La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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¿Debate o espectáculo?

Vaya un juego que se traen, por no calificarlo algo peor, con esto de los debates electorales. Que si hay que pactar las preguntas, que si se necesitan unos cronometradores profesionales para que ni José Luís ni Mariano se pasen de listos y arañen un segundo más de tiempo… Que quién empieza primero… Que si seleccionamos a unos moderadores (¿periodistas?) asépticos, desideologizados (¿es esto posible?), fotogénicos, guapos, obedientes… Que si la mesa ha de ser así o asá… Que a ver qué plano me toma usted… Que ¡cuidado! con enfocar al contrario mientras yo estoy hablando… En fin, ¿es esto la democracia? ¿Esto es libertad de expresión? ¿Esto es libertad, a secas?

Visto desde aquí, desde El Mirador de Tánger, lejos del fragor de los combates dialécticos y mediáticos —la respuesta del PP al video de gente de la cultura apoyando a ZP, con ese guiño a modo de ceja arqueada, no puede ser más infantil imitando unas tijeras. ¡Patética!—. Qué derroche de imaginación, ¿verdad?

Supongo que, a la postre, todo se reduce a creer o no en la democracia. Y si se cree, ¡vale todo! A los occidentales, confortablemente instalados en esta vida muelle que propicia la sociedad del bienestar, no les importa que se monten juegos de este tipo, como los debates, los videos electorales o las frases rimbombantes y tópicas, con tal de mantener nuestro estatus y seguir viviendo en paz. Mientras no nos toquen el bolsillo… Seguro que millones de personas verán los “coloquios” entre Zapatero y Rajoy. ¿De qué hablarán si está todo pactado? ¿De lo que de verdad le interesa a la gente o de lo que le interesa a ellos? ¿De lo que le gustaría a los periodistas preguntarles… (que no lo harán), o de lo que les han dicho que han de preguntar?

En una sociedad adulta, madura, responsable, no deberían permitirse estas cosas. Como no deberían apoyarse ni consentirse esas democracias descafeinadas y corruptas que rigen para los países del tercer mundo, y que tanto dolor causan en África, por ejemplo. Aquí, en Marruecos, sin ir más lejos, hace unos meses hubo elecciones. Apenas votó un 37% de la población según la versión oficial; no llegaron ni aun 20%, según la gente de la calle. ¿Por qué? Porque saben que votar o no, no cambiará nada. El Poder controla todo y de nada servirá ir a votar, dice la mayoría.

En cambio, en Occidente, en España como en otros países de Europa, se acepta todo; hasta las estupideces que a diario ventean los políticos. La gente acepta cualquier frase, cualquier propuesta imposible de cumplir, cualquier tontería de quienes les representan… Seguramente porque su convicción y la fe democrática es “de verdad”; se cree que la democracia es el cauce adecuado para vivir mejor. Y eso está bien; pero, ¡cuidado!, porque tanta confianza, tanta falta de criterio y de responsabilidad personal, están propiciando que los gurús de la política, los manipuladores de las ideas y mediáticos, nos tomen por idiotas. ¿O no? Pues eso. ¡A ver cómo se hacen los debates! ¡Debates entre todos los partidos, abiertos, libres…! Y que cada cual defienda sus ideas y en lo que cree.

Ciudadanos para España y Marruecos

Leo con satisfacción que desde hace algunos años viene funcionando con éxito una Escuela de la Ciudadanía en algunas ciudades del Norte de Marruecos: Tánger, Tetuán, Larache, Nador, Alhucemas, Chaouen y Ksar Kebir. La Escuela cuenta con más de 200 miembros activos pertenecientes a medio centenar de asociaciones de ambas orillas del Estrecho.

Estas asociaciones comparten cursos y seminarios y en ellos aprenden, según reza en la información recibida, “a dialogar, a trabajar en equipo y a cooperar”. Sin duda, un loablel esfuerzo.

Pero, lo que no se explica muy bien es cómo pueden formarse estas personas para ser “ciudadanos”… Ciudadanos que “dialoguen, trabajen en equipo y cooperen”, cuando el marco ideológico del que se parte es poco democrático, y ni por asomo se acerca al legado de la Ilustración, que es, a mi entender, del que nace la verdadera ciudadanía. Ciudadanía que implica, en síntesis, promover seres libres, sin ataduras de religión por supuesto, y asumiendo, consciente y libremente, que, para vivir en una sociedad democrática, quiénes aspiran a ser “ciudadanos” han de aceptar tantos deberes como derechos reclaman.

Es decir, lo que no acabo de entender es como en esta Escuela de la Ciudadanía pueden formarse ciudadanos, en el sentido más profundo del término, cuando la mayoría de quienes acuden a ella, llegan “maniatados” ya por principios absolutos; de fe; principios como los que impone la religión. Y no me refiero a los practicantes del Islam solamente… También los cristianos y los judíos tienen estos «inconvenientes»… Que bien sabemos todos cómo cualquier practicante de estas tres religiones es muy dados a excluir de “lo suyo” a los otros y a despreciarlos.

En fin, que dado que alguien ha tenido la valentía de montar una Escuela de la Ciudadanía para el Norte de Marruecos, bien podría dar un paso más y exigirle a los que acudiesen que se empapesen en lo posible del significado que tiene la palabra CIUDADANO para que a ambas orillas del Estrecho sigamos avanzando hacia la verdadera democracia y el entendimiento.