Ningún drama

KENY5_rec(1)Nuevo capítulo del folletín animalista que estoy publicando en este blog todos los viernes. Un libro por partes con el que quiero aprender y experimentar una nueva forma de escribir.

Quiero hacer una buena novela juvenil, apta para todos los públicos, con el marco de la protección animal para dar a conocer y concienciar sobre esta realidad.

Cualquier sugerencia, duda o puntualización será bienvenida.

CAPÍTULO 17:

Observaba la noche por la ventanilla. No se podía llamar paisaje a la sucesión de naves industriales, campos poco más que baldíos y edificios que se arracimaban según se acercaban a su hogar. Era de nuevo nuevo espectador de un mundo de bloques de hormigón y ladrillo en el que la mayoría de sus habitantes ya estarían durmiendo.

Martín estaba deseando llegar a casa, meterse en su cama y olvidarse del mundo por unas horas. Estaba de un humor de perros, que era una mejoría considerable respecto al cabreo incandescente que había experimentado poco antes. Se preguntó cómo habría surgido esa expresión, humor de perros. Por lo que él sabía los perros tenían, en líneas generales, un humor estupendo, mucho mejor que el de los humanos.

Suspiró y volvió a perderse en aquello que transcurría a toda velocidad al otro lado del cristal: unas indicaciones para llegar a un centro comercial, una gasolinera con servicio las 24 horas, un concesionario completamente a oscuras, un sospechoso establecimiento de una planta deslumbrante de neones que a la luz del día pasaba desapercibido…

– Estamos a punto de llegar. ¿Qué salida viene mejor coger para dejarte en casa? –

Martín se incorporó y fijó la vista en el espejo retrovisor que reflejaba una parte ínfima del rostro del padre de Laura.

– Puede dejarme dónde quiera. Vaya a su casa y ya iré yo andando a la mía desde allí, no son más de quince minutos – la familia de Laura vivía en un chalé al otro lado de la autovía, pero no estaban lejos del paso elevado, y a Martín le apetecía caminar. Andando un rato se despejaría lo suficiente para conciliar el sueño tranquilo.

– De eso nada. ¿Y si te pasa algo? Son más de las doce de la noche, a esta hora un sábado por la noche hay un montón de indeseables buscando bronca – objetó el hombre.

Martín intercambió una rápida mirada con su compañera, que solo con elevar las cejas logró transmitir que no había nada que hacer.

– Está bien, yo le indico. Puede entrar por la primera salida, la del polígono industrial –

Y volvió a reinar el silencio en aquel coche inmaculado, de asientos de cuero e interiores de madera. Nada que ver con el coche que le había llevado hasta allí unas horas antes, pequeño, sucio de barro y pelos de perro y extrañamente acogedor comparado con la berlina plateada en la que se encontraba ahora. Al comienzo del trayecto el padre de Laura se mostró amigable a la par que escrutador, queriendo saber qué tal lo habían pasado y qué quería estudiar Martín en la universidad. Tal vez temía que aquel adolescente grande y hosco tuviera algo íntimo que ver con su hija. Las cuestiones sobre su futuro inmediato no mejoraron su humos. ¿Por qué a nadie se le ocurría otra pregunta cuando estaba ante un estudiante de último año de instituto? ¿Por qué todo el mundo daba por hecho que tenía que ir a la universidad?

Laura, que sabía lo que había pasado, demostró ser un encanto asumiendo la conversación con su padre hasta ahogarla. Nunca se habían hecho mucho caso el uno al otro, pero Martín tomó nota mental pese a su ofuscamiento de que era una buena tía a la que tal vez mereciera la pena tratar más.

– Ahora coja la tercera salida en la rotonda, tenemos que dejar la iglesia a la izquierda. Me puede dejar en el cruce del mercado, mi portal está ahí mismo –

En realidad su casa estaba a unas cinco manzanas, pero ese pequeño paseo sería suficiente para empaparse de fresca oscuridad y seguir digiriendo lo pasado.

***

Nada más salir del ascensor ya oyó a Logan al otro lado de la puerta, golpeando rítmicamente el zapatero de la entrada con su rabo. Había luz en el salón. Su madre también había vuelto pronto y debía estar viendo la televisión. Dedicó una caricia rápida al viejo pitbull, soltó la mochila, se quitó las deportivas y se dirigió al salón.

La escena le dejó clavado en el pasillo. Su madre estaba de pie, mirándole como si fuera una aparición, con la manta a cuadros del sofá envuelta a modo de vestido. Un par de pasos por detrás un tipo con barba, no demasiado alto, se abrochaba una camisa azul de manga larga procurando mirar a cualquier sitio que no fuera aquel chico paralizado bajo el quicio de la puerta.

Martín dio media vuelta y alcanzó la puerta de la calle en dos zancadas, oyó de fondo a su madre llamándole con tono conciliador mientras cerraba la puerta y se apoyaba en el descansillo.

Era lo último que necesitaba aquel día. ¿Qué más podía pasar? Comenzó a bajar por la escalera sin saber bien qué iba a hacer. No llevaba nada encima, ni siquiera las llaves. De hecho iba descalzo. No podía salir así a la calle, pero tampoco quería subir de nuevo a casa. Se detuvo entre el primer y el segundo piso. Justo antes de que la luz de la escalera se apagara se plantó ante la puerta de la chica del galgo y llamó a su puerta. No sabía muy bien qué le había impulsado a hacerlo y al instante se arrepintió, deseando que no hubiera en casa más que el galgo.

– ¿Qué demonios haces aquí a estas horas? ¿No deberías estar en la casa esa a la que te llevé? – dijo ella abriendo la puerta escoltada por Trancos – Menudas pintas llevas. ¿Te has metido en algún lío? – añadió mirando sus pies descalzos.

Martín sacudió la cabeza.

– ¿Puedo pasar? – preguntó con un hilo de voz.

– Claro, pasa. Y dime algo más que me estás empezando a preocupar. ¿Qué ha pasado? – dijo ella acompañándole hasta un desvencijado sofá cubierto por una colcha multicolor. Martín la siguió dándose cuenta de que el piso tenía aún la vieja estructura original, con un comedor y una pequeña sala de estar que su vecina parecía tener dedicada ahora a almacén de pienso y guarda trastos. Seguía siendo bajo un somero maquillaje la casa en la que había vivido un anciano.

Martín se sentó y enterró las manos en su pelo mirando al suelo. Mal se sentó a su lado y Trancos se tumbó al lado, con esa elegancia inherente a todos los galgos.

– Venga, cuéntame ahora que ha pasado – dijo ella con un tono de voz quedo y dulce que él jamás le había escuchado antes.

– Demasiadas cosas durante todo el día. Y ahora llego a casa y me encuentro con eso. Es demasiado – respondió él sin dejar de mirar sin ver las tablillas del parqué de roble.

– ¿Con qué te has encontrado? – insistió Mal. Martín notó cómo la chica posaba su mano en su espalda.

– A mi madre con un tipo. Él estaba vistiéndose cuando he entrado en el salón. Ella estaba tapándose con la manta con la que nos tapamos para echarnos la siesta y ver películas. Seguro que estaba completamente en pelotas…-

– ¿Esa era la cosa tan grave que te ha hecho abandonar tu casa descalzo y a la carrera? – lo interrumpió ella.

– No te rías, he pillado a mi madre con un tío – objetó él sin poder impedir que su sonrisa de medio lado hiciera acto de presencia al verla deshacerse en risas.

– Menos impactante que si la hubieras pillado con dos. ¿No te parece? – contestó ella entre carcajadas.

– Si no hubiera sido por Logan, sí que habría sido impactante. Gracias al tiempo que les ganó el perro me evité probablemente ver a mi madre completamente desnuda haciendo a saber qué con ese tío –

– No es ningún drama Mastín. Tu madre es una mujer, con muchos años por delante y en todo su derecho de tener una relación del tipo que sea cuando le dé la real gana. Aunque todo eso ya te lo explicará ella –

– No hace falta que me lo expliques, ya lo sé yo. No soy imbécil. Mi padre murió hace ya varios años y ella tiene que poder rehacer su vida. Y no contaba con verme llegar hasta mañana. Pero entiende que encontrarme a mi madre así me haya podido impactar –

– Sí, claro. Como todo el mundo sabe los padres son seres asexuados y a ti te encontraron colgando de un peral – rio ella más fuerte.

Tal vez debería haberle molestado que ella se tomara a broma todo aquello, en cambio logró hacerle sentir que probablemente había reaccionado de manera exagerada. ¿Realmente era para tanto? .

– No es solo eso, esa ha sido la guinda. Ya el rescate me dejó tocado, al llegar a la casa tuve una bronca con Manu. Aparentemente lo arreglamos, pero luego ella se ha comportado como una auténtica imbécil. Me cabreé tanto que me subí al coche del padre de una amiga y me acercó a casa, no sin interrogarme antes sobre qué quiero hacer con mi futuro. Y nada me gustaría más que saberlo. Llego y me encuentro a mi madre en ese plan. Entiende que me haya saturado – se justificó él recordando todo lo que había pasado aquella tarde.

Una vez superado el momento de combustión espontánea que Martín había tomado por una reconciliación y vuelta la normalidad, resultó que Manu había estado toda la tarde ausente, caprichosa, realmente rara. No le apetecía hacer nada y no participaba en ninguna conversación. Martín se hartó de preguntar qué le pasaba, ella respondía siempre con un lacónico “nada”. Luego, durante la cena, había estado ignorándole y coqueteando continuamente con Alberto, que se había prestado al juego. Martín trato de no hacer caso de todo aquello, de que su novia estuviera tonteando ante sus narices con el mayor idiota de la clase, de que se sentara en su regazo y cuchicheara con él al oído, pero al final no pudo evitar llevarse de nuevo a Manu al cuarto para hablar con ella.

– ¿Qué demonios te pasa? Y no me digas que nada –

– Que pasas de mí, que te importa más otra gente que yo. Como esa vecina tuya que te ha traído esta tarde. Pierdes el culo por ella, hasta te has ido a limpiar mierda de perro por ella. Y seguro que a ella le encanta tenerte detrás babeando –

– No pierdo el culo por ella. Me saca diez años, no le intereso lo más mínimo. Y no voy a limpiar mierda de perro por ella, lo hago por mí y por los perros. No tienes que preocuparte –

– Si llevamos tan poco saliendo y ya te procura tan poco pasar tiempo conmigo, claro que me preocupo. Yo lo único que quiero es estar contigo a todas horas, pero no veo que sea igual para ti –

– No quiero gente celosa a mi lado Manu –

– No soy celosa. Digo lo que veo –

– Pues te diré lo que veo yo. Te veo haciendo el ridículo con alberto: ¿Qué cojones estás haciendo arrimándote así a él? –

– ¿Celoso? ¿No decías que no querías gente celosa? A ver si ahora resulta que el más celoso eres tú –

– No me jodas Manu. Te has ido con un imbécil al que no soportas sólo para cabrearme. Y lo has logrado. Pero por verte comportarte como una niña boba cuando tú no eres así, no porque esté celoso –

Luego habían llegado los gritos y se había alejado con ellos la cordura, así que Martín decidió irse también.

Obviamente no podía contarle todo aquello a Mal, que le miraba en ese instante con todo el aire de una hermana mayor dispuesta a soltar un sermón.

– Vale, has discutido con tu novia, no es nada extraordinario. Puedes subir a tu casa, que seguro que tu madre te estará esperando preocupada y el maromo que se había agenciado habrá puesto ya pies en polvorosa. Vete a dormir y mañana lo aclararás todo con ella. Y cuando te sientas con ganas hablarás con tu novia. Puede que lo aclaréis y puede que no. Y si no lo lográis tampoco será ningún drama. Te lo garantizo –

Martín supo que tenía razón. Suspiró y se puso en pie observado por el galgo, que en aquel momento parecía mucho más maduro e inteligente que él.

No, nada era ningún drama.

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Keny fue recogido siendo un cachorro tras haber dado el aviso de que había sido atropellado. Tenía una pata muy lastimada y estaba muy dolorido. Al poco tiempo dio la cara la parvo y estuvo muy malito. Pero ya está totalmente recuperado.

Me cuentan que es como un cachorrón muuuy alegre y cariñoso y muy guapo «con unos ojos color miel que quitan el sentido». No es muy grande, apenas pesa unos doce kilos. Como un cocker más o menos. Y no tiene aún los dos años. Se envía a otras provincias

Si estás interesado en adoptarlo, por favor contacta con Chipidog.
chipidogchipiona@hotmail.es / FACEBOOK: Chipidog Chipiona

2 comentarios

  1. Dice ser Rita

    Una cosa es apoyar una legislación, y su cumplimiento con duras penas, para proteger a los animales frente a los garrulos y otra muy distinta la humanización de cualquier gesto, mirada o acto de un animal.
    La sensiblería egoísta, incluso masoquista, que veo a diario por parte de algunos «animalistas» me hace sentir pena por algunos de ellos. Hasta que punto el ser humano es capaz de perderse en sus propias abstracciones y fantasías emocionales, perdiendo el verdadero objetivo, la protección, que no sumisión de los animales. Pretender convertir a un perro, gato, rata, lo que sea, domestico o no (me hace mucha gracia este término) en un ser humano es cuando menos egoísta y totalmente ausente de la realidad.

    16 mayo 2015 | 13:17

  2. Dice ser manuel

    Es difícil, cuando se está implicado en una historia, una novela, centrarse en los personajes de otra. Pero tus hustorias, tus capítulos son muy tiernos, muy humanos. Y están muy bien escritos. Se nota que eres de letras… Oye, alberto lo has escrito así, con minúscula: algo malo habrá hecho…

    18 mayo 2015 | 16:41

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