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Mendeléiev, Penrose o Meitner: 6 casos de inspiración científica súbita

Por Pedro Meseguer (CSIC)*

A menudo creemos que, con la formación adecuada, estudiar en profundidad un problema es suficiente para atacarlo con probabilidades de éxito. Analizamos su historia, el contexto, las cuestiones cercanas, sus formulaciones y métodos de solución, etcétera. Y si se resiste profundizamos más. Insistimos hasta que encontramos la solución al problema que nos habíamos planteado. Pero, a veces, esto no basta y nos estrellamos contra un muro que parece infranqueable. En esas ocasiones, no es infrecuente experimentar el siguiente hecho singular: cuando nos damos un respiro o dejamos el problema a un lado, como por arte de magia, la solución aparece nítida en nuestra mente. ¿Qué ha sucedido? Se trata de la llamada inspiración súbita.

Una experiencia común

En ciencia, estas experiencias no son desconocidas. Hay diversas anécdotas sobre cómo la solución de un problema ha sido revelada a la persona que lo investigaba sin aparente esfuerzo por su parte, bien en el periodo de vigilia o bien en sueños. A continuación, detallamos seis ejemplos de inspiración súbita protagonizados por personajes relevantes de la historia de la ciencia.

William Rowan Hamilton, el matemático de cuyo nombre proviene el término “hamiltoniano”, halló la multiplicación de los cuaterniones de forma súbita, mientras se dirigía con su mujer a una sesión de la Royal Irish Academy dando un paseo a lo largo del Royal Canal, en 1843. El impacto de la idea fue muy intenso: lo describió como “un circuito eléctrico que se cierra”. Al no disponer de pluma ni papel, marcó con su navaja la fórmula de la operación en una piedra del puente de Brougham, por el que circulaba en ese momento.

August Kekulé, uno de los padres de la química orgánica, descubrió la estructura de anillo del benceno tras soñar con una serpiente que se mordía la cola. Se cree que sucedió en 1862. La composición química de este elemento se conocía, pero no su disposición en el espacio. Antes de formarse en química, Kekulé estudió arquitectura y era un delineante competente, por lo que se puede suponer que poseía una buena imaginación espacial.

Dmitri Mendeléiev, el creador de la tabla periódica, era catedrático en San Petersburgo, en 1869. Tuvo un sueño en el que vio “una tabla en la que todos los elementos encajaban en su lugar”. “Al despertar, tomé nota de todo”, declaró. Y así nació la clasificación de los elementos químicos.

Mendeléiev, el creador de la tabla periódica, tuvo un sueño en el que vio “una tabla en la que todos los elementos encajaban en su lugar”. / Imagen: Studio4rt – Freepik

Henri Poincaré, el gran matemático y físico teórico francés, fue profesor en la universidad de Caen, en febrero de 1881. Llevaba trabajando varios días sobre una cuestión que se le resistía. Frustrado, decidió tomarse un descanso y se unió a una expedición geológica. Al subir al autobús, la solución del problema —un importante descubrimiento sobre funciones fuchsianas— apareció clara en su mente, acompañada de la certeza de su validez.

Lise Meitner, física responsable de la fisión nuclear, huyó en 1938 de Berlín por su origen judío. Su antiguo jefe, Otto Hahn, bombardeó átomos de uranio con neutrinos, esperando obtener un elemento más pesado, pero sucedió al revés, obtuvo elementos más ligeros. Le preguntó a Lise por carta, y ella le contestó con la posibilidad de que el átomo se hubiera partido. Tras enviar su respuesta, Lise salió a dar un paseo por el bosque. De pronto sacó un papel del bolsillo y comenzó a hacer cálculos. Comprobó que la energía generada se correspondía con el defecto de masa observado, a través de la ecuación de Einstein E=mc2. Y así descubrió la fisión nuclear; aunque no obtuvo el reconocimiento correspondiente. A pesar de que ella proporcionó la explicación, Otto Hahn no incluyó su nombre entre las personas firmantes del artículo que lo describía, y recibió en solitario el Premio Nobel de Química en 1944.

Roger Penrose, que recibió el Premio Nobel de Física del año 2020, tuvo una experiencia singular. En 1964, un colega estadounidense lo visitó en Londres. Durante un paseo, y al cruzar la calle, a Penrose le vino la solución al problema en el que trabajaba en esa época. La conversación siguió al otro lado de la calle y ocultó la idea, pero no su alegría. Cuando el visitante se marchó, Penrose buscó la causa de su júbilo, y volvió a encontrar la idea que había tenido al cruzar la calle.

Las tres fases de la inspiración

Grandes investigadores e investigadoras se han interesado por los aspectos psicológicos del descubrimiento científico, en particular, del matemático. Han escrito obras de títulos en ocasiones autoexplicativos: Ciencia y Método, de Poincaré, La psicología de la invención en el campo matemático, de Hadamard, La nueva mente del emperador, de Penrose.

A partir de estos análisis, destacaría tres fases sobre la iluminación o inspiración súbita. Primero, hay una etapa de trabajo intenso sobre el problema en cuestión, sin que se produzcan resultados; allí es donde se realiza una labor profunda en el inconsciente. En segundo lugar, hay un periodo de relax, durante un paseo o un viaje, a veces en un sueño, donde la mente consciente está ocupada en ‘otra cosa’ y espontáneamente surge la iluminación o inspiración súbita. Por último, una nueva etapa de trabajo consciente, donde se verifica la validez de esa iluminación. Aunque la inspiración súbita haya sido acompañada de la certeza de su corrección, es un paso muy necesario para formalizar sus resultados.

En todas estas historias, se vislumbra que los procesos mentales humanos de la inspiración súbita comparten una naturaleza común y siguen circuitos similares. Estas vivencias refuerzan la utilidad del descanso para alcanzar soluciones creativas a problemas complejos. Evidentemente la mente consciente se ha de enfocar en ellos, pero solo concentra una parte del esfuerzo. La otra radica en la mente inconsciente, con unos ritmos internos que se han de respetar para que rinda sus frutos y nos permita avanzar en la comprensión del mundo.

 

*Pedro Meseguer es investigador en el Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC.

Ciencia, poesía y redes. ¡Participa en el concurso #MicropoemasCSIC en Twitter!

Por Mar Gulis (CSIC)

¿Tienes un perfil en Twitter? Si la respuesta es sí, desde hoy hasta el 7 de octubre de 2021 puedes participar en #MicropoemasCSIC, un concurso que mezcla ciencia y poesía. Con este concurso queremos celebrar que 2021 ha sido un año muy especial para @CSICdivulga, el perfil del CSIC en redes sociales (Twitter, Instagram, Facebook, Youtube) en el que difundimos nuestras actividades de divulgación y todo tipo de contenidos relacionados con la cultura científica. ¡Este año hemos cumplido 10 años y superado la cifra de 100.000 seguidores/as en Twitter!

Con estos dos hitos que festejar, y aprovechando la celebración por primera vez del Día de la Cultura Científica (hoy, 28 de septiembre), lanzamos un concurso de micropoemas de inspiración científica. Si un poema es una composición literaria en verso, sujeta o no a pautas de métrica, ritmo y rima, podemos decir que un micropoema es un poema muy breve, capaz de condensar mucho en pocas palabras. En este caso, necesitamos que quepa en un tuit. ¡Queremos ver cómo concibes la ciencia y la tecnología a través de estas microcreaciones poéticas!

Para participar tienes que hacer lo siguiente: seguir a @CSICdivulga, lanzar un tuit con un micropoema en castellano que sea propio, único y original, y que esté relacionado de algún modo con la ciencia, la investigación científica, el oficio de investigador/a, los avances, los dilemas, la importancia de la ciencia, etc. Dentro de los 280 caracteres del tuit debes incluir el texto del micropoema, una mención a @CSICdivulga y el hashtag #MicropoemasCSIC. El texto ha de ser de tu autoría y no haber sido publicado con anterioridad.

La ciencia y la poesía comparten más cosas de las que parece, pues ambas, aun desde aproximaciones muy diferentes, necesitan imaginación para formular preguntas y hallar respuestas, se cuestionan porqués cruciales, buscan comprender el mundo que hay alrededor (¡y más allá!), requieren mucha observación y atención al detalle… Así que ¡deja volar tu imaginación!

Si necesitas un poco de inspiración, te animamos a pasarte por el último concurso que organizamos en Twitter, en 2019, con motivo de la publicación del número 100 de la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata): #100QSD y ver los tuits que se publicaron. También puedes echar un vistazo a otro concurso que hicimos unos años atrás: #LibroCiencia. Ahora bien, ten en cuenta que aquellos eran concursos de microrrelatos y este es de micropoemas.

Puedes pensártelo, pero no demasiado, pues el plazo para participar es breve, solo 10 días: desde hoy, 28 de septiembre, hasta el 7 de octubre incluido (hora española peninsular). Cada persona puede participar con un máximo de tres tuits, que se valorarán de forma independiente. Un jurado elegirá los 10 mejores micropoemas y tendrá en cuenta la creatividad, la originalidad, la calidad literaria y la adecuación al tema planteado (es decir, que el contenido esté relacionado con la ciencia y la tecnología). Los/as autores/as de los mejores micropoemas recibirán un lote de libros del CSIC (en ningún caso habrá remuneración económica). El CSIC contactará con las personas premiadas a través de MD (mensaje directo en Twitter) para concretar la dirección de envío. ¡Ah! Y pueden participar personas de todo el mundo, pero las que resulten ganadoras deberán aportar una dirección dentro de España para el envío del premio. Consulta las bases completas aquí. ¡Suerte y creatividad!