La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Carretera española a Oued Laou

Conozco muy bien esta carretera; discurre por un paisaje idílico. ¡Bueno, ya está aquí el progreso! Hace más diez años, quizá, que se dispararon todo tipo de rumores sobre esta zona: Que si la familia real había comprado esos acantilados, playas y numerosos terrenos; que si se iba a hacer una autopista, ya…; que si se harían grandes urbanizaciones en torno a esas playas idílicas, tipo islas Canarias o Costa del Sol…

En fin, ahora va en serio. La nueva carretera que se construirá siguiendo el trazado de la ya existente, pero con notables mejoras, como es lógico, y que acaba de adjudicarle el Gobierno marroquí a la constructora española Bruesa por un importe de 68 millones y pico de euros, con un plazo de ejecución en tres años, va a dejar expedito el acceso a Oued Laou y al desarrollo.

En principio, es una gran noticia para los habitantes de la región, que siempre han vivido aislados de Tetuán (la ciudad más próxima), debido a la orografía del terreno; pero también esta carretera es un piloto rojo que se enciende indicando ¡peligro! Un peligro que si no se controla el desarrollo enloquecido que empezará enseguida…, ¡ya lo verán!, arrasará paisajes, bosques y ríos…

Muchos se harán ricos en los años venideros… Pero otros muchos añorarán aquellos días en los que el verde del bosque y el azul mediterráneo se confundían en el cielo, en clara armonía de la naturaleza. Días que, desgraciadamente, serán para ellos, en muy breve tiempo, un recuerdo en la retina. La pregunta, una vez más, es muy sencilla: ¿Es posible armonizar el progreso y conservación de la belleza que tenemos en Marruecos?

Casablanca, muertos al fuego

Un accidente es un accidente; puede ocurrir en cualquier parte, es cierto… Pero los 55 muertos de Casablanca, el pasado sábado, en una fábrica de colchones, es un aviso; ha de ser la luz roja que alarme a más de uno… A esos empresarios desaprensivos (españoles franceses, marroquíes…) que creen que “todo vale” con tal de ganar dinero. Empresarios que instalan sus industrias en sótanos, sin salidas de emergencia, sin ventilación, sin extintores de incendios…

Todos sabemos de los abusos que se cometen en Marruecos con los trabajadores. Se les niegan derechos laborales y se les paga mal. Aquí hemos escrito de ello. Pero, además, es que, en no pocos casos, se les hace trabar en condiciones que al menor contratiempo pueden encontrarse con la muerte. En Tetuán, en Tángeres frecuente encontrarse en calles angostas a camiones de gran tonelaje colocados a lado de sótanos, donde se ve cómo por un ventanuco se saca la ropa recién confeccionada por las mujeres que trabajan allí en unas condiciones infrahumanas.

Así que… ¡ojo! El incendio de Casablanca, pues, además de la horrible tragedia que representa, puede ser también el preludio de otras catástrofes similares que sucederán cualquier día si alguien no lo remedia. Las autoridades harían bien en vigilar más y ser más rigurosas en el control de las instalaciones industriales; la salud de los trabajadores marroquíes lo exige.

¿Por qué los marroquíes no pueden ir libremente a España?

Hace un par de meses, en un debate en Tánger, a Carmen Romero, ex diputada en el Parlamento español y esposa del ex presidente Felipe González, le hicieron una pregunta que he oído muchas veces: “¿Por qué los españoles, los europeos en general, lo tienen fácil para venir a Marruecos y, en cambio, los marroquíes, cuando quieren ir a Europa, no pueden hacerlo libremente? Sería una buena cosa que se nos diesen facilidades”, añadió la profesora marroquí que preguntaba, “pues, de ese modo”, explicó, “se favorecería el intercambio entre la gente de una y otra parte y esto ayudaría a conocernos mejor y a entendernos…”

El argumento parece razonable. Lo que no aclaró esta profesora marroquí, es por qué la mayoría de marroquíes, cuando van, quieren quedarse en España y aprovechan la menor oportunidad para hacerlo. De hecho, muchos se quedan. Tantos, y tantas dificultades les crean a quienes organizan viajes de intercambio con centros escolares españoles, por ejemplo, que, prácticamente, el profesorado español residente en Marruecos (en Tetuán, Tánger, Casablanca, Nador, Alhucemas…) ha renunciado ya a organizar viajes de intercambio. ¿Por qué? Pues porque, como digo, casi siempre hay alguna chica o algún chico que se les pierde…

De ahí ese murmullo que se levantó en la sala ante la pregunta planteada a Carmen Romero. “No sabe esta señora que pregunta los problemas que se nos crean cuándo un alumno se escapa”, dijo alguien a mi lado. “Porque se quedan”, “…se quedan”, se oyó repetir.

Una lástima, pero es así. Sé que pagan unos por otros, pero ahora mismo es muy difícil facilitar el libre tránsito entre ambos países. ¡Y sería una cosa buena, no cabe duda! Pero los marroquíes han de comprender que también los españoles, hace unos años, tenían dificultades para ir a Francia o Alemania libremente; necesitaban un contrato de trabajo; había una cierta regulación. De modo que la respuesta más razonable a la pregunta que se plantea en este post es que, Marruecos, con la ayuda que haga falta, por supuesto, tiene que desarrollarse desde aquí, con la gente de su país; no marchándose los marroquíes.

El método Mohamed, o cómo vivir bien

Hace 15 años Mohamed era el portero del piso en el que vivíamos en Tetuán; casado con Fatima, tenía cuatro hijos: tres niñas y un niño. Cuando le conocí ya se sentaba relajado a la entrada del portal a ver pasar las niñas y los niños que salían de un colegio cercano. Así durante horas. Hasta que una mañana amaneció el avispado Mohamed con una caja de cartón que puso boca abajo —de ésas que se usan para la fruta—, y sobre ella desparramó unos caramelos que un amigo suyo le había traído de Ceuta. Días después, ya había bolsas de pipas sobre la caja, regaliz, chicles, chupa-chups… Todo “importado” de Ceuta. Y al cabo de un mes más, la caja de cartón era de madera… ¡Y con compartimentos! Y, en vez de apoyarla en el suelo, la apoyaba en un taburete. Aquello prometía.

No se había cumplido medio año de la apertura del negocio, cuando el imaginativo portero ya tenía una especie de armario con ruedas y, sobre él, a modo de mostrador, la caja renovada con nuevos y añadidos habítáculos. El negocio lo atendía, de momento, cuando podía… Cuando entraban o salían los niños del colegio y poco más. Pero, como descubrió su beneficio, pronto colocó en él a su hijo de 8 años; el niño le sustituía a ratos perdidos… Luego ya hacía turnos… Y terminó siendo, Mohamed Junior, el vendedor más joven del barrio, siempre que no estaba en la escuela. Entre tanto, el padre, orgulloso, se iba al cafetín a descansar.

Aquel armario/carro, con ruedas y dos puertas (y con varias baldas dentro), era como un pozo sin fondo. De él podía haber salido hasta un conejo… Y sobre el mostrador —que ya era de dos pisos—, se ofrecía de todo: desde cigarrillos a 2 dirhams la pieza, hasta refrescos. Por supuesto se vendían caramelos de todos los tamaños y colores, pastelitos de vainilla, frutos secos o tarta de garbanzos y chocolate.

El bueno de Mohamed se sentaba en su silla al cabo del portal y miraba embobado al hijo… Luego seguía cavilando. Hasta que un día apareció empujando una carretilla. A la puerta del inmueble descargó algunos ladrillos, arena, cemento…

Hoy Mohamed vive tranquilo y deshogado; tiene ya su bakalito. Un negocio éste que atienden su mujer y las hijas. El hijo se fue a España. Y el sigue deleitándose, sentado y de mirón, con los niños del colegio alborotando en su tienda.