La importancia de los matojos

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Por J. M. Valderrama*

Las tierras áridas o secas no gozan de la misma buena imagen que las zonas boscosas. Su apariencia poco exuberante y aspecto un tanto desgastado las relega a un segundo plano en el imaginario colectivo. Sin embargo, prácticamente la mitad de la superficie terrestre (dos tercios del territorio de España) son tierras áridas. Es más, estos ecosistemas tienen un papel clave en el equilibrio global de carbono, siendo reservorios de extraordinario valor.

El rasgo esencial de la zona árida es el hecho de que la precipitación anual no alcanza a cubrir las pérdidas causadas por la evaporación superficial y la transpiración de las plantas. Al permanente déficit hídrico se le suma una distribución irregular de las lluvias, dando lugar a episodios recurrentes e impredecibles de sequías y diluvios torrenciales. Las tierras secas o áridas, que se clasifican en subtipos (subhúmedo seco, semiárido, árido e hiperárido), abarcan un gran rango de ecosistemas. Desde eriales y arbustos, hasta bosques xerofíticos (como acacias al borde del Sahara), pasando por sabanas y desiertos fríos y cálidos, que albergan algunas de las formas de vida más extremas del planeta.

Sierra del Cabo de Gata

Tupida cubierta vegetal de matojos (palmitos, espartales, etc.) en la Sierra del Cabo de Gata, Almería / J.M. Valderrama.

En estos amplios territorios viven 2.000 millones de personas y pasta la mitad de la ganadería mundial. Las especies vegetales y animales que conforman estos hábitats son producto de un proceso de adaptación a la errática y escasa disponibilidad de agua. En nuestro país, una de las expresiones más características de las zonas áridas son los matorrales, plantas de pequeño porte que prosperan en estepas, altiplanos y relieves con suelos de escaso espesor y muy pobres en materia orgánica.

Este paisaje de matojos (como vulgarmente se denominan) es en muchos casos el último bastión antes de llegar a la degradación absoluta: los desiertos. Su existencia es de vital importancia para proteger al suelo de la erosión, facilitar la redistribución del agua de lluvia y aumentar las tasas de infiltración. Además tienen un papel clave en el intercambio de carbono que se produce entre el suelo y la atmósfera. En lugares con vegetación abundante, la actividad fotosintética hace que se fije más carbono del que se emite. Sin embargo, en los drylands o tierras secas este balance está al límite. Los matojos evitan que se produzca una emisión mucho mayor de carbono a la atmósfera.

En algunas regiones, como es el caso de España, el hecho se agrava debido a que gran parte de las zonas áridas coinciden con sustratos calizos, especialmente ricos en carbono. En ellos, el agua diluye los sustratos haciendo que las emisiones de carbono sean enormes.

Los matorrales son el tipo de vegetación que gasta menos agua y en muchos casos no son sustituibles. Repoblaciones con especies inadecuadas pueden alterar el equilibrio hídrico y que el monte se seque. La desaparición de manantiales naturales debido a una tasa de consumo hídrico excesiva es un claro efecto de este tipo de repoblaciones.

Cuando las actividades humanas ponen en jaque estos ecosistemas, existen serios riesgos de que se desencadenen procesos de degradación que vayan minando la productividad del territorio. A este problema, en el que se combinan adversidades climáticas y un mal uso de los recursos, se le conoce como desertificación. Conocer la ecología de estas zonas, sus formas de vida y procesos que amenazan con degradarlos son los principales intereses de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC. Todo ello con el fin de contribuir al desarrollo de estrategias que mitiguen los procesos de desertificación activos y otras que prevengan la aparición de nuevos episodios.

Si específicamente nos fijamos en los ecosistemas mediterráneos, la importancia de que el suelo tenga matorrales es aún mayor. La razón es que en muchos de estos lugares caen entre 200 y 400 milímetros de lluvia al año. Esta es una cantidad insuficiente para tener una densa cubierta vegetal, pero lo bastante como para causar estragos. Ante este escenario la solución óptima es mantener la máxima cubierta vegetal posible, como son los matorrales, para hacer frente a la amenaza de la erosión hídrica, el mayor depredador de suelos fértiles.

*J. M. Valderrama trabaja en la Estación Experimental Zonas Áridas del CSIC y escribe en el blog Dando bandazos, en el que entremezcla literatura, ciencia y amor a la montaña.

3 comentarios

  1. Dice ser Asociació Veciñal do Saviñao

    Totalmente de acuerdo . Aquí en Galicia el sotobosque es ( salvo donde hay pino y eucalipto ) exuberante , e incluso molesto porque crece en exceso y exige control anual para no ver cerrados los caminos . Pero está ejerciendo una imporatnte función . De hecho esto plantea dudas respeto a la intención de cercenar este sotobosque y aprovecharlo como fuente energética . Aunque tambien es verdad que limitaria la trasmisión de incendios . En fín , pros y contras que deben ser analizados antes de la toma de una decisión .

    15 enero 2015 | 16:37

  2. Dice ser Matorral Fundamental, aliado del bosque

    Enhorabuena por el artículo. Es muy importante decir todo esto.

    Efectivamente hay muchos ecosistemas cuyo máximo nivel de madurez no es el predominio de arbolado sino la presencia de matorrales de diversas especies. La «maquia» es un ejemplo muy típico y propio de la península ibérica.
    Algunos colectivos como los ingenieros llevan más de 100 años, desde la administración (Icona, Tragsa) y desde los medios de comunicación, tachando al matorral de «suciedad», «maleza» o incluso «basura» u otros adjetivos que son pura calumnia y falsedad.

    En aquellos lugares donde ha desaparecido el arbolado por persecución humana como la tala, incendios o sobrepastoreo, o por perturbaciones naturales como tornados, incendios por rayo etc. el bosque primigenio, originario, consigue recuperar esos lugares GRACIAS al matorral, que es y ha sido siempre el PASO PREVIO necesario para que el bosque se recupere. El matorral enriquece el suelo lentamente y proporciona sombra parcial a los pequeños árboles que crecen bajo su protección, evitando su deshidratación en verano. También protege a esos primeros árboles, avanzadilla del bosque, del ramoneo de los hervíboros, silvestres o domésticos.

    Algunos estafadores, embaucadores, han intentado convencernos de que las repoblaciones de pinos alineadas y aterrazadas eran el paso previo necesario para recuperar los antiguos bosques. Una falsedad tan grande y tan grave como negar el holocausto nazi. Jamás un pinar ha sido etapa «previa» natural para la recuperación de ningún bosque autóctono.

    Genistas, zarzas, rosales, retamas y un largo etcétera, merecen menos calumnias y más verdades sobre su vital importancia para que la península vuelva a recuperar sus bosques primarios.

    La estupidez suprema y tan extendida lamentablemente en la sociedad de «los incendios se apagan en invierno» , falsedad extendida por quienes viven de este falso cuento, sirve para exterminar miles de hectáreas de matorral cada invierno, eliminando los restos mediante quemas que contribuyen a la contaminación atmosférica del medio rural.

    ¿Alguien ha viso empezar un incendio directamente en matorrales? yo ninguno, y por desgracia he visto unos cuantos. TODOS los incendios empiezan en el PASTO. Si quitamos el matorral con la falsa excusa de prevenir incendios, provocamos un aumento de la superficie del pasto. ¿Consecuencia? La administración ESTÁ FOMENTANDO la aparición de incendios con unas prácticas estúpidas y contraproducentes. Hemos dejado nacer a una bestia (Tragsa, ingenieros) y la hemos alimentado. Y ahora esa bestia se alimenta de crear las condiciones adecuadas para que surjan más incendios. Con sus desbroces de matorral que potencian el pasto, y con sus infames plantaciones de pinos y otras resinosas exóticas.

    La mejor manera de recuperar los antiguos bosques autóctonos: reducir o eliminar la carga ganadera. Nada más hace falta. El matorral hará el resto del trabajo. Y si el lugar está esquilmado la solución es plantar matorral, no pinos que no dejan crecer nada debajo, que acidifican el suelo, que son un desierto biológico y que arden con mirarlos cada verano.

    15 enero 2015 | 17:45

  3. Dice ser Doraemon

    Lo que le digo yo continuamente a mi novia:

    ¡¡Siempre con matojo!! ¡¡Siempre con matojoooo!!

    15 enero 2015 | 21:13

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