Hay estrellas del celuloide, especialmente de los ’80, que llegados los ’90 cayeron en el olvido. Algunas de esas estrellas consiguieron remontar sus carreras llegado el nuevo milenio, como Sylvester Stallone y otras, como Schwarzenegger, se retiraron en su cúspide para triunfar en política y volvieron a la pantalla cuando la ola de la nostalgia volvía a llevarlo a la cresta sin pasar por el fondo (bien por Arnold).
A otras de esas estrellas merece la pena echarles un ojo a fondo, como es el caso que nos ocupa hoy: John Travolta, a quien adoramos por películas como Fiebre del sábado noche, Grease o Pulp Fiction, pero que en los ’90, no se sabe muy bien si a pesar de o por culpa de ¡Mira quién habla! o Primary Colors, empezó a tambalearse. Personalmente, creo que fue Be Cool (2005) la que volvió a recuperarlo.
Por suerte para Travolta, sin embargo, en su vida siempre ha habido dos cosas por encima de su carrera interpretativa: su familia y la aviación. No sé si lo recordaréis, pero incluso salió en un episodio de Los Simpson pilotando un avión.
El actor aprendió a volar cuando tenía 15 años, y desde entonces ha ido acumulando tantas licencias como aviones tiene en su colección, al punto de que su casa de Florida incluye su propia pista de despegue y aterrizaje donde puede maniobrar con, por ejemplo, su Boeing 727 o su Bombardier Challenger 601. Como él mismo ha dicho en alguna ocasión: «La aviación siempre lo ha sacado de sus momentos más tristes». Lee el resto de la entrada »