La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Marruecos, potencia emergente

¿Quién iba a pensar, hace sólo 80 años, que países como Arabia Saudí, Kuwait, Irán o los Emiratos Árabes, tendrían, en cierto modo, cogido al mundo por… la energía?

Y es que… —quizá sea imaginar demasiado—, pero puede que esto también lo consiga Marruecos; tal vez falten todavía algunas décadas, pero…

Este país tiene sol y agua abundante en algunas zonas; y tierras fértiles. Y además de los fosfatos —primerísima potencia—, hay por aquí yacimientos de uranio y de otros minerales importantes. (Esto sin contar con lo que esconde el Sahara Occidental que algún día, me temo, será definitivamente suyo). Pero sobre todo tiene sol. ¡Mucho sol! Y medio millón de kilómetros cuadrados, desérticos gran parte de ellos y achicharrados por la luz solar, repartidos en planicies que se pierden en el horizonte…

En una de estas áreas, en Ain Beni Mathar, región de Uxda, a 150 km de Melilla, la empresa Abengoa, a través de su filial Abener, va a invertir 500 millones de euros para construir una gran central termosolar.

Sólo es el principio; después vendrán otras, y otras, y otras. Estoy seguro. Y cuando se abaraten más los costes de instalación de estos sistemas de producción energética y se mejore su rendimiento; y cuando la agricultura de este país acabe de desarrollarse y tecnificarse… Marruecos tendrá la oportunidad de ser mucho más rico y, quizá entonces el mundo rural marroquí mejore las tristes condiciones de vida que tiene. Esperemos.

El Aaiún, entre la realidad y el deseo

A El Aaiún llega el viajero confundido por un espejismo… Pero, ¿no estábamos en el desierto? Pues sí. Pero resulta que aquí hay atascos en las calles, contaminación, ruido y terrazas en las que la gente se sienta a tomar un café; edificios en obras por todas partes… Una población que crece sin cesar, que se acerca deprisa al medio millón de habitantes. Y una presencia militar y policial acusada, claro, que no deja moverse ni a una mosca. Los coches todo-terreno, blancos, con las letras UN en negro, enormes, (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental), forman parte del paisaje de esta ciudad ya; van y vienen de acá para allá sin cesar desde hace dos largas décadas… Se supone que garantizan la paz. Y su personal ocupa los mejores hoteles. En fin, El Aaiún es un ejercicio de voluntarismo político permanente con un futuro incierto todavía…

La población autóctona saharaui se distingue perfectamente de la marroquí emigrada del norte; no sólo por su fisonomía (más espigados), también por sus costumbres y hábitos o por la forma que tienen de vestir (la melhfa las mujeres y el darâa los hombres).

Pero lo que más se nota en la antigua capital española del Sahara occidental es el esfuerzo que está haciendo el Gobierno de Marruecos para dotar a El Aaiún de infraestructuras y servicios. El puerto y la playa de Foum el-oued, a 25 km, son dos claros ejemplos en ese sentido; el primero es un centro industrial desde el que se exportan los fosfatos de Bukrá, extraídos 120 km más lejos, mientras la segunda, la playa, dispone de cierta infraestructura hotelera para acoger a los veraneantes que quieran acudir. Puerto y playa están unidos ya a la ciudad por una moderna autovía.

Un español que lleva por aquí medio siglo, uno de esa veintena que aún no se ha ido, nos contaba que aquí, sin embargo, sólo cabe la desesperanza… Nuestro amigo español, que prefiere el anonimato, se confiesa vencido por el pesimismo. “El 100% de la juventud quiere irse a España… Aquí no hay esperanza para nadie; ni para los saharauis, ni para la población en general… ¿Qué van a hacer si no hay trabajo? Las mujeres no salen de casa… Se dedican a engordar y a tener hijos —la obesidad es el canon de belleza de aquí, precisa— [la diabetes tipo dos, aquí, es endémica]. Y las pocas empresas españolas o europeas que se atreven a intentar un negocio… terminan marchándose. En fin…”

Desde luego turismo no hemos visto; en dos días apenas nos hemos topado a media docena de europeos. Y, a parte de las gasolineras y algún que otro almacén y una fábrica de pescado, lo que rodea a El Aaiún son las dunas; las interminables dunas, la planicie infinita desértica… Y el viento.