ir así a clase? ¿Sabes que no te van a dejar entrar?», le dijo un compañero cenizo que se encontró. Joder, menos mal que tienes gente que te anima.

– Estoy constipado…

– Sabes que te vas a morir escupiendo sangre y vísceras ¿no?

El caso es que Raquel llegó al aula y le contó su vida al profesor, que le dijo que se sentara con un ánimo como de por qué me haría yo profesor. Es la típica cosa que te quita la vocación por la enseñanza. Eso y que tus alumnos escuchen reguetón.

Raquel y Sergio se fueron a casa de una amiga. «Madre mía, ¿qué queréis?«, les dijo al abrir, como si hubiera abierto la puerta a dos extraterrestres con navajas en la mano. Querían lavar el pijama de Raquel. Qué obsesión por lavar la ropa.

Continuará…

2 comentarios

  1. Dice ser Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga

    «Aunque lo de la Armada Invencible fue más culpa del gañán Villeneuve, que se le hundían hasta los patitos de goma en la bañera. Pero eso es otra historia.»

    Creo que te refieres al desastre de la escuadra combinada en Trafalgar, no a la Grande y Felicísima Armada (lo de Armada Invencible es un invento inglés)

    06 agosto 2019 | 08:44

  2. Dice ser XAER

    El Contenedor al contenedor, no le veo el que, soy incapaz de ver un programa entero, aburrido, soso, falto de ritmo y sin un que…programilla hecho con cuatro euros, sin presupuesto y con un personal en pantalla aburridisimo, es la confirmacion que todo vale en la television, quizas alguien le encuentre la gracia ver a cuatro pamplinas en pelotas o con una bolsa de plastico tapandose las verguenzas, como no te van a ayudar con un equipo de rodaje detras tuyo…si vas por la calle y pides la hora y te miran mal o se apartan por desconfianza, hacer la prueba, desnudaros poneos una bolsa y salir a la calle a que te ayuden…luego me lo contais por aqui!!!!
    Yo mientras siga este folletin en la tele paso de verlo, es como si me llamaran tonto sin decirlo, paso!!!

    07 agosto 2019 | 07:21

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