Estrenada en 1984, sólo cinco años después de la primera publicación del libro original en alemán de Michael Ende (que huelga decir que fue un éxito rotundo), La historia interminable es una de las películas de culto absoluto de nuestra infancia.
La cinta es también una de las responsables directas de que millones de niños de los ’80 nos apasionáramos por la lectura. Que levante la mano todo aquél que, después de ella, se escondiera a leer con una linterna bajo una manta. Todos quisimos ser Bastian. O Atreyu. O la Emperatriz Infantil. Daba igual. Todos quisimos vivir nuestra propia historia interminable. Todos creímos en la magia tras las letras.
Barret Oliver daba vida a uno de esos tres personajes principales: Bastian. El niño que huyendo de sus acosadores se escondía y empezaba una aventura fantástica (e interminable).