La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Marruecos contra la violencia de género

Marruecos pondrá en marcha un programa contra la violencia de género. Empleará más recursos económicos y reforzará las leyes actuales con nuevas iniciativas legislativas y jurídicas. Todo ello con el fin de apoyar a las mujeres y a las niñas; en última instancia, el objetivo es potenciar las capacidades económicas y sociales del género femenino marroquí.

La medida cuenta con el apoyo de España y de las Naciones Unidas. Se trata de que las reformas iniciadas por Marruecos en los últimos años sobre este tema tengan continuidad. El Gobierno marroquí, se asegura, pretende reforzar los derechos fundamentales del individuo, reiterando a su vez el compromiso del país en la lucha contra la violencia machista. El programa, informan diversas agencias, está dotado con 5,3 millones de euros. Nuestras felicitaciones a Marruecos.

Pero nos queda la duda de saber si el proyecto contempla como “sometidas a violencia” a todas esas mujeres que, más que personas, parecen sombras embutidas en sacos negros. O, tampoco se nos explica, cómo se va a corregir esa costumbre que hay por aquí de ningunearlas… Todo el mundo sabe que hasta el hermano más pequeño (por ser hombre), aunque sea adolescente, tiene ascendencia sobre cualquier hermana, aunque ésta le lleve diez años.

Reitero mi felicitación a Marruecos por la iniciativa y confío en que tenga éxito. Nada más importante y hermoso que conseguir que las mujeres dejen de ser consideradas por los hombres un cero a la izquierda como viene ocurriendo hasta ahora.

Hombres inmaduros. Aquí y en todas partes

Hará unos quince años, en Rabat, una noche, un grupo de amigos hablábamos con un empresario marroquí de forma distendida. Me he acordado muchas veces de este encuentro y las cosas que decía. Se quejaba “amargamente” esta persona del comportamiento de los hombres en Marruecos. “¡Es que en este país no hay hombres!” “¡No hay hombres!”, repetía lamentándose, sin duda exagerando. Entonces no entendí qué quería decir, pero con los años he ido comprendiéndole.

No creo, de todos modos, que pueda plantearse esta cuestión en esos términos tan categóricos. Que en todas partes cuecen habas, está claro. Pero sí es cierto que, desde entonces, he oído muchas veces estos mismos argumentos a algunas mujeres marroquíes… Mujeres libres, feministas e independientes, profesionales… Mujeres que suelen afirmar que el género masculino, en Marruecos, adolece de una construcción emocional que les lleva a comportarse como niños; es decir, los hombres por aquí, comentan, son irresponsables en el ámbito afectivo y se inhiben de sus obligaciones como adultos, compañeros, o como padres…

Nada nuevo bajo el sol, por otra parte. Un argumento, éste, que bien podría aplicarse al género masculino en general, en cualquier parte del mundo. En España, sin ir más lejos, ¡ya se ve los hombres que tenemos! (¡Por supuesto que no meto en el mismo saco a todos!, claro) Igual que pavos reales van los hombres por ahí… suplicando que les quieran… O suspirando por unas tetas, que es peor. Y si no consiguen lo que desean, se enfadan; y, a la menor, se ponen agresivos y violentos. Y, por seguir con el ejemplo, en Sudamérica ocurre igual. ¿Cuántas mujeres tienen hijos con hombres que al instante las olvidan o al menor contratiempo se quitan de en medio?

Se mire como se mire, el hombre no ha evolucionado mucho que digamos en la parcela emocional; le cuesta entender y compartir este espacio con la mujer. No considera este territorio (el privado, el de los sentimientos) importante. De ahí su comportamiento infantil. Y aquí, en Marruecos, por lo que oigo y lo que veo, parece obvio que es así.

La tradición de este país transporta al mundo adulto al niño sin avisarle. Un buen día se levanta el pobre niño y se le dice que se vaya con los hombres… Se acabó el ir al haman (baño público) con la abuela, la madre y las hermanas… Ahora tendrá que vérselas con su padre en la calle, en la tienda, en el café… y con los amigos de éste. Y esto es para siempre; ya no volverá a tener una relación normal —digámoslo así— con las mujeres. Pasará su pubertad, su adolescencia y juventud, solo y entre hombres. Incluso de casado la calle será “su hogar” donde estará con otros hombres. Su relación con las chicas, desde el principio será extraña; el abismo entre los sexos, poco a poco irá agrandándose. Por supuesto que hay en las ciudades marroquíes grupos de chicos y chicas jóvenes que no viven esto así; pero son aún minoría. Lo normal es que en el espacio público estén los hombres solos, mientras las mujeres, o están con otras mujeres o en casa.

El niño marroquí es expulsado del hábitat femenino demasiado pronto y nunca más volverá a él con naturalidad. Por eso le es tan difícil establecer una relación de igualdad con las mujeres. La relación normal, cotidiana, confiada, con el sexo femenino es casi siempre artificiosa, a veces irreal, irregular, y casi siempre traumática. Así que, cuando llega la hora de casarse los conflictos se multiplican. A muchos hombres es la madre la que les busca la esposa… O, si la eligen ellos, tampoco tendrán claro ni saben muy bien cómo han de comportarse con ella; sobre todo en el campo del respeto y la igualdad entre los géneros.

Esta inmadurez emocional, evidente en muchos hombres, es el pan de cada día en todas las culturas, desde luego. Pero aquí, incluso, se nota “en las relaciones profesionales”, aseguran algunos empresarios marroquíes ilustrados, intelectuales, etc. También los profesionales extranjeros se quejan de esto. Unos y otros dicen “no entender qué ocurre” cuando, por ejemplo, el interlocutor desaparece sin dar explicaciones o cuando ese hombre que ha cometido un error (que puede cometer cualquiera) no da la cara…

Los bañadores que no ofenden a dios

Las autoridades religiosas cristianas ya dieron en su día la vara (y siguen dándola de vez en cuando, no crean) con los modelitos de bañador femeninos que tenemos. Pero es más poderoso el mercado y el negocio, y más las ganas de desprenderse de todo lo que estorbe cuando aprieta el calor, que no ha habido manera de imponer aquellas escafandras textiles que exhibían orgullosas las damas europeas en los años 20 del siglo pasado. Hoy, en el mundo occidental, las mujeres tienen la fortuna de poder pasearse por las playas vestidas como les parece… O sin vestir, incluso. Eso es libertad. Porque nada tiene que ver el que una mujer decida bañarse como le venga en gana con la mente calenturienta de los hombres que son, a la postre, los que montan el guirigay de si deben destaparse o no.

Pero en el mundo islámico el lío del bañador femenino seguía hasta ahora en plana vigencia… He visto en Marruecos a mujeres musulmanas desaguarse en el mar con una chilaba y un refajo debajo. Claro, cuando salían, las formas del cuerpo brotaban como un sarpullido y, a mí entender, eso es mucho más provocador y, puestos a pensar mal… mucho más indecente, que si se hubiesen bañado con un bañador de una pieza o, si me apuran, en bikini. Llama menos la atención, creo, un cuerpo desnudo que un cuerpo insinuándose… En fin.

Viene esto a cuento porque en Indonesia han gritado eureka, ¡eureka!, y han descubierto el bañador ideal para las mujeres practicantes del Islam. Y han sido dos hombres, claro, los que han encontrado la solución. ¿Qué no inventarán los hombres con tal de fastidar a las mujeres? ¡Que no se lo habrán pasado bien ni nada los dos inventores dándole vueltas al asunto! Bueno, la cosa es que ya tenemos aquí un bañador de diseño, que cumple todas las reglas religiosas para ser utilizado y que permite a la mujer musulmana pasearse por las playas sin complejos… ¿Qué bañador es ese? ¡Ah!, pasen y vean; júzguelo ustedes mismos… Aunque no creo que sea difícil adivinar como es.

En Marruecos, coser es cosa de hombres

Un paseo por la medina de Tánger, o de cualquier otra ciudad marroquí, ofrece imágenes como la que aquí se presenta, que, en Europa, bien podría creerse que pertenece a otros tiempos. Pero no es así; la instantánea es de hace unos días. Todas las mañanas, cientos, miles de hombres marroquíes, desde niños a ancianos, acuden a locales diminutos y lúgubres, a veces escasos de luz y poco ventilados, para durante al menos diez horas darle al dedal y a la aguja. Cosen pantalones, chaquetas, chilabas, caftanes, mantelerías, trajes de novia, cortinas, ajuares… Y nada tiene que ver este trabajo con el que realizan, generalmente mujeres, en la industria textil; uno de los sectores productivos más importantes del país.

La costura en Marruecos es cosa de hombres. Y es curioso, porque, mientras en occidente este rol ha sido siempre atribuido a las mujeres, aquí, a pesar de que la desigualdad y discriminación femenina es más evidente y profunda, los hombres, en este caso, no tienen inconveniente en dedicarse a coser. Como tampoco lo tienen en hacer la compra de alimentos… Son ellos los que, en muchos casos, van al mercado.

Con esto, una vez más se demuestra que tanto hombres como mujeres pueden desempeñar cualquier rol; que sólo es la cultura, en cada caso, la que determina la actividad del géneros.

Las mujeres traen el agua, los hombres se hacen cama

Anoche me contó una experiencia curiosa el director de una fábrica textil en Tánger que bien podría ser argumento para un cuento:

—En la fábrica que tenemos en Barcelona —empezó diciendo—, los bidones de detergente de 50 litros que se quedan vacíos, se acumulan y, cada cierto tiempo, una empresa que contratada para ello, los traslada a una planta de reciclaje.

Aquí no; aquí estos bidones son tesoros. La gente se pelea por conseguirlos y llevárselos a casa; a la aldea. “Nos vienen muy bien para almacenar agua” —me dicen.

Así que, ante la gran demanda existente y la picaresca que había ya para hacerse con uno de ellos, amenazando, incluso, a la actividad normal de la fábrica, hemos decidido intervenir. Hemos abierto una lista en la que todo aquel que desea un bidón de plástico se apunta. En poco tiempo, la lista ha superado ya las cien personas.

Algo similar nos ha ocurrido con las cajas de madera que desechamos —sigue contando este empresario—. Como es lógico, a veces llegan nuevas maquinas… Y lo normal es que vengan embaladas en unas cajas rígidas hechas con gruesos listones que, dependiendo del volumen de cada máquina, pueden llegar a tener tres metros de largos, más de uno de ancha y uno y medio de altos; es decir, un respetable volumen de madera para quiénes no tienen casi nada.

Pues bien, también hemos tenido que abrir una lista para evitar líos con las cajas…

—Bien, bien —le interrumpo—. Pero, dígame, ¿donde está la sal de este cuento?

—Ah!, el cuento… Bueno… El cuento podría ser… pienso… que… ¡Todavía sigo preguntándomelo…! Todos los días me pregunto por qué en la lista para recibir un bidón sólo hay mujeres y en la de las cajas de madera sólo hombres. Le doy vueltas y trato de entender mejor a este país… Uno viene de España creyendo que la revolución de las mujeres estaba impregnando todo, y ya ve…

—Sí claro, aquí los roles todavía están muy acotados. Efectivamente, podría dar pie a un cuento. Pero, ¿ha averiguado usted ya por qué esto es así? ¿Para qué quieren los hombres la madera?—Pues… por lo que me han ido contando… los hombres quieren esas tablas para hacerse una cama y las mujeres los bidones porque son ellas las que acarrear siempe el agua.

Mujeres, parece que el futuro se os complica

Hay temas que no por repetidos dejan de ser importantes… Así que habrá que seguir insistiendo. Y si no, recordemos que les pasó a italianos y alemanes (y luego al resto del mundo) por no darle importancia a los desmanes de los camisas negras italianas o a las tropelías que cometían, al principio, y siguieron comentiendo, los nazis.

Así que, reflexionemos sobre lo que, en medio de esta orgía de consumo y complacencia, en la que Occidental se divierte mientras se mira alegremente el ombligo, está ocurriendo en Europa. Porque, en mi opinión, todos los síntomas anuncian un futuro cargado de conflictos. Y si no, veamos.

A las restricciones que algunos, en Italia y España de momento, quieren ponerle al aborto, y a la teoría del creacionismo made in USA, y a lo que acaba de decir el Papa, hoy mismo, afirmando que el Infierno existe, y a lo que dijo ayer el arzobispo de Canterbury sobre la posibilidad de incorporar la sharia (o parte de ella) a la legislación inglesa, y a la tontería de revivir fetos en Italia, y al anuncio, esta tarde, de que algunos musulmanes españoles van pedir un banco propio que se rija por los principios de su fe… habría que añadir, además, todos esos “síntomas”, como digo, que a diario se perciben, perturbadores de nuestra vida, cuestionándosenos derechos individuales y colectivos conquistados. Y esto empezará afectando a las mujeres. Y si no, al tiempo.

Sí, creo que para las mujeres se acercan tiempos difíciles. Porque todas esas propuestas, suposiciones, comentarios, que he citado antes, son a ellas a las que primero señalarán si se confirman. De hecho, creo que la batalla más difícil que hoy se libra —todavía—, es la de esos hombres, por un lado, que no quieren ceder privilegios ni reconocer a las mujeres como iguales, frente a una sociedad que sí está de acuerdo con esa igualdad, casi, casi, conquistada ya.

Los tiros van por ahí, y cuando hablan los representantes de las sectas religiosas anunciando un cataclismo, a las primeras personas que culpabilizarán de lo que vaya mal será a las mujeres. No olvidemos que no hace tanto tiempo que las mujeres ni siquiera tenían alma y mucho menos, apenas décadas, que ni podían votar.

En fin, detrás de esas tonterías que suelta el Papa sobre el Infierno y, sobre todo y por encima de todo, detrás de la salida de pata de banco del arzobispo de Canterbury, hay un alegato discriminatorio que refleja la incomodidad de ciertos hombres. Así que, hombres y mujeres comprometidos con la igualdad, no va a quedar más remedio que volver al activismo. Porque aquellos tiempos en los que creímos que todo era posible, que podíamos convivir en libertad y como iguales, puede que estén a punto de acabar… Cualquier día de estos nos obligarán de nuevo a ir a rezar.

Ni tetas ni himen

Leo y no doy crédito. Los que creíamos que el feminismo y la liberación de la mujer iba a traer consigo el fin de la opresión de un género sobre otro, estamos descubriendo que la tiranía de la cultura masculina (CM) (o machista, si se quiere) ha encontrado formas sibilinas y resortes maquiavélicos para seguir ejerciendo su poder.

Me explico: Con el acceso al espacio público de las mujeres y, consecuentemente, a su emancipación e independencia económica, las conquistas de las mujeres han aturdido a los hombres de tal forma (seres inmaduros emocionalmente y manipuladores, a todas luces), que no saben qué hacer. Les han aturdido estas conquistas tanto que, casi sin darnos cuenta, han empezado a promover acciones que si uno las piensa bien, no puede por menos de soltar la carcajada. Así, el recurso de “ser más mujer y mejor; más guapa” a partir de que “hay que arreglarse las tetas”, “hay que recortarse la nariz”, “hay que redondearse las nalgas”, “hay que quitarse arrugas, barriga, etcétera…” “hay que, hay que…” es tan infantil y absurdo, que si no fuera por el daño psicológico que causa a miles de miles de mujeres, es para reirse, creo yo. Pero ¡ojo! esto es algo serio. Tan serio que es la nueva forma de opresión que tiene la cultura masculina —fíjense que digo “cultura masculina”, no “los hombres”— que es la que regula, hoy por hoy, todos nuestros actos. La cuestión es que, aprovechando que la mujer dispone de recursos (independencia y, sobre todo, económicos) la CM ha aventado esa espiral que ahora nos envuelve a todos para que nos gastemos el dinero en convertir a nuestro cuerpo en un campo de experimentación y reconstrucción. Una esclavitud, vamos. Como si el amor tuviese algo que ver con todo esto…

Pero lo que ya rebosa el vaso es lo del himen. Porque al otro lado de ese oscuro mundo de la tiranía occidental, con todas esas propuestas de manipulación, arreglos y reconstrucciones corporales… está el mundo del islam, donde todo esto se vive todavía con más angustia. Aquí la mujer cuenta cero. Cero. Además de obligarlas a taparse para “que ningún otro hombre las mire”, también las quieren “vírgenes”. Pero, ¿vírgenes, cómo? ¿Vírgenes en su cerebro? ¿Acaso reconstruyendo el himen la mujer vuelve a ser virgen? Menuda estupidez la virginidad… Son como niños…

En conclusión, cuando creíamos que estábamos a punto de romper las cadenas de la cultura masculina que oprimían a las mujeres, descubrimos las nuevas artimañas de los hombres (de su/nuestra cultura); artimañas —como las de la virginidad y la belleza— que han encontrado su caldo de cultivo en la independencia y en el mayor poder económico que ahora tienen las mujeres. Con esto no le quito mérito a todo lo conseguido por una infinitud de mujeres en el último siglo, ¡que es mucho!, ni a lo que conseguirán en el futuro que yo creo, y deseo, que culminará gobernando ellas el mundo… Gobernando, eh, desde su condición de MUJERES, no imitando ni reproduciendo la cultura de los hombres, que es lo que ocurre ahora.