Por Beatriz Pozo
‘Cuando sentí el temblor en las piernas, me pregunté por qué habría camiones pesados en el pueblo. Para cuando ese pensamiento había cruzado mi mente, todo el suelo vibraba violentamente. Se oía un gran estruendo, un sonido muy grave, que venía de todas partes. Estaba realmente asustada. Me giré a mirar mi casa, y vi que se mantenía en pie, pero, cuando entre, cada piedra, cada trozo de pared, se había derrumbado. Fue horrible.’

Mujeres nepalís construyen un camino en Jhyamir, Ghairung (Nepal). Kieran Doherty/ Oxfam
Hoy hace un año del terremoto que asoló Nepal, dejando casi 9000 muertos y 850000 casas destruidas o dañadas. La de Kamala Koirala, de 42 años, fue una de ellas. Desde entonces, ella y su familia han estado viviendo en una pequeña cabaña
que construyeron con el dinero que les dieron de ayuda humanitaria. En su pueblo Jhyamir, la mitad de las casas quedaron completamente destruidas tras el terremoto y solo en dos de ellas es seguro vivir.
Bimela, en cambio, estaba viendo la televisión con su bebé, cuando la tierra empezó a temblar. De repente, la pantalla se apagó, se fue la luz y todo empezó a moverse. Sujetando a su bebé, se protegió debajo de la escalera. Su casa, por suerte, aguantó y no tuvo que lamentar ninguna perdida en su familia.
Ahora, tanto Kamala como Bimela tratan de recuperar su vida anterior. Ambas trabajan en el proceso de reconstrucción de sus pueblos, con la ayuda de Oxfam. Kamala, pese a haberse roto una mano durante el terremoto y tener aún secuelas, participa en la construcción de un nuevo camino, más seguro, que conecta dos pueblos, un centro sanitario y un mercado. Antes Kamala vivía de lo que daban sus tierras, pero estas quedaron totalmente destruidas por el terremoto.
Bimela, por otro lado, trabaja en la reconstrucción de unos canales de irrigación que se rompieron durante el terremoto e inundaron toda la zona. Es una labor que están realizando solo mujeres. ‘Aquí, tras el terremoto, los hombres se llevaban las manos a la cabeza ante la destrucción de sus casas y se preguntaban qué iban a hacer. Las mujeres, en cambio tenían que cuidar a sus hijos y su casa. Al final han sido ellas las que han dado un paso adelante y tomado la iniciativa.’ Ahora, son las mujeres, en muchos casos, las que proveen para sus familias, gracias a proyectos como este.
Sin embargo, tratar de recuperar la vida de antes es difícil para todos los nepalíes; y más con las constantes replicas, más de 400 en un año, que constantemente les recuerdan lo que pasó. Mucha gente tiene miedo de reconstruir sus casas o de dormir bajo techo solido, por si la tragedia se volviera a repetir. Kamala cree que no tiene ningún sentido reconstruir su casa, porque, si hubiera un nuevo terremoto, se derrumbaría de nuevo.
A pesar de las dificultades, tanto Bimela como Kamala están muy agradecidas por poder trabajar. La ayuda humanitaria ha ayudado a muchos de los habitantes de Nepal a sobrevivir durante estos últimos 12 meses. Una vez pasado el desastre, sus consecuencias permanecen y el país tardará aún mucho tiempo en recuperarse de lo que pasó. Las víctimas mortales, los heridos y los edificios derruidos, no han sido las únicas consecuencias del terremoto. El miedo, la sensación de haber perdido una forma de vida, la incertidumbre ante probables nuevas catástrofes y el dolor por lo que ocurrió, afectan todavía a la población nepalí. Bimela, Kamala y tantos otros como ellas, aún necesitan nuestra ayuda.
Beatriz Pozo es estudiante de periodismo y comunicación audiovisual. Colabora como voluntaria con el equipo de comunicación de Oxfam Intermón.