La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

Archivo de diciembre, 2007

Menores. Niños inmigrantes, ¿qué hacer?

Ahora que acaba el año, siempre es buen momento para hacer balances. También para reflexionar sobre algunos temas. Una de estas reflexiones sería: ¿Qué hacer con los niños inmigrantes que llegan a España? Sólo en 2007 se calcula que han llegado más de 7.000.

A ver, se admiten propuestas. Venga, den su opinión.

Se aceptan argumentos para debatir… Aunque no sé si alguno servirá, dado lo embrollado del tema.

Porque la realidad es la que es: que los niños que vienen a España lo hacen, en muchos casos, enviados por sus padres.

Aún así, deseamos encontrar la solución más justa, la mejor.

Tengo entendido que, en líneas generales, existen dos posturas: De un lado están los que opinan que lo mejor es devolverlos cuanto antes a su país de origen. Del otro, los que entienden que, una vez aquí, hay que acogerlos, educarlos y ofrecerles el mejor futuro posible.

Para una y otra postura existen argumentos. ¡Faltaría más!

Desde la primera se destaca que es una barbaridad (algunos hablan de brutalidad) mantener a estos menores lejos de sus casas. Nada como el entorno familiar para facilitar la maduración del individuo; pero al decir esto obvian cómo solucionar el hecho de que sean los propios padres quiénes les envían a Europa. En cualquier caso, insisten, los niños que llegan clandestinamente… terminarán en no pocos casos siendo problemáticos.

Luego están los que creen que los menores inmigrantes deben quedarse aquí. Porque si se les devuelve, aseguran, no sirve de nada hacerlo ya que intentarán volver otra vez. Además, ya que están aquí, dicen, y dado que éste es un país rico y desarrollado, con leyes que protegen a la infancia, lo correcto es proporcionarles todos los beneficios del estado del bienestar.

En fin…

Y entre tanto está la ley, que por un lado protege y por otro expulsa. A ver en 2008 qué ocurre. Aunque, supongo, la inmigración de menores seguirá produciéndose. Porque son la última esperanza, el último sueño para mejorar la vida, de miles y miles de familias.

La revolución de las mujeres en Marruecos

Las mujeres van a ser, en un futuro próximo, las grandes protagonistas de Marruecos. Algunas lo son ya. En la próxima campaña para la recogida de la fresa en Huelva, unas 15.000 de estas mujeres dejarán por unos meses sus aldeas y familias (hijos, marido y ancianos; todos a su cargo) para trasladarse a Andalucía de donde regresarán con dinero suficiente para, quizá, darle un vuelco a sus vidas.

Porque no sólo el dinero les servirá para alimentar mejor a los suyos o para mejorar las casas en las que viven… No, lo importante es que con él garantizan y refuerzan su autoestima. Una autoestima que les nace del convencimiento de que son personas “importantes”, capaces de ganarse la vida, responsables porque van y vienen libremente a España… ¡Y el dinero es sólo “suyo”! ¡Suyo! Dinero que ni el marido ni el padre ni nadie podrá arrebatárselo si ellas no quieren…

¡Y esto, en Marruecos, es muy importante! Porque, no sé si en España se sabe, pero en la práctica, en el país magrebí, muchas mujeres, todavía, no pueden abrir una cuenta corriente, ni disponer libremente de dinero, ni salir de casa sin permiso, ni vestirse como les da la gana, ni hablar con quién les apetece, ni enamorarse libremente…

Por eso estas mujeres que van y vienen a España cada año, cambiarán poco a poco su país. Lo harán más justo; menos machista; más libre. Poco a poco les irán enseñando a los hombres marroquíes…, a ésos que se quedan embobados mirándolas cómo toman el autobús para irse a España a ganarse la vida, que se acabó la sumisión y la dependencia de ellos.

Estas mujeres, ¡y muchos miles más como ellas!, espero, serán las que en las próximas décadas cambien el país…

¿Le avergüenza volver al embajador de Marruecos?

A mí me han contado —me lo han contado, eh— que Marruecos no sabe cómo justificarse ahora, ni qué hacer para que se haga efectiva de una vez la vuelta de su embajador, Omar Azziman, a Madrid.

Y es que todos los datos apuntan al deseo del país magrebí de normalizar cuanto antes las relaciones diplomáticas con España. Lo mismo le ocurre a España, supongo, que según el presidente Zapatero ya dijo en su día, se vio sorprendida por tal decisión, aunque su deseo, añadió, era que el incidente de la visita de los Reyes de España a Ceuta y Melilla se olvidase cuanto antes.

Creo que a ambas partes les urge, por igual, acabar de una vez con este absurdo embrollo. Pero en el reino de Marruecos —dicen, insisto— esperan “un gesto” del Gobierno español que facilite las cosas. Pero, ¿qué gesto? ¿Qué le pida España, públicamente, a Marruecos que vuelva su embajador? ¿Qué se lo pidan por favor? ¿Qué le comuniquen que nunca más va a repetirse la visita de un mandatario español a las ciudades de Ceuta y Melilla, ahora españolas y en el futuro… quién lo sabe?

A lo mejor es que al diplomático Azziman le da vergüenza presentarse de nuevo en Madrid… “como un niño malo” que salió corriendo… y ahora tiene que volver a dar la cara, ¿no?

Fuera de bromas, creo que Marruecos debería enviar de una vez, de vuelta a Madrid, a su embajador y ponerse a trabajar con España para recuperar el tiempo perdido y relanzar los proyectos que ambos países tienen en marcha, emprender otros nuevos, estrechar más los lazos si cabe…

Por el bien de todos, eh.

Islamistas y turismo, una convivencia difícil

El reciente asesinato de cuatro turistas franceses en Mauritania es el enésimo episodio que corrobora una vez más que, en los países musulmanes, el turista occidental corre peligro. Y no es ya una cuestión de que grupos radicales, vinculados o no las tesis de Al Qaeda, concreten sus acciones (“de guerra”) en el turismo occidental, no, sino que, en estos países, la persona occidental representa, según muchos de los que viven en ellos, “la tiranía que oprime al pueblo palestino, explota al tercer mundo, derrocha opulencia ostentosamente… o tiene costumbres libertinas como las que permiten la liberación de la mujer…” Y esto “enciende” a más de uno, dicen.

Eso sin contar, que los cristianos (nasranis, para los que hablan del cristianismo con cierto desprecio) son enemigos naturales de los hijos del Islam, según no pocos musulmanes.

Y a todo esto hay que sumarle también los maleantes de todo pelaje, los individuos que se hacen pasar por locos, o, simplemente, aquellos delincuentes comunes que pretenden sacar algún provecho de la situación.

En resumen, el reciente asesinato de cuatro franceses en Mauritania avisa nuevamente de lo difícil que va a ser para el turismo occidental asentarse en los países musulmanes. Y a esto podrá replicarse que en occidente también hay inseguridad y violencia. Cierto. Pero no es violencia religiosa… Y ya se sabe que las armas que se utilizan bajo el amparo de dios no hay manera de combatirlas porque la fe mueve montañas. En cambio, a la delincuencia común, sí.

¿Madeleine en Tánger? No, por favor…

Tengo una vecinita en Tánger —tendrá cinco o seis años— de piel clara y bucles dorados que bien podría ser confundida con la desaparecida Madeleine. ¡Pero todo el mundo sabe que es rifeña! ¡Marroquí! Porque no todos los marroquíes son de tez oscura y pelo negro, como piensan algunos. En el norte de Marruecos abundan las mujeres y hombres de piel clara y pelo rojizo o casi, que pasarían sin mayores problemas por vikingos, nibelungos o centroeuropeos.

Sin embargo, hay personas por ahí (a cientos) que, ociosas, y sin saber en qué pasar el rato —como el mismo diablo, que cuando se aburre mata moscas con el rabo— que se dedican a envenenar vidas ajenas con mensajes absurdos o a provocar a las autoridades diciendo “he visto a Madeleine en Marruecos”.

Y el negocio mientras tanto va engordando. El negocio que hay montado en torno a la desaparición de esta niña británica es descomunal; sobre todo está llenando las arcas de algunos medios de comunicación. Y quién sabe si no, también, los bolsillos de algunas personas.

Como suponemos que la justicia está trabajando en serio en el caso para esclarecerlo cuanto antes, lo recomendable es dejarles en paz.

Así que, se me ocurre, que antes de anunciar que han visto en tal o tal lugar de Tánger o Marruecos a la desaparecida Madeleine deberían pensárselo un par de veces si se consideran buenas personas. Y si aún así creen que deben lanzar el mensaje, cerciórense, indaguen, reúnan pruebas… Y luego hablen.

Pero no hagan que vayamos por la calle, los que vivimos en este país, mirando a todas partes, y con el “deseo de comprobar” o de decir: “¡mira, mira, ésa que va ahí parece Madeleinie”.

“¡Toma ya!”, el Universo, Marruecos…

Ahora que las aguas de la lotería han remansado de nuevo, supongo, conviene recordar y no pasar por alto el “¡toma ya!” futbolero de Raúl (Achraf Barrak), el niño de 12 años, de origen marroquí, que, desbordado por la emoción y la euforia, no pudo contenerse y lanzó ese órdago a la grande como si hubiese explotado el Universo, tras cantar el Gordo… o —volviendo a los términos futboleros—, conquistado su equipo (el Real Madrid, del que es forofo y devoto) la copa de Europa.

Y es que la lotería española, “¡tan nuestra!”, que dirían los castizos, se ha universalizado y popularizado tanto en los últimos tiempos, que no sólo participan en el sorteo de este juego de juegos las niñas —algo impensable hace poco—, sino niños de todas las razas, culturas, religiones, países…

¡Y esto está bien! Porque con ello se demuestra que el juego de tentar a la suerte, como la fe, no es patrimonio de nadie y cada cual puede creer, jugar y apostar, o rezar a quien quiera.

Lo importante es jugar… Jugar sin hacer daño a nadie, aunque el dios que preside el juego de la Lotería Nacional española, no coincida con el de la abuela de Raúl por ejemplo, que, estamos seguros, también aplaudió a rabiar a su nieto cuando vio en la televisión, en Sidi Slimane, su pueblo, como su querido Achraf Barrak tendía nuevos puentes de comunicación entre España y Marruecos.

¿O el “toma ya!” de Raúl era un reto?

Drogas, traficantes y justicia

Me apunta un lector (¿bloguer se dice?) que no me tome las cosas tan en serio y que no sea negativo… Que disfrute de lo que tengo en Marruecos. ¡Pero si a mi Marruecos me encanta! ¡Y pocos países conozco tan bellos, o que sus gentes sean tan acogedoras! Además, de verdad, yo ya no me tomo casi nada en serio…

Pero uno no puede dejar de pensar ni de fijarse en lo que ocurre a su alrededor. Cualquiera de las opiniones que he emitido hasta ahora en este blog (sobre el velo, la megafonía anunciando el rezo de madrugada, el tema del Sahara, etc.) no son más que eso: pensamientos traducidos a palabras… Sin embargo he provocado reacciones viscerales en contra. Que respeto. Porque en la vida se aprende que cien individuos mirando a la misma botella son cien botellas distintas cuando estos las describen. Incluso hay gente que mata por defender “su botella”.

Mas esto no impide que las verdades universales existan. Por ejemplo, no creo que nadie pueda justificar el asesinato (ni los que defienden la pena de muerte siquiera) E igualmente nadie debería darle la razón a los que practican la ablación del clítoris… Aunque la tradición sea milenaria, eh. No creo que sea justo hacer daño; daño a una mujer, en este caso. Igual que no es justo que, porque a alguien, en el origen de los tiempos, se le ocurriese obligar a “su mujer” a taparse la cara para esconderla de su vecino (¡porque era suya!), ahora tenga que seguir haciéndolo.

Pero no quería escribir hoy sobre esto, sino de esa noticia que ha saltado a la prensa referente a la huída de El Nene (Ahmed El Ouazzani), el narcotraficante más popular de Marruecos. Su huída me da pie para reflexionar sobre el cultivo y la comercialización del hachís que se produce en el Norte de Marruecos. Las plantaciones en esta región se prodigan como el trigo en Castilla; miles de hectáreas a lo largo de kilómetros. Recuerdo una anécdota, muy ilustrativa, que no me resisto a contar: hace una docena de años quizá, en uno de mis primeros viajes por la zona, observé como el huerto del cuartel de la policía era un florido vergel de hachís.

Es decir, que no es nada fácil abordar este tema pues de este cultivo viven miles y miles de familias, a las que les resultaría muy complicado vivir de otra forma; además, existe la demanda en Europa que es, a la postre, la que fuerza e impulsa el cultivo y el tráfico. Por eso lo mejor sería enfrentarse el problema aceptando la realidad tal cual es: que la producción se controle y se regularice el comercio; que se recauden impuestos y se le haga justicia a los campesinos. Y, desde luego, se persiga a los narcotraficantes que arruinan a unos y a otros en pro de su exclusivo beneficio.

Ciudadanos para España y Marruecos

Leo con satisfacción que desde hace algunos años viene funcionando con éxito una Escuela de la Ciudadanía en algunas ciudades del Norte de Marruecos: Tánger, Tetuán, Larache, Nador, Alhucemas, Chaouen y Ksar Kebir. La Escuela cuenta con más de 200 miembros activos pertenecientes a medio centenar de asociaciones de ambas orillas del Estrecho.

Estas asociaciones comparten cursos y seminarios y en ellos aprenden, según reza en la información recibida, “a dialogar, a trabajar en equipo y a cooperar”. Sin duda, un loablel esfuerzo.

Pero, lo que no se explica muy bien es cómo pueden formarse estas personas para ser “ciudadanos”… Ciudadanos que “dialoguen, trabajen en equipo y cooperen”, cuando el marco ideológico del que se parte es poco democrático, y ni por asomo se acerca al legado de la Ilustración, que es, a mi entender, del que nace la verdadera ciudadanía. Ciudadanía que implica, en síntesis, promover seres libres, sin ataduras de religión por supuesto, y asumiendo, consciente y libremente, que, para vivir en una sociedad democrática, quiénes aspiran a ser “ciudadanos” han de aceptar tantos deberes como derechos reclaman.

Es decir, lo que no acabo de entender es como en esta Escuela de la Ciudadanía pueden formarse ciudadanos, en el sentido más profundo del término, cuando la mayoría de quienes acuden a ella, llegan “maniatados” ya por principios absolutos; de fe; principios como los que impone la religión. Y no me refiero a los practicantes del Islam solamente… También los cristianos y los judíos tienen estos «inconvenientes»… Que bien sabemos todos cómo cualquier practicante de estas tres religiones es muy dados a excluir de “lo suyo” a los otros y a despreciarlos.

En fin, que dado que alguien ha tenido la valentía de montar una Escuela de la Ciudadanía para el Norte de Marruecos, bien podría dar un paso más y exigirle a los que acudiesen que se empapesen en lo posible del significado que tiene la palabra CIUDADANO para que a ambas orillas del Estrecho sigamos avanzando hacia la verdadera democracia y el entendimiento.

Barça y Madrid juegan en Tánger

Cuando esta tarde a las seis (hora local) eche a rodar el balón en el Camp Nou, todas las cafeterías y cafetines de Tánger estarán a rebosar de forofos de uno u otro signo.

¿Qué tienen el Barça y el Madrid que tan dulcemente envenenan a los marroquíes?

Con frecuencia se ven por la calle individuos ataviados con la “zamarra” blaugrana o con la camiseta blanca del Madrid. Otros van con bufandas. En las inmediaciones de Tetuán (a 65 kilómetros de Tánger) hay un restaurante pintado, por dentro y por fuera, con los colores azul y grana que, lógicamente, se llama “El Barça”. Y hasta el escritor Goytisolo, residente en Marrakech durante gran parte del año, asegura que “nada ha hecho más por el mutuo conocimiento entre España y Marruecos que el fútbol”. Y en particular, añado yo, los dos equipos citados.

Cuando vienen los presidentes de estos clubs por aquí, son recibidos, casi, casi, con honores de jefes de Estado. Los aficionados acuden masivamente al hotel para saludarles o les persiguen hasta donde celebran los actos protocolarios que marca su agenda.

Hoy, después de la puesta del sol, se escucharán en Tánger extraños aplausos, gritos de asombro, algarabías que será de dolor y de gozo, porque siempre habrá en esta ciudad de pasiones quien pierda y quien gane.

Más de una caravana de coches recorrerá la ciudad anunciando el triunfo del equipo ganador. Y en alguna que otra cafetería puede que quede, tras el pitido final, las señal inequívoca de un tormentoso fracaso: una silla rota, un televisor averiado, una mesa partida por la mitad… Yo he visto en más de una ocasión cómo volaba sobre las cabezas de los parroquianos, directa hacia el televisor colocado en basar de la parede de enfrente, una silla lanzada por un forofo del Barça, al ver como su equipo acababa de encajar un gol…

Marruecos no renuncia al Sahara, ¿qué hacer entonces?

Los humanos somos torpes y a la historia que la zurzan; ¿para qué sirve? Sus enseñanzas las olvidamos fácilmente. Por ejemplo, la historia nos enseña que la violencia no lleva a ningún sitio, porque, aún en el caso de que esa violencia nos diese la victoria, no es suficiente garantía para una paz eterna.

Ni Rusia es ya comunista, ni Nicaragua sandinista; ni tantos y tantos otros pueblos son ya lo que consiguieron combatiendo a sangre y fuego por unos ideales. Los individuos, a la postre, construyen su libertad más duradera con el respeto y el diálogo. Esto es lo que nos enseña la historia.

Los últimos devaneos del Frente Polisario, amenazando con volver a las armas, no son más que otra piedra en el camino, un obstáculo más, en un conflicto para el que no se ve la solución, como no sea en la renuncia… (Que alguien renuncia a algo) Y Marruecos no renunciará al Sahara Occidental por las buenas. Los que llevamos décadas viviendo y viajando por este país lo sabemos. Y no es que yo esté a favor de tal cosa, no. Es más, en los viajes que he hecho por el Sahara he podido comprobar que marroquíes y saharauis se parecen muy poco; ni en lo físico ni en las costumbres. O sea, que, desde su idiosincrasia y formas de vida, son dos pueblos bien distintos y, por tanto, cada uno debería, libremente, poder organizar el futuro.

Así qué, ¿qué hacer, entonces? Pues… como dice el lema de este blog —“La inteligencia del ser humano es la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad”—, parece que es al pueblo saharaui al que le corresponde practicar la primera renuncia para, quizá más adelante, conseguir una victoria. Y es desde esta consideración, creo yo, desde la que se podrá avanzarse en algo. Si no, la guerra eterna y el exilio es el probable destino. Desgraciadamente.