La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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EE UU planta sus reales en Tan Tan

Hasta hace algunas décadas, el imperio americano nos tenía acostumbrados a que ocupaba territorios allá donde quería… Más o menos. Eran tiempos de Guerra Fría y “había que proteger el mundo libre”, se decía entonces, engolando mucho la voz y en tono rimbombante. Y con ello se justificaba cualquier invasión o allanamiento.

Pero, no sé si fue a raíz de la Guerra del Golfo y del guirigay que se montó en Oriente Medio que nos hemos olvidado, creo, que el ejército norteamericano siempre sigue ahí, vigilante. No sólo está allí, en Oriente, como todo el mundo sabe, sino que, prácticamente, no hay país europeo que escape a sus iniciativas militares. En Marruecos mismo tienen y gestiona con suma discreción, eso sí, un importante “Negociado”; nadie ignora aquí que el país magrebí está entre los favoritos de Busch.

Y ahora se confirma. La información que leí hace unos días en El Periódico de Cataluña convierte a Marruecos, definitivamente, en el país abanderado de la política militar estadounidense para África. Una gran base militar norteamericana va a instalarse en Tan Tan; esa ciudad marroquí, fronteriza con el Sahara Occidental, estratégicamente situada, por ejemplo, para controlar las rutas del petróleo que vienen hacia Europa o para vigilar más y mejor, más rápida e intensamente, la frenética actividad que, parece ser, tienen en estos momentos los islamistas en muchos países del norte de África.

Paso del Estrecho… Regreso a un mundo feliz

Cada verano, casi tres millones de emigrantes marroquíes regresan a aldeas y ciudades cargados de experiencias, regalos y sueños. Algunos llevan décadas volviendo desde Europa y, supongo, como hicieron los españoles antaño, en los años 60 y 70 del siglo pasado, vuelven emocionados y felices, contando todo lo bueno que les ocurre en Francia, Holanda, Alemania, España… Y evitando al mismo tiempo —algo normal— hacer referencia a los muchos sacrificios que han de hacer durante el año para poder venir, ahora, generosos, con abundante dinero en el bolsillo, con coches despampanantes y seguros de sí mismos.

Al analizar este fenómeno con mente europea, y recordando la experiencia vivida en mi infancia, cuando regresaban aquellos españoles a la que aludía, se observa que, en el retorno de los marroquíes a su país, “algo” no cuadra del todo. Los españoles que entonces llegaban de vacaciones traían modas y novedades de Europa: la libertad en el vestir o costumbres más liberales… Experiencias que pervertían e impregnaban de cambios a aquella sociedad pacata y rural, anclada en el pasado. Todavía recuerdo al cura de mi aldea señalando con el dedo a las mozas que se atrevían a ir a misa con una blusa sin mangas… Y es difícil olvidarse de aquellos jornaleros, ahora peones en una fábrica alemana, paseando por el pueblo en pantalón corto, tirando de anillo, cadena y camisa floreada, mientras conducían un coche descapotable… Pero tenían su influencia sobre la población autóctona… ¡Es cierto! Y lo que parecía trasgresión coyuntural terminó siendo norma habitual e igualando a unos y otros en una única Europa.

En Marruecos, en cambio, tengo la impresión de que no ocurre así. Los emigrantes —no digo que todos— lo primero que hacen al llegar a su país es “resucitar” sus viejas costumbres: se ponen la chilaba y se van al cafetín; las mujeres desaparecen y se encierran en casa… Ya digo que no siempre es así, pero se percibe un “cierto contento” de recuperar lo ancestral, lo tribal, lo atávico. Quizá porque la vida aquí, para los hombres, es bastante fácil y placentera pues, hagan lo que hagan, nadie va a rechistarles.

Mas, sea como fuere, el mundo no para… De modo que a muchas chicas marroquíes —más europeas, ya, que magrebíes— va a ser muy difícil convencerlas que es “mejor están en casa, con la pata quebrada” que en la calle. Serán, pues, las mujeres (con la colaboración de los hombres, se espera) las que a la postre modernicen este país. Y es que no deja de sorprender esa añoranza del pasado ni el conformismo que exhiben muchos de los que regresan, cuando lo lógico sería —visto con la mentalidad europea— que esa Europa, en la que conviven desde hace décadas, les tuviese más interesados.

Es absurdo ponerle alambradas a un sueño

Las fronteras han dejado de existir… A los sueños no se le pueden poner alambradas. Antaño, cuando la gente ignoraba lo que había cien kilómetros más allá de su pueblo —distancia que se tardaba en recorrer varios días, normalmente— era fácil guardar la propiedad privada, el señor su territorio, el rey su reino, el Gobierno de turno su Estado. Hoy, sin embargo, los satélites, y las antenas parabólicas conectadas a ellos, permiten que hasta en la aldea más remota de la tierra un ser humano, sentado frente a un televisor que le envenena la vida a diario, pueda soñar con llegar al corazón de Europa, por ejemplo. Una Europa a la que ven todos los días celebrando, en juerga continua, su bienestar. Madrid, París, Roma, Londres, Berlín… serán, a partir de ese momento, objetivo irrenunciable para esa persona que nada tiene y, por tanto, nada va a perder. No escatimará esfuerzos para realizar ese sueño cuándo y cómo sea… Y evitará el pensar que puede encontrarse alambradas, fronteras, ejércitos o mares, por el camino, que le impidan alcanzar su objetivo.

La oleada de un centenar de inmigrantes ayer, en Melilla, “volando literalmente como una nube sobre la policía marroquí y española”, según he leído en algún periódico hoy, no es más que un nuevo aguacero descargado por esa borrasca perpetua que se cierne sobre Europa. Sin ir más lejos, desde hace un par de meses se ven de nuevo en Tánger grupos de personas —hombres y mujeres—, jóvenes y fuertes, que, otra vez, están dispuestos a llegar a Europa como sea. ¿Quién va impedírselo? Se dice que en Libia hay un millón de subsaharianos esperando para dar ese salto. Y en Túnez, en Argelia, en Mauritania… en el mismo Marruecos, quizás haya otros tantos o más. Así, pues, es absurdo poner alambradas para evitar lo inevitable. Sólo cambiando la forma en las relaciones internacionales, apoyando a los partidos democráticos de los países más pobres, siendo generosos (los ricos) con los que tienen menos; apoyando su agricultura, protegiendo sus sistemas de producción, incitándoles con apoyos reales a que se sientan protagonistas y “patriotas” en sus países, podría evitarse en gran parte (y tampoco estoy tan seguro) esa avalancha de la inmigración hacia una Europa que empieza, ya, a estar alarmada.

En la frontera más desigual del mundo

El espectáculo que se vive a diario en la frontera de El Tarajal (Ceuta) es angustioso. Cientos y cientos de mujeres de todas las edades (alguna ancianas), vencidas por fardos que abultan más que ellas, se amontonan, se pisan, se retuercen mientras intentan avanzar por un corredor limitado por alambradas de más de dos metros de altura, hasta desembocar delante de la policía marroquí. Allí, algunos policías las empujan, zarandean, a veces las insultan, mientras, despectivos y hoscos, las acorralan con desprecio. Sólo cuando les dan bajo cuerda la correspondiente propina se compadecen de ellas.

Esta es la frontera de El Tarajal, la más desigual del mundo; una línea extraña que separa a un país de otro que le supera, ¡hasta en 15 veces!, en su Producto Interior Bruto.

Entre tanto, el paisaje es desolador. De uno y otro lado se suceden las rejas, las alambradas, las puertas que nunca se abren, los muros de hormigón, los fosos y trampas para que nadie pueda moverse con libertad… El paso de Ceuta / Marruecos es un laberinto en el que cada día miles de personas (las estadísticas hablan de más de 20.000) transportan mercancías, casi siempre de ínfima calidad, desde la ciudad ceutí al país magrebí para sobrevivir simplemente o a cambio de una paga extra…

Marruecos no reconoce a este paso como una frontera propiamente dicha; no hay control aduanero por tanto. Todo se deja al azar y al trapicheo. Así, todo va a depender en cada momento de la voluntad o el humor de quienes representan la autoridad marroquí.

Hace unos días estuve una hora haciendo cola para pasar a Ceuta y otra para volver a Marruecos. Una vez más constaté lo absurdo y kafkiano de la situación. El caos, el desprecio y maltrato a las personas, el tiempo que se pierde sin saber por qué, la contaminación provocada por cientos y cientos de automóviles parados, con el motor en marcha, sin poder avanzar… Todo se antoja un disparate.

En la docena de años que llevo pasando con cierta frecuencia por El Tarajal, creo que he visto de todo; pero, lo más importante es lo que he aprendido: he aprendido a ser paciente y a entender que el mundo es como es, no cómo uno desearía que fuese. ¿De qué sirve quejarse? Al fin y al cabo es una frontera, me digo; una frontera que, además, comunica dos mundos a los que separa un abismo. Y encima, como he dicho antes, no es una frontera “reconocida” ni aceptada. De modo que lo que en ella ocurre a diario, casi siempre es imprevisible. Todo se controla a ojo de buen cubero y los “impuestos” que se pagan se acuerdan según lo que sean capaces de negociar entre unos y otros, entre los policías de turno y los sufridos (sobre todo sufridas) matuteros.

Arde Sidi Ifni… ¿Y Marruecos?

Cuando llegué a Tetuán, en 1992, una de las primeras personas que conocí (un español, tetuaní de de adopción desde los años 40) me decía: “Esto cualquier día estalla”. Y justificaba la frase con este argumento: “El día que todos estos niños y jóvenes crezcan y se encuentren sin trabajo, ¿qué va a ser de ellos?”

Pues ya lo ven: muchos han cogido la patera y se han ido, y el 80% que queda quiere irse del país lo antes posible, aseguran las encuestas. Pero, mientras tanto, aquí siguen. Y de vez en cuando sufren ataques de desesperación; como les ha ocurrido a los jóvenes de Sidi Ifni, u ocurrirá cualquier día en otras ciudades, dónde ya ha habido amagos también por la subida de precios o por la corrupción del poder.

Comparto la opinión que hace unos días manifestaba un empresario: “Esta es una sociedad enferma”, decía. “Y, en una sociedad enferma no pueden prosperar la justicia ni las empresas”. Marruecos es como una serpiente con dos cabezas: de un lado están las leyes, el envoltorio social, lo que Occidente celebra como “propuestas democráticas y de progreso”. De otro, la tradición, la corrupción, la represión, el nepotismo, el poder absoluto… Unos roles que ejercen desde el más poderoso hasta el fontanero (por poner un ejemplo) con su ayudante.

Y he aquí otro ejemplo reciente: Ayer entré en una librería, bastante grande, a las 13,15 horas… Se fueron los clientes que había y quedé sólo; uno de los cuatro empleados miró su reloj: “¿Qué, van a cerrar ya?” “No, no; todavía no”. “Ah, claro, con el nuevo horario uno se lía un poco, ¿no?… De todos modos, estarán ustedes contentos. Esto le viene bien al país. Así ahorra energía…” “Bueno… Es que… Tenemos un problema… Este horario…” “¿Y qué problema es ese?” “Es que nos coincide con la hora del rezo y, claro, nada más abrir la tienda por la mañana, como la apertura se adelanta una hora, tenemos que cerrarla para irnos a rezar”. Me abstuve de hacer comentarios… ¿Para qué? Marruecos ha legislado en los últimos años para consolidar los derechos de las mujeres y promocionarlas, para proteger a sus trabajadores y darles cobertura sanitaria y social, para conseguir mejoras en todos los órdenes… Pero esas leyes son papel mojado ante el peso de la religión, tradición y, sobre todo y por encima de todo, ante la ley de la corrupción que es la que impera.

Pero hablemos de Sidi Ifni. He leído no menos de 20 noticias al respecto procedentes de otras tantas agencias de noticias y periódicos del mundo. Es evidente que cada cual arrima el ascua a su sardina, faltaría más. En síntesis, lo que debe haber ocurrido (digo debe porque yo no lo he visto) es que ante un bloqueo continuado de los accesos al puerto por parte de trabajadores en paro (jóvenes, licenciados tal vez, obreros en general, qué más da) la intervención del ejército y de la policía ha sido brutal. Se habla de hasta 10 muertos en algunos casos, en otros de 4; de palizas indiscriminadas, de detenciones masivas, de allanamiento de viviendas, de robos por parte de la fuerza pública y de violaciones… France Press asegura que son 44 los heridos; 27 de ellos policías. Y algunas ONGs informan que los heridos se acercan al centenar. Sin duda, la represión es el colmillo afilado que enseña el poder cuando muestra su verdadero rostro. Un rostro que, como todo el mundo sabe, Occidente (todos los países que tienen aquí negocios ventajosos, empezando por España y siguiendo por Francia, Inglaterra, Alemania…) maquilla siempre que puede para que Marruecos parezca una democracia “occidental”. Nada nuevo bajo el sol con lo ocurrido en Sidi Ifni, me temo, que no sea la repetición de otras historias.

Y una vez más me vienen a la mente las frases de aquel viejo amigo, ya fallecido: “¿Hasta cuando aguantará esta sociedad enferma sin intentar acabar con los sátrapas corruptos? ¿Cuándo se dará cuenta el Poder que un día ya no tendrá margen de negociación, ni siquiera margen para la represión, si no gestiona mejor las riquezas y bonanzas que hoy disfruta el país”, insistía Manolo Rato. Éste, mi amigo, que lo había sido todo en Tetuán, que regentó una imprenta hasta la víspera de su muerte, falleció sin conocer las respuestas. Tampoco los demás, seguramente, las conoceremos; terminaremos yéndonos con las incógnitas a cuestas. Una pena, porque Marruecos es un gran país; un país maravilloso.

Contencioso en Marruecos: Chaves veta a Clos

Definitivamente Marruecos se ha puesto de moda en España; ya lo he comentado en este blog varias veces. Así que, ¡atentos!, porque esta situación va a propiciar más enredos y abalorios que el baúl de la Piquer. Eso sin contar esta especie de romería que ya se está organizando desde los cuatro puntos cardinales del Estado español. De Cataluña a Euskadi, pasando por Galicia y Andalucía, todo el mundo quiere venirse a Marruecos a hacer negocio.

Tan de moda está este país que hasta en las más altas instancias del PSOE y del Gobierno español han tenido un rifirrafe por ello. Parece que Chaves, el presidente andaluz y del PSOE, ha enseñado los dientes y ha vetado a Joan Clos para embajador en Marruecos, como le había prometido, en principio, el presidente Zapatero. Según se ha publicado en diversos medios de prensa en el último mes, el ex ministro Clos era el recambio previsto para ocupar la embajada de Rabat. Pero el actual embajador, Luís Planas, antiguo consejero de la Presidencia en el Gobierno andaluz, le habría dicho a Chaves que le convendría tener “un amigo”, “alguien afín” si se quiere en este puesto, que así velaría mejor por los intereses andaluces.

Hubiera sido un revés para esta Andalucía, ahora que por fin se ha dado cuenta de que tener una frontera común con Marruecos le va a permitir, si aprovecha bien la coyuntura, engordar sus negocios, más fácilmente, con el país vecino, además de poder ir algunos pasos por delante del resto de las comunidades autónomas, a poco que se lo proponga.

Aunque por el momento sea Cataluña la que domine la situación. Cataluña es la primera comunidad autónoma en penetración e influencia en Marruecos; también la que más negocios hace con el país magrebí; hasta tienen un polígono industrial propio en Tánger. ¿Qué más hubiera podido obtener la comunidad catalana si, además, hubiera contado con un embajador particularmente favorable? La respuesta la ha dado Chaves que ha impuesto su veto ante lo que hubiera podido ocurrir. Y a esperar mejores tiempos. Porque el contencioso no acabará aquí. Y Cataluña, supongo, seguirá insistiendo y trabajando en Marruecos como lo viene haciendo hasta ahora; mucho (y bastante bien, según dicen)

Desde luego los catalanes no van a quedarse cruzados de brazos ni a dejarse comer el terreno; tengan o no tengan un embajador.

Oiga, por aquí, casi todo suena a disparate

El experto en el Magreb, Francis Ghilès, escribe hoy en El País que “el cierre de la frontera entre Argelia y Marruecos es un disparate”. ¿Y qué? ¿A quién, de los que pueden resolver el contencioso, le importa? Porque, para los que de verdad tiene importancia la frontera, para los marroquíes de a pie y los argelinos que podrían mejorar sus condiciones de vida intercambiándose productos y experiencias… A éstos nadie va a darles la opción de resolverlo.

Pero no hay por qué rasgarse las vestiduras. Este es un país acostumbrado a vivir así desde hace tiempo. ¡Y vive tan ricamente! Marruecos se ha instalado en la contradicción y, cuando se trata de la acción, la irracionalidad abunda… Se cambia el reloj de hora, por ejemplo, no cuando empiezan a crecer los días en primavera, sino el día uno de junio, cuando el sol está en todo lo alto y a tres semanas de empezar a declinar la luz… No se comercia con Argelia, se tiene un grave problema de abastecimiento de energía, pero hay un gaseoducto argelino que atraviesa de este a oeste el país… Se urbanizan plazas y al día siguiente de acabarlas se levantan para hacerlas otra vez (véase si no lo que ocurrió en el Zoco Grande de Tánger hace un par de años) Se cortan carreteras, o calles, o se suprimen semáforos sin que nadie sepa por qué… Se plantan flores hoy, y se arrancan mañana… Y nunca pasa nada; tampoco hay que buscarle explicación. Marruecos, como en España hace unos años cuando las zanjas se abrían y se cerraban en las calles casi a diario, es hoy un hervidero de proyectos y de acciones paradójicas como ésta de tener cerrada la frontera con Argelia cuando, por ejemplo, en las inmediaciones de Oujda, y Berkane están las carreteras sembradas de puestos ambulantes vendiendo todo tipo de carburantes argelinos traídos de contrabando…

“¿No ha llegado el momento de que una nueva generación magrebí, la de aquellos jóvenes que han tenido el privilegio de una educación superior y la oportunidad de conocer el mundo, tome el relevo en esta región del mundo?”, se pregunta el articulista. Nosotros, como él, creemos que sí, pero…

“Y, entretanto, los capitales se exportan por decenas de miles de millones de dólares. Las burguesías y los jóvenes más ambiciosos construyen su futuro en otra parte”, concluye Francis Ghilès. Creo que sobra añadir más comentarios.

Un cabaret al estilo marroquí

Me llega esta noticia y no me resisto ha hacer un comentario. Porque Marruecos es como la vida misma; representa lo más genuino que adorna a nuestra especie: da dos pasos adelante y uno atrás; dos adelante y uno atrás… Pero avanza; y prueba de ello es esto del cabaret… Un esfuerzo que es loable.

El país magrebí vive en una cierta esquizofrenia; por un lado se afana en promover e impulsar la modernidad, pero por otro es la tradición, en cierto modo, la que le ahoga. Su Gobierno se manifiesta decidido a mejorar las condiciones de vida del país y para ello sigue los cánones capitalistas, al pairo de las propuestas occidentales. Mas, mientras esto llega, la tela de araña de lo ancestral maniata los progresos; las costumbres más rancias y las relaciones familiares más atávicas se imponen. Muchas veces los comportamientos sociales son contradictorios —en lo que atañe a la práctica religiosa, especialmente— y eso condiciona cualquier avance.

La noticia en cuestión, la que me ha sugerido este comentario, habla de “Un cabaret adaptado al Islam”. Pero, ¿cómo puede adaptarse al Islam un cabaret, algo que per se es trasgresión, vanguardia, conflicto, provocación…? ¿Cómo puede ni siquiera plantearse esta cuestión? Pues ya lo ven, aquí es posible. Sí, en Marruecos, sí. En esto es diferente Marruecos. Cualquier propuesta intelectual, cultural o práctica sociológica puede tener sus puntos de fuga, sus vericuetos por los que escapar a la sanción. La sociedad marroquí vive acostumbrada a decir una cosa y a hacer otra, a tener unas leyes y a saltárselas… Alguien me decía el otro día que “aquí tenemos leyes de primera división pero el país es de segunda”. Pues eso, el tamiz al que cualquier acción puede someterse permitirá una acción “a la marroquina”, como vulgarmente se dice. Ya explica el reportaje que da pie a este post que “tanto los creadores como los artistas respetan las costumbres y la religión del país” Faltaría más. Y añade: “Por eso las faldas se han alargado, todo lleva forro y el cancán se hace con pantalones cortos debajo”. Así cualquiera; cualquiera puede montar un cabaret donde sea; incluso en el mismísimo Paraíso. ¡Hurra por Marruecos!

Marruecos contra la violencia de género

Marruecos pondrá en marcha un programa contra la violencia de género. Empleará más recursos económicos y reforzará las leyes actuales con nuevas iniciativas legislativas y jurídicas. Todo ello con el fin de apoyar a las mujeres y a las niñas; en última instancia, el objetivo es potenciar las capacidades económicas y sociales del género femenino marroquí.

La medida cuenta con el apoyo de España y de las Naciones Unidas. Se trata de que las reformas iniciadas por Marruecos en los últimos años sobre este tema tengan continuidad. El Gobierno marroquí, se asegura, pretende reforzar los derechos fundamentales del individuo, reiterando a su vez el compromiso del país en la lucha contra la violencia machista. El programa, informan diversas agencias, está dotado con 5,3 millones de euros. Nuestras felicitaciones a Marruecos.

Pero nos queda la duda de saber si el proyecto contempla como “sometidas a violencia” a todas esas mujeres que, más que personas, parecen sombras embutidas en sacos negros. O, tampoco se nos explica, cómo se va a corregir esa costumbre que hay por aquí de ningunearlas… Todo el mundo sabe que hasta el hermano más pequeño (por ser hombre), aunque sea adolescente, tiene ascendencia sobre cualquier hermana, aunque ésta le lleve diez años.

Reitero mi felicitación a Marruecos por la iniciativa y confío en que tenga éxito. Nada más importante y hermoso que conseguir que las mujeres dejen de ser consideradas por los hombres un cero a la izquierda como viene ocurriendo hasta ahora.

En el Paraíso del barro: un viaje en el tiempo

Al otro lado del Atlas, Marruecos guarda todos los misterios de las viejas civilizaciones. Los conserva en esos palacios de barro, en ruinas, vestidos de filigranas y de misterio; en esos edificios, maravilla de la técnica constructiva de antaño, que, después de siglos y siglos del acoso sufrido, han resistido a invasores y bárbaros, al abandono de sus moradores y al viento… ¡Algunos aún se mantienen en pie!

Ya sé que no es fácil conservar estos tesoros tan vulnerables a las inclemencias del tiempo y a la acción de los hombres que todo lo quieren para “ya”, y piden resultados rápidos y soluciones que les den beneficio económico. La realidad es que el cemento se está comiendo las kasbas y ese es un mal presagio para la supervivencia de estos lugares de ensueño.

Estos laberintos en los que los cuentos viven todavía y en los que retroceder en el tiempo es posible aún, están habitados, sin embargo, de una cruel realidad: la miseria de sus moradores, en muchos casos, hace insoportable la visita. Quizá por esto, todo el mundo, incluido los propios marroquíes, han huído de esos tapiales para construir sus casas nuevas (¡con cemento!) en terrenos aledaños.

Los angostos pasadizos, el dulce frescor y el microclima que se crea para combatir las acometidas del calor y tormentas del desierto está claro que no son suficientes para atraer la inversión. Es posible que el barro no sea más que barro, pero verlo ahí, elevándose en muros de 10, 15, 20 metros componiendo filigranas, dorado por el sol, proyectando las sombra sobre el palmeral… se nos antoja un tesoro que Marruecos no debería permitirse perder.

Mas, el progreso, ya digo, ha llegado hasta aquí con sus tentáculos y la arquitectura milenaria del tapial —que aún puede verse en muchos pueblos de España, en Castilla sobre todo, aunque sin tanta filigrana— asiste a sus últimas boqueadas. Tres son las tipologías que a lo largo de los siglos han ido conformando el hábitat tradicional de esta zona: el qsar o poblado amurallado, la tighremt o casa fortificada, y la qasba (kasba) o fortaleza de jefes y poderosos. También hay numerosos morabitos en los que se venera a los santos locales y graneros (agadir) colectivos.

No obstante se vislumbra alguna esperanza para esta arquitectura de ensueño: además de una cierta toma de conciencia por parte de instituciones y particulares, algunas de las casas fortificadas están siendo restauradas para usos culturales o como establecimientos hoteleros. Pero no debe olvidarse el dato más práctico: ¡Nada como las construcciones en barro para vivir en un ambiente desértico!