Venirse arriba y arrimarse demasiado o cómo no bailar en una fiesta: lecciones de ‘Ven a Cenar Conmigo’

Santiago, arrimando más que Manolete.

Hay quien más que venirse arriba lo que hace es salir de Cabo Cañaveral adelantando por la derecha a los cohetes espaciales. Es el caso de Santiago, concursante de Ven a Cenar Conmigo, que piensa que bailar salsa es eliminar todo rastro de oxígeno entre tú y otra persona o en su defecto intentar a toda costa que tu pareja de baile vomite la cena por la vía del centrifugado.

Pero vayamos por orden: anoche la anfitriona fue Claudia, esa mujer que podría hacer de prota en Entrevista con el Vampiro 2 sin pasar por maquillaje.

Dijo que se llama Claudia Diamond porque es de madre inglesa, pero habla menos inglés que un presidente de Gobierno español. «No tengo ni pipa de inglés, puede haber gente que me hable en inglés e igual respondo, pero por señas», dijo Claudia, que la pones de intérprete en la ONU y te desata la III Guerra Mundial.

Además es bruja. En el tema del Tarot dijo «ni siquiera yo misma sé hasta donde realmente puedo llegar«. Hasta dónde puede llegar a inventar, debía referirse, porque lo del Tarot «es un hobby, ayudamos a quien quiere que le ayudemos»; dijo Claudia. Voy a obviar el hecho de que use el plural en «ayudamos».

Los neurocirujanos, no, los bomberos, tampoco, pero Claudia con su baraja de cartas sí que ayuda. Cuando Supermán se encuentra con un problema que no puede resolver llama a Claudia para que le ayude con el Tarot.

«Mi tipo de cocina es cocina arriesgada, porque dices saldrá bien o saldrá mal, no se sabe», aclaró antes de empezar a cocinar la muchacha. Que es como si yo digo «mi tipo de conducción de cazas de combate es arriesgada». Pero no, no era arriesgada, era suicida, porque era la primera vez que cocinaba.

Para Claudia la cocina es como el antiguo Egipto: está llena de misterios. Si Claudia vende su vitrocerámica y pone «nueva a estrenar» es NUEVA A ESTRENAR. Pero nueva que tiene todavía las huellas dactilares del operario que la montó en la fábrica.

«Vamos a ver si podemos sacar esto adelante porque yo no sé cocinar», insistió la muchacha, a pesar de que tiene unas uñas con las que puede cortar verduras en juliana sólo con un tamborileo de los dedos.

Su menú:

Entrante: Bocaditos variados. Yo lo habría llamado Pequeñas estafas sin cocinar. Eran tartaletas rellenas de «cositas». Una de ellos llevaba atún y maíz con mahonesa. Otra llevaba queso en crema y salmón. Otra rulo de cabra con cebolla caramelizada de bote y la última era una brocheta pequeña de bolitas de mozzarela, tomate cherry y una anchoa.

DICCIONARIO CLAUDIA-ESPAÑOL / ESPAÑOL-CLAUDIA.

Cocinar 
Del lat. coquināre

1. tr. Rellenar cosas compradas con cosas compradas.

2. intr. coloq. Copiar vídeos de cocina que me salen en el Instagram. 

Y una cosa os digo, Bob Esponja es un depresivo sin esperanza al lado de Claudia. Qué optimista es la muchacha. «Ya estoy viendo el premio, ya he ganado», dijo mientras ponía cosas dentro de las tartaletas.

«Cuanto más raro parezca más cocinera pareces«, aseguró. O sea, que si pones en un plato una zapatilla roída con purpurina por encima y un espaguetis seco a modo de cordones eres el puñetero Juan María Arzak.

Y sí, pasó: miró sus tartaletas juntas y dijo: «como Ferrán Adriá«. Ahora Ferrán Adriá está ingresado en la UVI porque anoche le empezaron a pitar los oídos hasta que estallaron. A Claudia no es que no le den Estrellas Michelín, es que le dan Eclipses Firestone.

Plato principal: Solomillo bañado. Para cocinar ésto se puso un delantal, pero porque «marca cinturita». A lo de no mancharse y eso que le den por el culo.

Claudia, preparándose para freír albóndigas:

Esta muchacha no ha tocado un solomillo en su vida. Bueno, un solomillo de cerdo. Bueno, un solomillo procedente del animal conocido como cerdo. Lo tocaba que parecía que estaba limpiando el culo de Alien recién cagao.

«Soy una persona que parezco muy tonta y muy niña pero me fijo en los detalles«, aseguró Claudia, que es como la Sherlock Holmes de los vídeos de cocina del Youtube.

Lo malo es que se le escapó el detalle de cómo hacer que los alimentos se calienten, No se acordaba qué botones encendían la vitrocerámica y para resolverlo rezó un avemaría a medias. Si Claudia llega a estar el día que se descubrió el fuego aún comeríamos las cosas crudas.

«Vamos a coger este utensilio tan gracioso que he visto por aquí«, dijo. Eran unas pinzas de cocina. Si unas pinzas de madera le parecen graciosas le das una Thermomix y se descojona dando alaridos histéricos que rechina los dientes hasta el loco de El Resplandor.

Para el punto de la carne usó un truco de dedos infalible. Te vas tocando el pulgar con el resto de dedos y lo duro que esté el mollete del dedo gordo es el punto de la carne. Método científico donde los haya. Y los del Can Roca cocinando a baja temperatura, ja ja ja paletos que no saben tocarse los deditos.

El baño del solomillo era nata con queso azul. Currazo. Hay un antes y un después de esa receta. Calcular la trayectoria de una sonda espacial es una mierda pinchada en un palo comparado con el trabajo de mezclar nata y queso.

Fran, ese seductor que deja a Don Juan como un adolescente tartamudo y virgen, le dedicó a Claudia unos versos:

Claudia, que no se te queme el solomillo

Que para eso estoy yo como un membrillo.

Pablo Neruda después de oír esos versos:

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Postre: Mousse de limón con gracia. ¿Es el hormigón armado antes de cuajar una mousse? Pues la mousse de limón de Claudia tampoco. Era nata, leche condensada y zumo de limón que tapaba unas galletas machacadas que había debajo. Creo que la mafia aprovechó para deshacerse de tres cadáveres debajo de la masa de esa ligerísima mousse.

«Es una cosa azucarada, no te va a bajar la tensión», dijo Claudia. No, pero te puede hacer diabético en la primera cucharada y matarte en la segunda.  Es el primer postre del mundo que se sirve con una jeringuilla de insulina al lado.

Claudia, que es como un diccionario andante de términos culinarios definió un exprimidor como un «artilugio de la NASA». Claro. Todos los putos transbordadores espaciales llevan exprimidor.

Los problemas del Apolo 13 eran que no les iba el exprimidor y tenían que hacerse el zumo pinchando las naranjas con un tenedor.

«Si dicen que no les gusta es pura estrategia porque esto está curradísimo. Yo a mi misma me premiaría«, dijo Claudia, que habilidades para manufacturar comida no tiene, pero autoestima tiene para proveer a todo el planeta. Si el amor propio se comiera los invitados de Claudia salían de su casa obesos mórbidos.

El primero en llegar fue Fran, claro. Creo que durmió en el felpudo. El aperitivo eran «unos montaditos» pero eran más bien desmontaditos, porque en realidad eran sándwiches informes con el pan de molde y el embutido cortados con el canto de la mano.

«Coges el montadito y le quitas la parte de arriba, porque he puesto la parte de arriba para proteger lo de abajo, como una trampa», explicó Claudia sobre sus sándwiches. No sé qué decir de ésto, en serio. Claudia piensa que la parte de arriba del pan de un bocadillo es para proteger.

Las fuerzas especiales de los marines de EE UU ya no llevan chalecos antibalas. Ahora llevan unas rebanadas de pan de molde agarrás con celo delante del pecho. Hasta balas de cañón para eso.

«A Claudia la he visto hoy un poco distante, rara, no sé», dijo Fran. A lo mejor está hasta las pelotas de ti, tío, que sólo te falta olerle el culo y hacerte pis en las esquinas de su casa.

Claudia les había dejado en la mesa unos sobres con cartas personalizadas, que buscaban enternecer al personal a machete. El solomillo no, pero sus corazones consiguió ablandarlos.

A Rosario le puso: «De ti me quedo para siempre tu elegancia, tu forma de vivir, tu sonrisa y que estás estupenda». Jamelga, que ti ví a hacer un viaje.

Santiago: «Eres un tío increíble, te llevaré para siempre (Claudia es un Uber) tu gracia, tu look especial y esa persona que hay dentro de ti». Una persona dentro de él… Santiago, en la mente de Claudia:

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Miguel: «Me fascina lo que me has enseñado, no por llevar uniforme la gente es mala, ni da miedo, te aprecio mucho». Claudia va a dejar de quemar coches patrulla. Ahora les va a pintar corazones.

Fran: «Tú eres tan especial por dentro, me llevo el coraje, la humildad, estás hecho un pedazo de hombre, seguro que de padre». Ni puñetera idea de qué significa esto último.

Se fueron a cotillear la casa Santi y Fran. Encontraron las cartas del Tarot, aunque yo creo que Fran buscaba el cajón de la ropa interior para llevarse un recuerdo.

Llegó el primer plato.

Miguel: «A mí me ha gustado, ha sido un plato breve, por la cantidad«. Y es que había mucha salsa, como para empapar el Everest entero, pero con lo que había de solomillo no había ni para hacerle pruebas de ADN. Claudia calculando raciones no es muy buena. Una vez le dejaron un mastín para que lo cuidara y a los dos días era un galgo.

A Claudia le daban indicaciones sobre cómo hacer un poco más y dejar más dorada la cebolla caramelizada y ella decía «me lo apunto para la próxima», pero quien lo ha apuntado es el fabricante del bote de donde la sacó.

Al ver el plato y la escasez de solomillo Fran se puso a reír y claro, Claudia se cabreó primero y se puso a llorar después. «Yo no sé cocinar y he hecho lo que he podido», dijo llorando. También es verdad que Claudia no retiene líquidos. Es que llora tanto que yo creo que ni mea.

«Lo que le falta es cantidad», dijo Fran y Claudia, que acepta muy bien las críticas, le dijo «no». Fran ya no folla.

Todos le dijeron que había poco y dudaron que la salsa la hubiera hecho ella. Y Claudia entró en cólera en la cocina. Esta chica acepta las críticas igual que cualquiera de nosotros aceptaría una puñalada.

Para cuando llegó el postre Fran ya no tenía cojones a reírse. «De lo que más me ha sorprendido, porque dentro de la sencillez tiene mucho sabor a limón«, dijo sin mirar a los ojos a Claudia. Algo complicado por otra parte, que si claudia mira a Medusa es Medusa la que se convierte en piedra.

«Las sensaciones con Claudia no son buenas«, dijo ya Fran. No, hijo, las sensaciones son de que más vale que no tengas callos en las manos porque vas a tirar de cinco contra uno hasta el día del juicio final.

«Noto un poco seco el fondo«, dijo Santi sobre el postre. «¿Seco el fondo? ¡Si está de muerte!», dijo Claudia, que te pone papel de lija con tomate y te escupe si le dices que te rasca.

«Mis compañeros, que no sé cómo llamarles… han sido insípidos… estaban como el arroz de Santi», valoró al final Claudia al ver que no su alta cocina no había sido entendida por esos paletos que esperaban comer suficiente como para no morir de inanición. Avariciosos.

Para el fin de fiesta llegó un muchacho mulato y al verle Rosario exclamó «¡Ay, por favor, qué negrito!». Era su forma de decir «moreno, que me subo encima tuya y te cabalgo que vamos a ir de Tucson al Cañón del Colorado adelantando diligencias».

Roberto, que era el chaval, les dio una clase de salsa. De salsa roquefort.

«Yo no bailo, así que me he sentido desplazado«, dijo Miguel, que es un refugiado dancítico.

Y ahí fue cuando Santiago se empezó a venir arriba y le dio el síndrome de King Kong y cogió a Rosario en volandas y empezó a darle vueltas. La mujer se alegró de haber dejado el testamento hecho, porque eso pintaba a huesos rotos por doquier.

«No me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no que me tiras», dijo Rosario.

Pero no acabó ahí el éxtasis de Santiago, que se acopló a hacer la conga justo detrás de Claudia y se puso a darle… a ver cómo lo explico, a dar con el badajo en lo gordo de la campana, en el trasero de Claudia que casi la deja embarazada.

Entre la entrepierna de Santiago y las nalgas de Claudia no cabía un folio. Pero encima es que Santiago le daba unos viajes que si le pones encima de un poste de metal te lo clava en el asfalto. Qué martilleo, metes un trozo de metal candente entre el pene de Santiago y el culo de Claudia y te forja una espada. Qué despropósito… 

Puntuaciones: Miguel: 5. Santiago: 4. Fran: 5. Rosario: 4. Mira, con todo, Claudia ha quedado mejor que Santiago. Y no es bueno estar delante de Santiago, visto lo visto.

2 comentarios

  1. Dice ser Vergüenza

    ¿Pero todavía hay alguien que siga estos bodrios? ¡Qué vergüenza de país inculto!

    10 agosto 2018 | 12:21

  2. Dice ser Nanú

    El del viernes, con Rosario, no tiene blog??? Esperandolo con ansia!!!

    13 agosto 2018 | 21:43

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