Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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El alguacil Lamela, alguacilado

El «caso Leganés», uno de los más repugnantes de la democracia, ha llegado, por fin, ante el juez.

Se trata del siniestro Manuel Lamela, ex consejero de Sanidad de Esperanza Aguirre. La Justicia es lenta y tarda. Pero el doctor Luis Montes, calumniado y perseguido torticeramente por Lamela, ha sido perseverante y, al cabo de 4 años, ha conseguido llevar a su perseguidor ante el juez.

Las denuncias anónimas por homicidio contra el doctor Montes, ex jefe de Urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés, se basaron en hechos falsos. Los médicos del hospital, que aplicaban sedaciones para aliviar el dolor de los enfermos terminales, fueron absueltos de todos los cargos. Pero su prestigio fue arruinado y multitud de seres humanos moribundos sufrieron lo indecible en los hospitales españoles porque los médicos padecieron el síndrome «Lamela«. Temieron ser perseguidos por algún consejero/inquisidor, fanatizado por la religión o por el ansia de desprestigiar la medicina pública en favor de la privada, y, por si acaso, pudieron aplicar sedaciones insuficientes a sus enfermos.

¡Cuanto dolor innecesario habrá causado este sádico Lamela!

El «caso Leganés«, convertido ya en «caso Lamela» ha ocupado docenas de portadas del diario El Mundo, naturalmente contra el doctor Montes, en apoyo decidido del consejero Lamela y del Gobierno de la lideresa Esperanza Aguirre.

Curiosamente, y vergonzosamente, hoy que una juez ha admitido a trámite la querella del calumniado doctor Montes contra Lamela y ha decidido llamarle a declarar «por denuncia falsa y falsedad«, el diario El Mundo se traga la noticia y no da ni una sola línea. Ni en portada ni en páginas interiores. Calumnia que algo queda.

El País lo lleva en su portada y le dedica una página completa en su interior.

Nunca entendí muy bien el móvil (o los móviles) que llevaron al enfermizo consejero Lamela a emprender aquella inaudita cruzada diabólica contra los médicos de Urgencias que aplicaban sedaciones para reducir el dolor insoportable de los enfermos terminales del Hospital Severo Ochoa.

Es de sobra conocida la inclinación tacheriana de la derecha española hacia la medicina privada y, en general, hacia todo lo privado. Sin embargo, me resito a pensar que Lamela haya actuado perversamente contra el equipo del doctor Montes guiado por esa dudosa inclinación ideológica.

¿Qué le movió, entonces, a dar pábulo a una denuncia anónima para perseguir, de la forma torticera que lo hizo, a los médicos encargados de las sedaciones?

Me cuesta (y me preocupa) también pensar que se sintiera empujado a esa persecución, basada en falsas acusaciones, sólo por razones de fanatismo religioso.

¿Es Lamela un defensor del sufrimiento, ofrecido a Dios como penitencia, o de la mortificación cristiana para ganar indulgencias y llegar antes al presunto cielo?

¿Utiliza Lamela cristianamente el cilicio o las disciplinas hasta sangrar?

Todos hemos pasado o acompañado a un amigo o familiar por algún hospital y sabemos, por experiencia, que hay una vieja tradición cristiana favorable a aguantar el dolor. Es difícil de extirpar porque tiene raices profundas en la España negra. Es costumbre de algunas monjas y enfermeras antiguas aconsejar a los pacientes hospitalizados (muy cariñosamente, eso sí) que aguanten un poco más el dolor físico, que sufran y se mortifiquen un poco más de lo necesario. Y así retrasan (o no adelantan) las dosis de analgésicos que tímidamente recetan los médicos y que piden ( a veces, a gritos) los enfermos.

En otros países avanzados que conozco se gestiona la lucha contra el dolor con más generosidad y eficiencia que aquí.

¿Por qué en España se gestionan los analgésicos y otras sedaciones de manera tan tacaña? ¿Será por ahorrar?

¿Por qué tenemos que aguantar, hoy día, el dolor evitable?

¿Es, acaso, el ex consejero Lamela un sádico que goza con el dolor de los moribundos que padecen enfermedades terminales?

¿Lo hacía por soberbia?

¿Quizás Lamela no fue capaz de reconocer un error inicial y no pudo soportar la necesaria rectificación que le hubiera llevado a dar marcha atrás en sus tropelías contra los médicos?.

No busquen esta noticia, que hoy publica de El Mundo sobre las torturas de Estados Unidos, en las páginas de El País, pues este diario parece estar empeñado en ocultar todo lo que pueda afear la conducta de Obama.

A mi gusta que Obama haya llegado a la presidencia de Estados Unidos. Incluso me emocionó. Pero esa emoción no debe impedirnos criticar sus errores o, al menos, dar noticia de sus decisiones más relevantes.

Obama ha prohibido las torturas que fueron autorizadas y promovidas por el ominoso presidente Bush de tan triste memoria. Todos los demócratas -y personas de bien de este mundo- debemos felicitarnos por ello.

Sin embargo, Obama ha decidido también no perseguir a los agentes que aplicaron las torturas porque «cumplían órdenes».

Esta amnistía, basada en el viejo truco de la «obediencia debida«, es criticable. Y no entiendo por qué El País oculta a sus lectores (por olvido o intencionadamente) esta noticia que sale en la prensa de todo el mundo.

La «obediencia debida» fue utilizada por los abogados defensores de los criminales de guerra nazis, en los juicios de Nuremberg, y de los criminales del Ejército argentino o chileno.

En esos casos no les sirvió para nada y fueron condenados aunque «cumplían órdenes«. Claro que tanto Adolf Hitler como los dictadores argentinos y chileno perdieron sus respectivas guerras. Y Estados Unidos, desde su derrota en Vietnam, no ha perdido ninguna guerra.

La «obediencia debida» no se tiene en cuenta para los torturadores derrotados. Se les condena porque no debían obedecer órdenes que van contra los derechos humanos, las convenciones de Ginebra, etc.

En cambio, los soldados, oficiales y agentes norteamericanos que han deshonrado a su país, porque han torturado en Irak, en Afganistan, en Guantánamo, etc. no serán perseguidos sino amnistiados, senciallmente, porque aún no han perdido la guerra.

¿A quién obedecía el cruel Bush cuando dictaba órdenes instigando y autorizando las torturas más execrables contra seres humanos?

Recuerdo al gran Mario Benedetti diciendo algo así:

«Cuando un torturador se suicida no se redime. Pero algo es algo».

¡No nos falles, Obama!

Zapatero en El Mundo; Rajoy, en el Pais