Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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“The idiots of the New York Times,” according to F.J. Losantos

Every time the extreme right remembers me, I am afraid. Jiménez Losantos, the standard bearer, did just that yesterday in his column in El Mundo. Vanity keeps me from ignoring it without refreshing his memory.


(At the petition of some “idiot” friends and colleagues of the foreign
press – from both conservative and progressive media- I copy and paste
below an English version of yesterday’s post. Aquí está es la versión de «Los bobos del NYT» de ayer en castellano)

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To attack Judge Garzon, who was supported last Sunday by one of the most prestigious newspapers of the world, Federico J. Losantos tries to discredit the New York Times as a gang of left wing idiots («bobos»). Come on! The New York Times? For Federico J. Losantos, the reporters and editorialists of the NYT are a handful of losers who know nothing about the press. The recklessness and shamelessness of FJL – products of his active ignorance- makes my hair stand on end.

I am copying and pasting the paragraph in question of his column “Liberal Comentaries” (liberal?) in the newspaper edited by Pedro Jota [Pedro J. Ramirez, Editor of El Mundo] last Monday:

“I’ve sometimes said that there is only one thing more idiotic than a progressive European and that is a progressive American. That grotesque editorial against Aznar titled A Chill in Spain (just for firing from RTVE a PSOE propagandist married to the editorial section of the NYT), the Progressive’s Bible, proved I have never been so right.”

The editorial of Sunday’s The New York Times on Garzón was reproduced entirely in this blog. You can review it here. The other editorial (“A chill in Spain”) cited by F.J.L. that the New York Times dedicated to my firing as correspondent of TVE [Spanish state controlled TV] in New York, following a televised pre-election interview that I did of Aznar in 1996, who was a candidate for the premiership of the Government was published in this blog on the 10th anniversary of Aznar’s victory (and of my firing). I copy and paste it below:

Editorial or The New York Times:

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After 16 years (what memory!), Jiménez Losantos, the columnist of El Mundo now honors me by comparing me, if only in passing, to Judge Garzón, for the support that both of us have received from editorials in the New York Times. On the other hand, I must clarify that I have never belonged to the PSOE [Socialist Party], although now that this party is completely down and out, I may even feel like joining.

In spite of his good memory, Jiménez Losantos forgot to mention that dozens of editorials similar to that of the NYT, news stories, and articles about my firing from TVE were published in the leading newspapers of the democratic world (I still have almost a hundred now yellowed clippings) to the shame of the then new Spanish Prime Minister, José María Aznar, converted into a persecutor of freedom of the press.

I copy and paste a couple of them that I have on hand in this same blog (more “idiots” FJL would say of the  Financial Times or of The International Herald Tribune, to take one conservative and another progressive newspaper)

Editorial commentary of the  Financial Times:

Front page of The International Herald Tribune:

Fortunately, Bill Kovack, Curator of the Nieman Foundation for Journalism of Harvard University (where I was a student) surprised me by sending a letter to King Juan Carlos with a copy to Aznar (and to the editor of the NYT and other Nieman Fellows) and this provoked widespread global press coverage.

Letter from the Curator of the Nieman Foundation of Harvard University to the King of Spain:

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My children referred to the payment that a judge sentenced RTVE to pay me by declaring my firing wrongful as “the Aznar Fellowship.” Part of that compensation was used to give life to the daily 20 minutos, the most widely read general information newspaper in the history of Spain (and this magnificent web, www.20minutos.es , the third most widely read Spanish language [news ] website in the world.)

In any case, my firing is water over the dam and forms a part of the risks in the journalist trade. But I sincerely hope Federico J. Losantos forgets me. As I said at the beginning, when the extreme right talks about me, I get chills. Although, by calculating probabilities, I am no longer kidnap-able or torture-able but, trust me, I know what I am talking about when I say I am afraid.

“Los bobos del New York Times”, según Jiménez Losantos

Tengo miedo cada vez que la extrema derecha se acuerda de mí. Jiménez Losantos, su abanderado, lo hizo anteayer en su columna de El Mundo. Mi vanidad me impide pasarlo por alto sin refresacar su memoria.

Federico Jiménez Losantos

Para atacar al juez Garzón, apoyado el domingo por uno de los diarios más prestigiosos del mundo, Federico J. Losantos trata de desprestigiar al New York Times como a una cuadrilla de bobos progres. ¡Vamos! ¿El New York Times? Para Federico J. Losantos los redactores y editorialistas del NYT son cuatro mataos que no saben nada de prensa. El atrevimiento y la desvergüenza de FJL – propios de una ignorancia activa- me producen escalofríos.

Copio y pego el párrafo en cuestión de su columna “Comentarios liberales” (¿liberales?) en el diario de Pedro Jota del pasado lunes:

“Alguna vez he dicho que sólo hay algo más bobo que un progre europeo y es un progre norteamericano. Desde aquel grotesco editorial contra Aznar titulado A chill in Spain (por despedir de RTVE a un propagandista del PSOE esposado a la sección editorial del NYT), la Biblia Progre no me había dado tan estrepitosamente la razón.”

El editorial del New York Times del domingo sobre Garzón quedó recogido íntegramente en este blog. Pueden revisarlo si quieren. El otro editorial (“Un escalofrío en España”) citado por F.J.L que el New York Times dedicó a mi despido como corresponsal de TVE en Nueva York, tras la entrevista preelectoral que le hice a Aznar en 1996, como candidato a la presidencia del Gobierno, quedó recogido en este blog en el décimo aniversario de la victoria de Aznar (y de mi despido). Lo copio y pego a continuación:

Editorial de The New York Times:

 

 

 

 

 

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Traducción oficial del editorial del NYT, aportada al juicio contra RTVE, que gané, por mi despido improcedente:

Un escalofrío en España

“José María Aznar ganó las elecciones como nuevo Primer Ministro de España el pasado mes de marzo, en parte por convencer a los votantes de que había modernizado completamente su partido de centro derecha, Partido Popular, limpiándolo de toda nostalgia por las prácticas anti-democráticas de la dictadura de Franco. Ahora tendrá que volver a convencerles tras el despido con mano dura del jefe de la corresponsalía de Televisión Española en Nueva York, José Martínez-Soler, y otros cuatro corresponsales.
El Gobierno Aznar dice que despidió al Sr. Martínez-Soler para ahorrar dinero. Pero más bien parece una represalia por una entrevista de la campaña en febrero en la cual el Sr. Martínez-Soler le sacó los colores al Sr. Aznar con una referencia puntual a la vieja guardia de la derecha del Partido Popular. Si la impresión de represalia perdura, tendrá un efecto escalofriante sobre otros periodistas que trabajan para la televisión estatal española.
El tema que el Sr. Martínez-Soler abordó era legítimo, por muy incómodo que fuera para el Sr. Aznar. La era de Franco pasó no hace tanto tiempo. Muchos que sirvieron al dictador mantuvieron posiciones de influencia en los mandos del partido conservador hasta bastante recientemente. Tampoco estaba el Sr. Martínez-Soler discriminando al candidato conservador dándole un tratamiento más duro que a los demás. Hizo preguntas igualmente incómodos a los rivales socialistas.
El Sr. Aznar tiene el derecho de hacer sus propios nombramientos para los más altos cargos de la política de emisión. Pero a los periodistas profesionales, si sus informes han de ser creíbles, necesitan estar libres de la presión política. Las libertades democráticas de España son demasiado preciosas, y ganadas demasiado recientemente, para ser tan pisoteadas y tan descuidadamente. El Sr. Aznar debe moverse rápidamente para deshacer el daño”.
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Al cabo de 16 años (¡qué memoria!), me honra ahora el columnista de El Mundo comparándome, siquiera de pasada, con el juez Garzón por el apoyo que ambos hemos recibido en sendos editoriales del New York Times. Por otra parte, le aclararé que nunca he militado en el PSOE aunque, ahora que está completamente hundido, me dan ganas de apuntarme.

Pese a su buena memoria, Jiménez Losantos olvidó mencionar que docenas de editoriales semejantes al del NYT, crónicas y articulos sobre mi despido de TVE fueron publicados en los principales diarios del mundo democrático (conservo casi un centenar de recortes ya amarillentos) para vergüenza del entonces flamante presidente del Gobierno español, José María Aznar, convertido en perseguidor de la libertad de expresión.

Copio y pego un par de ellos que tengo a mano en este mismo blog (otros «bobos» que diría FJL del Financial Times o del International Herald Tribune, por tomar uno conservador y otro progresista)

Comentario editorial del Financial Times:

 

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Traducción oficial aportada en el juicio:

Costumbres españolas

 

“El nuevo gobierno del Partido Popular de España puede estar moviéndose hacia una economía más abierta, pero no está haciendo mucho por la tolerancia política. Los cambios de plantilla en organismo estatales no se están limitando solo a los puestos mas altos. En la autoridad emisora RTVE, por ejemplo, llegan muy abajo dentro de la organización.
El Primer Ministro José María Aznar evidentemente no ha perdonado una entrevista de TVE que tuvo durante la campaña electoral en febrero.
Los partidos entonces tenían dificultades para llegar a un acuerdo sobre un entrevistador para los candidatos principales, pero finalmente acordaron quedarse con José Antonio Martínez Soler, un periodista presentador muy conocido, que acababa de ser enviado a Nueva York como corresponsal jefe en EE.UU. de la televisión estatal española.
Martínez Soler, 49 años, puede estar ahora dándose patadas por un lapsus de tacto durante la entrevista con Aznar, cuando se refirió a la vieja guardia del Partido Popular como “Parque Jurásico.”
Veterano miembro del programa prestigioso de la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, también habia chocado con la anterior administración socialista.

Antes de ello, poco después de la muerte de General Franco, como un jóven director de una revista, fue secuestrado, torturado y sujeto a una ejecución simulada, tras escribir un artículo sobre la paramilitar Guardia Civil. Esta vez solamente le han despedido de su trabajo como corresponsal.
Esto es progreso.”
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Primera página del International Herald Tribune

 

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Afortuadamente, Bill Kovack, director de la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard (de la que soy antiguo alumno) me sorprendió al enviar una carta al rey Juan Carlos con copia a Aznar (y al director del NYT y a otros Nieman Fellows) y eso provocó tan amplia cobertura en la prensa a nivel mundial.

 

 

Carta del Curator de la Nieman Foundation de Harvard al Rey de España

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Traducción oficial de la carta del Curator de la Nieman Foundation for Journalism de Harvard University al Rey de España, aportada al juicio contra la RTVE de Aznar.

Al Rey Juan Carlos

Madrid, España

Su Excelencia:

Le estoy escribiendo urgentemente para llamar su atención sobre un asunto grave de interferencia con la libertad de prensa y libertad de expresión que acaba de llegar a mi conocimiento. La decisión del nuevo gobierno del Primer Ministro José María Aznar de despedir a José Martínez-Soler como corresponsal de TVE es un golpe grave a la imagen de una sociedad civil que nutre los derechos de sus ciudadanos.

Periodistas por el mundo están bien familiarizados con el coraje y la integridad de José Martínez-Soler. Sabemos el precio que tuvo que pagar una vez por su devoción a los valores de los derechos humanos. Todos quedamos anonadados (pasmados, aturdidos) al oír las noticias de la decisión de despedirle de su trabajo como corresponsal en EE.UU. En solamente ocho meses había demostrado una rara habilidad para comunicar los sucesos en Estados Unidos a su audiencia en casa. Igualmente importante, nos ha ayudado conocer una nueva y emergente España. Un seminario que dirigió con otros “Fellows” de la Fundación Nieman de Harvard, anteriormente este año, fue de los más interesantes e inspiradores que hemos tenido en todo el año. La promoción entera de los “Fellows” Nieman se une a mí al expresar nuestra consternación por el comportamiento de la nueva dirección de TVE.

Este episodio lastimoso es especialmente desalentador en un momento de una mayor esperanza engendrado por el desarrollo de una Europa más integrada y unida a favor de los principios de los derechos humanos.

Respetuosamente pido que utilice su influencia para deshacer la decisión de silenciar la voz valiosa de José A. Martínez-Soler y establecer un precedente que guiará a los que respetan el valor del derecho de un pueblo a la voz y expresión libre mientras nos acercamos a otro milenio.

Respetuosamente suyo,

Bill Kovach

Curator (director o presidente)

Copia: Primer Ministro José María Aznar

Jorge Sanchez Gallo, TVE

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A la indemnización que el juez obligó a RTVE a pagarme, al declarar improcedente mi despido, se refirieron mis hijos como «la beca Aznar». Una parte de ella sirvió para dar vida a 20 minutos, el diario de información general más leído en la historia de España (y a esta magnífica web, www.20minutos.es, la tercera del mundo en castellano).

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En todo caso, mi despido ya es agua pasada y son gajes del oficio. Pero, sinceramente, prefiero que Federico J.Losantos se olvide de mi. Como dije al principio, cuando la extrema derecha habla de mi me dan escalofríos.  Afortunadamente, por cálculo de probabilidades, ya no soy secuestrable ni torturable, pero se de lo que hablo cuando digo miedo.

 

El alguacil Lamela, alguacilado

El «caso Leganés», uno de los más repugnantes de la democracia, ha llegado, por fin, ante el juez.

Se trata del siniestro Manuel Lamela, ex consejero de Sanidad de Esperanza Aguirre. La Justicia es lenta y tarda. Pero el doctor Luis Montes, calumniado y perseguido torticeramente por Lamela, ha sido perseverante y, al cabo de 4 años, ha conseguido llevar a su perseguidor ante el juez.

Las denuncias anónimas por homicidio contra el doctor Montes, ex jefe de Urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés, se basaron en hechos falsos. Los médicos del hospital, que aplicaban sedaciones para aliviar el dolor de los enfermos terminales, fueron absueltos de todos los cargos. Pero su prestigio fue arruinado y multitud de seres humanos moribundos sufrieron lo indecible en los hospitales españoles porque los médicos padecieron el síndrome «Lamela«. Temieron ser perseguidos por algún consejero/inquisidor, fanatizado por la religión o por el ansia de desprestigiar la medicina pública en favor de la privada, y, por si acaso, pudieron aplicar sedaciones insuficientes a sus enfermos.

¡Cuanto dolor innecesario habrá causado este sádico Lamela!

El «caso Leganés«, convertido ya en «caso Lamela» ha ocupado docenas de portadas del diario El Mundo, naturalmente contra el doctor Montes, en apoyo decidido del consejero Lamela y del Gobierno de la lideresa Esperanza Aguirre.

Curiosamente, y vergonzosamente, hoy que una juez ha admitido a trámite la querella del calumniado doctor Montes contra Lamela y ha decidido llamarle a declarar «por denuncia falsa y falsedad«, el diario El Mundo se traga la noticia y no da ni una sola línea. Ni en portada ni en páginas interiores. Calumnia que algo queda.

El País lo lleva en su portada y le dedica una página completa en su interior.

Nunca entendí muy bien el móvil (o los móviles) que llevaron al enfermizo consejero Lamela a emprender aquella inaudita cruzada diabólica contra los médicos de Urgencias que aplicaban sedaciones para reducir el dolor insoportable de los enfermos terminales del Hospital Severo Ochoa.

Es de sobra conocida la inclinación tacheriana de la derecha española hacia la medicina privada y, en general, hacia todo lo privado. Sin embargo, me resito a pensar que Lamela haya actuado perversamente contra el equipo del doctor Montes guiado por esa dudosa inclinación ideológica.

¿Qué le movió, entonces, a dar pábulo a una denuncia anónima para perseguir, de la forma torticera que lo hizo, a los médicos encargados de las sedaciones?

Me cuesta (y me preocupa) también pensar que se sintiera empujado a esa persecución, basada en falsas acusaciones, sólo por razones de fanatismo religioso.

¿Es Lamela un defensor del sufrimiento, ofrecido a Dios como penitencia, o de la mortificación cristiana para ganar indulgencias y llegar antes al presunto cielo?

¿Utiliza Lamela cristianamente el cilicio o las disciplinas hasta sangrar?

Todos hemos pasado o acompañado a un amigo o familiar por algún hospital y sabemos, por experiencia, que hay una vieja tradición cristiana favorable a aguantar el dolor. Es difícil de extirpar porque tiene raices profundas en la España negra. Es costumbre de algunas monjas y enfermeras antiguas aconsejar a los pacientes hospitalizados (muy cariñosamente, eso sí) que aguanten un poco más el dolor físico, que sufran y se mortifiquen un poco más de lo necesario. Y así retrasan (o no adelantan) las dosis de analgésicos que tímidamente recetan los médicos y que piden ( a veces, a gritos) los enfermos.

En otros países avanzados que conozco se gestiona la lucha contra el dolor con más generosidad y eficiencia que aquí.

¿Por qué en España se gestionan los analgésicos y otras sedaciones de manera tan tacaña? ¿Será por ahorrar?

¿Por qué tenemos que aguantar, hoy día, el dolor evitable?

¿Es, acaso, el ex consejero Lamela un sádico que goza con el dolor de los moribundos que padecen enfermedades terminales?

¿Lo hacía por soberbia?

¿Quizás Lamela no fue capaz de reconocer un error inicial y no pudo soportar la necesaria rectificación que le hubiera llevado a dar marcha atrás en sus tropelías contra los médicos?.

No busquen esta noticia, que hoy publica de El Mundo sobre las torturas de Estados Unidos, en las páginas de El País, pues este diario parece estar empeñado en ocultar todo lo que pueda afear la conducta de Obama.

A mi gusta que Obama haya llegado a la presidencia de Estados Unidos. Incluso me emocionó. Pero esa emoción no debe impedirnos criticar sus errores o, al menos, dar noticia de sus decisiones más relevantes.

Obama ha prohibido las torturas que fueron autorizadas y promovidas por el ominoso presidente Bush de tan triste memoria. Todos los demócratas -y personas de bien de este mundo- debemos felicitarnos por ello.

Sin embargo, Obama ha decidido también no perseguir a los agentes que aplicaron las torturas porque «cumplían órdenes».

Esta amnistía, basada en el viejo truco de la «obediencia debida«, es criticable. Y no entiendo por qué El País oculta a sus lectores (por olvido o intencionadamente) esta noticia que sale en la prensa de todo el mundo.

La «obediencia debida» fue utilizada por los abogados defensores de los criminales de guerra nazis, en los juicios de Nuremberg, y de los criminales del Ejército argentino o chileno.

En esos casos no les sirvió para nada y fueron condenados aunque «cumplían órdenes«. Claro que tanto Adolf Hitler como los dictadores argentinos y chileno perdieron sus respectivas guerras. Y Estados Unidos, desde su derrota en Vietnam, no ha perdido ninguna guerra.

La «obediencia debida» no se tiene en cuenta para los torturadores derrotados. Se les condena porque no debían obedecer órdenes que van contra los derechos humanos, las convenciones de Ginebra, etc.

En cambio, los soldados, oficiales y agentes norteamericanos que han deshonrado a su país, porque han torturado en Irak, en Afganistan, en Guantánamo, etc. no serán perseguidos sino amnistiados, senciallmente, porque aún no han perdido la guerra.

¿A quién obedecía el cruel Bush cuando dictaba órdenes instigando y autorizando las torturas más execrables contra seres humanos?

Recuerdo al gran Mario Benedetti diciendo algo así:

«Cuando un torturador se suicida no se redime. Pero algo es algo».

¡No nos falles, Obama!

Las torturas de Bush, prueba de fuego para Obama

El anuncio de que Obama desmantelará el centro ilegal de detención de Guantánamo y anulará las directrices de George Bush a favor de la tortura es un alivio para cualquier persona de bien.

De hecho, muchos de los seguidores de Obama lo han considerado, durante la campaña electoral, como una prueba de fuego de la honestidad política de su candidato.

Pocas acciones de la terrorífica e hipócrita era Bush han sido tan desvergonzadas y criminales como la tolerancia de la tortura y la detención ilegal de personas sin las garantías mínimas de un Estado de derecho. Guantánamo ha sido una mancha denigrante para la historia de la democracia norteamericana.

Por eso, pienso que cerrar Guantánamo debía ser la primera decisión del presidente electo en cuanto tome posesión de su cargo el próximo 20 de enero.

Es una promesa de enorme carga moral y simbólica, semejante a la que hizo Zapatero , durante la campaña electoral del año 2004, acerca de la retirada de las tropas españolas que habían participado en la invasión ilegal de Irak.

El Mundo de hoy saca el asunto en portada, a dos columas, por abajo y le dedica una página interior completa. este es su titular de primera:

Obama desmantelará Guantánamo y juzgará a sus prisioneros en un tribunal especial ´

20minutos.es abrió ayer su portada con este importante anuncio. y hoy lo lleva en su primera página impresa con este titular:

Obama ya piensa en cómo cerrar Guantánamo

Sin embargo, me ha sorprendido que El País no lo haya mencionado siquiera en su portada de hoy ni en sus páginas interiores. Hay días en los que El Páis que no se enteran de quienes son sus lectores. Este es su titular anodino:

Obama acelera con su visita a la Casa Blanca el traspaso de poderes

Hace un año, Guantánamo fue un tema de primera en El País. Ahora, en cambio, lo tiene olvidado:

ETA y PP mandan en El Mundo; Zapatero y el 11-M, en El País

Ya sabemos, por experiencia, que el uso de las comillas en los titulares (incluso en el texto) debería responder a la identificación de una cita textual y no al doble sentido (o doble sesgo) que pretendemos dar a las palabras entrecomilladas.

El abuso de las comillas no es recomendable en titulares que pretenden informar sobre hechos, aunque es perdonable en artículos de opinión y editoriales.

A veces, como ocurre en la portada de El Mundo de hoy, sirven para ambas funciones. La cita «alto el fuego permanente» es textual, sacada de un comunicado de ETA. En principio, nada que objetar.

Sin embargo, a mi juicio, el uso en este titular pretende potenciar más el sesgo editorial que la literalidad de la cita. Es como si Pedro Jota Ramírez hubiera querido acompañar la lectura de esas palabras entrecomilladas con un punto de risa sarcástica (una especie de je je «alto el fuego permanente» je je).

Maldita la gracia pedrojotera en estos momentos de tragedia. Ojo, pues, con disparar las comillas a cinco columnas para excitar las bajas pasiones de los creyentes más ciegos. Casi nunca son inocuas.

El titular principal de El Pais, arriba, a dos columnas de salida, se refiere a la detención de presuntos terroristas islamistas relacionados con el 11-M.

En ese mismo espacio, pero al máximo de cinco columnas, El Mundo titula con ETA.

Para encontrar en El Mundo la noticia de la detención de los islamistas relacionados con el 11-M hay que ponerse las gafas y buscarla en «otras noticias» , abajo, a una columna, como sumario.

Ocupa un tercio del que Pedro Jota dedica al sello (cruzo los dedos y toco madera) de Franco.

En su columna de salida, El País destaca un informe escalofriante sobre las torturas que el Gobierno del presidente Bush aplica a los presos musulmanes que tiene encerrados en la cárcel ilegal de Guantánamo.

No se molesten en buscar esta información, que ha dado la vuelta al mundo civilizado, en la portada de El Mundo. Ha sido considerada «no noticia» para su primera página.

Ambos diarios llevan a tres columnas su segundo titular del día sobre el mismo asunto. Ojo al parche, y al sujeto y al verbo que utiliza cada uno.

El País:

Zapatero expondrá al Congreso la nueva etapa antiterrorista

El Mundo:

La Ejecutiva del PP cree que Zapatero pretende mantener el proceso con ETA

O sea: creencias, presuntas pretensiones, etc, sirven de base para un titular de primera a tres columnas. ¿Y los hechos? ¿Dónde están los hechos?

Te cagas.

Y esta última expresión me recuerda a uno de los personajes más singulares de Antonio Muñoz Molina en su obra «Ardor Guerrero«, cuya lectura recomiendo vivamente a quien no haya hecho la mili.

Por esta rara asociación de ideas, acabo de recordar el artículo que el propio Antonio Muñoz Molina publica hoy en El País sobre un libro muy polémico que me ha traído Papá Noel The God Delusion«) y del que ya hemos hablamos en este blog (el 27 de noviembre del año pasado).

Copio y pego para quien -como yo- aún trabaje a medio gas:

Guerras de religión

ANTONIO MUÑOZ MOLINA

04/01/2007

En un país tan religioso como los Estados Unidos, uno de los éxitos literarios de la temporada viene siendo The God Delusion, de Richard Dawkins, una apología pasional del ateísmo y de la racionalidad que es también una denuncia del estatuto privilegiado que otorgan a la religión las sociedades laicas. Dawkins es probablemente el divulgador científico más riguroso y con más talento literario que escribe ahora mismo en la lengua inglesa. El atractivo de su escritura procede tanto de la claridad con que explica las indagaciones y descubrimientos de la biología evolutiva como de su ímpetu de polemista empeñado en la defensa del legado de Darwin, a la que dedicó entero uno de sus mejores libros, The Blind Watchmaker, título que sin duda habría merecido la aprobación de Borges.

Dawkins es un científico volcado al proselitismo en una época paradójica en la que el progreso de la ciencia y los logros de la tecnología son extrañamente compatibles con la popularidad abrumadora de los fanatismos religiosos y de las más frívolas creencias en las baratijas de lo sobrenatural. Hubo tiempos más inocentes en los que se imaginó que según fueran avanzando las explicaciones racionales de la naturaleza se aliviaría el peso de la superstición, y que el desarrollo económico y el bienestar irían disolviendo formas de integrismo nacidas de la ignorancia y alimentadas por la pobreza. Pero ahora hemos visto que, igual que el siglo XX empezó en realidad en 1914 con las primeras carnicerías industriales de la Gran Guerra, el comienzo del siglo XXI tuvo lugar en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 con una proclamación de furia religiosa que irrumpió con toda la eficacia destructiva de la tecnología moderna y a la vez con toda la vehemencia sanguinaria de las matanzas medievales de infieles.

El 11 de septiembre está en el origen del alegato ateo y racionalista de Richard Dawkins: también es la sombra que se proyecta sobre cada página de otro libro publicado un par de años antes, The End of Faith, de Sam Harris, que este otoño ha continuado alimentando el debate con una Letter to a Christian nation. Si Dawkins se empeña en una refutación detallada -y a mi juicio en gran medida innecesaria- de las diversas demostraciones de la existencia de Dios urdidas a lo largo de los siglos, Harris concentra su esfuerzo dialéctico en recapitular algunas de las catástrofes que las religiones organizadas vienen desatando sobre el mundo desde los tiempos en que se redactaron los códigos feroces del Antiguo Testamento. Que Dios exista o no es al fin y al cabo un enigma lejano que le importa mucho menos que el efecto inmediato y material de la obcecación de muchas personas convencidas no sólo de su existencia, sino también de su participación minuciosa en los asuntos humanos, y de su propensión al parecer inveterada a proveer de legitimidad celestial a los mayores absurdos y las más cruentas salvajadas cometidas en su nombre. Dawkins es británico, y Harris norteamericano: el uno vive en un país en el que la religión establecida se ha vuelto más bien irrelevante, mientras que el otro presencia a diario en el suyo la pavorosa influencia que el integrismo cristiano tiene en las vidas de decenas de millones de sus compatriotas, entre ellos su presidente y algunos de sus consejeros más cercanos.

Ya es grave -y con frecuencia letal- que una parte enorme de la humanidad considere que unos libros originados en el Medio Oriente neolítico o entre los nómadas de los desiertos de Arabia en el siglo VII ofrecen una explicación completa y satisfactoria del origen del mundo, así como un manual para la convivencia política y la conducta personal, incluidas las aficiones sexuales. Pero más grave aún, sugieren Dawkins y Harris, es que en nombre de la tolerancia y del multiculturalismo las religiones gocen en las sociedades liberales de un respeto unánime que las mantiene a salvo de cualquier crítica y les concede privilegios que no se reconocen a ninguna idea ni comportamiento no legitimados por ellas. Estamos dispuestos a discutir cualquier opinión sobre economía o sobre el servicio militar o sobre la educación de los hijos: pero ante los más disparatados dogmas religiosos la posición más común entre personas progresistas y no creyentes es un educado silencio, cuando no una activa muestra de simpatía hacia el ejercicio de quién sabe qué enriquecedora costumbre en la que muy fácilmente encontraremos una muestra de diversidad cultural. El mismo espectáculo lamentable al que asistió Europa con motivo de la condena a muerte contra Salman Rushdie en 1989 con motivo de sus Versos Satánicos se repitió el año pasado con las caricaturas escandinavas de Mahoma: en vez de salir incondicional y gallardamente en defensa de la libertad de expresión, escritores, periodistas y medios públicos que viven de ella prefirieron lamentar con una mezcla de hipocresía y de papanatismo que se hubiera ofendido la sensibilidad musulmana.

La otra forma de ceguera intelectual frente a la religión que irrita por igual a Richard Dawkins y a Sam Harris consiste en rebajar o incluso en negar del todo su verdadera responsabilidad en los desastres relacionados con ella. Se califica de limpieza étnica la emprendida tan sanguinariamente en Yugoslavia a principios de los años noventa, escondiendo el hecho de que las diferencias entre croatas, serbios y bosnios no eran étnicas, sino religiosas. Todos los verdugos y todas las víctimas hablaban el mismo idioma y tenían el mismo aspecto físico: lo que los impulsaba a matar o los destinaba a morir era que fuesen católicos, ortodoxos o musulmanes. El credo de cada uno determinaba su pertenencia ciega a una variedad homicida de nacionalismo. Musulmanes fanáticos eran Muhammad Atta y los 18 secuaces que le acompañaban en el secuestro de los aviones y el ataque a las Torres Gemelas en la mañana del 11 de septiembre, pero la ortodoxia progresista no considera que la religión tuviera una influencia decisiva en aquella masacre: la culpa es de la pobreza, o de la humillación imperialista a la que está sometido el mundo árabe, o de la desgracia del pueblo palestino.

Hay un matiz peculiar que se observa en España, y no sé si también en América Latina: personas que se escandalizarían ante cualquier tentativa de limitar el derecho a la sátira de las creencias o de la Iglesia católica tienden al mismo tiempo a considerar ilegítimo que se satirice al islam.

Pero lo que está en juego es algo más que el ejercicio libre de la crítica, ganado a pulso a lo largo de siglos en Europa y América, en una perpetua rebeldía contra las diversas formas de tiranía política y ortodoxia eclesiástica, con frecuencia aliadas entre sí. El peligro de la autocensura y del sometimiento personal al miedo es tan evidente como el precio que pagaron algunos editores y traductores de Salman Rushdie, y el asesinato de Theo van Gogh o el doble exilio de Ayaan Hirsi Ali contienen mensajes muy explícitos que nadie está en condiciones de ignorar. La amenaza es mucho más aterradora, y afecta a la supervivencia misma del mundo tal como lo conocemos: «No podemos seguir ignorando el hecho», escribe Sam Harris, «de que miles de millones de nuestros semejantes creen en la metafísica del martirio, o en la verdad literal del libro del Apocalipsis, o en cualquiera de las demás fantásticas nociones que han rondado durante milenios en las mentes de los fieles, porque esos semejantes poseen ahora armas químicas, biológicas y nucleares». Gracias a millones de votantes intoxicados por un cristianismo cavernario George W. Bush llegó a la presidencia de los Estados Unidos, y su convicción expresa de encontrarse en contacto personal con Dios no fue sin duda ajena a la calamidad de la invasión de Irak; la India y Pakistán, países que existen por separado tan sólo en virtud de sus distintas religiones, se desafían mutuamente con el despliegue de sus armas nucleares, y no existe ninguna seguridad de que Pakistán no vaya a sucumbir cualquier día a un golpe integrista. Los fanáticos que gobiernan Irán no parece que vayan a tardar mucho en poseer una bomba atómica: pero da más miedo todavía imaginar la relativa facilidad con que podría obtenerla un grupo terrorista inflamado por visiones de martirio apocalíptico.

Estas cavilaciones tenebrosas me traen el recuerdo de una de las novelas más desoladoras que he leído mucho tiempo, y que apareció en los Estados Unidos en las mismas fechas que el libro de Richard Dawkins. Se trata de The Road, de Cormac McCarthy. Leí los dos libros ansiosamente a la vez, un poco antes de que cayera en mis manos el de Sam Harris, pero sólo ahora caigo en la cuenta de la conexión entre ellos. The Road tiene un aire ligeramente anacrónico, porque pertenece a un género literario que fue muy popular en los años peores de la Guerra Fría, el de las novelas que retratan el mundo posterior a un holocausto nuclear. Un hombre de unos cuarenta años y su hijo de diez viajan hacia el sur atravesando un paisaje de destrucción absoluta, en el que el fuego ha calcinado bosques y arrasado ciudades, y por el que deambulan unos pocos seres humanos enloquecidos por el hambre, reducidos a la barbarie y al canibalismo. Los ríos están envenenados y la tierra entera yace bajo las nubes tóxicas de un invierno perpetuo: el hombre y el niño huyen en busca de la incierta posibilidad de un mundo menos inhabitable a la orilla del mar.

The Road está escrito en un tono de parábola o de profecía, aunque en ningún momento se revela la causa de tanta destrucción. Hubo una luz cegadora y todos los relojes se pararon diez años atrás. La prosa de McCarthy -tan barroca otras veces- aquí es de una sequedad tan árida que parece que araña. Tiene una precisión alucinatoria, que puede saltar en una sola línea de la pura exactitud poética a los detalles de la crueldad más obscena. Es casi tan sofocante como el aire envenenado de ceniza que los personajes sólo pueden respirar filtrado por los pañuelos con los que se cubren la cara.

Tuve esa sensación de respirar ceniza en la mañana del 12 de septiembre de 2001, cuando intentaba acercarme lo más posible al bajo Manhattan. En las novelas apocalípticas que uno leía en su lejana adolescencia estaba siempre muy clara la razón del desastre que casi había aniquilado la vida sobre la Tierra. Ahora sabemos lo cerca que estuvo el mundo del cumplimiento de aquellas profecías durante la crisis de los misiles de 1962, pero quizás nos faltan lucidez o coraje para mirar de frente las señales de peligro que apuntan en sus libros Richard Dawkins y Sam Harris, o para resolver el enigma implícito en la novela magnífica y perturbadora de Cormac McCarthy. Quién sabe si Jruschov y Kennedy se habrían vuelto atrás casi en el último momento en el caso de que cualquiera de los dos hubiera estado convencido de que la voluntad de Dios inspiraba sus actos.

FIN

(Actualizado a las 13:35 h., después de mi primer paseo en la bici recién reparada para cumplir con los propósitos de enmienda de este año nuevo)

Acabo de encontrarme en la página 35 de El País con esta perla sobre los bunker eclesiásticos de la España negra, que aún perduran en las archidiócesis de Madrid y Valencia.

Creo que a la parte más carca de la Iglesia católica le ha salido un grano que, tarde o temprano, puede restarle financiación pública: la Ley de Protección de Datos. No creo que los arzobispos de Madrid y Valencia quieran quedarse fuera o al margen de la Ley.

La verdad es que daba pereza iniciar los trámites para apostatar (¡qué palabra tan fea se han buscado los curas para darte de baja de un club!).

Hasta ahora era más dificil darte de baja de la Iglesia Católica que de cualquier operadora telefónica. Pero, gracias a la Ley de Protección de Datos, el panorama está cambiando y apostatar está chupado.

Se está acabando el tiempo en que el Estado está sometido a la Iglesia.