“¿Qué me pasa, doctor?” La visita médica a finales de la Edad Media y principios de la Moderna

Por Raúl Villagrasa-Elías (CSIC)

Marie Curie y el radio, Wilhelm C. Röntgen y los rayos X y Alexander Fleming y la penicilina son algunos de los descubrimientos que vertebran la historia de la ciencia y la medicina. Nos fascina imaginar que la historia es una acumulación de esfuerzos individuales (la mayoría de varones ilustres) cuya suma fundamenta el progreso. Suelen ser inventos trascendentales que marcan un antes y un después. Ocurre lo mismo cuando miramos hacia atrás en el tiempo y analizamos episodios como la caída del Imperio romano, la peste negra, la imprenta, la conquista de América, las guerras mundiales…

¿Y si algunos de los fenómenos más trascendentales de nuestra sociedad fueron progresivos y comunitarios? La democratización, la industrialización y la alfabetización de un país no se consiguen en un día. La conformación del sistema sanitario tampoco y precisamente en eso vamos a fijarnos en este viaje en el tiempo, en una escena que seguramente todo el mundo (salvando la distancia temporal) habrá experimentado en sus propias carnes y, si no, en las de algún familiar o amigo. Así era una visita médica hospitalaria a finales de la Edad Media.

El hospital, un “invento” medieval para las personas pobres

Documentamos los primeros hospitales de la península ibérica en los siglos XI y XII y, sin exagerar, podemos afirmar que ya en los siglos XIV, XV y XVI hubo varios cientos de ellos. A diferencia de lo que hoy imaginamos por hospital (instituciones sanitarias enormes con centenares de pacientes y profesionales), estos centros medievales solían ser edificios más pequeños (algunos tenían dos camas; los más grandes, varias decenas) y servían para atender a los enfermos pobres, por lo que reyes, obispos, nobles, ediles y grandes mercaderes rara vez aparecían por allí.

Puerta del Hospital de Santa Cruz en Toledo, fundado en 1496. Litografía de la Biblioteca Nacional de España (1842).

Pero, ¿quiénes eran las personas consideradas pobres? En aquellos siglos ser pobre era algo mucho más genérico de lo que entendemos ahora. Pobre era la anciana que quedaba viuda y sin hijos que la cuidaran; lo era el niño huérfano abandonado fruto de una relación extramatrimonial; el soldado que después de una guerra quedaba incapacitado; la trabajadora de la construcción que se caía de un andamio, o el campesino que contraía la lepra y necesitaba cuidados especiales. En definitiva, pobre era cualquier persona que, aun teniendo algo de dinero, no contaba con lazos sociales como la familia o los vecinos ante los vaivenes de la vida.

Ayer y hoy, más similitudes que diferencias

A finales de la Edad Media, las ciudades crecieron y con ellas el número de personas pobres también aumentó. Para hacer frente a esta emergencia social los gobiernos urbanos promovieron hospitales de mayores dimensiones y dotados con completos equipos profesionales: médicos (conocidos como físicos en la época), cirujanos, barberos, boticarios, enfermeros y enfermeras, nodrizas, capellanes para la cura del espíritu y todo un sinfín de criados y esclavos que se encargaban de las tareas más pesadas.

Consecuencia de lo anterior, a finales de la Edad Media y en el tránsito hacia la Moderna, se institucionalizaron los sistemas sanitarios y, por extensión, la visita médica hospitalaria. Y, en realidad, si eliminamos los aparatos electrónicos que hoy encontramos en una planta de cualquier hospital, el funcionamiento ya era el mismo. Las mujeres enfermas estaban separadas de los hombres (hoy difícilmente encontraremos habitaciones mixtas), las camas estaban numeradas para reconocerlas rápidamente y en el hospital zaragozano de Santa María de Gracia en 1508 ya se colocaban tablillas al lado de cada una para identificar a los pacientes y sus medicamentos.

Una plantilla completa, coordinada y jerarquizada

Los físicos o médicos eran el personal con mayor responsabilidad, salario y formación. El hospital de la villa aragonesa de Híjar ya contaba en 1312 con un “físico cristiano o judío que sabía de medicina”. Estos profesionales valoraban, sobre todo, las enfermedades internas del cuerpo como fiebres o dolores estomacales. Interrogaban al enfermo sobre su estado, auscultaban sus pulsos, comprobaban las orinas y revisaban los tratamientos prescritos el día anterior.

Cirujano colocando un brazo dislocado, 1450. Autor desconocido. Francia.

Por otra parte, los cirujanos (a veces conocidos como barberos-cirujanos) practicaban su arte sobre tejidos, articulaciones y huesos: muelas, heridas, amputaciones, luxaciones, fracturas, etc. Una sanadora musulmana fue contratada en Valencia en 1396 para curar el brazo de un niño pequeño, ya que el médico del hospital no había podido hacerlo. Ambos, médicos y cirujanos, debían “ordenar las mediçinas y emplastos” y “dar las reçetas d’ello al rector del dicho hospital para que lo faga façer”, según las ordenanzas del hospital de Tordesillas (Valladolid) de 1467.

Inmediatamente después encontrábamos en el escalafón sanitario a la persona encargada de supervisar la enfermería, que era el enfermero mayor y tenía a su cargo a las enfermeras y enfermeros menores, quienes velaban día y noche al doliente, le ayudaban en la ingesta de alimentos, limpiaban las sábanas y aplicaban los tratamientos prescritos por médicos y cirujanos con productos farmacéuticos elaborados por los boticarios. En algunos hospitales conocemos incluso las ratios teóricas entre enfermeros y pacientes: en Ávila en 1507 lo ideal era una relación de 1 a 6, mientras que en Toledo en 1499 ascendía a 8. Desde luego, son cifras más asequibles que las actuales, con un profesional de enfermería por 15-20 pacientes en hospitales o 150-200 en residencias de mayores.

Así pues, la imagen que tendría el enfermo no sería muy diferente a la actual: postrado en el lecho observaría cómo dos, tres o cuatro personas le rodeaban e inspeccionaban, en definitiva, un equipo sanitario que curaba y cuidaba.

Raúl Villagrasa-Elías es investigador en el Departamento de Estudios Medievales del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Actualmente trabaja en el proyecto Scripta manent: De registros privados a textos públicos. Un archivo medieval en la Red” (PID2020-116104RB-I00).

1 comentario

  1. Dice ser Buenas semillas

    Gracias a todas aquellas personas que ofrecieron sus conocimientos y capacidades para sanar y aliviar el dolor físico y mental de los demás.

    11 mayo 2022 | 11:59

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