La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Tumbas fenicias, la vergüenza de Tánger

Anunciaba en mi post del 9 de mayor que un día hablaría de este lugar sagrado y mirador espectacular que es el acantilado del Marchán, sobre el que se asientan las tumbas fenicias de Tánger. Cierto es que ver a la gente arracimada en los huecos de los sepulcros, conversando, escuchando música o comiendo pipas, distendidamente, dejando pasar el tiempo, tiene su gracia sin duda, y resulta pintoresco. Y posiblemente no es tan grave que los humanos se amontonen sobre esas rocas milenarias sobre las que en el año 1.400 y pico a.C. se “entretuvieron” los fenicios esculpiendo los huecos en los que, luego, descansarían sus muertos. No molesta tanto, creo, que la gente disfrute de este lugar, que utilice los espacios mortuorios para guarecerse del viento, que se instale en ellos tranquilamente mientras goza del paisaje del Estrecho… Un espectáculo grandioso, por cierto. No. No es ese el problema.

El problema es que el cementerio milenario se ha convertido en un basurero. El abandono del entorno es notable. Las autoridades municipales, no se sabe en qué piensan. No hay papeleras por allí, ni bancos para sentarse… En cambio la basura se amontona y llama la atención por todas partes. También se echa de menos el respeto ciudadano al lugar. No se entiende, en definitiva, esa desidia administrativa; es difícil explicarse cómo no se guarda, como si fuera “oro en paño”, el lugar, una de las joyas más singulares y visitadas de la ciudad.

Deberían esforzarse más los tangerinos que van por allí, los visitantes, las autoridades responsables… Todo el mundo debería estar atento a conservar este lugar único. En fin, aquí queda dicho.

Un balcón de más de 3.500 años a punto de desaparecer

Se cree que los fenicios llegaron a Tánger (antes llamado Tin-yá, Tinjá, Tinga, Tingia, Tingis, Tangeri o Tanyah…) hacia el año 1.450 a.C. Y, como eran gente viajada y avispados comerciantes, enseguida se buscaron el mejor lugar para su descanso eterno: tallaron sobre la roca, en la cumbre del monte Marshan (hoy en medio de la ciudad) sus tumbas y, desde ellas, suponemos, se dispusieron, a su muerte, a contemplar el infinito. Al este les quedaba Fenicia; enfrente, Tarifa y la inmensidad de la costa española; y, al oeste… lo desconocido, el fin del mundo. Lo que quedase a su espalda parece que no les importó demasiado.

Pero no voy a hablar hoy de este cementerio convertido en un basurero (sí lo haré próximamente), sino de la destrucción de ese mirador, al que considero uno de los más… sugerentes que conozco. Probablemente, miles de años antes de que llegasen aquí los fenicios ya se asomaban a él los propios aborígenes. La visión del Estrecho desde este lugar, en los días claros, es una experiencia única, con el Peñón de Gibraltar al fondo y con el Jebel Mousa a la derecha. Y observar desde lo alto el mar turbulento en los días de tormenta resulta impresionante. Las patas de la vieja Europa provocan añoranza desde la otra orilla, por lo que anuncian… y por lo desconocido; y la hermosa bahía de Tánger, a los pies, con el encuentro de los dos mares eternos (Atlántico y Mediterráneo), rompiendo día y noche en las rocas, es un espectáculo que no tiene precio… Un espectáculo al que le quedan cuatro días. Aviso.

Dentro de unos meses, una carretera de no se cuantos carriles romperá el hechizo del mar y la magia de este mirador de las tumbas fenicias. Lo que hoy es espuma, será pura humareda; lo que ahora es arrullo del océano y galerna en el invierno pasará a ser estruendo de motores y contaminación…

Nadie duda de que Tánger necesita una solución urgente para el tráfico rodado, pero, ¿era necesario acabar con este lugar, lo más vivo de la ciudad desde el origen del mundo?

Es verdad que la solución de hacer una carretera de circunvalación bordeando el acantilado parece la menos costosa y más factible… Pero, a ver si por vestir a un santo se desviste a otro. Es decir, a ver si por arreglar un problema de tráfico —que yo dudo que la nueva carretera arregle nada— acabamos con uno de los lugares más visitados por el turismo.

En las fotografías que adjunto, ahí andan las máquinas removiendo las entrañas de la historia y desgarrando la orilla del mar… Pronto sólo se verán coches pasar por ahí.