Capítulo 44 de Mastín: ¿Quién es Bruce Willis?

Todos los viernes desde enero publico en este blog un capítulo de Mastín, una novela juvenil apta para adultos con la protección animal como fondo.

CAPÍTULO 44

Álex les había invitado aquella tarde a su casa. Sus padres le habían permitido celebrar una fiesta sin otro motivo que el de divertirse en verano con sus amigos aprovechando que había espacio y buen tiempo, así que no iba a perder esa oportunidad. Habría sidra y algo de inevitable supervisión paterna, pero el plan sonaba bien. Alex vivía en un vivienda unifamiliar de dos plantas rodeada de una porción considerable de verde y apenas a unos cuarenta minutos andando del parque en el que Martín estaba esperando a Blanca y a Fernando.

Aguardaba sentado en el respaldo del banco. Sacó el móvil para comprobar en el reloj que incorporaba lo que ya sabía: sus primos se retrasaban. Miró los pocos mensajes que había intercambiado con Mal. El que mandó como respuesta a su escueta felicitación de cumpleaños era igual de breve.  “Gracias. Me alegra ver que sigues viva”. Le había añadido emojis para que no sonara a recriminación de mal humor. “Y coleando”, se había limitado a responder ella dejándolo un poco preocupado. Tal vez las caritas sonrientes no habían sido bastantes, así que Martín escribió: «quedan pocos días para volver a Madrid. Lo estoy pasando bien, pero me apetece. ¿Qué tal los filósofos?». Como respuesta ella había mandado tres fotos de los gatitos, que estaban enormes. Habían intercambiado algunos whatsapps sobre ellos y al final Martín se había atrevido a decir: “Tengo ganas de verte. Te echo de menos”.  Aún no había recibido respuesta.

– Lo siento, llegamos tarde. Éste ha tardado más de la cuenta en bajar –  oyó a su primo.

Levantó la cabeza. Allí estaban sus primos con  Joan. Mirándole sonrientes.

– No pasa nada –  aseguró bajando del banco.

– Venga, vamos. Tenemos un paseíto hasta llegar a la casa. El sitio es genial, con mucho espacio, pero está a tomar por culo – dijo Fernando echando a andar seguido de Joan. Blanca avanzó a su lado.

– ¿Has cogido pasta? Álex pone la sidra, pero las pizzas las pagamos nosotros – preguntó ella colgándose de su brazo.

– Traigo, traigo. No quiero quedarme sin comer – repuso él sonriendo.

– ¿Sabes? Tienes una sonrisa muy guapa, entiendo lo de Marina. Si no fueras mi primo… – bromeó Blanca lanzándole un codazo juguetón.

– Mi madre dice que es como la sonrisa de Bruce Willis – dijo Martín sin pensar, recordando al perrazo que habían conducido hasta la protectora.

– ¿Quién es Bruce Willis? Me suena de algo el nombre –  dijo la chica.

Martín se sorprendió, pero solo durante un instante. Blanca tenía quince años. ¿Cuándo fue la última película de éxito que protagonizó ese actor? El sexto sentido probablemente fue la que más sonó, aunque a él le gustó mucho más la de El protegido, con su rollo de superhéroe invulnerable. Recordaba que la había visto con su padre y un bol de palomitas de microondas, una noche de sábado que su madre había salido. Apenas un par de meses antes del accidente. Apartó rápidamente aquella línea de pensamiento para volver a las películas. También le había gustado mucho una de ciencia ficción en la que viajaban en el tiempo. Esa debía ser la más reciente, pero no recordaba el título. Sacó el móvil y buscó al actor en Google. El sexto sentido y El protegido eran de 1999 y de 2000.  Su prima no había nacido y él era un bebé. Si él las conocía era porque sus padres tenían un armario llenos de viejos DVDs y verlos juntos pronto se había convertido en algo frecuente, de no ser así tal vez tampoco él sabría quién era. Ahí estaba. La encontró. La de ciencia ficción era Looper, del 2012.  Le mostró el móvil a su prima, que posó el índice sobre la pantalla para seguir viendo fotos.

– No conozco esa peli, pero a él sí que lo he visto. También me suena el actor que está con él –

– ¡Había olvidado Sin City! ¿Cómo he podido olvidar que salía en Sin City? – exclamó Martín al verle en un cartel promocional.

– Es un carcamal. Y está calvo. No os parecéis en nada – sentenció Blanca mirándole con una concentración que la hacía fruncir el ceño.

– Esa película tienes que verla. Imagino que antes no era plan, eras muy niña, pero es genial –

– No, en nada. En el blanco de los ojos solo – insistió ella ignorando su recomendación – Mira, ni siquiera de joven molaba – dijo señalando en el teléfono una escena de El gran halcón.

– Es un tío duro y mola. Y ha hecho muchas películas que son una pasada –

– Si tú lo dices –

Justo en ese momento saltó un whatsapp de Mal. Una imagen pequeña con su rostro ocupó por un instante la pantalla, el instante que tardó Martín en bloquearlo y encerrarlo en su puño sin leerlo. Obviamente, nada de aquello le había pasado desapercibido a Blanca.

– Vaya, vaya… Esa debe ser ella –

– ¿Quién dices?  –

– No te hagas el bobo anda. Lo sabes de sobra. Y además me prometiste que me hablarías de ella –

– ¡No te prometí nada! – objetó Martín.

– Venga, que no contaré nada a nadie. Ni siquiera a Marina –

Martín miró a su prima, sin tener claro si hablar. Casi una niña, lista y de fiar. Tal vez fue por eso, por lo que vio; tal vez fue simplemente porque llevaba mucho tiempo manteniéndolo en secreto y necesitaba contárselo a alguien, la cosa es que empezó a hablar y no paró hasta llegar a su despedida antes de viajar a Asturias. Si hubiera sido Fernando, no hubiera dicho ni una palabra. Igual que nunca se lo hubiera contado a Andrés. No tenía nada que ver con que no confiara en su primo o que no se llevasen bien, es que no era el tipo de cosas que ellos hablaban.

– Normal. Los chicos necesitáis alguna amiga a la que contar estas cosas. Entre vosotros no habláis de esto. Lo tengo comprobado – sentenció Blanca cuando él se lo hizo ver.

Estaban llegando a la casa en la que era la fiesta. Ya se oía la música

– Me has prometido que no dirías nada a nadie – dijo Martín.

– ¡No prometí nada! – objetó Blanca igual que lo había hecho él antes – Pero no hace falta, no se me ocurriría decir nada a nadie – terminó.

Estaban a un paso de su destino. El portón de la finca estaba abierto, además de la música, Martín ya apreciaba voces. También intuía al fondo una silueta tirando un culín de sidra.

– ¿Sabes?, es muy romántico esto de tener un amor a escondidas e imposible. Muy de novela –

– ¿Quién dice que sea un amor imposible? – protestó Martín.

Su prima se limitó a encoger sus hombros bronceados y entró en la casa con golpeando al viento con su coleta. Solo entonces se atrevió Martín a mirar el mensaje que Mal había mandado: «Yo también quiero verte Mastín. Ya queda poco».

Su corazón perdió el contacto con el suelo, y entró en la casa con una sonrisa que nada tenía que ver con la fiesta que había montada.

Quería verlo, lo echaba de menos. Sentía que le sobraban todos los días que aún le quedaban por estar allí, disfrutando del mar y el verde.

Rosa

Rosa es una abuelita muy especial para todos los voluntarios del Refugio. La recogieron estando abandonada en un campo con tres cachorritos recién nacidos.

Rosa estaba en los huesos y según el veterinario no habría sobrevivido muchos días más. La tuvimos en una casa de acogida para que se recuperara y después nos la tuvimos que llevar al Refugio. Estaba tremendamente asustada y se llevó todo un año entero sin dejarse tocar. Ahora nada más que quiere mimos!!! y que la acaricien todo el tiempo. Ya no tiene edad para pasar el frio invierno en el Refugio, por favor ayúdanos a encontrarle un hogar calentito a nuestra abuelita. Se lleva bien con otros perros y gatos

Tiene nueve años y pesa unos 17 kilos.

Contacto: 622 31 50 62 chipidogchipiona@hotmail.es

2 comentarios

  1. Dice ser antihielo

    ¿Martín de verdad escribió en el whatsapp «te Hecho de menos»? ¿ o la hache ha sido cosa de la autora?
    lo digo porque quede corregido, si esto se piensa publicar en un futuro…

    20 noviembre 2015 | 10:26

  2. Dice ser kamyire

    Si, es muy triste lo del «te hecho de menos»

    23 noviembre 2015 | 12:35

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