Empezamos semana con uno de los elementos que quizá sea más emblemático del mundo del deporte: el balón de baloncesto.
Si pensamos en este popular deporte, es difícil no hacerlo de manera automática con la típica pelota naranja con sus característicos ocho paneles separados de líneas negras.
Construida en goma (a nivel aficionado) o en cuero (a nivel profesional), la pelota de baloncesto tiene un diámetro de entre 715 y 770 mm (dependiendo si es basket femenino o masculino), y normalmente cuenta con un núcleo inflable de caucho.
Su color, tradicionalmente, es el naranja (debido al color del cuero desgastado de las pelotas originales), pero en la actualidad se pueden ver de varios colores (como las tricolores —rojo, blanco y azul— de los Globetrotters o de la extinta ABA) o combinando tonalidades claras y oscuras en los paneles, como podemos ver actualmente en la ACB o la Euroliga.
En cuanto a su historia, hay que destacar que al principio, al baloncesto se jugaba con balones de fútbol, tal y como diseñó James Naismith este deporte en su colegio de Springfield, Massachusetts, en 1891. Poco después, se creó un balón específico para el baloncesto, que adoptó su forma actual y tradicional en 1942. En los 80 empezaron a fabricarse con materiales sintéticos, pero en la NBA se siguen usando de cuero.
En lo que se refiere a las marcas, una de las más conocidas es Spalding, que fue la primera marca que fabricó balones de basket ya en la época de Naismith. Durante casi cuatro décadas, el balón oficial de la NBA era Spalding, hasta que en 2021 se pasaron a Wilson, marca estadounidense que también produce los balones de la NCAA. Spalding produce ahora los balones tanto de la ACB como de la Euroliga.
Otra marca conocida es la japonesa Molten, que produce los balones de los torneos FIBA y la mayoría de las ligas europeas, y que cuenta con un diseño especial de 12 paneles en vez de los tradicionales ocho.
Espero que os haya gustado el artículo de hoy. Hasta mañana.