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La niña ‘sin papeles’

Cuesta creer que una personita de un año y medio haya pasado por las filas de extranjería para obtener un permiso para residir en España y digo que cuesta porque esta personita nació en España, para más señas en el Hospital La Paz de Madrid, pero estuvo ‘sin papeles’ hasta el pasado mes de julio, cuando finalmente le entregaron un permiso de residencia a su nombre, Regina Dávila.

Fue un trámite largo y tortuoso para ella y sus padres, una pareja de mexicanos. Por esos despistes de la administración los mandaron de una oficina a otra para solicitar el permiso de residencia para su hija, como ya lo contamos antes en este blog.

La complicación surgió porque éste no es un trámite usual, ya que la mayor parte de los niños que nacen en este país –hablamos de los hijos de padres foráneos- adquiere la nacionalidad española sin problemas, a menos que sus padres provengan de aquellos países donde se impone el derecho de sangre (el principio ius sanguinis, por el cual se otorga la nacionalidad a los descendientes de sus ciudadanos, independientemente del lugar donde nazcan).

Mala suerte o no, pero México es uno de esos países y la pareja de esta historia lo sabían de antemano, por eso inscribieron a su hija como mexicana y se resignaron a esperar un año para solicitar la nacionalidad española para la pequeña, tal y como les explicaron en el Registro Civil español.

Sin embargo, nada les dijeron sobre la necesidad de obtener un permiso de residencia para la niña. Los padres recibieron ese balde de agua fría cuando retornaron al Registro Civil para iniciar el trámite de la nacionalidad. Volvieron justo al año de haber inscrito a Regina y se encontraron con el requisito inesperado: la tarjeta de residencia de la niña, para probar su estancia legal por un año continuado.

Parece insólito, pero sus padres tuvieron que batallar para legalizar a la pequeña ‘sin papeles’. No sólo porque desfilaron por varias oficinas de extranjería, sino también porque cada vez que llamaban a pedir información los funcionarios no atinaban qué responderles. La administración finalmente resolvió otorgar a Regina un permiso de residencia dependiente de la autorización de residencia de su madre. Y lo último fue llevar a Regina a las largas filas en la Brigada de Extranjería de Aluche, para obtener el documento.

Ahora la niña tiene una tarjeta de residencia, como si fuese un adulto inmigrante y cuando tenga un año de residencia legal podrá tramitar la nacionalidad. El documento de Regina caducará el 30 de abril del próximo año y menos mal que no le autoriza a trabajar, porque en uno de esos despistes de la administración, los permisos de residencia de menores podrían emitirse con una autorización para trabajar. ¿Le parece absurdo? Vuelva a leer esta historia.