La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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La ignominia de las corridas de toros

Me he criado entre toros. De niño, cuando tenía 5, 6, 7 años, sufrí, más de una vez, la parálisis que produce el peligro inminente. Muchas veces me vi frente a ese animal negro, enfadado, amenazante, moviendo la cabeza de arriba a abajo airado, anunciando con ello la embestida inmediata tras haber peleado con algún otro toro de la manada. Luego fui aficionado convencido hasta bien pasada la adolescencia. Un aficionado que se sabía de memoria todas las clasificaciones taurinas que publicaba el Dígame: corridas toreadas, orejas y rabos cortados por cada uno de los toreros de la época. Y entiendo —modestia a parte— un poco de qué va el arte de torear; sé distinguir perfectamente una revolera de una verónica o de una manoletina, un pase de pecho de un natural, qué es templar y qué es mandar en el toreo… Y, por último, no tengo ninguna duda sobre el arte y la belleza que encierran la confrontación del hombre y el animal en ese espacio grandioso que es el coso taurino.

Así, pues, sé de qué hablo. Y porque lo sé me sonrojo y avergüenzo del espectáculo ignominioso —con todos los calificativos que ustedes quieran añadirle—, que está dando España con la celebración de corridas de toros y, en estos días, además, con el “fenómeno José Tomás”. Editoriales, portadas, columnistas y predicadores…, hombres que se dicen de bien… Todos avivando de violencia, alimentando el horror, ¡el HORROR!, en estos días oscuros, como si estuviesen hablando de la más bella obra jamás representada por el ser humano. La foto de la cara ensangrentada de ese torero iluminado frente a un toro agonizante, con la lengua hinchada colgando, vertiendo espumarajo de sangre y fatiga por la boca, con la nariz obstruida e incapaz de respirar, con la sangre brotando violentamente, desde lo alto, donde las banderillas le hieren hasta hacerle enloquecer de dolor, con esos boquetes abiertos con saña por el perverso picador… La foto de ese iluminado, repito, en un primer plano de horror, con un paisaje de fondo de diez, quince, veinte mil inhumanas gargantas aclamando, espectadores derretidos de placer hasta morirse, como si asistiesen a un orgasmo colectivo… no admite más calificativos. Esa foto es incalificable porque el adjetivo sería siempre inferior a la brutal realidad.

¿De qué se queja la gente, entonces, cuando habla de guerras, del maltrato a los emigrantes, de los abusos sexuales a menores, de la violencia contra las mujeres, del hambre que hay en el mundo, de la explotación de millones de niños y niñas, de, de, de…? ¿De qué se quejan esas autoridades que jalean la tortura de un ser vivo como es el toro, al que engañan, agreden sin piedad, pinchan ensañándose una y otra vez con él, con una espada de acero afilada mientras gozan de su agonía en la plaza?

¿Son estos gobernantes los que van a resolver nuestros problemas? Son estas masas las que harán de este mundo algo mejor? No. Sencillamente, no. No creo que una sociedad tan cruel, CERO compasiva, pueda tener esperanzas de ningún tipo…

Nota.— Ah, y nada tiene que ver lo que yo pueda decir con si 20 minutos debe o no informar sobre acontecimientos puntuales relacionados con el toreo. En este sentido, comparto la opinión, tanto con lo dicho por el director de este periódico en su blog, como con lo apuntado por el señor Urbaneja. Que… Informar es otra cosa.

Marruecos ha votado a Zapatero

Esta mañana, en el zoco, en la Plaza de Francia, en el Boulevard Pasteur de Tánger, en la Plaza Iberia…, la gente sonreía a los españoles. “¡Ha ganado Zapatero, eh. Qué bien!”, decía Ali, el dueño de la tienda se souvenirs, sin pensar que, quizá, su interlocutor podría no estar de acuerdo con ese comentario. Y Mohamed, el del quiosco de periódicos, repetía encantado: “Españoles, marroquíes, hermanos. Hermanos”. Es la misma frase que muchos repiten a diario, pero en esta ocasión parece sonar como… como con más emoción; como si esta palabra, “hermanos”, cobrase de pronto un significado nuevo.

Marruecos está hoy encantado con el triunfo de José Luís Rodríguez Zapatero. No hay más que ver la felicitación enviada por Mohamed VI. Aquí nadie duda de que con Zapatero todo va a ser de color de rosa y que, de alguna forma, les ayudará a salir de pobres (es un decir) y a ser “ricos” como los españoles. Y es que el dinero del gobierno español (sin contar el de las muchas empresas que se han instalado y están instalándose aquí) ha fluido abundante y sin demasiado control durante estos últimos cuatro años. El amargo recuerdo que este pueblo tiene de la época Aznar (Ásnar, como le llaman muchos) parece que no lo olvidan fácilmente.

Pero, ¿por qué los marroquíes querían que ganase Zapatero, realmente? Creo que está dicho: porque habrá para ellos más ayudas económicas, más tolerancia en el trato y un mayor intercambio económico y cultural. Bueno, si esto se hace con rigor, control, exigiéndoles siempre justificación a de a dónde va ese dinero… y también responsabilidades, pues nada que objetar. Lo que en ningún caso es bueno, ni admisible, es eso de “dar por dar” y hasta luego.

Nota.—Parece que sigue adelante lo de “VUELVEN LOS TOROS A TÁNGER”. Pero, ¿es que el señor Patricio González, la Junta de Andalucía y quienes les secundan no se sonrojan?

Los encantadores de serpientes tienen los días contados

Afortunadamente, la batalla contra el maltrato animal se extiende como una mancha de aceite por todo el mundo. Parece que ahora toca salvar a las serpientes de la Djemma el Fna, la plaza de Marrakech, en Marruecos, donde charlatanes y titiriteros actúan junto a sus reptiles amaestrados con los que distraen a turistas y viajeros, consiguiendo con ello algunas monedas que les permiten vivir. Creo que para las pobres serpientes no es el mejor lugar para vivir.

Arrancadas a la fuerza y con engaño de su hábitat natural en el desierto, vienen aquí a sufrir mil penurias. Y, aunque sus dueños y encantadores aseguran que las cuidan (al menos mientras les son útiles, supongo), pues viven de ellas, no creo que las serpientes disfruten demasiado con tanta manipulación y sobeo —no pocas mueren deshidratadas, de hecho—, con tanto ruido, y tiradas sobre un suelo de asfalto que a veces abrasa. Si hablasen las serpientes, supongo que se quejarían amargamente de su suerte. Es como si a cualquier de nosotros nos secuestrasen un día y nos enviasen a hacer el payaso a cualquier plaza pública... No, no. Ya sé que no es igual. Que nosotros somos seres humanos, inteligentes, tenemos “alma” y pensamos… ¿Pensamos? Pues si pensamos, ¿no podríamos pensar que estos animales sufren?

En fin, yo, que tengo terror a estos bichos, me veo ahora defendiéndolos. Y sólo porque creo que no es justo lo que se hace con ellos.

La humanidad debería de entender de una vez que jamás le irá bien mientras haya personas y animales que sufren. En España ocurre con los toros… ¿Cómo va irle bien a los españoles –es un decir– si apenas se ponen de acuerdo para celebrar corridas de toros en las fiestas mayores y en poco más?

¿Toros en Tánger otra vez?

No es una broma de mal gusto, no. Es cierto. El responsable de la Oficina de Cooperación con el Norte de Marruecos de la Junta de Andalucía, Patricio González, ha anunciado un ciclo de conferencias a partir de febrero en las ciudades de Tánger y Tetuán con el fin de recuperar la afición taurina en este país. Y no sólo eso —que… allá cada cual si “recupera” o no su afición y su cordura—, sino que pretende restaurar el coso tangerino donde volverían a masacrarse a estos nobles animales. ¡Menudo circo!

¡Y este impresentable proyecto pretende financiarse con fondos europeos!, se dice. Esperemos que en Europa se den cuenta a tiempo y les den los fondos, sí, pero para emplearlos en causas más nobles. Cuando la vieja Europa combate por la paz, la paz en todos los órdenes —¡y en esta paz se incluye también el respeto y el buen trato a los animales!—, surgen iniciativas como ésta, que bien podría pensarse que hemos vuelto a la época del circo… romano. Así, con dinero público, es muy fácil abochornar a media humanidad; o si no a media, sí a todas aquellas personas que todavía creen tener nobles sentimientos.

Que restauren esta hermosa plaza si quieren. Pero que la dediquen a otros fines; que hagan en ella un centro multiusos: salas de conciertos, un centro de salud, una escuela, talleres para apoyar la formación de las mujeres, espacios para jóvenes… Cualquier cosa menos volver a teñirla de rojo con la sangre de animales inocentes