Esta tarde he visto el final (los últimos tres cuartos de hora) de este nuevo programa de Antena 3 del que no esperaba mucho. Si acaso una revisión de lo que fue al principio Está pasando antes de que decidieran dedicarse al trinchado de famosos y al acoso a Sé lo que hicistéis…

Y me ha gustado. No sé si es que he pillado el rato bueno, o de verdad el programa es más que digno. Utiliza métodos tomateros para tratar asuntos de verdad y aunque se acerque peligrosamente a la sección de la Gabilondo en el nuevo CQC lo he visto bien. Con una buena producción, con ritmo y habilidosas llamadas telefónicas en directo a los implicados en problemas ciudadanos. Sin paternalismos ni monsergas, con un punto cañero. Como el que le ha dado al final su presentador -que me gusta mucho- cuando ha elegido un cierre a ritmo de las pretensiones europeas de las 65 horas semanales y los nuevos plazos de reclusión para inmigrantes sin papeles antes de la deportación. Me ha encantado.

Y me ha hecho pensar en la eterna discusión sobre la función social de la televisión y en otra cosa: cómo la cámara oculta puede ser desterrada por la cámara vista. Cómo es posible que acabemos descubriendo que el temor a una exposición pública por parte de las administraciones puede ser mucho más efectiva que la denuncia secreta.

Aunque hay un problema que sigue estando allí: ¿quién decide qué se denuncia y qué no? ¿interesa esto a la audiencia o prefieren ver a la Yagüe y a Peñafiel en acción?

No tengo respuestas. Sólo un buen sabor de boca tras ver el programa. Que no es poco. Tengo que volverlo a intentar más días y ver qué tal. A lo mejor es posible hacerlo bien. Ojalá. No lo sé.