Un comensal de ‘Ven a cenar conmigo’ acaba herido tras un accidente con un plato: historia de una exageración

Un segundo antes de la carnicería contra Miguel.

Si hubiera una Universidad de Anfitrionismo usarían el vídeo de la cena de anoche de Ven a cenara conmigo como ejemplo de lo que no se debe hacer si te toca recibir invitados en casa. Porque sólo hacerles entrar y pegarles con una tabla llena de clavos oxidados podría ser mucho peor que lo que sucedió en la cena de Santiago, el anfitrión de anoche.

La cosa comenzó con la presentación del propio Santiago: «El mundo de la moda es algo que me ha encantado toda la vida, muy vinculado al arte». En su caso al arte abstracto, porque el muchacho se viste que si un día combina por casualidad dos prendas, se lleva un disgusto.

«Es muy importante que un buen anfitrión debe ser divertido y debe haber buen ambiente, buena energía, buena vibra«, dijo. Lo que pasa es que tal y como salió todo con lo de buena energía debía referirse a dejar cables pelados por la casa, para provocar electrocuciones con buena vibra, una vibra a 220 voltios, que es la buena.

Santiago se puso a cocinar con el batín con el que el señor de la mansión Playboy recibía a los repartidores de pizza. Eso debe ser inflamable a más no poder. Te salta un poco de aceite caliente y lo siguiente que se sabe de ti es que te están vendiendo en un Carrefour como carbón para barbacoas.

El muchacho tiene una ayudante de cocina que se llama Marta y es una tortuga. «Mira cómo saca la cabecita, sólo le falta hablar«, sí, llévala a la tele, Santiago, que saca la cabeza. Gana Factor X fijo.

– ¡MIRAD MI CABALLO, MIRAD, TIENE CUATRO PATAS Y CORRE! ¡ES UN PUTO MILAGRO!

Su menú:

Entrante. Caldereta de carabineros súbitos. La caldereta lo llevaba todo. TODO lo que había en su cocina. Incluidas nueces y cacahuetes. No tenía mala pinta, oye. Lo que pasa es que eso te lo comes y tienes nutrientes para sobrevivir un mes. Con lo que puso en cada plato podría comer una familia de cuatro miembros tres semanas haciendo cinco comidas al día.

Principal: Marisco de la muerte súbita marinado. Vamos con marisco, más marisco. MARISCO. Santiago toca más marisco que un pescadero gallego, joder. Las mariscadoras salen a currar a la ría con camisetas con la cara de Santiago, que les está pagando los estudios a sus hijos.

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Por otro lado el nombre del plato es genial: Marisco de la muerte súbita. ¿Por qué no Marisco de retorcerse y asfixiarse, o Marisco de reventar por dentro o Marisco desearás que llegue la parca y te viole con la guadaña cuando pruebes ésto. Nombres sugerentes para una carta.

Y como en esta edición está de moda cocinar con animales, pues le puso a la tortuga una gamba, ya que estaba en la cocina. Las tortugas de tierra, esos animales que comen hortalizas, verduras, frutas y putas gambas. Lo que encuentran en su hábitat, vamos. Yo trabajé en una pizzería y anda que no llevé pedidos a casas de tortugas.

Postre: Orgásmicos varios. Pero ni orgasmos ni varios.

Eso sí, Fran está de un caliente que no puede ir al bosque, porque arrima el pene a un pino y le prende fuego. Fran mete el ciruelo debajo de una rejilla y puede hacer chuletillas de cordero a la brasa.

Así que dijo que quería «una zona íntima donde tener un orgasmo con otra persona». Sí, ya sabemos con cuál: Claudia. Fran está con Claudia que la persigue como si fuera un indio arapahoe siguiendo a un ciervo herido.

Rosario se sumó a lo de los orgasmos, pero ella quería «tres o cuatro». Sí claro, ni que las mujeres pudieran tener más de un orgasmo, u orgasmos largos… ja ja ja, qué tontería. De hecho, ¿existe el orgasmo femenino? JA JA JA Mitos y leyendas.

El caso es que los orgasmos esos eran magdalenas compradas a las que convirtió en «súbitas». Las agujereó con un «punzón» que tenía pinta de dilatador anal.

Y una vez que les había dejado a las magdalenas el agujero como la boca del metro, les echó chocolate. Y mermelada. Y luego las apuñaló de nuevo. Eso ya es ensañamiento. Y para acabar esa curradísima receta, les puso nata de bote por encima. Todo artificial. Le faltó poner aceite de palma en una taza para poder mojar la magdalena.

Y luego intentó hacerle tragar nata a la pobre tortuga, que si las tortugas supieran saltar, ésta ya se habría arrojado por el balcón.

La tortuga de Santiago, en sus sueños, cada noche:

turtle falling GIF by Cheezburger

Después de intentar hacer que su tortuga se convirtiera en un profiterol relleno, Santiago dibujó en el suelo de la cocina un corazón con la nata, rodeando a la pobre tortuga, que habría preferido estar rodeada de un anillo fuego.

La magdalena, a base de echarle cosas por encima (porque aún le echó canela y no sé qué más), quedó como si se hubiera descolgado un mueble de la cocina y le hubieran caído encima todas las cosas que había dentro. Eso ya no eran magdalenas, eran MalDalenas.

Para ponerse pintón, gallardo y pinturero, Santiago se pone un rosario que no se cuelga, se lo mete a roscachapa por la cabeza que si tarda un poco se le corta la circulación y se desmaya.

El primero en llegar a la cena fue Fran, que apreció que en su casa Santiago tiene cosas muy de cuidar los detalles, como cortinas puestas con chinchetas, que lo de las barras y las anillas es de snobs.

Después llegó Claudia, que es la persona a la que recurren los críticos gastronómicos cuando tienen dudas. Por eso nada más llegar y al ver el aperitivo dijo «uy, pizza otra vez». Era empanada gallega. Claudia ve menos que un gato de escayola encapuchado.

«Esto más que una empanada parece un deshecho gallego, ¿eh?«, dijo Fran, que como tenía a Claudia al lado tenía que hacerse el machote y el chulo, pero le salía regular, un poco tosco, como rural. Fran es un macho Alfalfa.

Y ahí comenzaron los esfuerzos de Santiago por matar a Miguel. Creo de hecho que Santiago pertenece a algún tipo de grupúsculo antisistema en contra de que las viejas crucen la calle seguras y por eso quería quitar de enmedio a Miguel, que es la tapadera de Cruzavieján, un superhéroe que mueve ancianas de una acera a la otra.

Dentro de un trozo de empanada había un palillo. Justo en el trozo que cogió Miguel. ¿Casualidad? No lo creo.

«Me he clavado el palillo en la boca», exageró un poquito de nada Miguel.

Como nosotros lo vemos:

Como lo ve Miguel:

Y claro, si Miguel de por sí es de poner más pegas que tu madre al ver a tu novia, ahí empezó su carrera criticantística. Se indignó porque no había mantel en una mesa de cristal.

Él y Rosario se fueron a cotillear, en plan «CSI».  Santiago había dejado ropa y zapatos por encima de la cama que eso parecía un expositor del ZARA el último día de rebajas. Te pones a sacar ADN de ahí y te salen trazas de hasta neandertales.

Fran se había quedado solo con Claudia y eso es como si dejas a un zorro con una gallina metidos en una caja. «La verdad es que siempre estás guapa, pero hoy estás explosiva. Súper explosiva como vas vestida«, le dijo Fran, que es un maestro de la sutileza.

– Siempre vas guapa, pero hoy te comía el papo que iba a poner hasta servilleta en el cuello de la camisa, moza.

Cosas sutiles así.

Esa declaración a Claudia le pareció de «educado» y aseguró que Fran «no le tira la caña». No, no te tira la caña, Claudia, corazón, te está arponeando. Te está haciendo una pesca de arrastre que se caga la perra marina. No te tira la caña, te está haciendo una almadraba. Sólo le falta ponerte en una caja de corcho blanco.

Llegó el primer plato.

«Yo soy alérgico al marisco, artista«, le dijo Fran, con una chulería que me dio mucho asquete. ¿Le podía haber avisado al entrar? Sí, pero así no se luciría ante Claudia. Si yo fuera la muchacha no me iría con un tío que es alérgico a la almeja. Sí, yo también soy sutil.

«Bien de temperatura, pero el arroz pasado, le faltaba sabor, soso…«, dijo Miguel, que acaba antes diciendo lo que le ha gustado que lo que no.

«El arroz estaba como papillas, la gamba cruda, la cigala… no sé, era todo muy rara«, añadió Claudia, que tiene el mismo vocabulario que un niño de seis años abandonado de bebé en el bosque.

El caso es que más que caldereta eso era una hormigonera y con el arroz de podían pegar ladrillos.

Llegó el segundo y se mascó la tragedia.

Por un lado, cayó perejil en el brazo de Fran, que dijo «de esto no me eches que me matas«. El perejil asesino. Si en la primera Guerra Mundial llegan a bombardear con perejil, se acaba en quince minutos.

Y al sacar la segunda tanda de platos Santiago iba tan nervioso que un plato que llevaba tapando a otro, a saber para qué, iba tintineando que parecía la campanilla de un leproso cruzando la Gran Vía.

Y se le cayó el plato. Sobre Miguel, qué casualidad, y le hizo dos cortes. Eso no era un plato, era una estrella ninja. En la próxima de Fast & Furious los malos en lugar de disparar van a lanzar platos.

Los platos le hicieron a Miguel unos cortecillos minúsculos. Si ese mismo corte se lo hace un niño de tres años y le dices «uy, te has hecho pupa», te dice «¿esto es una pupa, medio mierda? En serio, eran un pellejillo levantado y poco más.

«Te preocupa porque ves salir sangre y la sangre es muy escandalosa y dices caramba ¿dónde me he cortado? y llevaba sangre por todos lados y estaba sangrando», lo describió Miguel, como si en lugar de un plato a Santiago se le hubiera caído sobre él una motosierra y le hubiera amputado los dos brazos.

Le hicieron una cura encima de la mesa, lo que recomiendan todos los médicos y enfermeras del mundo. De hecho, yo he visto operar riñones encima de una mesa camilla con la merienda puesta.

Menos mal que estaba ahí Rosario para ponerle una tirita y evitar que a Miguel se le salieran las vísceras por el cortecito del dedo. Miguel ha pedido ya cita con el doctor Cavadas para que le recomponga el estropicio.

«Rosario ha tratado en todo momento de quitarle importancia a lo que estaba ocurriendo. Posiblemente para ella no tenía ninguna importancia, pero para mí sí», dijo Miguel, que es muy sensible y todo le afecta y hace pagar caros los agravios.

A Miguel una vez un niño le sacó la lengua. Ese niño lleva en prisión desde entonces y se calcula que salga de Alcalá-Meco para cuando tenga cuarenta y cinco años.

Santiago acaba fusilado, os lo digo.

El anfitrión aún se atrevió a llevarles el postre y apareció con la magdalena y los comensales comenzaron a descojonarse directamente. tercer intento de matar a Miguel, porque se estaba riendo que casi le da un ictus.

«Es una magdalena casera que lógicamente yo no la he hecho«, dijo Miguel. Ah, vale. Y ésta tortilla de patata la he hecho yo y luego la llevé a Mercadona para que la envasaran, le pusieran su logo y la sacaran a la venta.

Para Rosario fue un coitus interruptus sin orgasmo ni hostias. No le gustó ni a las propias magdalenas, que lo mismo fundan un grupo de Whatsapp para poder poner a parir a Miguel.

El fin de fiesta era un pase de modelos donde Miguel les puso ropa. Lo que pasa es que era un pase de modelos para la Pasarela Vagabundeles, porque les puso harapos y andrajos que si montas un desfile con cosas de un contenedor de ropa te queda más conjuntado.

Puntuaciones. Miguel: 2. Fran: 6. Claudia: 4. Rosario: 2. Y eso que Fran no cenó más que jamón y queso…

2 comentarios

  1. Dice ser nerea

    Gus! Genial, como siempre!
    Solo una cosilla, repásame esos últimos párrafos que creo que has cambiado a Santiago por Miguel… Jejeje
    Hasta la próxima! Ongi izan!

    09 agosto 2018 | 13:19

  2. Dice ser Jordi

    La mayoria de las veces es mareante esto de que te inviten a comer. Mas vale ir a un macdonals que al menos no hacen tantas guarrerias como lo que se ve aquí.

    09 agosto 2018 | 23:31

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