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Ayuda a los gatitos huérfanos, pero no robes los cachorros a sus madres

Da igual que estemos en pandemia, hay asuntos estacionales que no cambian. Llega la agradable tibieza primaveral, los árboles en flor, la temporada de fresas, las tardes más largas, la procesionaria del pino (no todo iban a ser buenas noticias) y las camadas de gatitos.

En estas fechas se suceden los nacimientos felinos. Las gatas que sobreviven como pueden en las ciudades (ojalá ningún gato sin hogar, ningún gato malviviendo en nuestras calles), con frecuencia tienen que parir en sitios poco recomendables, por expuestos y por peligrosos. Y no es raro que tengan que cambiar de lugar a sus pequeños, de uno en uno, o dejarlos solos varias horas, para alimentarse.

Tampoco es nada raro que haya gente que se encuentre con estos pequeños y, tomándolos por huérfanos, se los lleve. Mala idea. Las asociaciones protectoras no dejan de recordarnos que hay que asegurarse de que su madre no está cerca, atendiéndolos.

Es cierto que hay gatitos huérfanos a los que conviene rescatar; las gatas suelen ser buenas madres, pero a veces están enfermas, a veces se producen accidentes. Pero también es verdad que con quién mejor están los cachorros es con sus madres; que sacar adelante a gatitos lactantes puede ser muy complicado, muy exigente; que las madres sufren mucho si vuelven dónde habían dejado a su prole (incluso pueden tener problemas de salud, como mastitis) y se encuentran con que ha desaparecido; y que las asociaciones que los albergan están siempre hasta los topes, más necesitadas de ayuda que de más mininos a los que atender.

El rescate de gatitos solo debe producirse si la madre no aparece (pueden ausentarse largo rato, espera y vigila al menos tres horas sin tocarlos); si están claramente desatendidos (como los gatos que veis en las imágenes, a los que rescaté recién paridos de la calle y cuya madre, enferma, ni siquiera había limpiado) o si han sido claramente abandonados por un ser humano, por ejemplo, depositándolos en una caja o una bolsa.

Y si los rescatas, tienes que estar dispuesto a responsabilizarte de ellos, cuidándolos tú directamente, lo que supone alimentarles cada poco con leche adecuada y estimularles para hacer sus necesidades hasta que tengan unas ocho semanas, darles cuidados veterinarios si lo necesitan y ayudar a que encuentren buenas familias, manteniéndolos aislados de otros gatos hasta asegurarte de que están sanos. Si quieres vivir la experiencia de criar uno o varios cachorros sin madre, escribe a las protectoras de tu zona ofreciéndote como casa de acogida. Estarán encantadas de ayudarte en el proceso.

Ayuda a los gatitos que lo necesiten, por supuesto, pero no robes los cachorros a sus madres.

 

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No quieras ser el perro alfa de tu casa, olvida la vieja teoría de la dominancia

GTRES

Imponerse a nuestros perros mediante castigos e imponiendo una supuesta jerarquía, es algo que debería quedar de una vez por todas en el pasado. Hace muchos años que los verdaderos profesionales de la etología canina, dentro y fuera de nuestro país,  insisten en ello. Se me ocurren, así de pronto, Santi Vidal, Jaume Fatjó o Ángela González Martínez. Pero es injusto mencionarles solo a ellos, porque son legión los que llevan ya dos décadas insistiendo en que se trata de una teoría desfasada. De hecho, entre sus actuales detractores se encuentra la misma persona que instauró esta teoría.

El biólogo David Mech fue el que estableció los conceptos de la jerarquía y dominancia en los años 70 (hace casi 50 años, ahí es nada) tras sus observaciones a manadas de lobos en cautividad. Posteriormente, en el año 2000, el mismo Mech se enmendaba la plana a sí mismo tras estudiar el comportamiento de los lobos en libertad.

Ya va siendo año, por tanto, de que vaya calando el mensaje. Imponernos a la fuerza a nuestros perros para establecernos como los alfas de la manada es, no solo absurdo, también potencialmente dañino e incluso peligroso. Lo que debemos hacer es cultivar con nuestros animales un vínculo basado en la confianza, darles seguridad y cariño; educarles (eso por supuesto) usando refuerzos positivos y siendo consistentes con las normas que establezcamos. Por supuesto, también acudir a profesionales acreditados cuando haya problemas de comportamiento que nos superen.

Pero la teoría, por superada que esté, pervive. Para el frágil ego humano, eso de sentirse el líder, el alfa, de ser el jefe de la manada, parece tener un atractivo irresistible, que incluso nos hace obviar que estamos ejerciendo la fuerza sobre alguien en inferioridad de condiciones. Lo que es convertirse en un abusón de los de toda la vida.

¿Y por qué traigo hoy a colación este tema de nuevo?
Pues a cuenta de la polémica suscitada recientemente por una serie de Netflix llamada Terapia canina, que no solo perpetúa estas viejas teorías, sino que además emplea collares y correas nada recomendables.

El programa se estrenó a finales de febrero y al poco tiempo se había creado una recogida de firmas (en estos momentos van camino de sumar 50.000) pidiendo su cancelación porque «no necesitamos otro César Millán».

Aquí lo que la Sociedad Veterinaria de Comportamiento Animal de EE UU (The American Veterinary Society of Animal Behaviour) publicó en su día al respecto del programa del mexicano y que es extrapolable al nuevo show de Netflix:

Aquellos que no conocen la situación actual de la ciencia en adiestramiento canino pueden recomendar métodos de adiestramiento basados ​​en castigos. Aunque tales métodos pueden ser efectivos a corto plazo, la ciencia nos dice que es probable que exacerben el miedo de un animal y, de hecho, aumenten la conducta agresiva a largo plazo. Cuando el comportamiento problemático implica una reacción negativa hacia otro animal, intentar provocar el mal comportamiento para que pueda ser «corregido» no solo es ineficaz, sino que pone al animal objetivo en riesgo de sufrir lesiones. Estos métodos de formación son inaceptables.

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Mantener a nuestros perros y gatos obesos es una forma de maltrato

(GTRES)

Hoy, 4 de marzo, es el día mundial de la obesidad. Un día instaurado internacionalmente para prevenir una vieja pandemia no infecciosa que solo afecta a los seres humanos y a sus animales de compañía, y que trae de la mano todo tipo de problemas de salud tanto para los primeros como para los segundos.

No es como para tomárselo a broma. Según diferentes estudios entre un 20% y un 50% de nuestros perros y gatos tienen sobrepeso. Y ese sobrepeso predispone a una mayor incidencia de cáncer, enfermedades ortopédicas, renales y urinaria, diabetes, afecciones respiratorias, más riesgos en caso de necesitar anestesia y menor tolerancia al ejercicio y al calor. Es fácil deducir que todo eso se traduce en una menor esperanza y calidad de vida.

La culpa no es de los animales, es de sus dueños que los alimentan de forma inadecuada y que no incentivan que sean más activos. Que quede claro, mantener a nuestros perros y gatos obesos es una forma de maltrato.  

La solución es sencilla y conocida: alimento de calidad y en cantidades adecuadas, prescindiendo o limitando las chucherías. Hay que extremar el cuidado con las hembras esterilizadas, aquellas razas que sabemos que tienen tendencia a engordar como beagles o labradores o con los los perros de tamaño más pequeño. Siempre que sea posible, también hay que añadir más ejercicio.

Además, cuidar su salud redundará en cuidar la nuestra. Recuerdo unas interesantes jornadas organizadas por Advance en 2018 y en las que se evidenció que si los dueños tienen sobrepeso, es más probable que también lo tengan sus perros y gatos.

«En propietarios de perros, se ha demostrado que el hecho de que tuvieran sobrepeso es un factor de riesgo para que sus perros también sufrieran exceso de peso u obesidad», afirmó entonces Angela González Martínez, veterinaria y diplomada en etología clínica, que añadió que algunos estudios relacionan la provisión excesiva de comida en forma de premios con una mayor tendencia a la obesidad. “Algunos dueños emplean la comida para comunicarse con su mascota, interpretando su búsqueda de atención como una demanda de comida o como elemento de distracción o recompensa; provocando una ingesta excesiva de alimentos. Cuando nosotros comemos una patata frita, implica un 5% extra de calorías pero si le das a tu perro de 10 kg se amplía a un 35% y un 46% para un gato de 4,5Kg. (…) Las necesidades sociales y emocionales de perros y gatos van más allá del acto de darles de comer, debemos integrarlos en nuestra familia y actividades y pasar tiempo de calidad con ellos. El uso de comida en forma de premio debería restringirse a los entrenamientos en educación y para favorecer conductas deseables».

Si necesitamos ayudas, consejos o pautas, los veterinarios son nuestros aliados. 

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Igual que en verano no podemos dejar al perro en el coche, con frío polar no debe estar a la intemperie

(EFE/Biel Aliño)

He hablado en el pasado en varias ocasiones de las precauciones que hay que tener con nuestros animales de compañía durante las olas de calor a las que estamos más que acostumbrados en nuestro país. Jamás me había planteado aconsejar qué hacer en caso de hipotermia, cómo reconocer los primeros síntomas, porque no es algo que solamos necesitar saber. Pero 2021 ha venido cargado de nieve, frío y hielo, así que ahí vamos con cómo reconocer la hipotermia y actuar ante ella.

Pero antes de entrar en cómo percatarnos de si hay hipotermia y reaccionar en consecuencia, es vital evitar que se produzca. Por eso el primer texto que publiqué en este blog tras la llegada de Filomena estaba lleno de recomendaciones para salir con nuestros perros a la nieve con seguridad.


Me falto comentar algo muy importante, sobre todo estos días que la nieve y las risas han dado paso al frío de récord y el hielo. Igual que para que nuestros perros no tengan golpes de calor recomendamos todos los veranos hasta el hastío que no se les deje en el interior de coches, con frío polar no deben estar a la intemperie a menos que se trate de un mastín del Pirineo o cualquier otra raza especialmente preparada para afrontar bajas temperaturas. E incluso perros así, grandes, genéticamente habituados al frío y con doble manto de pelo, agradecerán descansar en un sitio cómodo y cálido, que una cosa es sobrevivir y otra muy distinta vivir.

Estos días me he estado acordando de los perros de patio, finca y polígono. Esos perros que en viviendas familiares, terrenos y zonas industriales aguantan en el exterior, sin tener apenas más refugio que una zona techada, un garaje sin calefacción o una caseta más o menos decente. Los que tienen peor suerte, viviendo además encadenados. Ningún perro merece una vida así, sobre todo a estas alturas del siglo XXI en el que hay tantas opciones mejores como alarma de seguridad. Pero con los efectos de Filomena encima, mucho menos. Los habrá que ya hayan muerto o morirán, y no nos enteraremos. Los habrá que sobrevivirán tras demasiado sufrimiento.

Por las redes ha estado circulando esta tabla de hasta qué punto nuestros perros aguantan el frío elaborada por Dirección General de Derehos de los Animales. Muy útil para darnos cuenta de que las mínimas que trae Filomena los pone en riesgo a todos. Y ojo con ella, que en los animales que no están acostumbrados, el frío muerde con mas saña; y el tamaño es importante, pero casi más lo es la raza y el pelaje, que un husky y un galgo pueden tener el mismo tamaño y el segundo puede tener el aguante al frío de un chihuahua. Además, la edad también es un factor de riesgo (los cachorros y ancianos toleran menos el frío).

 

 

Según la veterinaria de Kivet (Kiwoko) Ana Ramírez «los signos más comunes de la hipotermia son temblores, cansancio, extremidades rígidas, palidez de encías, respiración superficial, pupilas dilatadas o estupor». Si nuestro perro o gato los presenta lo que hay que hacer inmediatamente es «resguardarlos en un lugar cálido y seco; aplicar sobre el tronco fuentes de calor (bolsas de agua caliente, bolsa de semillas, secador del pelo, etc.), protegiendo su piel al aplicar calor con una manta o toalla, y acudir en cuanto sea posible al veterinario».

Eso para perros y gatos, en roedores o conejos «los signos leves son temblores, rigidez en las extremidades, inactividad, hocicos y orejas frías. En casos más graves suelen presentar pérdida de apetito, depresión, desorientación o pérdida de consciencia». Con estas pequeñas mascotas la experta recomienda mantenerlas alejadas de las corrientes de aire, tapar la jaula por la noche con una manta o toalla; extremar la higiene de las jaulas «ya que el heno se humedece más en condiciones de frío» y proporcionarles siempre una casa de madera o plástico con heno para que puedan protegerse del frío.

Los gatos de la calle necesitan nuestra ayuda para sobrevivir a Filomena

Los gatos no saben apañárselas en la calle, los gatos se limitan a sobrevivir como pueden en la calle. Si esto es así normalmente, imaginad lo que deben estar pasando en estos momentos de frío, hielo y nieve los gatos que no tienen un hogar desde el que observar resguardados la nieve caer.


Han visto sus refugios sepultados por la nieve, con el alimento escaseando o completamente desaparecido. Incluso aquellos que tienen más suerte y están en colonias controladas están sufriendo. Aunque hay gestores de colonias esforzándose para seguir alimentándolos y habilitándoles refugio (aplauso cerrado para todos ellos), no todos los voluntarios están pudiendo llevar a cabo su labor. Necesitan nuestra ayuda, si es que resulta seguro para nosotros dársela.

Es buena idea ponernos en contacto con los gestores de colonias para ofrecerla. ¿Cómo podemos ayudar a colonias callejeras cercanas, aunque no sepamos quién las gestiona o si las gestiona alguien? Pues la prioridad es el refugio y el alimento, pero también dar una acogida temporal a estos animales. Ahora y en los días venideros. Igual que necesitan y seguirán necesitando aportaciones, de dinero, alimentos o enseres.

Comparto aquí las palabras de Amanda Romero, Concejala del Grupo Municipal Más Madrid y amante de los animales:

Si podéis hacerlo con seguridad, os animo a preparar ayuda para los animales de la calle. En casa ya estamos haciendo refugios, os dejo ideas: con listones de madera, transportines, areneros, cajas, cajones, muebles viejos, mantas, toallas, ropa vieja, sacos de dormir viejos… Lo que se os ocurra. Impermeabilizad con bolsas de basura o de plástico, asegurad que no puedan quedar atrapados, pensad bien dónde colocarlo para que no haya peligro. Podéis poner un mensaje explicando a vuestros vecinos y vecinas que se trata de una medida de emergencia y que lo retiraréis cuando pase el temporal para que nadie se incomode. Aún así, es importante colocarlo en lugares discretos y seguros donde no molesten.

Es importante proteger el alimento con alguna cubierta para que no se llene de nieve, mejor pienso que comida húmeda para que no se congele. En los contenedores de mercados y supermercados podéis encontrar cajas de las del brócoli, esas blancas impermeables de poliestireno. También estamos hablando con nuestras vecinas para recopilar materiales y hacerlo juntas.

Os animo a inventar lo que podáis con lo que tengáis en casa para bajar refugios a las zonas de vuestros barrios donde haya animales. El alimento es crucial pero el refugio también. Muchos animales no soportarán las temperaturas tan bajas de estos días. Gracias, ánimo y solidaridad

Por último, pero no menos importante: conviene recordar que los gatos buscan el calor del motor de los coches en días así, así que es importante dar un par de golpes, unas leves patadas a las ruedas delanteras o a la chapa o tocar levemente el claxon, para asegurarnos de no acabar con una vida al arrancarlo.

Cuidado con la nieve y los perros

A los perros, como a las personas, la nieve les genera dos reacciones. Los hay que adoran jugar y saltar sobre ella, que incluso a una edad avanzada vuelven a ser cachorros juguetones sobre el manto blanco. También los hay, como a la que tengo yo ahora que es almeriense hasta la médula, que huyen de ella, que recelan de ese agua congelada, y prefieren permanecer al calor del hogar. Para muchos perros estos días van a ser los de descubrir la nieve por primera vez. Y en los que nosotros también averigüemos si les entusiasma o les repele. No fuerces las cosas si ves que no es lo suyo.

Pero tanto con unos como con otros hay que bajar a la calle a que hagan sus necesidades, incluso a que se ejerciten un poco. Con todos hay que ser prudentes. La nieve puede ser muy divertida, pero ante el menos riesgo, mejor quedarse en casa y salir al exterior lo mínimo imprescindible y en lugares seguros, que los árboles pueden vencerse con el peso acumulado o el suelo resbalar. Lo más importante es nuestra seguridad.


Pese a que todos los canes, por regla general, soportan mejor el frío que el calor excesivo y un paseo por la nieve no debería suponer ningún problema, conviene tener en cuenta algunas sencillas recomendaciones para evitar sustos:

Lo que más hay que vigilar son las patas.
Antes de salir de casa conviene frotar las almohadillas de las patas, sin duda la parte de su anatomía que más puede sufrir, con aceite corporal (también hay productos específicos y botines para perros, pero si no los tenemos no es plan de hacer venir al señor de Amazon con la que cae). De regreso al hogar, toca limpiar bien las patas con agua tibia y sécarlas a conciencia. Al menor síntoma de cojera, hay que acudir al veterinario. Si ha podido pisar sal o anticongelante (que es muy tóxico), hay que evitar que se las chupe.

Además, hay que tener especialmente cuidado con perros de tamaño pequeño, con los de patas cortas que tengan muy pegada la barriga al suelo y con razas frioleras. No es mala idea llevar una toalla para poder secarles y puede que sea preciso ir con abrigo (mejor si es impermeable y fluorescente). En la nieve hay más posibilidades de que se pierdan, bien porque se despista ellos, bien porque nosotros dejemos de verlos. Además el chip, la chapa con nuestro número de teléfono móvil a la vista es siempre recomendable.

Por supuesto, hay que tenerlo controlado. Que no juegue y corra como loco en zonas por las que pueda molestar a otros viandantes o causar accidentes de cualquier tipo. Por su bien y por el de los demás.

¡A cuidarse sobre esta nevada insólita!


FOTOS: Marta Fernández Jara / Europa Press

Siete consejos para que niños y perros se relacionen de manera segura

Para algunos niños, los perros son como un imán. Da igual su tamaño, solo verles ya les entusiasma y están deseando poner sus manitas sobre ellos. No creo que le extrañe a nadie saber que yo era una niña así, hasta el punto que mi madre se cambiaba de acera si veía que íbamos a cruzarnos con un perro.

Algún mordisco me llevé. Siendo muy pequeña, en el parque frente a la casa de mis abuelos, un chuchillo negro y pequeño que acompañaba a un abuelo no recibió mi amor con entusiasmo, sino con sus pequeños dientecillos. Con unos catorce años un mestizo de pastor alemán que guardaba un garaje cercano a mi casa y tenían suelto me marcó, mínimamente. Nada grave en ningún caso. Nada que me traumatizara o impidiera seguir acercándome a estos animales. Fue culpa mía, que no supe leer sus señales. El pequeño perrillo negro y el cruce de pastor alemán fueron en realidad mis maestros, parte de un aprendizaje que, con los años, se completaría con muchas lecturas y otras experiencias.

Con todos los perros a los que me he aproximado, si no me he llevado más recuerdos ha sido en primer lugar porque la gran mayoría de los perros salen tan buenos de serie que no nos los merecemos. También porque aprendí pronto a interpretar lo que querían decirme; igual que otras personas nacen con buen oído para la música o buena mano para la pintura, yo lo hice con facilidad para interpretar a los animales, con el anillo del rey Salomón.

En alguna ocasión he tenido la oportunidad de explicar a grupos de niños o adultos, cómo deberían los menores acercarse a los perros con seguridad, para evitar disgustos.  Por supuesto, también he educado a mi hija y a otros niños de mi entorno al respecto.

Obviamente no todos los niños, los perros y las situaciones son iguales. El sentido común y, sobre todo, la responsabilidad, deben imperar. No obstante, creo que estas siete recomendaciones pueden resultar de ayuda.

Con un niño tan pequeño como el de la imagen, la única norma es que siempre haya un adulto responsable supervisando cómo interactúan. (GTRES)

Primero: antes de acariciar a un perro, hay que pedir permiso a su dueño. Está absolutamente prohibido tocar al animal sin haber preguntado antes al adulto que lo lleva si pueden hacerlo. No solo por evitar mordiscos, también porque puede que no sea una experiencia agradable para el animal; los hay que están en proceso de recuperación de traumas o intervenciones o que, simplemente, no disfrutan del contacto.

Segundo: si ese contacto se permite, siempre debe haber un adulto responsable supervisándolo. Con los niños más pequeños, más nerviosos o menos responsables, esa supervisión es especialmente importante a cualquier edad.

Tercero: el niño tiene que saber cómo es la forma correcta de aproximarse al animal: con suavidad, sin gritos. Como explican María Ángeles Miranda y Juan Luis de Castellví en un recomendable post sobre seguridad infanitl y niños en el blog EtologíaCanina «hay que enseñar al niño a acercarse de lado, sin mirar directamente al perro a los ojos y tenderle la mano a la altura del hocico para que pueda olerle. Tras haberle olfateado y si no da muestras de agresividad, podrá tocarlo POR DEBAJO de la cabeza, por los lados, y posteriormente podrá ir subiendo y acariciarlo por encima».

Cuarto: hay que explicar al niño que si el animal se va, le evita, tiene que respetarlo y dejarle en paz (obviamente, también toca hacerlo ante gruñidos o erizamiento del pelo) y que cuando come, duerme o está disfrutando en solitario de un juguete, también conviene no molestarlo.

Quinto: toca enseñar al niño que están prohibidas prácticas como coger el rabo; elevar del suelo a los perros más pequeños; apoyarse en el lomo o subirse a caballito (prohibido además a los adultos colocarlos encima del lomo del perro, para eso están los caballos).

Sexto: hay niños que entienden mejor que otros lo que el animal transmite, por la posición de las orejas, la cola, el cuerpo… pero siempre es buena idea explicarles lo más básico de la comunicación canina.  Hay infinidad de recursos, desde gráficos, a libros como los de Sumara Marletta o vídeos en Youtube.

Séptimo: jamás deben acercarse a perros que se encuentren vagando solos. A esos animales hay que dejarlos en paz. Como mucho, pueden alertar al adulto para que evalúe si se puede tratar de un animal abandonado que requiera ayuda, para ver la mejor manera de proporcionársela.

 

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Ningún animal es un regalo

Estamos a una semana de las navidades, tres del día de reyes, una época que muchos consideran propicia para llevar a su hogar a un animal, ya sea como presentes para un niño o un adulto. Da igual las veces que ya lo haya repetido, los años que lleve insistiendo en que un animal no es un regalo. Me veo obligada a hacerlo una vez más.

Un animal debe llegar a una casa en la que todos están informados, de acuerdo y hayan meditado a fondo la responsabilidad que supone. Esa imagen de las películas, de los instagrams y tiktoks hoy día, del cachorro adorable asomando de una caja ante la sorpresa del destinatario, es potencialmente un gran error, algo a evitar.

Estas fechas prenavideñas, días de perseguir la ilusión de los que queremos haciendo regalos, son propicias para que cedamos a un impulso irreflexivo.

Jamas deberíamos olvidar que no estamos hablando de un juguete, un bolso o un libro que ignorar en un rincón de la casa si no nos gusta del todo o nos cansamos pronto de él. Hablamos de seres vivos con necesidades diarias de atención y con capacidad de sentir placer o sufrir.

(GTRES)

Y no me refiero solo a perros y gatos, también a todas esas otras pequeñas mascotas (hámsters, peces, aves, conejos, tortugas…) que por desgracia entran con frecuencia en casa como ‘regalo de consolación’ y acaban muertos tras un largo sufrimiento en el peor de los casos, languideciendo olvidados en el mejor.

«En Navidad se regalan muchos animales, especialmente a los niños. Los conejos y roedores, por su pequeño tamaño, suelen ser la principal elección como regalo de Reyes o Papá Noel. Muchos perderán su encanto en unos meses y pasarán a engrosar la lista de juguetes rotos que se irán abandonando según pasan los días hasta llegar a la Semana Santa, en que todos los que se van de vacaciones se tendrán que plantear qué hacen con ese pequeño animalito», contaban hace unos años desde La madriguera, una asociación protectora de pequeños animales.

Sí, también estos animalillos se puede adoptar en lugar de comprar; y también en su caso, como con los perros y gatos, es la opción más ética.

Nuestra satisfacción dando o recibiendo regalos no debería estar nunca por delante del bienestar animal.  

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«Los cachorros de perros y gatos deberán tener una edad mínima de tres meses en el momento de la venta»

“Los cachorros de perros y gatos deberán tener una edad mínima de tres meses en el momento de la venta con el objeto de evitar problemas de salud o de comportamiento. En casos de animales criados fuera del territorio nacional su venta no podrá realizarse antes de que los cachorros hayan cumplido los tres meses y quince días, siendo obligatorio que sean entregados con la vacuna de la rabia”.

Eso dice la ley de Protección de Animales de Compañía de la Comunidad de Madrid de 2016.Y no es lo único, también establece que se venderán sanos, desparasitados y con las vacunas obligatorias, entregando un certificado oficial emitido por un veterinario y con el chip ya puesto a nombre del nuevo propietario.

Demasiadas veces me he topado con personas que habían comprado a su perro o a su gato desconociendo todo esto a lo que tenían derecho, para protegerles a ellos como consumidores y también como garantía de bienestar animal.

(GTRES)

Tres meses mínimo. Puede que con dos meses sean adorables bolitas de pelo que nos encantaría tener entre las manos, pero por atractiva e ‘instagrameable’ que resulte esa ternura, a esa edad necesitan estar con su madre y hermanos, aprendiendo de ellos.

Y necesitan también socializar, tener contacto con tantos estímulos como sea posibles: niños, otros animales vehículos… algo que un mal criador que tiene a sus perros o gatos en jaulas, como gallinas ponedoras, no va a poder asegurar. Por eso no me canso de pedir que, si hay empeño en comprar, sea a visitando las instalaciones del criador y viendo en qué condiciones cría.

A veces es imposible que sea así. Si adoptamos, que es siempre la opción más solidaria para sumar un miembro peludo a la familia, puede que nos topemos con un cachorro huérfano a una edad temprana. En ocasiones lo mejor es enemigo de lo bueno. Pero siempre que sea posible hay que procurar que se respete ese periodo de tres meses para estar con su madre. Porque tres meses es el periodo mínimo; muchos etólogos recomiendan que esa separación, si está en un entorno adecuado, no se produzca hasta los cuatro meses.

No todas las normativas de las CC AA lo especifican como la madrileña. Hay comunidades, como la de Castilla la Mancha, que no han tocado esta ley desde hace veinte años. Ojalá pronto tengamos esa ley de ámbito nacional que unifique criterios y lo haga adecuadamente.

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A los gatos sí se les puede enseñar, incluso a hacer trucos

En mi anterior post os decía que no debemos chinchar a nuestros gatos, que no hay que gritarles, lanzarles, tratarles con rudeza, porque nuestro vínculo no es irrompible, porque lo único que aprenden así es a desconfiar de nosotros y nuestra imprevisibilidad.

Eso no significa que no se pueda enseñar a los gatos, que haya que dejarles hacer lo que les dé la real gana. ¡Por supuesto que no! De hecho son capaces de aprender mucho más de lo que mucha gente creería. Se les puede educar si se se sabe cómo y si se es consistente cuando nos arremangamos para hacerlo.

Si hay algo que no nos gusta que hagan, se les puede apartar con delicadeza usando siempre la misma palabra (quita, no, para), pero sin gritos, sin malos gestos, sin tratarlos con violencia, repitiendo las veces que haga falta con mucha paciencia y suavidad. De hecho, cuando comiencen a obedecer, conviene premiarles con caricia o alguna golosina que aprecien.

Y también se les puede enseñar órdenes sencillas en positivo, con refuerzos y alternativas de su agrado. No es difícil encontrar en las redes sociales vídeos de gatos que obedecen (casi siempre) cuando se les pide la pata o que hagan la croqueta. Mientras se emplee aquello que le gusta, como comida o juguetes, el animal disfrute con el proceso y nosotros (haciendo acopio de paciencia) también, no hay el menor problema, nuestro vínculo incluso podrá reforzarse.

Eso sí, los gatos no son perros. Modulemos nuestras expectativas, afrontemos sesiones más cortas, en los momentos en los que están más receptivos y asumamos la posibilidad del fracaso pese al esfuerzo.

Os confieso que yo no veo aliciente ninguno en que mi gato se siente para que le dé una chuche o choquemos los cinco, pero sí en que aprenda lo que no debe hacer. Por ejemplo, tengo el empeño de que mi gata no se cuelgue de la lámpara o otro de mis gatos no se pasee detrás del televisor, algo que van entendiendo a fuerza de insistir con delicadeza.

En cualquier caso, como siempre he dicho, por mucho que lo intentes puede que tu gato decida que tu mueble favorito es su rascador favorito y no le vas a convencer de lo contrario. Si valoras más a tu objeto de decoración que a tu gato, no tengas gato.

Dante es una cachorrita preciosa que busca hogar en Madrid.

Contacto: adopciones@madridfelina.com