Hipnosis, brasas y otras cosas demoníacas que espantan a la Monja Hammon en ‘Ven a Cenar Conmigo’

Dilenia, más hipnotizada que un niño con un móvil.

No es que la Monja Hammon tenga algunos prejuicios basados en su supuesta (y rara) religiosidad, es que tiene tantos que parece un catálogo de los prejuicios. Los tiene hasta en tonos pastel, en mate y en brillo.

Para ella, todo lo que no sea hablar como si acabara de tener una revelación mística es demoníaco, o blasfemo o te escuece el ano que el talco empieza a sobrepasar en porcentaje de gasto al alquiler.

Anoche el anfitrión de Ven a Cenar Conmigo era Charly, un señor de 43 años que hace mentoring y asesoría. O sea, que su curro es decirle a los demás lo que hacen mal pero que no se preocupen, que ellos pueden. Es como un padre, pero sin dejar herencia.

Además de eso es un hipnotizador. «Lo uso para que las personas puedan abrirse de una forma más sencilla«, dijo, con lo que no sé si te hipnotiza o te hace ir al baño con fluidez.

«Lo primero que necesito es que la persona quiera ser hipnotizada«, aseguró. Joder, así cualquiera. Yo soy captador de donativos a mi cuenta bancaria, lo único que necesito es que la gente quiera darme su dinero.

Este hombretón que tiene más pasatiempos que el periódico del domingo monta en moto y se pone un casco o bien de aviador o de Mickey Mouse con las orejas tristes.

«Soy un cocinero lento y disfrutón«, dijo de sí mismo a la hora de meterse en la cocina.

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Charly tiene sexo con todos sus platos.

Su menú:

Entrante: La huerta andina. Se trataba de una ensalada de quinoa que llevaba muchas cosas. Había tantos ingredientes que parecía el Frankenstein de las recetas. Eso se lo dan al jurado de MasterChef y están seis meses para acabar de catarlo.

Lo decoró para que fuera un «plato cuqui». ¿Le puso una foto de gatitos encima? ¿Terciopelo rosa por doquier? ¿Una foto de Paquirrín durmiendo con chupete? No, le puso dos trozos de zanahoria por encima.

Las hortalizas son cuquis para él. Charly antes te acuna y le pellizca los mofletes a una puta berenjena que a un bebé sonrosado y sonriente.

Principal: El hueco lombardo. Joder, suena a tortura medieval.

– ¡Ha robado una gallina, echadlo al hueco lombardo!

En realidad era osobuco a la milanesa, o sea, jarretes, la misma carne que había hecho Raquel el día anterior. «Osobuco, un hueso con agujero, pues que cada uno vea lo que hay«, dijo Charly, que es muy de hacer metáforas complicadas y sutiles. No le llamó al plato «agujero para meter la polla» porque daba muchas pistas.

Para enharinar los filetes les dio unos sopapos que si la harina llega a estar sin moler la deja refinada él mismo a base de bofetones. La carne se fue a la olla pensando qué habría hecho para merecer semejante paliza.

Cociendo la polenta para el acompañamiento se le salió el caldo de la olla, y se le quedó la vitrocerámica que eso no lo rascas ni con un hacha. A la costra que se le formó le enseñas un Vitroclen y el Vitroclen llora.

«Esto huele a 3.000 euros«, dijo al oler el plato. ¿A qué huelen 3.000 euros? zumzum, zumzum, zumZumZum zum zum. Uiiiiu.

Postre: Iceberg de fuego y hielo. Para qué vamos a copiar a Juego de Tronos. La idea era pensar en envenenar a alguien y Charly se entregó a esa tarea que si le llegan a conocer Romeo y Julieta le compran a Charly el veneno.

Llevaba bizcochos de soletilla, helado de corte, piña y melocotón en almíbar y otras ochocientas cosas por encima, que eso parecía la pila de las vísceras de una pescadería.

Lo metió en el congelador sin tapar, porque así el helado te coge un maravilloso aroma a merluza congelada. Pero se desmontaba igual, porque le puso ocho kilos de fruta en almíbar. Y claro era así:

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El caso es que lo remató con un merengue requemado, que tostó con un mecherillo con el que no prenderías fuego ni a un montón de paja empapada en gasolina en pleno agosto.

LA CENA

La primera en llegar fue la Monja Hammon que dijo que llegaba con hambre. Es que debe comer sólo cosas no consagradas y eso no llena. Ésta es la mujer que dice que es monja, pero que la dejas en la puerta de un convento y las monjas de clausura se hacen monjas de búnker para que no entre.

Una vez la Monja Hammon saludó al Papa y el pobre hombre estuvo tres días mirando folletos sobre Budismo.

Luego llegó Javier, que jodió el timbre. Tardó seis segundos en entrar y ya estaba Dilenia tirándole los trastos. A saco.

Imágenes exclusivas de Dilenia ligando con Javier que el programa no ha emitido:

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Charly tenía la casa decoradas con flechas, escudos y mazas de guerra de esos que compras en mercadillos cuando vas de viaje a sitios tan exóticos que sólo los visitan millones de personas al año. Para qué va a comprar imanes de nevera.

Monja y Raquel se fueron a cotillear y encontraron cosas como una bolsa de deporte verde con la que en cualquier gimnasio te lapidan con las pesas y las mancuernas.

Y Charly también tenía un uniforme de marinero en el armario… o ha hecho la comunión hace poco o creo que aquí hay alguien al que le gusta ponerse creativo en el dormitorio, ya me entendéis.

Pero no, el caso es que Charly estuvo «cinco años en la Guardia Real en infantería de marina en el grupo de escolta del anterior rey«. Lo que habrá visto Charly…

Dilenia: «Yo tengo predilección por los uniformes«, dijo y añadió «a mí los uniformes me dan calor y los del cuerpo del estado más». Claro, el uniforme de artificiero da un calor que no veas. Seguro que se refería a eso y no a que ve a un policía nacional y quema el primer cajero que ve con tal de que se le acerque.

Javier se puso el uniforme y la cogió en brazos y Dilenia no entró en combustión en ese mismo instante de milagro. Estaba tan caliente que cuando los volcanes quieren hacer un sacrificio a sus dioses arrojan cosas a Dilenia.

Con todo eso del folleteo en ciernes la Monja Hammon estaba tan cómoda que la posibilidad de ser devorada por alimañas en medio del desierto le parecía una cosa tentadora. Su filosofía es: si la Biblia dice que es malo, es malo. Si la Biblia no dice nada al respecto, es peor aún.

A la pobre mujer se le caía el velo ese que lleva cada dos por tres. Las horquillas deben ser demoníacas, porque no las usa. Si a Mahmud Ahmadineyad no le gustó que a Ana Pastor se le resbalara el velo, le llevas a la Monja Hammon y le tienen que poner oxígeno. Creo que esa mujer lleva el pelo untado con mantequilla.

Llegado el segundo la carne estaba más fría que los testículos cuelguerones de un pingüino. Es carne la podías echar en el cubata para que te enfriara la copa.

Antes del postre Charly se llevó a Dilenia a la cocina y le dijo «vas a pasar el resto de la cena más relajada». A mí me dice eso y lo primero que pienso es que me va a echar ‘droja’ en el colacao, pero no, Dilenia siempre piensa en la interpretación sexual. Las tesis de Freud se las dictó Dilenia con mensajes de voz de Whatsapp.

«¿Pero relajada, relajada?«, dijo ella, picarona. Pero no, no era nada de pasar por la piedra nada, era que Charly quería hipnotizarla.

Y la durmió dejándola caer sobre la cama. «No te acordarás de nada. Te encontrarás más dicharachera, más alegre, especialmente por estar junto a Javier«, le dijo. O sea, exactamente igual que había estado hasta ese momento. Así también hipnotizo yo, no te jode.

– Sofía Vergara, duerme… a partir de este momento estarás cañón y tendrás acento colombiano… ¡despierta!

TACHAAAAAAAAAAAAAAN

Los dos volvieron con el postre y Charly le prendió fuego al merengue flambeándolo con Armañac, que es el primo de Dartacán. La verdad es que el fuego fue muy poco de Juego de Tronos. Si los dragones echaran eso trabajarían encendiendo velas de cumpleaños y poco más.

«Yo creo que Javier se lo va a comer todo«, le dijo a los postres Dilenia, que después del hipnotismo se desató aún más y sólo le faltó tirarle condones a la cara al maromo para insinuarse.

Y entonces Charly reveló que había estado bajo hipnosis y los demás se quedaron como locos. Y por como lo locos me refiero a que les dio un mal rollo que se les cortó la digestión.

«En el momento que desperté no entendía nada«, dijo Dilenia. Pues los de la mesa… se cagaron en los pantalones lo que habían comido poco antes.

Y la Monja Hammon para qué queremos más: «Sufro por las almas, que la gente entre en otras dimensiones así porque sí… es una puerta que abres a todo género de entidades y demonios«, dijo. Vamos que haces una hipnosis y tienes que poner un gorila musculoso en la puerta para que no se te cuele ninguno con calcetines blancos.

Esta mujer se piensa que el hipnotismo es como la happy hour de los demonios.

Dilenia dijo que tenía «calor interino». Sí, de eso estamos seguros. Javier es como un microondas para ella, la calienta de dentro a fuera.

El fin de fiesta de Charly consistía en joder el césped del jardín con brasas ardiendo. «Entre otras cosas soy instructor de firewalking, andar sobre el fuego», les dijo. Lo normal. Este tío es como la coneja de Peppa Pig, que hace todos los trabajos.

«Vamos a salir por la puerta como personas liberadas» les prometió si pasaban por encima de las brasas. Sí, liberados de la piel de los pies.

En realidad era el timo de la estampita, porque sobre las brasas sólo se daban dos pasos, y tan rápido que en ese tiempo no daba tiempo ni a encender un cigarrillo. Tu haces eso con dinamita en los pies y ni estalla.

Raquel se atrevió a pasar por las brasas. «Me he sentido como la madre de los dragones», dijo. Pues no son caros los libros de texto de los dragones, se va a cagar este septiembre. Y una duda, ¿las madres de los dragones les pegan con la zapatilla? ¿Les van a buscar las cosas cuando ellos no los encuentran? ¿Son las mejores cocineras de ovejas carbonizadas del mundo?

La técnica para pasar era mirar al que se ponía enfrente, andar y luego abrazarse a él y limpiarse los pies como en el felpudo de tu abuela.

Dilenia también pasó y en esa caso las que se abrazaron fueron las brasas, porque Dilenia estaba más caliente que ellas. De hecho, para Dilenia creo que fue como andar sobre la nieve.

Todos se abrazaron y bailaron menos Monja, que pasó olímpicamente porque a ella eso de que la gente estuviera en las brasas no le molaba. Pues no quemaba gente la inquisición para que no le gusten las brasas. De verdad, que no hay quien la entienda.

Puntuaciones:

Monja: 3. Javier: 6. Raquel: 8. Dilenia: 7. La monja es una cortarollos.

1 comentario

  1. Dice ser Alberto

    He empezado a ver el programa por tus comentarios, cuatro debería ficharte.

    22 agosto 2018 | 14:19

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