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La reacción de los niños también es maravillosa cuando los Reyes Magos les traen un perro adulto adoptado en una protectora

De vez en cuando conviene traer buenas noticias, contenidos que aporten luz y esperanza. Y hoy va a ser uno de esos, que ya iba tocando.

La Asociación Protectora PATAS de El Puerto de Santa María (Cádiz) es la encargada de gestionar las adopciones del servicio municipal de recogida de animales en la vía pública de esa localidad. Así que en este municipio existe el sacrificio 0. Ojalá la gestión de estos servicios municipales estuvieran siempre en manos de protectoras.

En Patas me cuentan «a pesar de que en esta zona del sur de España, como ya sabes, el maltrato y el abandono es una constante, tenemos esperanzas de que algún día esto cambie. Por supuesto creemos que es muy importante la educación desde pequeños, y también estamos por ello». Como ejemplo me mandan el vídeo de «una familia que optó por la adopción de un perro adulto en lugar de comprarle un cachorro a su hijo. Le dan una gran lección de amor y solidaridad».

Quiero mostraros el vídeo en el que Yuste (ahora Luke Skywalker) llega a su nuevo hogar para que veáis que la reacción de los niños también es maravillosa cuando los Reyes Magos les traen un perro adulto adoptado en una protectora. El cachorro de raza no es preciso para hacer feliz hasta las lágrimas a un niño que estaba deseando tener un compañero de juegos canino.

Y sobra decir que los animales #NoSonUnJuguete, no deben regalarse como si lo fueran.

Y para terminar os dejo con otros dos animales de esta asociación gaditana que siguen necesitando una familia. Akira, la perrita marrón, es de tamaño pequeño y muy jovencita. Toscana es la mestiza negra, que tiene un carácter estupendo. Y os invito a visitar su web y conocer muchos más.

Si te interesa adoptar a alguno de sus animales, escribe info@patasprotectoraelpuerto.com dejando un teléfono de contacto.

GPS para perros: ¿cuánto pagarías por tenerlos localizados?

He sido defensora a ultranza de identificar a nuestros perros con una chapa que muestre nuestro teléfono, además del chip que es algo obligatorio y lo que permite que demostremos que el perro es nuestro por supuesto. Si nuestro perro se pierde es algo que cualquiera puede ver y, dado que ahora todos vamos con móviles, llamar al instante para que acudamos a recogerlo. Nunca mis perras han salido de casa sin ir identificadas con esa chapa. Cuando he estado en Francia con una de ellas, ha llevado una chapa especial en la que el teléfono aparecía con el prefijo de España.

Hubo un tiempo en el que se puso (o quiso poner) de moda chapas con códigos QR que se escanean con el móvil y dan más información. Nunca me gustaron demasiado. Lo único que necesita ver la persona que encuentra a nuestro perro perdido es nuestro número de teléfono. Hay mucha gente que no sabe lo que es un QR, ni tiene forma en su móvil de leerlos.

Los localizadores GPS son otra historia. Entiendo que pueden tener su utilidad. Si nuestro perro se pierde en una zona en la que no hay mucha oportunidad de que se cruce con gente o es de los que huyen, de los que no se dejan coger, nos permite desde el móvil saber por dónde anda.

No solo eso. Si resulta que, por desgracia, acaba atropellado, también podremos dar con él y no quedarnos con la incógnita de qué habrá pasado. No sé si lo sabéis, pero una de las muchas vergüenzas de este país es que la mayoría de los perros que aparecen muertos en las carreteras son retirados como basura, sin que se les pase el lector de chips para poder decir a sus dueños lo que ha pasado. Una policía me habló una vez de un caso de un perro atropellado con la correa colgando aún. Es algo que ya he contado por aquí en el pasado porque hay una reivindicación para pedir que esa manera de obrar cambie.

Y los perros no solo se pierden, asustados por petardos, alentados por la persecución a algún conejo o porque tiendan al escapismo por naturaleza. También los roban con frecuencia. Roban animales de razas de moda para ahorrarse el tener que pagar por uno, también para criar de mala manera con ellos y luego lucrarse vendiendo los cachorros de cualquier manera (ya sabéis, mejor adoptar, pero si compráis la regla de oro es ver a la madre y las instalaciones en las que se cría con ella), los roban para peleas (también como sparring), para cazar, para torturarlos por diversión…

Los GPS son dispositivos que suelen colocarse en el collar o que son collares directamente.
Siguen siendo voluminosos y costosos, aunque tienden a ir reduciendo tamaño y precio. Cuando miré hace un par de años, encontré dispositivos que costaban 150, 200, 250 euros, más cuotas mensuales con frecuencia. Ahora he visto que se pueden encontrar por bastante menos y van incluyendo nuevas funciones, como calcular el consumo de calorías que tienen o establecer unas «vallas virtuales» que alertan si el animal se aleja demasiado:

Hay muchas marcas y modelos,
pero parece que hay un par que aparecen con más frecuencia y acumulan mejores opiniones de sus compradores: Tractive se puede encontrar por unos 50 euros, con una cuota mensual de menos de cuatro euros al mes. Kippy Vita también ronda los cincuenta euros y con una cuota mensual algo superior a cuatro.

Hay variantes más económicas como el Dookle que cuesta menos de treinta euros y no tiene cuotas y lo que hace es pitar si el animal se aleja más de 50 metros.

La verdad es que mis perras no los llevan, pero me estoy planteando el probarlos. También sirven para los gatos, siempre y cuando sean de los que admiten collar con añadido.

¿Qué os parecen estos chismes? ¿Los veis útil para vuestros animales? ¿Toca modernizarnos por su bien? ¿Cuánto estaríais dispuestos a pagar por ello?

Si los habéis probado o tenéis alguna recomendación que hacer, será bienvenida en los comentarios.

Maggie es una bodeguera andaluza de unos diez años. Una abuelilla que llevaba varios días refugiada en una caja de cartón, con mucho miedo.

En enero la asociación Chipidog la recogió y está en una casa de acogida Recuperándose de su esterilización, pero necesita encontrar un buen hogar, es muy mayor para estar en el refugio.

Es muy pequeña, unos ocho kilos, y se lleva bien con otros perros. Con gatos no se la ha probado aún. Está en Cádiz, en Chipiona, pero se envía a otras provincias.

Contacto: 622 31 50 62 chipidogchipiona@hotmail.es

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Capítulo 52 de la novela por entregas #Mastín: el bósforo de Martín

20130905_173647 Viernes, así que hay nuevo capítulo de Mastín, la novela que llevo escribiendo en directo casi un año. Por cierto, ya podéis comprar Galatea, mi novela de ciencia ficción, en Amazon por 2,99 euros entrando aquí.

CAPÍTULO 52:

Mal no llamó al timbre, se limitó a dar unos leves toques en la puerta. Daba igual lo suaves que fueran, a Martín no se le hubiera pasado por alto un simple roce de nudillos contra la madera barnizada. Llevaba media hora esperando su llegada.

Abrió con el corazón saltando en el pecho y repitiéndose que no había motivo objetivo para estar tan nervioso. Abrió y lo primero que vio fue su sonrisa, así que se agarró a ella para recuperar el control y no parecer un imbécil. Había pasado por casa para cambiarse, probablemente también para bajar a Trancos, que se apretaba contra su pierna. Llevaba unos shorts vaqueros, una vieja camiseta gris y la cara lavada. El chico ya sabía que con aquel calor no soportaba la capa de maquillaje que le obligaban a ponerse en el trabajo.

– He subido con Trancos. Llevo todo el día fuera y no quería que estuviese más tiempo solo. Espero que no importe –

– Claro, perfecto – dijo él haciéndose a un lado para que pasaran. Habían aprendido a saludarse de manera contenida, a encerrar mundos enteros tras un cruce de miradas, pero en cuanto Martín cerró la puerta desapareció el espacio entre sus cuerpos; sus bocas y sus manos se encontraron. Territorio conocido y al mismo tiempo peligroso. Durante un único y turbio instante el chico recordó otros labios, otra piel embriagando la suya en aquel mismo lugar, tras cerrar la puerta, no tantos meses atrás. Apartó el recuerdo de Manu que le había tomado al asalto casi al mismo que Mal se apartaba de él.

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A Keka la arrojaron desde un coche en marcha. ¿Le traerán los Reyes Magos un hogar?

imageA la pequeña Keka la arrojaron desde un coche en marcha como si fuera una colilla. Estaba ademas en celo, así aue su suerte podría haber sido aún más negra.

Keka tuvo la suerte de que presenciarán su abandono ese tipo de personas que, por suerte, no miran a otro lado cuando ven algo así. Estuvieron tres semanas intentando cogerla sin éxito. Tenía demasiado miedo. Y mientras tanto, como estaba en celo, tenía a su alrededor más de seis perros día y noche.

Por suerte ya está a salvo, esterilizada y esperando un hogar en la protectora Chipidog de Chipiona en el que le devuelvan la confianza en el ser humano.

En la actualidad se encuentra en nuestro Refugio pero necesita una familia que le de mucho cariño y la ayude a superar su miedo a las personas. A nosotros en el Refugio nos resulta más complicado poder dedicarle el tiempo que necesita

Es cruce de bodeguero, tiene un añito y poco y a pesar de su miedo a las personas, con los perritos es muy sociable.

Contacto: 622 31 50 62chipidogchipiona@hotmail.es
Facebook: Chipidog Chipiona

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imagePor cierto, en la misma protectora también espera una familia como regalo de reyes Nela, una mestiza de jack russell de ocho kilos y también un añito que llevaba muchos días abandonada en una zona de campo.

Unas vecinas del lugar le estuvieron dando de comer hasta que pudimos recogerla. Es una perrita muy cariñosa y sociable y muy graciosa y guapa. Va muy bien en el coche y paseando con correa.

El contacto para su adopción es el mismo.
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Capítulo 44 de Mastín: ¿Quién es Bruce Willis?

Todos los viernes desde enero publico en este blog un capítulo de Mastín, una novela juvenil apta para adultos con la protección animal como fondo.

CAPÍTULO 44

Álex les había invitado aquella tarde a su casa. Sus padres le habían permitido celebrar una fiesta sin otro motivo que el de divertirse en verano con sus amigos aprovechando que había espacio y buen tiempo, así que no iba a perder esa oportunidad. Habría sidra y algo de inevitable supervisión paterna, pero el plan sonaba bien. Alex vivía en un vivienda unifamiliar de dos plantas rodeada de una porción considerable de verde y apenas a unos cuarenta minutos andando del parque en el que Martín estaba esperando a Blanca y a Fernando.

Aguardaba sentado en el respaldo del banco. Sacó el móvil para comprobar en el reloj que incorporaba lo que ya sabía: sus primos se retrasaban. Miró los pocos mensajes que había intercambiado con Mal. El que mandó como respuesta a su escueta felicitación de cumpleaños era igual de breve.  “Gracias. Me alegra ver que sigues viva”. Le había añadido emojis para que no sonara a recriminación de mal humor. “Y coleando”, se había limitado a responder ella dejándolo un poco preocupado. Tal vez las caritas sonrientes no habían sido bastantes, así que Martín escribió: «quedan pocos días para volver a Madrid. Lo estoy pasando bien, pero me apetece. ¿Qué tal los filósofos?». Como respuesta ella había mandado tres fotos de los gatitos, que estaban enormes. Habían intercambiado algunos whatsapps sobre ellos y al final Martín se había atrevido a decir: “Tengo ganas de verte. Te echo de menos”.  Aún no había recibido respuesta.

– Lo siento, llegamos tarde. Éste ha tardado más de la cuenta en bajar –  oyó a su primo.

Levantó la cabeza. Allí estaban sus primos con  Joan. Mirándole sonrientes.

– No pasa nada –  aseguró bajando del banco.

– Venga, vamos. Tenemos un paseíto hasta llegar a la casa. El sitio es genial, con mucho espacio, pero está a tomar por culo – dijo Fernando echando a andar seguido de Joan. Blanca avanzó a su lado.

– ¿Has cogido pasta? Álex pone la sidra, pero las pizzas las pagamos nosotros – preguntó ella colgándose de su brazo.

– Traigo, traigo. No quiero quedarme sin comer – repuso él sonriendo.

– ¿Sabes? Tienes una sonrisa muy guapa, entiendo lo de Marina. Si no fueras mi primo… – bromeó Blanca lanzándole un codazo juguetón.

– Mi madre dice que es como la sonrisa de Bruce Willis – dijo Martín sin pensar, recordando al perrazo que habían conducido hasta la protectora.

– ¿Quién es Bruce Willis? Me suena de algo el nombre –  dijo la chica.

Martín se sorprendió, pero solo durante un instante. Blanca tenía quince años. ¿Cuándo fue la última película de éxito que protagonizó ese actor? El sexto sentido probablemente fue la que más sonó, aunque a él le gustó mucho más la de El protegido, con su rollo de superhéroe invulnerable. Recordaba que la había visto con su padre y un bol de palomitas de microondas, una noche de sábado que su madre había salido. Apenas un par de meses antes del accidente. Apartó rápidamente aquella línea de pensamiento para volver a las películas. También le había gustado mucho una de ciencia ficción en la que viajaban en el tiempo. Esa debía ser la más reciente, pero no recordaba el título. Sacó el móvil y buscó al actor en Google. El sexto sentido y El protegido eran de 1999 y de 2000.  Su prima no había nacido y él era un bebé. Si él las conocía era porque sus padres tenían un armario llenos de viejos DVDs y verlos juntos pronto se había convertido en algo frecuente, de no ser así tal vez tampoco él sabría quién era. Ahí estaba. La encontró. La de ciencia ficción era Looper, del 2012.  Le mostró el móvil a su prima, que posó el índice sobre la pantalla para seguir viendo fotos.

– No conozco esa peli, pero a él sí que lo he visto. También me suena el actor que está con él –

– ¡Había olvidado Sin City! ¿Cómo he podido olvidar que salía en Sin City? – exclamó Martín al verle en un cartel promocional.

– Es un carcamal. Y está calvo. No os parecéis en nada – sentenció Blanca mirándole con una concentración que la hacía fruncir el ceño.

– Esa película tienes que verla. Imagino que antes no era plan, eras muy niña, pero es genial –

– No, en nada. En el blanco de los ojos solo – insistió ella ignorando su recomendación – Mira, ni siquiera de joven molaba – dijo señalando en el teléfono una escena de El gran halcón.

– Es un tío duro y mola. Y ha hecho muchas películas que son una pasada –

– Si tú lo dices –

Justo en ese momento saltó un whatsapp de Mal. Una imagen pequeña con su rostro ocupó por un instante la pantalla, el instante que tardó Martín en bloquearlo y encerrarlo en su puño sin leerlo. Obviamente, nada de aquello le había pasado desapercibido a Blanca.

– Vaya, vaya… Esa debe ser ella –

– ¿Quién dices?  –

– No te hagas el bobo anda. Lo sabes de sobra. Y además me prometiste que me hablarías de ella –

– ¡No te prometí nada! – objetó Martín.

– Venga, que no contaré nada a nadie. Ni siquiera a Marina –

Martín miró a su prima, sin tener claro si hablar. Casi una niña, lista y de fiar. Tal vez fue por eso, por lo que vio; tal vez fue simplemente porque llevaba mucho tiempo manteniéndolo en secreto y necesitaba contárselo a alguien, la cosa es que empezó a hablar y no paró hasta llegar a su despedida antes de viajar a Asturias. Si hubiera sido Fernando, no hubiera dicho ni una palabra. Igual que nunca se lo hubiera contado a Andrés. No tenía nada que ver con que no confiara en su primo o que no se llevasen bien, es que no era el tipo de cosas que ellos hablaban.

– Normal. Los chicos necesitáis alguna amiga a la que contar estas cosas. Entre vosotros no habláis de esto. Lo tengo comprobado – sentenció Blanca cuando él se lo hizo ver.

Estaban llegando a la casa en la que era la fiesta. Ya se oía la música

– Me has prometido que no dirías nada a nadie – dijo Martín.

– ¡No prometí nada! – objetó Blanca igual que lo había hecho él antes – Pero no hace falta, no se me ocurriría decir nada a nadie – terminó.

Estaban a un paso de su destino. El portón de la finca estaba abierto, además de la música, Martín ya apreciaba voces. También intuía al fondo una silueta tirando un culín de sidra.

– ¿Sabes?, es muy romántico esto de tener un amor a escondidas e imposible. Muy de novela –

– ¿Quién dice que sea un amor imposible? – protestó Martín.

Su prima se limitó a encoger sus hombros bronceados y entró en la casa con golpeando al viento con su coleta. Solo entonces se atrevió Martín a mirar el mensaje que Mal había mandado: «Yo también quiero verte Mastín. Ya queda poco».

Su corazón perdió el contacto con el suelo, y entró en la casa con una sonrisa que nada tenía que ver con la fiesta que había montada.

Quería verlo, lo echaba de menos. Sentía que le sobraban todos los días que aún le quedaban por estar allí, disfrutando del mar y el verde.

Rosa

Rosa es una abuelita muy especial para todos los voluntarios del Refugio. La recogieron estando abandonada en un campo con tres cachorritos recién nacidos.

Rosa estaba en los huesos y según el veterinario no habría sobrevivido muchos días más. La tuvimos en una casa de acogida para que se recuperara y después nos la tuvimos que llevar al Refugio. Estaba tremendamente asustada y se llevó todo un año entero sin dejarse tocar. Ahora nada más que quiere mimos!!! y que la acaricien todo el tiempo. Ya no tiene edad para pasar el frio invierno en el Refugio, por favor ayúdanos a encontrarle un hogar calentito a nuestra abuelita. Se lleva bien con otros perros y gatos

Tiene nueve años y pesa unos 17 kilos.

Contacto: 622 31 50 62 chipidogchipiona@hotmail.es

Capítulo 37 de #Mastín: con los ojos cerrados

Todos los viernes desde enero publico en este blog un capítulo de Mastín, una novela juvenil apta para adultos con la protección animal como fondo.

CAPÍTULO 37:

Mal siempre cerraba los ojos cuando él la tocaba, cuando la besaba. No debería darle importancia, por su limitada experiencia sabía que muchas chicas lo hacían. No, no debería darle importancia, pero en ocasiones no podía evitar pensar que, cuando bajaba los párpados, ella estaba imaginando a otro que no era él, a un tipo con su misma altura, con idéntico color de piel, con su olor y su voz, pero con diez años más. Una versión adulta, con casa y trabajo. Un hombre diferente. Tal vez sencillamente un hombre porque él aún no lo era. ¿Cuándo se convierte un chico en un hombre? ¿Cuándo se deja toda la niñez atrás? ¿Cómo se sabe? Había leído unos cuantos libros en los que el protagonista era un adolescente, puede que incluso menor que él, que tras pasarlas putas de diferentes maneras acababa el libro hecho un hombre. Pero tenía la seguridad de que en la vida real no era así de sencillo. Puede que en realidad eso nunca sucediera del todo, que por dentro siempre fueras el mismo chico pero con más experiencia, más responsabilidades y más arrugas. También puede que esas experiencias, esas responsabilidades y esas arrugas te convirtieran en otra persona, que el Martín de casi treinta años no guardara más que un recuerdo vago del de diecisiete. No tenía ni idea, pero sí que sabía que no le gustaba nada pensar que Mal preferiría esa otra versión de si mismo mientras exploraba su cuello o sus labios, así que procuraba apartarlo todo a un pequeño rincón oscuro y peligroso de su interior y concentrarse en disfrutar de las sensaciones que le producía tenerla al fin bajo sus caricias.

Tampoco es que abundaran los momentos en los que podían entregarse el uno al otro. En la protectora, por la calle, incluso en el portal en el que ya se habían estado besando largo rato aquella madrugada, fingían que nada había pasado. Era desesperante lo fácil que a ella le resultaba tratarle como siempre, bromear manteniendo las distancias. A Martín en cambio le costaba no bajar la guardia y ya se había descubierto en varias ocasiones mirándola embobado, acercándose demasiado o a punto de tocarla. En dos semanas apenas habían tenido alguna ocasión de ponerse las manos encima en el coche de ella o en su casa. Por eso se lanzaban como lobos uno contra el otro en esos escasos momentos, pero ella cerraba los ojos y luego lo frenaba. “No, aún no. Para”. Y Martín paraba, aunque con Manu hubiera llegado más lejos, aunque supiera que ella había llegado con otros mucho más lejos aún, aunque subir luego las escaleras hasta su piso fuera una tortura y tuviera que encerrarse en el baño. Entonces era él el que cerraba los ojos y pensaba en ella, en una versión de ella más joven y menos preocupada por lo que dirían otros o por lo que debía o no hacer con un chico tan joven. Porque no lo habían hablado, pero Martín sabía bien que esos “no, aún no”, esos “para”, no hubieran existido si él no tuviera sus ridículos diecisiete años.

No era el único problema. Martín tenía todo el tiempo del mundo, y quería estar con Mal tanto como pudiera, que era mucho. Aunque fuera fingiendo que no había pasado nada. Ella, en cambio, seguía teniendo un trabajo al que atender, además de amigos, familia, compras y sus obligaciones en la protectora. Y, lo que le costaba aún más entender a Martín, quería estar a ratos tranquila y sola en su casa, leyendo o viendo la tele.

– Me gustas mucho Martín, más de lo que sería razonable, pero no podemos estar juntos a todas horas– había dicho ella una vez que él había protestado.

– No quiero que estemos juntos a todas horas, es que estamos muy poco tiempo, es que quiero estar contigo. Estoy en casa sin nada que hacer en todo el día –

– Pues búscate cosas que hacer. Hay gente que mataría por tener esas horas libres. Yo misma, sin ir más lejos. Tú dentro de unos años no entenderás como podías malgastar así el tiempo. Lee, estudia idiomas, sal por ahí con Logan, ve a echar una mano a Miguel, queda con tus amigos, haz deporte… ¡Qué se yo! –

– No soy ningún crío aburrido, es que no entiendo que no aprovechemos los ratos que podemos estar juntos – había objetado él.

– Sé que a tu edad cuesta, pero tienes que tomártelo con calma – replicó ella sacudiendo la cabeza mientras jugueteaba con la funda que cubría su viejo sofá. Y Martín había visto la duda bailar en sus dejos, en el vaivén de su rostro, y el miedo a lo que podría pasar si forzaba la mano le había hecho callar y no insistir más.

Era poco, sabía a poco; pero poco con ella era mejor que nada.

Lo de guardar el secreto no le jodía tanto como el notar que ella dosificaba aún más sus encuentros desde aquella charla. Dudaba mucho que ella se lo hubiera confesado a alguien, y solo había una persona a la que él se lo hubiera contado.

– Joder tío, si me molaran las tías serías mi héroe. ¡Una de veintiséis! – había dicho Juan deteniendo el partido en la Play.

– Sí, menudo héroe. A escondidas, a cuentagotas y a pedales –

– Da igual. Sigue siendo una de veintiséis. Y no es ningún orco –

Martín le había lanzado el cojín sobre el que estaba sentado a la cara antes de replicar.

– ¡Un orco! Está muy buena y lo sabes, por mucho que pases de las tías –

– Vale, es mona. Pero que conste que el que está más bueno de los dos eres…- había querido contestar antes de interrumpirse entre risas para frenar el aterrizaje de otro cojín.

Juan era un buen tío. Alguien de quien te podías fiar y con un sentido del humor muy de agradecer. Él tampoco estaba precisamente muy ocupado esos días previos a irse con sus padres a la playa y comenzar la universidad, así que Martín había cogido la costumbre de coger al viejo pitbull e ir dando un paseo hasta su casa para atrincherarse con él frente a la consola y bajo el aire acondicionado.

Resultaba curioso pensar en cómo apenas estaba viendo a los que pocos meses antes habría considerado sus mejores amigos del instituto y, en cambio, buscaba la compañía del que había sido el paria oficial de la clase, al que había estado ignorando cordialmente tanto tiempo.

Durante una de esas mañanas le había explicado su teoría sobre los cumpleaños.

– En realidad ya tengo dieciocho años, ¿sabes? –

– ¿Pero no habíamos quedado en que los cumplías el mes que viene, en agosto? – dijo Juan llenando dos vasos de hielo y coca cola zero.

– Sí, pero lo he estado pensando y creo que la mayoría estamos equivocados con esto de cumplir años. Mira, cuando eres un bebé y cumples tu primer año, en realidad lo que estás haciendo es terminar tu primer año y empezar a vivir el segundo. Vivirás tu segunda Navidad, tu segundo verano, hasta que cumplas dos y comenzarás a vivir el tercer año –

– Hum. Vale, sí. Pero no tienes dieciocho años –

– Tengo diecisiete terminados. He vivido diecisiete años enteros y estoy en mi dieciocho –

Juan le tendió un vaso y fueron hacia el salón seguidos del perro, que ya tenía elegido su rincón para dormitar en aquella casa desde la primera visita.

– Pero no tienes dieciocho por que para tenerlos tendrías que haber vivido ese año entero –

– Vale, no los tengo, pero estoy en ellos, en los dieciocho. Cuando los cumpla en tres semanas tendré los dieciocho enteros y estaré empezando mi año diecinueve de vida – sentenció Martín con un entusiasmo excesivo.

– Así que pasamos de golpe de tener diecisiete a tener diecinueve. Me da que eso no funciona así, colega, por mucho que quieras acortar distancias con esa chica – rió Juan.

– No paso de tener diecisiete a tener diecinueve. Son matemáticas puras. Y también lengua. Fíjate que decimos que cumplimos años y cumplir significa, terminar, como cuando cumples un contrato o una promesa. Cumples dieciocho, así que terminas los dieciocho y empiezas los diecinueve.

– Me estás poniendo la cabeza como un bombo. Anda, coge el mando y escúchame bien, no se te ocurra soltarle todo este rollo a ella – dijo su amigo dejando el vaso en el suelo y encendiendo la consola.

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Aida es una preciosa podenquita de cinco años, desecho de un cazador que no la quería. Ahora se encuentra en casa de acogida y ha demostrado ser una perra muy tranquila, sociable, noble y sumisa. Apenas se le escucha, solo quiere tranquilidad. Le encantan los paseos y recibir cariño constante. Es sociable con otros animales.Con niños se porta de maravilla. Es tamaño pequeño, unos 13 kilos de peso.

Está esterilizada. Se encuentra en Los Barrios (Cadiz) pero se envía a toda España.

Contacto: huellasgaditanas@hotmail.com

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Oddie y Tasha, dos labradores negros a los que sus dueños ya no quieren

¿Qué habrá sido de estos dos labradores negros para acabar recogidos en estas condiciones. Oddie, desde arriba, casi parece un galgo. Tasha apenas podía andar. Oddie tiene nueve años y Tasha ocho, ambos se perdieron hace seis meses.

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Los dos tenían chip y, por tanto, dueño, pero cuando la Asociación Protectora de Animales CHIPIDOG contactó con ellos decidieron renunciar a sus perros «por las pésimas condiciones en las que han aparecido», lo que dice muy poco de ellos. Si yo perdiera a alguno de mis animales y lo encontrase seis meses después os aseguro que lo último que pensaría es en renunciar a ellos.

El caso es que en la asociación gaditana Chipidog sí que les quieren y cuentan que «no vamos a parar hasta verlos sanos, felices y con una familia que los adore de verdad».

Pero para eso van a necesitar ayuda, tanto para sufragar los costes veterinarios como para difundirlos en busca de esos hogares que sepan apreciarlos como merecen.

imageA Oddie, que tiene un carácter adorable, le encontraron extremadamente delgado y con bultos en el lomo. Acudieron de urgencia a recogerle porque unos energúmenos habían intentado tirarlo a un canal. Tras hacerle pruebas, ha dado negativo a leishmania, erlichia y filaria. Tiene muucha anemia y hasta que no se recupere no se le podrán quitar los bultos y analizar para descartar que sean tumores malignos.

Vídeo de Oddie de cuando lo recogieron:

imageA Tasha la encontraron cuando fueron a por Oddie, no podía andar y se arrastraba. Ya está en tratamiento y mejorando. También ha dado negativo a leishmania, erlichia y filaria.

Vídeo de Tasha:

Para hacer una donación:
BBVA 0182 3135 25 0201563405
SWIFT: BBVAESMMXXX
IBAN: ES81 0182 3135 2502 0156 3405
Por Paypal: chipidogchipiona@hotmail.es

Podéis seguir su evento en Facebook con información actualizada.

Contacto: 622 31 50 62 chipidogchipiona@hotmail.es

El galgo Bunbury ha estado vagando cuatro días con la pata atrapada por un cepo

IMG-20150721-WA0060Dos perros andaluces seguidos, aunque de distintas protectoras. Hoy os traigo a Bunbury un galgo al que rescataron con un cepo en la pata en Cádiz.

Os dejo la historia contada de primera mano por la voluntaria de Arca, una asociación sevillana, que se lo encontró en Cádiz.

El domingo me crucé en el camino de este galgo, al que hemos llamado Bunbury. Se cruzó delante de mí con un cepo colgando de una de las patas delanteras. Intenté cogerlo, pero fue imposible, huía de mí y en pleno campo lo perdí de vista.

Contacté con la protectora de la zona, Canisyfelis, y organizamos un rescate. Gracias a sus voluntarias, la semana pasada pudimos rescatar a este pobre animal. Costó más de dos horas de persecuciones, trampas y hasta carreras en coche, pero finalmente lo cogimos.

Cuando llegamos al veterinario estaba en muy mal estado. Desnutrido, deshidratado, muy débil, con un golpe de calor por el esfuerzo de escapar y la fiebre muy alta. Cuando le quitamos el cepo, los dos dedos centrales estaban prácticamente seccionados, con el hueso a la vista y podridos. Llevaba al menos cuatro días con el cepo. La veterinaria consiguió estabilizarlo y hoy se ha operado de urgencia.

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La herida estaba llena de gusanos, con un olor a podrido terrible. Ha habido que amputar los dos dedos centrales de la pata izquierda. Sigue muy débil, pero ha superado bien la operación.

Ahora mismo está en mi casa, recuperándose. La herida de la operación es importante y nos quedan muchas visitas al veterinario estos días y muchos tratamientos y curas.

imageApenas tres días después Bunbury está más animado y relajado, ya su cuerpo no se tensa tanto al contacto humano, parece que va dándose cuenta de que las manos que ahora le acarician no son como aquellas que él conoció, que tanto daño seguramente le hicieron. En las curas diarias se porta genial, está comiendo muy bien y se ha hecho inseparable de su hermanito perruno de acogida, el cual parece que le esta sirviendo de terapia, se llevan el día jugando y Bumbury se ve feliz y contento junto a él.

Pasito a pasito Bumbury será un galguete feliz. Nosotros ya estamos deseando verlo disfrutar de la vida.

Te pedimos por favor que nos hagas de altavoz desde tu blog. No sólo porque necesitamos ayuda económica para asumir la operación y los demás gastos veterinarios, sino porque queremos denunciar públicamente el uso de cepos, en teoría ilegales, en esta zona de Andalucía. Interpondremos la denuncia en la Guardia Civil, pero lo más probable es que quede en nada, y necesitamos una plataforma pública para dar a conocer este problema.

Sí, los cepos, que atrapan indiscriminadamente lo que pase por encima de ellos, están prohibidos por normativa europea. Pero siguen usándose. Sólo en este. Los han salido al menos media docena de perros abandonados atrapados por ellos. Si encontráis alguno inutilizadlos, con cuidado por supuesto, y denunciadlo a la Guardia Civil. A ver si acabamos de una vez con este peligro para la fauna silvestre y la doméstica.

Para la gente que quiera ayudar a este pobre galgo, que necesitará adoptante cuando se recupere y al que no le vendrían mal los padrinos.

Concepto Bunbury: ES23 0049-1861-11-2210235578 (Santander)
Paypal: [mariar.arcasevilla@gmail.com]
Teaming: https://www.teaming.net/arcasevilla-conpocopodemoshacermucho

Todas las facturas se publicarán en la página de Facebook de Arca de Sevilla.

Contacto: mariar.arcasevilla@gmail.com

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Ocho consejos y algunas reflexiones para los que estén empeñados en comprar perros o gatos

carbono 2La semana pasada, un blog vecino (el de la OCU) recogía el caso de una persona (un consumidor) que había comprado un perro y que era incapaz de que el criador le mandará el pedigree del animal. En él, titulado Perros de raza, lo que debe facilitar el criador, se explicaba precisamente lo que el título indica y cómo reclamarlo. Pero yo me quedo con tres de los comentarios de tres lectores que se dejaron ese día, llenos de sentido común.

Vaya por delante, como sabéis todos los que me leéis, que yo siempre recomiendo la adopción, que insisto además en la adopción de animales adultos y que soy una firme defensora de los perros mestizos Y de las razas más castigadas, pero me parece interesante traer el tema de la compra responsable de animales, porque sé que hay gente para la que la adopción nunca será una opción y a toda esa gente hay que pedirle que compre en conciencia y sin hacer el juego a los que explotan animales.

Este es el comentario de Canino:

No se hace cuanto tiempo que tu amigo le compró el perro al criador pero el tema de la documentación del perro tarda un poco de tiempo, no es llegar y besar el santo. Antes de que el criador te mande la documentación por correo normalmente espera a haber vendido toda la camada para registrarla entera y no ir sólo por un perro. Yo respeto completamente la crianza y el cuidado de las líneas genéticas de las razas pero sinceramente, si no vas a criar o hacer trabajo deportivo con el perro, sacarse el pedigrí es absolutamente innecesario. Es más, para tener un miniperro en casa con el único propósito de acariciarle la cabeza mejor adoptar uno.

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Ningún drama

KENY5_rec(1)Nuevo capítulo del folletín animalista que estoy publicando en este blog todos los viernes. Un libro por partes con el que quiero aprender y experimentar una nueva forma de escribir.

Quiero hacer una buena novela juvenil, apta para todos los públicos, con el marco de la protección animal para dar a conocer y concienciar sobre esta realidad.

Cualquier sugerencia, duda o puntualización será bienvenida.

CAPÍTULO 17:

Observaba la noche por la ventanilla. No se podía llamar paisaje a la sucesión de naves industriales, campos poco más que baldíos y edificios que se arracimaban según se acercaban a su hogar. Era de nuevo nuevo espectador de un mundo de bloques de hormigón y ladrillo en el que la mayoría de sus habitantes ya estarían durmiendo.

Martín estaba deseando llegar a casa, meterse en su cama y olvidarse del mundo por unas horas. Estaba de un humor de perros, que era una mejoría considerable respecto al cabreo incandescente que había experimentado poco antes. Se preguntó cómo habría surgido esa expresión, humor de perros. Por lo que él sabía los perros tenían, en líneas generales, un humor estupendo, mucho mejor que el de los humanos.

Suspiró y volvió a perderse en aquello que transcurría a toda velocidad al otro lado del cristal: unas indicaciones para llegar a un centro comercial, una gasolinera con servicio las 24 horas, un concesionario completamente a oscuras, un sospechoso establecimiento de una planta deslumbrante de neones que a la luz del día pasaba desapercibido…

– Estamos a punto de llegar. ¿Qué salida viene mejor coger para dejarte en casa? –

Martín se incorporó y fijó la vista en el espejo retrovisor que reflejaba una parte ínfima del rostro del padre de Laura.

– Puede dejarme dónde quiera. Vaya a su casa y ya iré yo andando a la mía desde allí, no son más de quince minutos – la familia de Laura vivía en un chalé al otro lado de la autovía, pero no estaban lejos del paso elevado, y a Martín le apetecía caminar. Andando un rato se despejaría lo suficiente para conciliar el sueño tranquilo.

– De eso nada. ¿Y si te pasa algo? Son más de las doce de la noche, a esta hora un sábado por la noche hay un montón de indeseables buscando bronca – objetó el hombre.

Martín intercambió una rápida mirada con su compañera, que solo con elevar las cejas logró transmitir que no había nada que hacer.

– Está bien, yo le indico. Puede entrar por la primera salida, la del polígono industrial –

Y volvió a reinar el silencio en aquel coche inmaculado, de asientos de cuero e interiores de madera. Nada que ver con el coche que le había llevado hasta allí unas horas antes, pequeño, sucio de barro y pelos de perro y extrañamente acogedor comparado con la berlina plateada en la que se encontraba ahora. Al comienzo del trayecto el padre de Laura se mostró amigable a la par que escrutador, queriendo saber qué tal lo habían pasado y qué quería estudiar Martín en la universidad. Tal vez temía que aquel adolescente grande y hosco tuviera algo íntimo que ver con su hija. Las cuestiones sobre su futuro inmediato no mejoraron su humos. ¿Por qué a nadie se le ocurría otra pregunta cuando estaba ante un estudiante de último año de instituto? ¿Por qué todo el mundo daba por hecho que tenía que ir a la universidad?

Laura, que sabía lo que había pasado, demostró ser un encanto asumiendo la conversación con su padre hasta ahogarla. Nunca se habían hecho mucho caso el uno al otro, pero Martín tomó nota mental pese a su ofuscamiento de que era una buena tía a la que tal vez mereciera la pena tratar más.

– Ahora coja la tercera salida en la rotonda, tenemos que dejar la iglesia a la izquierda. Me puede dejar en el cruce del mercado, mi portal está ahí mismo –

En realidad su casa estaba a unas cinco manzanas, pero ese pequeño paseo sería suficiente para empaparse de fresca oscuridad y seguir digiriendo lo pasado.

***

Nada más salir del ascensor ya oyó a Logan al otro lado de la puerta, golpeando rítmicamente el zapatero de la entrada con su rabo. Había luz en el salón. Su madre también había vuelto pronto y debía estar viendo la televisión. Dedicó una caricia rápida al viejo pitbull, soltó la mochila, se quitó las deportivas y se dirigió al salón.

La escena le dejó clavado en el pasillo. Su madre estaba de pie, mirándole como si fuera una aparición, con la manta a cuadros del sofá envuelta a modo de vestido. Un par de pasos por detrás un tipo con barba, no demasiado alto, se abrochaba una camisa azul de manga larga procurando mirar a cualquier sitio que no fuera aquel chico paralizado bajo el quicio de la puerta.

Martín dio media vuelta y alcanzó la puerta de la calle en dos zancadas, oyó de fondo a su madre llamándole con tono conciliador mientras cerraba la puerta y se apoyaba en el descansillo.

Era lo último que necesitaba aquel día. ¿Qué más podía pasar? Comenzó a bajar por la escalera sin saber bien qué iba a hacer. No llevaba nada encima, ni siquiera las llaves. De hecho iba descalzo. No podía salir así a la calle, pero tampoco quería subir de nuevo a casa. Se detuvo entre el primer y el segundo piso. Justo antes de que la luz de la escalera se apagara se plantó ante la puerta de la chica del galgo y llamó a su puerta. No sabía muy bien qué le había impulsado a hacerlo y al instante se arrepintió, deseando que no hubiera en casa más que el galgo.

– ¿Qué demonios haces aquí a estas horas? ¿No deberías estar en la casa esa a la que te llevé? – dijo ella abriendo la puerta escoltada por Trancos – Menudas pintas llevas. ¿Te has metido en algún lío? – añadió mirando sus pies descalzos.

Martín sacudió la cabeza.

– ¿Puedo pasar? – preguntó con un hilo de voz.

– Claro, pasa. Y dime algo más que me estás empezando a preocupar. ¿Qué ha pasado? – dijo ella acompañándole hasta un desvencijado sofá cubierto por una colcha multicolor. Martín la siguió dándose cuenta de que el piso tenía aún la vieja estructura original, con un comedor y una pequeña sala de estar que su vecina parecía tener dedicada ahora a almacén de pienso y guarda trastos. Seguía siendo bajo un somero maquillaje la casa en la que había vivido un anciano.

Martín se sentó y enterró las manos en su pelo mirando al suelo. Mal se sentó a su lado y Trancos se tumbó al lado, con esa elegancia inherente a todos los galgos.

– Venga, cuéntame ahora que ha pasado – dijo ella con un tono de voz quedo y dulce que él jamás le había escuchado antes.

– Demasiadas cosas durante todo el día. Y ahora llego a casa y me encuentro con eso. Es demasiado – respondió él sin dejar de mirar sin ver las tablillas del parqué de roble.

– ¿Con qué te has encontrado? – insistió Mal. Martín notó cómo la chica posaba su mano en su espalda.

– A mi madre con un tipo. Él estaba vistiéndose cuando he entrado en el salón. Ella estaba tapándose con la manta con la que nos tapamos para echarnos la siesta y ver películas. Seguro que estaba completamente en pelotas…-

– ¿Esa era la cosa tan grave que te ha hecho abandonar tu casa descalzo y a la carrera? – lo interrumpió ella.

– No te rías, he pillado a mi madre con un tío – objetó él sin poder impedir que su sonrisa de medio lado hiciera acto de presencia al verla deshacerse en risas.

– Menos impactante que si la hubieras pillado con dos. ¿No te parece? – contestó ella entre carcajadas.

– Si no hubiera sido por Logan, sí que habría sido impactante. Gracias al tiempo que les ganó el perro me evité probablemente ver a mi madre completamente desnuda haciendo a saber qué con ese tío –

– No es ningún drama Mastín. Tu madre es una mujer, con muchos años por delante y en todo su derecho de tener una relación del tipo que sea cuando le dé la real gana. Aunque todo eso ya te lo explicará ella –

– No hace falta que me lo expliques, ya lo sé yo. No soy imbécil. Mi padre murió hace ya varios años y ella tiene que poder rehacer su vida. Y no contaba con verme llegar hasta mañana. Pero entiende que encontrarme a mi madre así me haya podido impactar –

– Sí, claro. Como todo el mundo sabe los padres son seres asexuados y a ti te encontraron colgando de un peral – rio ella más fuerte.

Tal vez debería haberle molestado que ella se tomara a broma todo aquello, en cambio logró hacerle sentir que probablemente había reaccionado de manera exagerada. ¿Realmente era para tanto? .

– No es solo eso, esa ha sido la guinda. Ya el rescate me dejó tocado, al llegar a la casa tuve una bronca con Manu. Aparentemente lo arreglamos, pero luego ella se ha comportado como una auténtica imbécil. Me cabreé tanto que me subí al coche del padre de una amiga y me acercó a casa, no sin interrogarme antes sobre qué quiero hacer con mi futuro. Y nada me gustaría más que saberlo. Llego y me encuentro a mi madre en ese plan. Entiende que me haya saturado – se justificó él recordando todo lo que había pasado aquella tarde.

Una vez superado el momento de combustión espontánea que Martín había tomado por una reconciliación y vuelta la normalidad, resultó que Manu había estado toda la tarde ausente, caprichosa, realmente rara. No le apetecía hacer nada y no participaba en ninguna conversación. Martín se hartó de preguntar qué le pasaba, ella respondía siempre con un lacónico “nada”. Luego, durante la cena, había estado ignorándole y coqueteando continuamente con Alberto, que se había prestado al juego. Martín trato de no hacer caso de todo aquello, de que su novia estuviera tonteando ante sus narices con el mayor idiota de la clase, de que se sentara en su regazo y cuchicheara con él al oído, pero al final no pudo evitar llevarse de nuevo a Manu al cuarto para hablar con ella.

– ¿Qué demonios te pasa? Y no me digas que nada –

– Que pasas de mí, que te importa más otra gente que yo. Como esa vecina tuya que te ha traído esta tarde. Pierdes el culo por ella, hasta te has ido a limpiar mierda de perro por ella. Y seguro que a ella le encanta tenerte detrás babeando –

– No pierdo el culo por ella. Me saca diez años, no le intereso lo más mínimo. Y no voy a limpiar mierda de perro por ella, lo hago por mí y por los perros. No tienes que preocuparte –

– Si llevamos tan poco saliendo y ya te procura tan poco pasar tiempo conmigo, claro que me preocupo. Yo lo único que quiero es estar contigo a todas horas, pero no veo que sea igual para ti –

– No quiero gente celosa a mi lado Manu –

– No soy celosa. Digo lo que veo –

– Pues te diré lo que veo yo. Te veo haciendo el ridículo con alberto: ¿Qué cojones estás haciendo arrimándote así a él? –

– ¿Celoso? ¿No decías que no querías gente celosa? A ver si ahora resulta que el más celoso eres tú –

– No me jodas Manu. Te has ido con un imbécil al que no soportas sólo para cabrearme. Y lo has logrado. Pero por verte comportarte como una niña boba cuando tú no eres así, no porque esté celoso –

Luego habían llegado los gritos y se había alejado con ellos la cordura, así que Martín decidió irse también.

Obviamente no podía contarle todo aquello a Mal, que le miraba en ese instante con todo el aire de una hermana mayor dispuesta a soltar un sermón.

– Vale, has discutido con tu novia, no es nada extraordinario. Puedes subir a tu casa, que seguro que tu madre te estará esperando preocupada y el maromo que se había agenciado habrá puesto ya pies en polvorosa. Vete a dormir y mañana lo aclararás todo con ella. Y cuando te sientas con ganas hablarás con tu novia. Puede que lo aclaréis y puede que no. Y si no lo lográis tampoco será ningún drama. Te lo garantizo –

Martín supo que tenía razón. Suspiró y se puso en pie observado por el galgo, que en aquel momento parecía mucho más maduro e inteligente que él.

No, nada era ningún drama.

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Keny fue recogido siendo un cachorro tras haber dado el aviso de que había sido atropellado. Tenía una pata muy lastimada y estaba muy dolorido. Al poco tiempo dio la cara la parvo y estuvo muy malito. Pero ya está totalmente recuperado.

Me cuentan que es como un cachorrón muuuy alegre y cariñoso y muy guapo «con unos ojos color miel que quitan el sentido». No es muy grande, apenas pesa unos doce kilos. Como un cocker más o menos. Y no tiene aún los dos años. Se envía a otras provincias

Si estás interesado en adoptarlo, por favor contacta con Chipidog.
chipidogchipiona@hotmail.es / FACEBOOK: Chipidog Chipiona