La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Arde Sidi Ifni… ¿Y Marruecos?

Cuando llegué a Tetuán, en 1992, una de las primeras personas que conocí (un español, tetuaní de de adopción desde los años 40) me decía: “Esto cualquier día estalla”. Y justificaba la frase con este argumento: “El día que todos estos niños y jóvenes crezcan y se encuentren sin trabajo, ¿qué va a ser de ellos?”

Pues ya lo ven: muchos han cogido la patera y se han ido, y el 80% que queda quiere irse del país lo antes posible, aseguran las encuestas. Pero, mientras tanto, aquí siguen. Y de vez en cuando sufren ataques de desesperación; como les ha ocurrido a los jóvenes de Sidi Ifni, u ocurrirá cualquier día en otras ciudades, dónde ya ha habido amagos también por la subida de precios o por la corrupción del poder.

Comparto la opinión que hace unos días manifestaba un empresario: “Esta es una sociedad enferma”, decía. “Y, en una sociedad enferma no pueden prosperar la justicia ni las empresas”. Marruecos es como una serpiente con dos cabezas: de un lado están las leyes, el envoltorio social, lo que Occidente celebra como “propuestas democráticas y de progreso”. De otro, la tradición, la corrupción, la represión, el nepotismo, el poder absoluto… Unos roles que ejercen desde el más poderoso hasta el fontanero (por poner un ejemplo) con su ayudante.

Y he aquí otro ejemplo reciente: Ayer entré en una librería, bastante grande, a las 13,15 horas… Se fueron los clientes que había y quedé sólo; uno de los cuatro empleados miró su reloj: “¿Qué, van a cerrar ya?” “No, no; todavía no”. “Ah, claro, con el nuevo horario uno se lía un poco, ¿no?… De todos modos, estarán ustedes contentos. Esto le viene bien al país. Así ahorra energía…” “Bueno… Es que… Tenemos un problema… Este horario…” “¿Y qué problema es ese?” “Es que nos coincide con la hora del rezo y, claro, nada más abrir la tienda por la mañana, como la apertura se adelanta una hora, tenemos que cerrarla para irnos a rezar”. Me abstuve de hacer comentarios… ¿Para qué? Marruecos ha legislado en los últimos años para consolidar los derechos de las mujeres y promocionarlas, para proteger a sus trabajadores y darles cobertura sanitaria y social, para conseguir mejoras en todos los órdenes… Pero esas leyes son papel mojado ante el peso de la religión, tradición y, sobre todo y por encima de todo, ante la ley de la corrupción que es la que impera.

Pero hablemos de Sidi Ifni. He leído no menos de 20 noticias al respecto procedentes de otras tantas agencias de noticias y periódicos del mundo. Es evidente que cada cual arrima el ascua a su sardina, faltaría más. En síntesis, lo que debe haber ocurrido (digo debe porque yo no lo he visto) es que ante un bloqueo continuado de los accesos al puerto por parte de trabajadores en paro (jóvenes, licenciados tal vez, obreros en general, qué más da) la intervención del ejército y de la policía ha sido brutal. Se habla de hasta 10 muertos en algunos casos, en otros de 4; de palizas indiscriminadas, de detenciones masivas, de allanamiento de viviendas, de robos por parte de la fuerza pública y de violaciones… France Press asegura que son 44 los heridos; 27 de ellos policías. Y algunas ONGs informan que los heridos se acercan al centenar. Sin duda, la represión es el colmillo afilado que enseña el poder cuando muestra su verdadero rostro. Un rostro que, como todo el mundo sabe, Occidente (todos los países que tienen aquí negocios ventajosos, empezando por España y siguiendo por Francia, Inglaterra, Alemania…) maquilla siempre que puede para que Marruecos parezca una democracia “occidental”. Nada nuevo bajo el sol con lo ocurrido en Sidi Ifni, me temo, que no sea la repetición de otras historias.

Y una vez más me vienen a la mente las frases de aquel viejo amigo, ya fallecido: “¿Hasta cuando aguantará esta sociedad enferma sin intentar acabar con los sátrapas corruptos? ¿Cuándo se dará cuenta el Poder que un día ya no tendrá margen de negociación, ni siquiera margen para la represión, si no gestiona mejor las riquezas y bonanzas que hoy disfruta el país”, insistía Manolo Rato. Éste, mi amigo, que lo había sido todo en Tetuán, que regentó una imprenta hasta la víspera de su muerte, falleció sin conocer las respuestas. Tampoco los demás, seguramente, las conoceremos; terminaremos yéndonos con las incógnitas a cuestas. Una pena, porque Marruecos es un gran país; un país maravilloso.

Sidi Ifni, la huella española

Sidi Ifni podría ser una colección de postales. La postal del anciano Alí sentado al lado del mostrador de madera que cierra un almacén de casi 4 metros de alto, rodeado de estanterías hasta el techo, también de madera, completamente vacías. Sobre el mostrador sólo hay un teléfono antiguo, de esos de disco, negro. ¿Qué hace usted aquí? “Nada, esperando por si alguien viene a llamar…”, explica en español, medio en árabe, sin pestañear ni inmutarse.

Alí y su almacén de coloniales y ultramarinos, en otro tiempo a rebosar de tejidos, podría ser la síntesis de una ciudad que conserva aún huellas españolas por todas partes; en especial, en su arquitectura y sus calles. Calles rectilíneas, de amplio trazado; algunas con aire de boulevard… Y la plaza del mercado con sus portales y puestos de verdura, de carne y pescado, de especias…

Sidi Ifni tenía cuando pasó a Marruecos, en 1969, 15000 españoles; de entonces son estas postales difusas, congeladas en el tiempo. Postales como la del bar del Real Madrid, que Hassan administra en su decadencia con la complicidad de los cuatro parroquianos que beben vino o cerveza con él, mientras contemplan las fotos de Gento y otras estrellas del balompié de la época. Postales como la del rótulo del Twist club, detrás de la cual no será difícil imaginar a aquella juventud españolo bailando los ritmos de los años 60. Y postales con rótulos de calles: Calle Sevilla, Calle del Batallón de Ingenieros de Tetuán, Calle Oviedo, Calle del Suboficial Zabala… Y las hay también de edificios en ruinas que un día fueron nobles, como el de la Capitanía General; aunque otros, como la iglesia, son ahora los Juzgados de la ciudad.

España ocupó Sidi Ifni por primera vez en 1476 para proteger la ruta hacia Canarias; de entonces se guarda aquel nombre de Fuerte de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Pero España perdió esta plaza varias veces, aunque la recuperó otras tantas, hasta que, en 1934, los españoles se quedaron.

Hoteles como el Belle Vue, asomado a la playa sobre el acantilado y el de La Suerte Loca, acogen, por menos de 20 euros la noche, a viajeros curiosos, algún hippy despistado y surfistas durante todo el año. Por aquí la gente es amable y sonriente; son muchos los que recuerdan a los españoles, pero muy pocos ya los que hablan alguna palabra de español.