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Por qué la desigualdad es un asunto feminista

Por Winnie Byanyima

Vivimos unos tiempos revueltos, emocionantes y también aterradores para ser una mujer. Todos los días traen consigo un gran éxito o un revés desolador en nuestra lucha por la igualdad de derechos. Hace un par de semanas, después de décadas de activismo por los derechos de las mujeres, Irlanda votó de forma aplastante para derogar la prohibición del aborto en el país. Y al mismo tiempo, una reciente ofensiva en Arabia Saudí contra las activistas por los derechos de las mujeres terminó en varias detenciones: su paradero y los cargos en su contra aún se desconocen.

Ilustraciones de la Asociación Mujeres y Madres Abriendo Caminos, de Colombia. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Hay muchos frentes en esta lucha, pero uno en el que he centrado mis esfuerzos especialmente es en el modelo económico global, absolutamente manipulado contra las mujeres. Veamos algunos de los hechos:

Primero. Según estimaciones conservadoras, las mujeres contribuyen con cerca de 10 trillones de dólares, ¡sí, trillones! a la economía de los cuidados no remunerados y al trabajo doméstico. ¡Y lo hacen gratis! Nuestras economías colapsarían sin ese trabajo. Sin embargo, rara vez los políticos discuten este tema.

Segundo. El Banco Mundial contó que hay 104 países con leyes que impiden que las mujeres desempeñen ciertos trabajos, principalmente en fábricas y en el sector construcción, un comportamiento que corresponde a ideas anticuadas y paternalistas de lo que una mujer puede y debe hacer.

Y más. Según el último estudio de Oxfam, hay alrededor de 2.043 milmillonarios en todo el mundo; de los que nueve de cada 10 son hombres. Los datos del Foro Económico Mundial muestran que, según el ritmo de los cambios, habría que esperar 217 años para cerrar la brecha en las oportunidades de empleo y remuneración entre mujeres y hombres. La desigualdad económica entre mujeres y hombres se traduce en desigualdad en quienes ostentan el poder. ¿Cómo podemos, entonces, esperar un mundo igual para las mujeres cuando las riendas del juego las llevan ellos?

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Por el recuerdo de una niña refugiada

Por Winnie Byanyima

Lloraba a mares cuando llegué al Reino Unido como refugiada.

Recuerdo cómo me miraba el policía del puesto de control de inmigración. A mí, una niña africana, pequeña, perdida y desconsolada. Me había pillado con un billete falso de 100 dólares. ‘No sabía que era falso’, traté de explicar. En Uganda, bajo la dictadura de Idi Amin, no teníamos más remedio que cambiar dinero en el mercado negro. Pensé que mi suerte se había acabado y que iba a ir a la cárcel.

Jeanne Berat

Jeanne Berat, de República Centroafricana, tuvo que huir al sur de Chad para salvar su vida y la de sus hijos. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

El viaje había sido peligroso. Mi madre y yo tuvimos que marcharnos de repente. Huimos a Kenia de noche. Teníamos miedo porque muchas personas que también habían huido habían muerto, pero estábamos desesperadas. La gente nos ayudó durante nuestro viaje hasta llegar a un país que acogía refugiados: el Reino Unido. .

Pero mi suerte no se había acabado. El policía me dijo unas palabras que nunca olvidaré: ‘Te perdono porque sé que vienes de una situación muy difícil’. ¡Estaba a salvo! Pronto tendría la suerte de recibir una buena educación gracias a una beca para refugiados.

Ese policía, ese día, ese país, cambiaron mi vida. Me trajeron finalmente hacia Oxfam, donde puedo contribuir a la lucha por la justicia social que siempre me ha impulsado.

Mi experiencia no es comparable a las que he escuchado de otras personas que también se han visto obligadas a abandonar sus hogares en todo el mundo. Pero me ayuda a comprender por qué necesitamos encontrar con urgencia las formas más justas y efectivas de apoyar a estos millones de personas vulnerables y traumatizadas.

El mundo se enfrenta a la crisis de desplazamiento más grave de la que existen registros. Más de 65 millones de personas han tenido que dejar sus casas por el conflicto, la violencia o la persecución. Dentro de tres días se celebrará la primera Cumbre de Naciones Unidas por los refugiados y migrantes en Nueva York. No podría haber llegado en un momento más oportuno.

Estoy orgullosa, como persona que una vez fue refugiada, de asistir a este evento. Es una oportunidad para que el mundo se una y acuerde un enfoque común. Al final, por supuesto, la gente que ha tenido que huir es un síntoma de causas de origen como la guerra, la violencia, la persecución, el cambio climático y la pobreza. El mundo tiene que hacer más para resolver estos problemas.

Y necesitamos una respuesta ambiciosa para apoyar a las personas que buscan refugio y asegurarnos de que pueden vivir con paz y seguridad. No es problema ajeno, es nuestro.

Si todos podemos imaginar por un minuto ‘¿Qué pasaría si fuera yo?’, podemos empezar a entender que la suerte y la resiliencia nunca pueden ser suficientes. Necesitamos humanidad, no sólo de las personas corrientes, sino también de nuestros gobiernos, que tienen la obligación de protegernos con buenas leyes.

Todas las personas que se han visto obligadas a huir de los conflictos, la violencia, los desastres o la pobreza o en busca de una vida mejor tienen derecho a ser tratadas con dignidad y respeto. Los refugiados también deben tener acceso a oportunidades para trabajar y estudiar y para cualquier otra cosa que permita a las personas llevar una vida digna y productiva.  ¿De qué otra forma podrían, si no, hacer su contribución al país que les ha acogido?

Generaciones enteras de niños y niñas refugiados se están viendo privadas de una educación, lo que disminuye sus opciones de conseguir empleo, obtener ingresos y pagar impuestos. Los Gobiernos deben garantizar que tanto las niñas como los niños tengan un acceso igualitario a la educación.

Sin embargo, las expectativas de estas cumbres son desalentadoras incluso antes de que hayan comenzado

Me indigna la obstinada negativa de los Gobiernos ricos a acoger más refugiados. Y, por otro lado, no se puede acusar a muchos países en desarrollo de dar la espalda a los millones de personas que ponen en riesgo sus vidas y las de sus hijos al huir en busca de protección.

¿Tan poco valor dan los líderes de los países ricos a las vidas de esos desafortunados niños y niñas que buscan desesperadamente un hogar seguro?

Cerca del 86% de los refugiados y solicitantes de asilo vive desplazado en países de renta media o baja; países cuya ciudadanía ya se ha acostumbrado a compartir sus aulas y hospitales con estas personas. Uno de cada cinco habitantes del Líbano es refugiado sirio. Y la cuarta ‘ciudad’ más grande de Jordania es un campo de refugiados.

Muchos países africanos conocen desde hace tiempo su responsabilidad de proteger a las personas obligadas a huir (a una escala masiva). Y esta responsabilidad prevalece. Un reciente análisis de Oxfam muestra que los países de la Unión Africana acogen a más de una cuarta parte de los 24,5 millones de refugiados y solicitantes de asilo del mundo a pesar de representar tan solo un 2,9% de la economía mundial.

Mi propio país, Uganda, acoge a más de medio millón de refugiados y solicitantes de asilo. Allí, los refugiados tienen garantizado su derecho –como deberían tenerlo en cualquier país– a trabajar, a abrir negocios, a asistir a la escuela, a desplazarse libremente y a tener propiedades. También se les proporciona tierras para el cultivo.

El número de personas desplazadas internas, obligadas a huir dentro de las fronteras de su propio país, es aún mayor. Y resulta escandaloso que se ignore a estas personas en las cumbres. El África subsahariana acoge a casi un 30% de las personas desplazadas internas debido a los conflictos y la violencia, por ejemplo, en Nigeria, donde un violento conflicto que dura ya siete años y que también afecta a Níger, Chad y Camerún ha provocado una crisis humanitaria regional.

Así que debemos rebajar nuestras expectativas: dada la situación actual, no podemos esperar compromisos por parte de los Gobiernos ricos de acoger y dar apoyo a más refugiados. Tampoco podemos esperar que se ofrezca a la población refugiada un mejor acceso al trabajo y los estudios.

Pero aún queda tiempo para que los Gobiernos rectifiquen. Siempre lo hay.

Por ahora, corremos el riesgo de que estas cumbres no sean más que un tímido primer paso para ayudar a los millones de personas que se han visto obligadas a huir. Por el contrario, deberían constituir un punto de inflexión en esta crisis.

Los Gobiernos, y las personas que los conforman, deben recordar su humanidad, la misma que yo encontré cuando me acogieron no hace tanto tiempo.

Winnie Byanyima es Directora Ejecutiva de Oxfam Internacional.

Lo que hacen las mujeres para que haya paz en el mundo

Por Winnie Byanyima Winnie_Byanyima

Como antigua parlamentaria ugandesa, he estado siempre interesada en el rol que juegan las mujeres como impulsoras del progreso, tanto femenino como masculino, no solo en mí país, sino en todo el mundo.

En este momento las mujeres ocupan el 34% de los asientos del parlamento ugandés, gracias, en buena medida, a las cuotas establecidas por la Constitución. La batalla por la igualdad está lejos de haber acabado para las mujeres ugandesas, pero, por lo menos, cuentan con representantes que pueden dar voz a sus preocupaciones durante el proceso de toma de decisiones.

Un grupo de alumnas en la escuela Rwemigangago, en el subcondado de Katenga, Uganda. Imagen: Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Un grupo de alumnas en la escuela Rwemigangago, en el subcondado de Katenga, Uganda. Imagen: Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Asegurarse de que estas reflejan las necesidades y puntos de vista de la mayoría nunca es más importante que cuando el tema tratado es la paz y la seguridad. Sin embargo, el avance que ha supuesto que un número record de mujeres entren en política en países como Uganda, Ruanda o Afganistán no ha tenido su paralelismo en la representación femenina en los procesos de paz y en las instituciones internacionales de seguridad.

Yo misma formé parte del proceso de paz de Uganda en los 80 y fui una de las firmantes del Acuerdo de Paz de 1985. Sin embargo, tal y como explica un reciente informe de Oxfam ‘Mujeres, paz y seguridad: Cumplir la promesa’, se trató de una rara excepción.

Entre 1992 y 2011, menos del 4% de las firmas en los tratados de paz  fueron de mujeres. Del mismo modo, las mujeres representaron menos del 4% de los participantes y  del 10% de los negociadores en las conversaciones de paz. Por otro lado, en las misiones de mantenimiento de la paz y en los sistemas de seguridad nacional en áreas de conflicto, las mujeres también estuvieron infrarrepresentadas.

Esta exclusión de las mujeres tiene poco sentido. Los conflictos amenazan a todos, pero implican  riesgos específicos sobre mujeres y niñas, como la violencia sexual, el tráfico de personas y un mayor aumento de las desigualdades de género. Los intentos para acabar con estos problemas están destinados a fracasar si la perspectiva y las contribuciones de las mujeres no están apropiadamente integradas en los esfuerzos de prevención y recuperación de conflictos.

Reconociendo el problema, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó hace 15 años la histórica resolución SCR1325 para defender los derechos de las mujeres en los conflictos y su papel en los procesos de paz y seguridad. Desde entonces seis resoluciones más del Consejo de Seguridad han ayudado a establecer una política-marco sobre este tema. Así, casi 50 países han desarrollados Planes de Acción Nacionales para implementar la resolución de la ONU y varios de ellos han actuado como importantes e influyentes promotores de estas políticas.

Sin embargo, y como muestra la casi total ausencia de mujeres en las conversaciones de paz, se han hecho pocos avances reales. Es necesario fomentar la participación de las mujeres en este tipo de procesos, así como prestar más atención a la prevención de conflictos. Muchos de estos enfrentamientos han sido señalados por la presencia de violencia basada en el género, a menudo facilitada por un tráfico descontrolado de armas pequeñas y por una cultura de la impunidad.

La financiación para este tipo de políticas promovidas por la ONU ha crecido, pero sigue siendo demasiado baja como para lograr sus objetivos. Las organizaciones locales por los derechos de las mujeres, que se encuentran en primera línea de los esfuerzos para la prevención y recuperación de conflictos, tienen problemas de financiación. Igualmente mucho de los Planes de Acción Nacionales carecen de un presupuesto importante, o incluso de cualquier tipo de recursos.

El mes que viene se celebrará el 15 aniversario del UNSCR 1325 y estos temas deben tratarse. El próximo 13 de octubre, la ONU realizará un examen al más alto nivel para analizar los avances de estas políticas y los retos a los que ha habido que enfrentarse en los últimos 15 años. También se fijaran nuevos objetivos. Constituye una oportunidad única para tratar estos temas con ambición. Para prepararse para la reunión docenas de ministros y altos funcionarios discutieron propuestas en una conferencia el pasado día 30 en Nueva York, donde fui invitada a hablar.

Dije que no hay tiempo que perder. El número de conflictos no ha hecho más que aumentar en la última década, lo que ha llevado a un número record de personas desplazadas tratando de encontrar refugio en Europa, partes de Asia y otros lugares. Esto supone un reto para los gobiernos y las comunidades de todo el mundo. Nunca había habido una mejor oportunidad para garantizar que las mujeres puedan contribuir de manera eficiente a los esfuerzos de paz y seguridad de un mundo afligido.

Winnie Byanyima es Directora Ejecutiva de Oxfam Internacional

Haz que suceda: el ejemplo de las mujeres de Sudán del Sur

 Por Winnie Byanyima Winnie_Byanyima

La primera vez que nuestro equipo la encontró fue en abril de 2013 en Juba, en una base de Naciones Unidas a la que  había acudido en busca de protección y asistencia médica. Josephine (no es su verdadero nombre) estaba embarazada y había salido de su casa en el campo acompañada de uno de sus cinco hijos. Cuando intentó regresar sus planes se vieron truncados por la guerra y su vida entera dio un vuelco. Desde entonces, no ha visto ni ha hablado con su marido y se ha visto separada de sus otros cuatro hijos. Josephine es una de las dos millones de personas desplazadas por la guerra en Sudán del Sur.

Una mujer espera durante un reparto de alimentos en el campo de refugiados de Mingkaman. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Una mujer espera durante un reparto de alimentos en el campo de refugiados de Mingkaman. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

 

Esta semana ha querido que le ayudemos a dar a conocer su historia. Esto es lo que nos ha contado:

En muchas guerras, se abandona a su suerte a mujeres, niñas y niños. Está sucediendo en Sudán del Sur y estoy segura de que también ocurre en muchas otras partes del mundo. Quiero decirles a las mujeres que se encuentran en una situación similar a la mía que tengan valor. Ten coraje y sé fuerte porque tu familia te necesita. Cuida de tus hijos porque, antes o después, volverás a casa para seguir protegiendo su futuro. Antes o después, podremos volver con nuestras familias‘.

El lema para el Día Internacional de la Mujer de este año es Make it happen (Haz que suceda, en su traducción al español). Josephine es un alentador ejemplo de los desafíos que muchas mujeres en Sudán del Sur afrontan y que logran superar contra viento y marea. Pero, para ello, necesitan mucha más ayuda.

La resiliencia y el empoderamiento hace de las mujeres en Sudán del Sur auténticos motores de cambios: campesinas, periodistas, jóvenes lideresas, profesoras, poetas, etc. Ayudan a sus familias y sus comunidades, y se ayudan las unas a las otras. En un país en guerra en el que muchos hombres han muerto o se han marchado para luchar, las mujeres se han convertido en la columna vertebral de sus comunidades. Se han quedado atrás para cuidar de sus familias y hogares, de las personas enfermas o heridas, de los campos y del ganado… y han de tomar todas las decisiones. Las mujeres son heroínas silenciosas de la turbulenta historia de Sudán del Sur.

Sin embargo, a pesar de su fortaleza y resiliencia, los niveles de violencia sexual y de género en el país son increíblemente elevados, alarmantes, y empeoran cada día.

Las violaciones, los abusos sexuales, el acoso, la violencia doméstica, los matrimonios forzados o la «prostitución de supervivencia» son problemas persistentes en Sudán del Sur, incluso antes de que comenzase la guerra, y se han visto exacerbados por los elevados niveles de desigualdad de género y la falta de justicia para las supervivientes. Desde diciembre de 2013, cuando estalló el conflicto, la violencia contra las mujeres se ha agravado debido al desplazamiento masivo y una mayor presencia de hombres armados que actúan libremente y con total impunidad.

Los informes sobre derechos humanos de Naciones Unidas señalan que todas las partes del conflicto (soldados, policía y fuerzas de seguridad) han cometido actos de violencia sexual contra mujeres de diferentes grupos étnicos. La violación se ha convertido en un arma de guerra y la violencia sexual en una forma de castigo colectivo. Zainab Bangura, enviada especial de Naciones Unidas para temas de violencia sexual, afirmó durante su visita a Sudán del Sur el pasado mes de octubre que la tasa de violaciones en el país eran las peores que jamás había observado y se hizo eco de la atroz situación de algunas mujeres, niños y niñas y personas ancianas que son víctimas de reiteradas violaciones. Recientemente, el secretario general adjunto de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció que la población de Sudán del Sur había sufrido un «mes de las violaciones».

Mientras la guerra y la violencia sexual desatan el terror, también lo hace la grave crisis alimentaria que continúa azotando al país, a pesar de ser el primer receptor de ayuda a nivel mundial. Cerca de 2,5 millones de personas padecen desnutrición severa. Así, las mujeres se ven obligadas a asumir peligrosos riesgos para complementar la ayuda que reciben y poder alimentar a sus familias. Abandonan los emplazamientos de protección de Naciones Unidas para recoger leña o conseguir combustible, agua o alimentos. A menudo, deben caminar largas distancias en busca de comida y cruzar puestos fronterizos donde pueden ser víctimas de acoso y violaciones o ser detenidas, secuestradas o, incluso, asesinadas. En algunas zonas de Sudán del Sur, Oxfam está distribuyendo vales para carbón, hornillos eficientes y molinos de grano en un intento de minimizar estos riesgos. Pero dada la gravedad de la violencia sexual, la respuesta ha de ser sistemática. Ante todo, el Gobierno de Sudán del Sur y la oposición deben asumir inmediatamente el control de sus tropas y mostrar tolerancia cero ante las violaciones y otros crímenes de violencia de género. La comunidad internacional debe proporcionar una mayor financiación para programas dirigidos a la protección de las mujeres y las niñas y a promover la igualdad de género pues, dada la magnitud del problema, la financiación actual es insuficiente.

La financiación de los programas para la protección de las mujeres es insuficiente en comparación con la de otros destinados a satisfacer otras necesidades. Naciones Unidas ha solicitado 1.810 millones de dólares para financiar la respuesta a la crisis en Sudán del Sur. Sin embargo, tan solo se han destinado 70 millones a programas de protección y 15 millones abordar la violencia de género. A pesar de que la protección de la población civil es una de las principales prioridades, la comunidad internacional debe actuar urgentemente y financiar la respuesta a estos riesgos. Además, se debe prestar especial atención a programas en los ámbitos de la salud, el bienestar psicosocial, la seguridad, la economía y el liderazgo dirigidos a las mujeres supervivientes y vulnerables. Para abordar la violencia de género y sexual, así como la desigualdad de género, los líderes de Sudán del Sur y la comunidad internacional deben seguir el liderazgo mostrado por Josephine y otras inspiradoras mujeres.

Winnie Byanyima es Directora Ejecutiva de Oxfam Internacional

 

La lideresa entre los líderes de Davos

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

“En el lugar donde crecí, en Uganda, mi familia no tenía mucho, pero estábamos entre los más acomodados. Mi mejor amiga y yo íbamos al colegio juntas todos los días. Yo tenía un par de zapatos, ella iba descalza. En aquel momento no entendía por qué, y ahora tampoco. Es necesario combatir la desigualdad siempre, en todo momento”.

Las dos cara de la moneda Favelas al lado del rico distrito de Morumbi en Brasil (c) Tuca Vieira/Oxfam Intermón

Las dos caras de la moneda: favelas al lado del rico distrito de Morumbi en Brasil. (c) Tuca Vieira/Oxfam Intermón

Este año la reunión del Foro Económico Mundial (21 al 24 enero de 2015) en Davos, Suiza, es un poco diferente. En esencia es parecida a las ediciones de otros años, los principales líderes financieros, empresariales y políticos del mundo pensando juntos cómo resolver los problemas mundiales más acuciantes. Pero es diferente porque la desigualdad va a estar muy presente. En todos los sentidos. Empezando por la propia desigualdad existente en el foro, en el que la mayoría de líderes son hombres. De hecho, de los 2.500 líderes  presentes sólo el 17% son mujeres (425 en total). Una escasa asistencia que según el foro se debe a que ‘son pocas las que ejercen cargos de responsabilidad en sus organizaciones’.

Y siguiendo por la desigualdad como tema que debe estar presente en las agendas de estos grandes hombres. Eso es lo que va exigir una mujer, por lo que se ve de las pocas que hay allí. Se llama Winnie Byanyima y es directora ejecutiva de Oxfam, una organización internacional que trabaja por un mundo más justo. En esta edición, Winnie va a copresidir la reunión, entre los cuatro copresidentes restantes, que son hombres. Está allí con un único objetivo: hacer un llamamiento urgente contra la desigualdad, un tema en el que la organización (Oxfam Intermón en España) está centrando sus esfuerzos.

En un mundo en el que según las previsiones en 2016 el 1% más rico acumulará tanta riqueza como el resto de la población mundial (70 millones frente a 7.000 millones), la desigualdad se ha convertido en un tema de moda. Sin ir más lejos, por ejemplo, Obama presentó ayer su propuesta contra la desigualdad en el debate sobre el estado de la Unión. Y en nuestro país, ¿quién no ha oído hablar de ello a Podemos?

Pero a todo esto, ¿quién es Winnie y qué quiere exactamente?

(c) Oxfam

Winnie Byanyima (c) Oxfam

Winnie es ugandesa, tiene 55 años y es ingeniera. También es la primera directora africana que ha tenido Oxfam. Y ha sido muchas otras más cosas, como miembro del Parlamento ugandés, fundadora del primer grupo parlamentario de mujeres en Uganda y fundadora del Forum for Women in Democracy, una ONG de Uganda que defiende una participación igualitaria de las mujeres en los procesos de toma de decisiones.  Entre otras cosas.

Por tanto, Winnie lleva la lucha contra la desigualdad en las venas. No sólo de género, sino también económica, ya que ambas desigualdades están estrechamente relacionadas. Sólo 3 de las 30 personas más ricas del mundo son mujeres. Sin embargo, la inmensa mayoría de los trabajadores peor remunerados y con empleos más precarios son mujeres.  Esto repercute en muchos ámbitos, como el acceso a la educación, y sin duda ha influido a la hora de la ridícula representación femenina en el foro de Davos de este año (y de los anteriores). Además, es un círculo vicioso. Si las mujeres no tienen acceso a los espacios de decisión nunca se conseguirán medidas que reduzcan la desigualdad.

Winnie tuvo la suerte de estudiar. Su madre, maestra, conocía la importancia de la educación y lo consideró una prioridad. Es una suerte porque gracias a ello estos días Winnie va a exigir a los grandes líderes de Davos medidas concretas contra la desigualdad. Ya está bien de discursos. Ha llegado la hora de cambiar las reglas.

Tú también puedes unirte al movimiento global contra la desigualdad. Puedes informarte y firmar una petición para acabar con la desigualdad

Laura Martínez Valero trabaja en el equipo de comunicación de Oxfam Intermón y participa en el proyecto Avanzadoras,