La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Una fotografía para pensar

Hace unos días tuve la ocasión de contemplar durante una hora a los adolescentes que aparecen en la foto. Me llamó sobre todo la atención que no hablasen casi entre ellos; que no se rozasen; que no se hiciesen bromas, risas o carantoñas… propias de esa edad. Sólo miraba, cada uno, ciega y obsesivamente a la pantalla su móvil respectivo; cada cual al suyo, sin levantar la vista a penas. Así todo ese tiempo que los tuve delante… Sin respirar… Jugaban con sus móviles… Se hacían algún guiño con ellos o a través de ellos; algunos tenían auriculares puestos y escuchaban lo que fuese en el iPod, el iPhone, el MP3 o en cualquier otro artilugio de esas maravillas de la técnica que tenemos hoy en día. En ningún momento el grupo hizo una piña o entabló una conversación…

Así será la especie humana en el futuro… pensé. Una especie autista, solitaria, conectada a las máquinas día y noche, incapaz de acariciarse, de establecer una discusión verbal con sentido o de elaborar un pensamiento colectivo; incapaz de mirar a los otros o al paisaje que haya enfrente, aunque sea éste el Paraíso.

Ya sé que estoy exagerando. Pero no me negarán ustedes que este grupo de jóvenes marroquíes de la foto son el retrato perfecto de esa globalización que tanto da que hablar hoy. Estos chicos y chicas podrían vivir en Nueva York, Londres, París, Tokio o Pekín, Madrid… Qué más da. Que más da que uno sea musulmán, cristiano, judío, ateo, budista, protestante, calvinista, animista, metodista, evangelista… Qué más da lo que se sea en lo espiritual, o qué importa lo religioso…

Si de lo que se trata es de vivir, sobrevivir, evolucionar, respetarse y no matarse por “quítame de ahí esas pajas”, como está ocurriendo ahora, lo mejor es aceptar que esa globalización no es una plaga, sino algo que nos iguala. De acuerdo que necesita “correcciones”; de acuerdo. ¡Pongámoselas! Pero no nos empeñemos en considerarnos exclusivos ni expulsemos “a los otros” por que sí.

Y ya sin reflexiones trascendentes, diré que con este post pretendía también llamar la atención sobre ese otro Marruecos moderno, progresista, democrático y preparado para afrontar el futuro con optimismo. Estos jóvenes que ven en la foto son un claro ejemplo de ello.Pod, I

Pájaros, huevos, flores, carne de ternera, tortugas, pollerías, gatos y perros…

Tánger es ese misterio que crece día a día, alimentando sus mitos, mientras engorda el libro de sus sueños inventando nuevas palabras. Decadente, maldita, trasgresora, cosmopolita, internacional, integradora de culturas, alegre, vividora… son adjetivos gastados que ya no le sirven a Tánger. Ahora toca inventarse algún otro vocablo para definir qué es esta ciudad o qué va a ser en el futuro. Mientras se afana en construir el mayor puerto de África, autopistas, un nuevo ferrocarril y carreteras de circunvalación, amplia su aeropuerto o devora sus costas con espíritu depredador, se inventa para sí misma calificativos tan curiosos como “megaciudad”, “megápolis” o “ciudad supermoderna”. Pero sus calles, zocos y mercados siguen aferrados al pasado como la garrapata a la piel y nos muestran su belleza más decadente y lo viejo del mundo.

El antiguo Mercado de Fez, en la calle del mismo nombre, en el corazón de la ciudad moderna, es un retrato fidedigno de lo que comento. Siempre que me acerco hasta a él me viene a la memoria la película de sus puestos pulcros y surtidos de productos de la mejor calidad, compitiendo en novedades y precios con aquellos que entonces eran famosos mercados en París, Londres, Madrid, Roma… Pero… eso ocurría hace 50 años. Hoy… Hoy ya lo ven; las fotos que les ofrezco son elocuentes. La belleza está ahí; agazapada en el tiempo, sin perder un ápice de su intensidad. Pero la realidad es un caos de puestos de flores, pollerías, tiendas de ultramarinos, fruterías, pajarerías y bakalitos de venta de complejos vitamínicos para deportistas y de piensos concentrados para animales… El Mercado de Fez, como toda la ciudad, es ahora un tótum revolútum que nos lleva más allá de los sueños… A ver qué pasa con Tánger; el futuro ya está ahí.

Marruecos, la vuelta al paraíso

Las crisis económicas tienen estas cosas: alimentan sueños. Lo que no hace tanto tiempo para muchos era sinónimo de desesperanza, puede convertirse ahora, por mor de esta circunstancia, en el paraíso soñado otra vez. En este sentido, quizá Marruecos sea el primer ejemplo. De pronto, miles de marroquíes que trabajan en la construcción en España se ven avocados al paro. Aquellos pisos que compraron en la época de vacas gordas con toda la ilusión, no pueden pagarlos ahora; tienen todavía algún ahorro y mucho tiempo para soñar desde esos cafetines a los que acuden en las barriadas periféricas de Madrid, Barcelona y otras ciudades. ¿Y qué sueñan? Sueñan con su país otra vez; con un país donde no hay hipotecas, donde la vida es más barata y tranquila; donde, puestos a estar con los brazos cruzados todo el día, “mejor se estará en casa”, intuyo que opinan muchos; sueñan con un país donde, asomados al sol junto a los suyos, no se sentirán tan extraños…

De modo que muchos marroquíes —he oído decir— empiezan a plantearse volver. Volver a Tánger, a Casablanca o la aldea… Pero, ¿si vuelven, qué van a hacer? ¿Serán capaces de acostumbrarse de nuevo a la supervivencia sin más? ¿O emplearán esa experiencia que han adquirido en el extranjero para transformar su país? Sé de algunos que ya han vuelto y están sembrando los pueblos de hotelitos rurales, de casas nuevas, de mejoras para la agricultura, de negocios innovadores… Quizá sea esta la ocasión para pegarle un nuevo impulso al desarrollo de Marruecos, y, ¿por qué no?, la ocasión perfecta para renacer de la crisis y, de paso, ponerle remedio al tráfico de pateras…, por ejemplo. Ya veremos.