La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

Archivo de mayo, 2008

Café Hafa, el final de una época

Ayer estuve de nuevo en el Hafa (fundado en 1921) y me di cuenta de que esta ciudad está cambiando deprisa; el Hafa ya no volverá a ser lo que era. Abajo, en el mar, varias escavadoras removían la orilla y las rocas, emitiendo, estruendoso, el ruido del progreso que, dicen, está llegando deprisa a la ciudad… Era tan desagradable que casi había que taparse los oídos. ¡Ya no volverán nunca más esos días de flores y aromas que, al mirar hacia el acantilado, revoloteaban en el viento! Hasta hace dos días sólo se veían las olas rompiendo y el vuelo de la espuma! ¡Ya no habrá más arrullos marinos en el Hafa! A partir de ahora sólo habrá ruido… y coches pasando como una tempestad de chatarra. Primero harán una carretera pequeña; luego una autovía… Y terminarán haciendo una autopista de dos pisos como han hecho en Río de Janeiro, en Nueva York y en otras ciudades del mundo para descongestionarlas. De modo que el Hafa…, aunque no muera, ya siempre estará herido.

Y cuando los poetas, soñadores, enamorados, viajeros, artistas de toda índole… se acerquen a él, se asomen a este balcón del Estrecho desde sus terrazas y ensueños, ya no podrán mirar a la orilla de enfrente volando sobre un paisaje virgen y mítico, sino que lo harán enredados sus ojos en esos artefactos llamados automóviles. Y por sus oídos, en lugar de música, canto de gaviotas, sólo entrará ruido. Definitivamente, a los visitantes al Hafa el olfato se les ahogará en el veneno de la contaminación…

Menos mal que el té a la menta, o con hierbabuena, o el aroma del hachís, seguirán aliviando la tristeza de asiduos y viajeros impenitentes. Y siempre cabrá recordar aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Bueno, por lo menos nos quedan los sueños y los recuerdos de tantos ilustres (André Guide, Tennessee Williams, Paul Bowles, Truman Capote, Luis Eduardo Aute, Los Rolings…) que llegaron aquí a arrullar la pereza mientras imaginaban cómo harían realidad sus deseos.

España vende finca en Tánger

No deja de llamar la atención que un Estado venda parte su patrimonio en otro Estado. L´Etat espagnol vend un immeuble, reza en el anuncio publicado estos días por el Consulado de Tánger en algunos periódicos marroquíes; entre ellos en Le matin, L´Opinion y Le Journal de Tanger.

Se trata de una finca de 8.046 m2, situada en la ladera norte del barrio del Charf (orientada hacia el mar), muy cerca de la nueva estación de tren. El área está en plena expansión urbanística en estos momentos. Numerosas inmobiliarias construyen torres de apartamentos, hoteles y complejos de ocio en la zona. El precio de salida es de 3.200.000 € y el Estado español aceptará ofertas en sobre cerrado hasta el próximo 30 de mayo a las 13 horas.

¿Pero, por qué España se desprende de este patrimonio? Según el Consulado, porque ya tiene en Tánger una parcela de 160.000 m2, en la que una gran parte de esos metros están sin utilizar. (En la misma se ubican el hospital español, el Instituto Cervantes, el instituto Severo Ochoa, el colegio Ramón y Cajal, la Cámara de Comercio y el propio Consulado). Además, se asegura, la parcela —actualmente es un vivero que explota una familia marroquí en régimen de arrendamiento— no da “ni para pagar los impuestos”.

Si España quiere invertir en Tánger, tiene edificios y terreno suficiente donde hacerlo, se insiste desde el Consulado. En cualquier caso, ¿no da un poco de pena?

Menores marroquíes… como el que viene a un Erasmus

Sólo en Andalucía hay más de 1.100 menores en centros de acogida. ¿Qué hacer con ellos? Según la consejera de Igualdad y Bienestar Social, Micaela Navarro, en su mayoría no son niños abandonados, sino que detrás tienen una familia que les quiere. “Se pueden contar por decenas las llamadas telefónicas que estos niños reciben por parte de sus familias. Una familia que no quiere al hijo, no se interesa por saber si ha llegado o no. Y muchas veces sabemos que un menor inmigrante viene porque su familia llama antes”, explica la consejera de Bienestar Social.

En la entrevista publica ayer en el Ideal de Granada, realizada por M. Victoria Cobo, Micaela Navarro aborda el tema de los menores sin tapujos y de algunos dice que vienen a hacer un Erasmus. También de sus palabras se desprende una cierta desesperación y no poca impotencia. Impotencia, sobre todo, ante la actitud del Gobierno marroquí que no acaba de asumir que son sus hijos y que es con su familia con quien deben estar y no en un centro de acogida español.

Es verdad que la Unión Europea debería hacer más al respecto. Para empezar, no estaría demás que coordinase un programa único de acogida y repatriación con Marruecos. Pero eso parece una utopía por el momento. Y mientras esto llega, más de un país, España por ejemplo, —y Andalucía en concreto—, está con el agua al cuello. En España no se sabe qué hacer ya con tanto niño abandonado… Marruecos debería aceptar diligente la repatriación y… eso sí, si necesita ayuda para integrarlos, educarlos, darles de comer… que la pida, pero que no abandone a estos niños porque un menor marroquí abandonado en España va a tenerlo muy difícil para salir adelante.

Marruecos engorda

En una entrevista con Efe, uno de los actuales gurús de las dietas, el francés Michael Montignac asegura que “la obesidad no es exclusiva de los países ricos”, que también los pobres, o aquellos que están en vías de desarrollo, pueden llegar a tener este grave problema.

En el caso de Marruecos, Montignac atribuye la obesidad emergente al alto consumo de glúcidos; no tanto al de grasas, que ésas, si se quiere, hasta puede que escaseen en algún grupo social. Los glúcidos —alimentos ricos en la creación de azúcares en el organismo humano— son para Montignac la fuente de todos los males. Su dificultad para asimilarlos conlleva la transformación de éstos en grasas de reserva que son las que nos hacen engordar.

La cuestión es que por aquí lo dulce está a la orden del día… No hay más que darse una vuelta por las ciudades marroquíes para ver la cantidad de panaderías/pastelerías que existen. También si asiste a alguna de sus celebraciones se comprueba enseguida que el dulce artesanal es parte importante de la fiesta… y de la dieta.

Así, pues, lo que Montignac percibe de Marruecos parece ser cierto. La mejor prueba de ello está en las escuelas. Hace diez años era muy difícil, por no decir imposible, encontrarse a un niño o una niña que tuviese sobre peso. Hoy lo normal es que haya, como mínimo, dos o tres escolares por aula a los que ya les es imprescindible perder peso. También en los hombres se observa esta tendencia. Los hombres marroquíes han mantenido hasta ahora una figura espigada, en general; hoy se percibe ya en ellos un cambio de tendencia. Supongo que a esto contribuye la influencia americana y la comida basura que empieza a campar por aquí…

Marruecos, huerta de Europa

Se quiera o no, Marruecos se está convirtiendo en la huerta de Europa. Por ejemplo, la exportación de tomates a la Unión Europea ha pasado de 150.000 a 300.000 toneladas en el periodo 2000-2007, superando ya la exportación total de las Islas Canarias de este producto. Pero además compite con fresas, calabacines, pepinos… e incluso con ajos. Vean, si no, algunos de los datos que han aparecido estos días en algunas noticias de agencia:

En hortalizas, las exportaciones de Marruecos crecieron un 25% en el último año. Destacan los tomates con un 37%; un 28% el pimiento; el 57% las cebollas y el 16% el calabacín. En algunos productos, como la judía verde, Marruecos domina el mercado comunitario. Y en frutas, la mayor “preocupación” de los agricultores españoles se centra en la uva de mesa, el melocotón y la nectarina; sin olvidar la fresa, el melón o la sandía.

Marruecos dispone de tierra fértil, agua abundante en algunas regiones y buen clima para la agricultura. Pero sobre todo tiene una mano de obra barata y poco reivindicativa. Los españoles están enterándose ahora, pero los franceses lo supieron siempre. Incluso después de la independencia del país, en 1956, muchos empresarios franceses buscaron fórmulas que les permitieran seguir instalados aquí; luego vendrían alemanes, holandeses… dispuestos a hacer producir las tierras feraces del sur del Atlas. Finalmente han llegado los españoles: desde hace una década, murcianos y valencianos; ahora aterrizan los andaluces. Así que, no va a ser fácil resolver el “contencioso agrícola” entre los países mediterráneos de Europa y Marruecos. Por un lado la agricultura europea es cada vez más cara y pierde mercado… Pero, por otro, son los propios empresarios europeos los que trasladan aquí, a Marruecos, sus negocios buscando mejores condiciones.

Marruecos sabe que tiene una situación ideal para ser el principal proveedor de verduras y frutas frescas de Europa; por eso lucha por la liberación del comercio con los países comunitarios. En la negociación que mantiene actualmente parece que ha puesto como condición sine qua non, para firmar el acuerdo, la liberalización; sus exportaciones de frutas y verduras a los 27 son ya imparables.

Ahora le toca a la Unión Europea explicar a sus agricultores y consumidores por qué esto es así; si lo hacen bien, y claro, se evitarán muchos líos; si no, volverá a pasar lo que hace unos años le ocurría a España con Francia: que los camiones españoles terminaba rodando por los barrancos de las carreteras. Con Marruecos, el deseo es que discurra todo por cauces tranquilos y, de paso, sirva este acuerdo de liberalización para que sus agricultores y obreros mejoren sus condiciones de vida.

Marruecos cambia de hora

La noticia, difundida hace dos días, de que el uno de junio Marruecos adelantará sus relojes, es importante. Y, sin embargo, está pasando desapercibida; una buena señal, sin duda. El anuncio que ha hecho el portavoz del Gobierno, Jalid Naciri, tiene una gran trascendencia. Aquí, como en Europa, los detractores de la medida señalan que los cambios horarios afectan de forma negativa a la salud; y seguro que no van a callarse. Pero no es a estas personas a las que hay que temer en sus críticas, que al fin y al cabo parten de postulados más o menos “científicos”, sino a todas aquellas que creen (y propagan) que “el calendario natural” no debe tocarse.

Marruecos ya intentó cambiar el reloj, al menos una vez, hace unos años y dio marcha atrás enseguida ante la presión de los sectores más conservadores del país. Ahora parece que la medida va en serio y hay que celebrarlo porque, en definitiva, se trata de racionalizar la gestión del país; tanto en su desarrollo social y económico, como democrático. Ahora, por ejemplo, cuando llegan las ocho de la mañana ya estamos hartos de sol… Una “perdida” innecesaria de luz natural que en nada beneficia al país.

¿Pero por qué es tan significativa esta noticia? Pues, porque, en un país donde todavía algunos de los acontecimientos más importantes se rigen por si se ve o no la luna, el que las autoridades decidan atender a la razón y no a los astros celestes, a la hora de planificar los horarios, tiene gran carga simbólica. Aunque, según el ministro Naciri, el objetivo está racionalmente claro: ahorrar energía y acercarse más a la organización horaria europea. Razones más que suficientes, sin duda.

Pero lo verdaderamente importante es esa carga simbólica, insisto, que la medida conlleva. El pueblo marroquí, desde el uno de junio, tendrá que acostumbrarse a que el Estado cambia, adelanta o retrasa… los relojes en beneficio de todos y no pasa nada. A la postre, la Razón gobernará las cosas terrenas y la Fe las del cielo, que es lo que procede, ¿no? Enhorabuena, Marruecos.

Un balcón de más de 3.500 años a punto de desaparecer

Se cree que los fenicios llegaron a Tánger (antes llamado Tin-yá, Tinjá, Tinga, Tingia, Tingis, Tangeri o Tanyah…) hacia el año 1.450 a.C. Y, como eran gente viajada y avispados comerciantes, enseguida se buscaron el mejor lugar para su descanso eterno: tallaron sobre la roca, en la cumbre del monte Marshan (hoy en medio de la ciudad) sus tumbas y, desde ellas, suponemos, se dispusieron, a su muerte, a contemplar el infinito. Al este les quedaba Fenicia; enfrente, Tarifa y la inmensidad de la costa española; y, al oeste… lo desconocido, el fin del mundo. Lo que quedase a su espalda parece que no les importó demasiado.

Pero no voy a hablar hoy de este cementerio convertido en un basurero (sí lo haré próximamente), sino de la destrucción de ese mirador, al que considero uno de los más… sugerentes que conozco. Probablemente, miles de años antes de que llegasen aquí los fenicios ya se asomaban a él los propios aborígenes. La visión del Estrecho desde este lugar, en los días claros, es una experiencia única, con el Peñón de Gibraltar al fondo y con el Jebel Mousa a la derecha. Y observar desde lo alto el mar turbulento en los días de tormenta resulta impresionante. Las patas de la vieja Europa provocan añoranza desde la otra orilla, por lo que anuncian… y por lo desconocido; y la hermosa bahía de Tánger, a los pies, con el encuentro de los dos mares eternos (Atlántico y Mediterráneo), rompiendo día y noche en las rocas, es un espectáculo que no tiene precio… Un espectáculo al que le quedan cuatro días. Aviso.

Dentro de unos meses, una carretera de no se cuantos carriles romperá el hechizo del mar y la magia de este mirador de las tumbas fenicias. Lo que hoy es espuma, será pura humareda; lo que ahora es arrullo del océano y galerna en el invierno pasará a ser estruendo de motores y contaminación…

Nadie duda de que Tánger necesita una solución urgente para el tráfico rodado, pero, ¿era necesario acabar con este lugar, lo más vivo de la ciudad desde el origen del mundo?

Es verdad que la solución de hacer una carretera de circunvalación bordeando el acantilado parece la menos costosa y más factible… Pero, a ver si por vestir a un santo se desviste a otro. Es decir, a ver si por arreglar un problema de tráfico —que yo dudo que la nueva carretera arregle nada— acabamos con uno de los lugares más visitados por el turismo.

En las fotografías que adjunto, ahí andan las máquinas removiendo las entrañas de la historia y desgarrando la orilla del mar… Pronto sólo se verán coches pasar por ahí.

Tarfaya se hunde… otra vez

¡Y nunca mejor dicho! El pasado 8 de abril escribí aquí un post sobre un macro proyecto turístico, en el que un grupo inversor jordano pensaba gastarse 800 millones de euros en las inmediaciones de Tarfaya, en la construcción de varios cientos de apartamentos y más de una decena de hoteles. Proyecto encaminado (se decía) a regenerar una de las regiones más pobres de Marruecos. ¿Cómo? Captando algunos de los miles de turistas que visitan Canarias cada año. Y es que la nueva línea regular que unía Tarfaya con Puerto del Rosario (Fuerteventura) (digo unía, porque ya se anuncia que desaparece), era un claro aliciente para viajar al continente africano desde las Canarias. Bueno, ese era el sueño.

Pero ahora el sueño se ha hecho añicos. El naufragio del Assalama (así se llama el barco hundido), es digno de un relato de Kafka. Y si no, lean lo que se dice en el periódico Canarias 7:

El barco está sujeto a múltiples interpretaciones jurídicas y, si no, obsérvese el perfil del ‘Assalama’: la tripulación en su totalidad la forman profesionales cubanos; el suceso ocurrió en aguas de Marruecos; la bandera del buque es de nacionalidad panameña (pabellón de conveniencia) y, encima, las autoridades españoles y canaria aportaron fondos (1,6 millones de euros) y autorización para la operativa de Armas hacia la orilla africana. (Armas, para que quede claro, es el armador)

Esto es lo que trae la globalización: Hoy ya nadie sabe para quién trabaja, ni con quién; quién viaja, ni a dónde, ni por qué. El mundo es una bola enorme que gira vertiginosamente. Así, más de una vez he oído decir que la Iglesia Católica invierte parte de sus rentas en bonos que, luego, vete tú a saber qué acaban financiando… O, puestos a investigar, descubrimos, por ejemplo, que la ropa que donamos a ciertas ONGs en Europa termina en los mercadillos de los países del África subsahariana… reventando, de esta forma, su rudimentaria industria textil y condenando a la miseria más si cabe a estos países. En fin, esto es lo que hay: mientras las gentes de Tarfaya se ilusionaron y adecentaron sus casas y sus pequeñas tiendas, a la espera de los turistas, , el mar se tragó el otro día su último sueño en un pis-pas.

¿Por qué no se puede criticar… a Marruecos, a España, o a quién sea?

Ahora que las aguas parece que vuelven a su cauce y que “Rifeño”, “Tetuán” y “Yo mismo”, entre otros participantes en este blog, han decidido enterrar el hacha de guerra, dejar de gritarse e insultarse y hacer las paces (no sé si en esa paz que han propuesto incluyen también a este Mago), quiero recordar e insistir que la crítica es buena. Y si se hace con sinceridad y respeto, resultará provechosa a la postre. Si el insulto ofende, la crítica sana nos ayuda a mejorar. Yo, que soy español, aunque me gustaría ser ciudadano del mundo… critico a mi país más que a ningún otro. ¿Quieren ustedes conocer parte de esa lista de críticas? Pues lean: los españoles somos ruidosos, bastante chulos, quijotes, nos miramos demasiado el ombligo (aunque no tanto como los franceses, es cierto); tampoco respetamos mucho lo público que se diga. Lo común nos importa un comino… Y en cuanto a alguien triunfa, lo despellejamos. La envidia es uno de los deportes nacionales. En nuestros pueblos y ciudades pintarrajeamos paredes y rompemos los bancos que hay en las plazas para sentarse, reventamos papeleras y contenedores, pisoteamos los jardines… En fin, somos incívicos porque tiramos los papeles al suelo, aparcamos mal los coches, nuestros perros cagan en la calle y no recogemos su mierda, nos gustan los toros (una fiesta primitiva, a mi modo de ver), y en política somos bastante volubles e incultos; tan pronto votamos a unos como a otros… ¿Quieren más? No, creo que para muestra ya basta.

Pero con esto no quiero decir que odie a mi país; al contrario, pienso que España es un país único, casi mágico; uno de los mejores países del mundo para vivir. Tampoco con estas críticas me estoy refiriendo a ningún español en concreto; en realidad me dirijo a todos (incluido yo mismo) pues al hacerlo trato de llamar la atención sobre las cosas que creo que están mal y son susceptibles de mejorar.

Me gustaría que en España fuésemos mejores ciudadanos; y este mismo deseo lo tengo para Marruecos. Y puestos a criticar…, critico a Estados Unidos, por ejemplo, por su imperialismo, por las guerras que provoca, por la invasión de Irak, por su prepotencia… Aunque luego lo admiro por su cine, por la coca cola o por tener el Cañón del Colorado. Y de Francia critico su chovinismo, como ya he dicho… Es decir, la crítica contribuye al debate, invita a la reflexión y a la postre ayuda a mejorar las cosas.

Pues bien: esto es lo que vengo intentando hacer hasta ahora con Marruecos. Yo no critico en particular a ningún marroquí, sino ciertos hábitos de este país que me parecen mejorables. Y no por eso hay que insultar a nadie, ni nadie debe sentirse ofendido… Incluso en temas tan personales como la religión, creo que cualquiera debería poder decir lo que piensa… Hablar no hace daño. Entiendo que la madurez es eso: poder decir lo que se piensa y respetar esos pensamientos cuando no se está de acuerdo con ellos.

Ya lo dije al principio, cuando comencé a escribir este blog: me gustaría que españoles y marroquíes debatiésemos sobre lo que nos acerca y nos separa… Deberíamos hablar y discutir más entre nosotros para intentar llevarnos mejor.

Y creo que ya he dicho en alguna otra ocasión, que, Europa, la gran enseñanza que obtuvo de la Segunda Guerra Mundial, después de enterrar a 40 millones de muertos, fue la del diálogo como valor supremo. En el Parlamento europeo, personas de muy distinta ideología y pensamiento conversan y debaten todos los días sobre como mejorar las condiciones de vida de la gente… ¡De toda la gente!

Pues bien, a ver si este camino que parece que han emprendido Rifeño, Tetuán, Yo mismo y otros blogueros se mantiene así y podemos hablar de Marruecos sin que arda Troya cuando digamos aquí algo que no se comparta o no guste.

Ya les he dicho que me encanta este país… A los que se quejan de las críticas que hago les diré que una vez leí que Marruecos era el primer país del mundo que más gente no repetía visita. Eso me duele. A mi me gustaría, como a todos los que nos gusta Marruecos, que la gente viniese continuamente… Pues… para que las cosas mejoren y la gente repita visita empecé a escribir este blog.

Marruecos, potencia emergente

¿Quién iba a pensar, hace sólo 80 años, que países como Arabia Saudí, Kuwait, Irán o los Emiratos Árabes, tendrían, en cierto modo, cogido al mundo por… la energía?

Y es que… —quizá sea imaginar demasiado—, pero puede que esto también lo consiga Marruecos; tal vez falten todavía algunas décadas, pero…

Este país tiene sol y agua abundante en algunas zonas; y tierras fértiles. Y además de los fosfatos —primerísima potencia—, hay por aquí yacimientos de uranio y de otros minerales importantes. (Esto sin contar con lo que esconde el Sahara Occidental que algún día, me temo, será definitivamente suyo). Pero sobre todo tiene sol. ¡Mucho sol! Y medio millón de kilómetros cuadrados, desérticos gran parte de ellos y achicharrados por la luz solar, repartidos en planicies que se pierden en el horizonte…

En una de estas áreas, en Ain Beni Mathar, región de Uxda, a 150 km de Melilla, la empresa Abengoa, a través de su filial Abener, va a invertir 500 millones de euros para construir una gran central termosolar.

Sólo es el principio; después vendrán otras, y otras, y otras. Estoy seguro. Y cuando se abaraten más los costes de instalación de estos sistemas de producción energética y se mejore su rendimiento; y cuando la agricultura de este país acabe de desarrollarse y tecnificarse… Marruecos tendrá la oportunidad de ser mucho más rico y, quizá entonces el mundo rural marroquí mejore las tristes condiciones de vida que tiene. Esperemos.