Archivo de junio, 2014

La dichosa manía de alargar los programas hasta la náusea

El día menos pensado podremos leer en todos los periódicos (en éste en el que mejor y más bonito) que la Guardia Civil ha entrado en un chalet de las afueras y ha detenido a una banda que se dedicaba a adulterar programas de la tele, a “cortarlos” para sacar más producto, como se suele decir.

Es que no hay otra explicación para el ansia canina que le ha dado a Telecinco (sobre todo) por apurar sus programas haciendo refinales y requetefinales y las finales de la final que son semifinales de una final finalísima.

Me puedo imaginar a sus directivos pensando que ya que lo han pagado lo aprovechan, y haciendo lo mismo con el almuerzo, rebañando con pan hasta que le quitan el esmalte al plato. Y claro, lo que te dan tiene menos contenido que el bolsillo de Carpanta.

Lo único que consiguen es que las gentes de bien (como mi menda) nos sintamos más engañados que un alemán cuando llueve en Mallorca. De esto que parece que el tío Paco palma y ya te ves heredando cuando el jodío vuelve a toser. Muy triste.

Pongamos un ejemplo práctico: Supervivientes. Y un caso: los cuernos de Chiqui.

Pues bien, lo de Chiqui lo supimos cuando su novio lo dijo, más o menos a la mitad del concurso. A partir de ahí, el tema en el plató en todas las galas y vídeos de Chiqui hablando de la fidelidad, de que su marido molaba a cholón, etc…

Una gala en la que llevan al marido a que le cuente a Chiqui que se ha dedicado a enseñarle el badajo a todo bicho viviente que se ha cruzado por internet.

En el resto de galas, entrevistas a ambos a ver qué tal están, si se dejan, si se matan o si enseña el susodicho el calvo de cabeza colorada.

En la gala final, más vídeos, debate y vueltas al tema, con vídeos que he visto más veces que el de mi primera comunión. Y ojo, lo mismo se habla en el debate, lo mismo en Ana Rosa, Sálvame y hasta el cura de la iglesia que hace el sermón de eso.

Y por si fuera poco… ¡¡UNA PUÑETERA RE-GALA FINAL CON LO MISMO!!

Total, acabas de Chiqui, de sus cuernos y del lenguado exhibicionista de su marido hasta los mismísimos huevos alforjitas del amor.

Lo peor es que esto mismo lo han hecho con Gran Hermano y sobre todo, y esto sí que tiene más delito que cagarse en el felpudo del vecino, con ¡Mira quién salta!.

Esta edición no la han visto ni los cámaras, que se ponían gafas de sol para dormir en los rodajes, y encima van y hacen una final extra. Por si alguien no se había decidido a coger un libro.

Porque a veces pienso que en realidad el Gobierno no nos quiere adocenados y cazurros, sino cultos e ilustrados y ha montado un complot para condicionarnos a lo perro de Pávlov y que cuando veamos la tele nos entre un condicionamiento negativo que nos lleve a leer y a culturizarnos.

O eso o Telecinco se quiere ahorrar pasta y no se le ocurre qué poner…

La vegana de MasterChef monta una carnicería con una langosta viva

Lo primero que quiero decir sobre el MasterChef de este año es que quitando a Emil y Mateo y a dos más ahí no sabe cocinar ni el tato.

Tienen la misma idea de cocina que el del bar de abajo, que hace el pulpo cocinándolo con un mechero.

Hay una cosa que no me explico: ¿qué narices hace aún en el concurso Celia, la vegana? Por el amor de dios, si podrían usarla como arma química en la próxima Guerra Mundial mandándola a cocinar para el ejército enemigo.

El caso es que anoche comenzaron a cocinar con azafrán. Cada uno tenía encima de la mesa un pequeño cuenco con azafrán. Al precio que está y como están las cosas, soy yo y salgo echando patas con el azafrán en el bolsillo.

El caso es que podían elegir qué querían cocinar. ¿Y qué eligió Celia, la vegana? ¡¡PUES UNA LANGOSTA VIVA!! Hala, con dos mejillones. Tenía verduras como para poner a dieta al gigante verde, a unas malas, incluso un montón de cosas ya muertas, pero no, va y coge un bicho vivo.

Pero ojo, que no era una quisquilla ni una cigala, era una langosta de un tamaño que podría tener DNI. Eso lo sacas a pasear al parque y se come vivos a los pitbull.

Pero nada, oye, Celia la cogió, preguntó cómo tenía que darle el tajo y le dio una cuchillada que valía para matar a la langosta o a un elefante.

Y ahí se montó una que la matanza de Texas parecía a su lado una peli de Disney. El cuchillo metido en la cabeza de la langosta, que era como la cabeza de un san bernardo, y aquello soltando chorros de sesos y agua que haría vomitar a los guionistas de Saw.

«Aunque sea feo matarla es lo que le va a dar más sabor», dijo la muchacha. Pues nada, espero que no considere nunca que un señor con bigote con el que se cruce pueda tener sabor, porque lo acuchilla allí mismo.

«Yo estaba tranquila, he visto que ella también estaba tranquila«, dijo. No me jodas. ¿Que ella estaba tranquila? ¿Y cómo quería que estuviera la langosta? ¿Pidiendo clemencia o reclamando los derechos humanos? ¿Qué quería, que sacara el bicho una navaja para tener un combate justo?

«En ese momento tienes que abstraerte de todo«, decía sobre el momento de entrar a matar, «porque si no te pones a llorar y hay que ir para adelante». Creo que eso lo ha leído en el diario de Jack el Destripador.

¿Sabéis cuál es el problema? Que la muchacha para ser vegana sabe de cocina vegana lo que yo de cocina marciana. ¿Esta muchacha qué narices ha estado comiendo hasta ahora? ¿Lechuga?

El caso es que pasó lo que tenía que pasar: fue la expulsada. La muchacha (lo creáis o no) no me cae mal así que me dio un poco de pena.

Sobre todo porque dijo que había dejado su trabajo fijo de siete años para ir al programa. Espero que la recoloquen…

Chicotes y Supervivientes estirando la cosa

Hay regresos y regresos y vueltas de tuerca y vueltas de tuerca.

Dos ejemplos prácticos: Supervivientes y Pesadilla en la Cocina en los regresos de Chicote.

Anoche asistimos al debate final de Supervivientes, que podría haberse llamado «vamos a hablar otra vez de lo mismo, a poner las mismas imágenes y a aburrir al personal hasta que se le pare el corazón a diez o doce personas de pura apatía».

Lo que pasa es que les quedaba largo para el jastag ese y claro, le pusieron lo de debate final.

Por otro lado estaba Chicote regresando a restaurantes en los que habéis estado en otras temporadas, a ver cómo les ha ido tras un tiempo.

Y eso sí molaba. Porque es una forma original de ampliar un programa, de darle una vuelta de tuerca y porque se basa en la curiosidad.

Es como ver a un antiguo amigo y que te cuente cómo le ha ido. Bueno, y porque mola ver las caras de Chicote de:

a) Felicidad tipo niño gordito cuando encuentra un bollo escondido al ver que un restaurante que él reflotó va bien y los dueños siguen sus enseñanzas.

b) Cara de pena como ir a ponerse un vaso de zumo y que el cartón esté vacío cuando llega a un restaurante y descubre que sus dueños se han pasado los consejos por el arco del triunfo.

Y además, se puede volver a disfrutar de los personajes, entes y demás formas de vida con los que ha tratado Chicote. Por ejemplo, es alucinante ver a la cocinera que se dedicaba a tirarle chuletas a sus jefes es ahora una empleada modelo, feliz y deseosa de montárselo con Chicote.

Así que, resumiendo: Chicote 1 – Supervivientes 0.