Ay, llegó el final. Ese momento mágico en el que el amor se revela como una fuerza de la naturaleza y derriba muros, escudos, silencios y temores. Ese instante en que todo se ilumina, ese momento en el que el calor arrincona al frío, cuando lo agreste se hace seda, cuando miras a los ojos de la persona que amas… y se te ponen los cojones de corbata porque no sabes si llevas un condón.
Naaaada, tanta tontería ya, si aquí de lo que se trata es de que la comadreja de cabeza colorada encuentre una madriguera. Que la sierpe de carne tenga siempre donde morder, que el tetris del gustirrinín se haga una línea, encontrar una pareja y darle con el crush en tol candy, ya me entendéis.
A ver, en fin, que la final de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? comenzó con Luján Argüelles haciendo un homenaje a las vaginas.
Por eso llevaba un abrigo-saco de color rosa del que había que sacar las manos por dos vaginas en los laterales. Daba cosa. Era como ver el vídeo del parto de unos alien mellizos.
Total, que Luján quedó con las madres para merendar (sin que allí hubiera unos buenos bocadillos de mortadela con mantequilla, ni unos buenos bollos industriales, de esos que atascan las tuberías dos veces, primero tus arterias y luego la bajante cuando los giñas) y apareció con un vestido inspirado en los caramelos de menta y un collar de perlas del tamaño de un paluego de King Kong.
Luján intentó defender que Diego sentía atracción física por Bea, a lo que Estrella, la madre de Diego dijo: «Pero mi hijo también tiene atracción física por ti».
Uy, Diego, pues será la única a la que no le has comido los morros en el programa. Se te ha escapado viva, macho, que tú le enfoscas el hocico hasta la cajera del súper por darte bien el cambio.
Por su parte, MJ sigue insistiendo en que Sara, el Putón Familiar, es demasiado mayor para Markus. Y eso que la muchacha le enseñó el pasaporte, donde dice que tiene 33 años. Sólo le falta a la pobre mujer llevarle el parte del nacimiento del hospital, el acta de bautismo, doce testigos y hacerse la prueba del carbono 14.
NOTA: Grandísimo homenaje a las bandas sonoras de grandes películas que se marcaron los montadores. Había ahí más cine que en 20 años de Versión Española.
DIEGO
Se llevó a Angie a una tienda de cómics. Ella iba vestida que si se hubiera quedado parada en un pasillo la habrían confundido con el mobiliario. Esta chica vive en un eterno congreso de Manga. Seguramente va a cagar y los mojones le salen con la cara de Naruto.
Total, que a Angie le mola Diego. Está más pillada que Bárcenas saliendo de Suiza con un maletín. Pero la cita de Diego era sólo un preparativo. Era mantequilla en el culo del pavo antes de meterle el relleno.
«Esto ya queda pizca y na, eres una chica que me encanta, si tuviera que decidir con la cabeza me quedaría contigo, pero si es con el corazón no podría», le dijo Diego. Bueno, corazón, corazón… Donde Diego dijo «corazón» quería decir «la punta del nabo».
«Pero te dejo en un buen sitio… nos veremos«, le dijo al despedirse de ella. Joder, se podría acabar una película con esa frase. Lo de la amistad de mierda de Casablanca era una chufla al lado de eso. «Pero te dejo en un buen sitio… nos veremos»… no vuelvo a decirle adiós a secas a nadie en mi vida.
Y llegó la gala final.
Cada vez que Diego se viste Dios mata un gatito, un hada pierde sus halas y una top-model engorda. El desgraciado se había puesto unos calcetines rosas. Hacía menos daño echarte un salero entero por los ojos, luego romperlo y apuñalarte las córneas con los cristales rotos.
«Yo me lo he pasado… no he tenido ninguna queja, me lo he pasado de lujo», le dijo nuestro cineasta favorito a Luján. Nos ha jodido, como que ha metido más lengua que un oso hormiguero en un buffet de hormigas.
«Si pudiera coger una pieza de cada una y hacer una mujer perfecta…», se quejó ante la dificultad de elegir. A mí me dio miedo, ya sabéis como es esta gente rara que ve películas en las que el sushi asesina a la gente: les da el taranto y les pillan robando cadáveres para hacerse una pibita una noche de tormenta.
La madre, Estrella estaba muy positiva: «Entre lo malo y lo peor… sí, me encaja Angie«, dijo con el mismo tono en que yo elegiría entre morir y que me amputaran una pierna a bocaos.
Y por la puerta apareció… Bea. Con un peinado como si hubiera llegado a SuperGuerrera y la energía le hubiera puesto el pelo para arriba. No sé cómo no le soltó una onda vital a la madre.
Porque ojo, Estrella no quería ni ponerse al lado de Bea. Si Diego elige de novia a una leprosa del siglo XII a la madre le hubiera dado menos asco arrimarse.
Y movida en la gala: Estrella por enésima vez le dijo que no, que pasa, que «no había vuelta atrás» a Bea y le reprochó lo de que le dijo que tenía el pelo seco, lo que le llegó al alma. Todito te lo consiento menos mentarme la hidratación capilar. Habráse visto, semejante desfachatez.
La mujer quiso romper el hielo hablando de su vestido, azul lisérgico: «Vengo de la Bella y la Bestia, un mundo ideaaaaaaaal«, pero ahí estaba Diego, que es un cinéfilo erudito, especializado en cine iraní, que le corrigió: «Eso es de Aladdín».
«Se limaba las uñas que parecía que estaba serrando una mesa«, siguió enumerando defectos la madre de la pobre Bea, que estaba como si le estuvieran haciendo el cásting para las escenas fuertes de 50 sombras de Grey: no paraba de recibir azotes.
«Parad de darme por saco de una vez, por favor«, dijo Diego, que estaba más incómodo que Paco Clavel con unos pantalones de pana y una camisa blanca.
Cuando cogió el anillo yo sabía que estaba pensando en el anillo único. Incluso me pareció verle tentado de acercarlo a una vela a ver si se podía leer algo…
Se lo puso a su amada Beatriz, que le comió lo morros, ante el disgusto de la madre, que viendo aquello tenía la úlcera como el volcán del Krakatoa.
RAFA
Rafa apareció muy elegante, pero elegante como un comercial de funeraria. Por dios, qué traje, la última moda en la Semana del Entierro de París. Tenía toda la pinta de poder aconsejarte en madera para cajas.
Además, el jodío se paraba con el culo pollo. Qué curvita más sexy tiene el jodío, que parece un tobogán. Entre eso y el tupé a lo cresta, podría hacer un anuncio de huevos de corral sin caracterizarse.
Para compensar la madre apareció con un escote como el canal de Panamá. A eso le pones unas exclusas y puedes pasar buques mercantes entre Lugo y Cádiz pasando por Toledo.
El artista de la familia estaba entre el público, pero por algún motivo no llevaba calcetines. Ahí a sudar bien los zapatos. Digamos que sus mocasines eran como el ambientador de pino que un orco pondría en el coche.
Y entró Sandra, la rubia sosa pero buenorra, dando un portazo que casi le salta los tímpanos al personal y vestida de cabaré de los años 20.
Luján casi tuvo que torturar a Rafa para que le dijera unos piropos a su madre. Joder. Que tío más sentimental y abierto. Como un guardia civil de tráfico cuando te pilla borracho, sin cinturón y hablando con tu camello por el móvil.
Y entonces intervino Cristopher, el artista de la familia. Más que nada dijo que ya que su hermano no había elegido a Claudia que si le importaría que tuviera una cita con ella.
JA JA JA JA JA JA JA
El PU-TO-A-MO.
«¿Que te parece, Claudia?», le dijo a la mulata, que respondió «bien», y le comió los morros. Amor a primera VISA. Ahora os digo una cosa: esa mujer coge al querubín de Cristopher y lo revienta. El chaval va a desear no haber dejado nunca de hacerse pajichuelas.
Total, que Rafa le puso el anillo a su madre, después de cogerle la mano a Sandra. Hay que ser malvado. Sandra se quedó más crujida que una galleta en el bolsillo del pantalón de un cowboy. Rafa le dio esperanzas hasta el último segundo, esperanzas para verlas aflorar y luego agarrarlas por el cuello y meterlas debajo del agua hasta que dejaron de patalear.
«Es un punto y final», dijo Rafa, por si quedaban dudas, y no soltó a los perros para que la persiguieran fuera del lugar porque no le pilló en casa.
«No te cambio por ninguna ¿eh?«, le dijo a su madre.
Bueno, Sandra siempre puede intentarlo con Cristopher, que está ahí siempre atento por si se cae alguna miga de la mesa.
DAVID
«Me he dado cuenta de que hay un camino que hacer«, para separarse de su madre, dijo David. Lo que no dijo es que estuviera por la labor de recorrerlo.
De hecho, cuando apareció su madre dijo: «Jo, que guapa está» y «estás tremenda«. Todo eso poniendo morritos y abriendo mucho los ojos. Y se fue la luz del plató.
No fue cosa de brujería, ni de que en Cuatro no paguen la luz, fue Dios, que no quería ver aquella cochinada incestuosa.
«He conocido a un hijo que desconocía», dijo la madre, ¿pero quién se ha creído que es? ¿El rey Juan Carlos?.
«La decisión que tome la voy a respetar, pero como no me guste la elementa que ha elegido mi hijo en mi casa no entra, me voy por esa puerta», dijo la madre, así, en plan tolerante.
David debía estar acordándose de la frase de Groucho: «Éstos son mis principios, si no le gustan, tengo otros«.
Pero eh, que a la mujer no le gusta ser la protagonista, no, para nada, por eso dijo: «Ha llegado el gran momento de David y sobre todo el gran momento mío«. A tomar por saco. Cuando David era pequeño y hacía de oveja en el Belén viviente del colegio salía ella a recibir los aplausos.
Total, que por la puerta apareció Ana, la mujer que tiene la misma chispa que intentar hacer fuego golpeando dos tocinos de cielo. Al verla a la madre, sí, a la madre, no a David, le dio tal alegría que salió corriendo como si quisiera hacerle un placaje. David no, él permaneció impávido.
«Mis cartas nohanfalláo, mis cartas nohanfalláo, mis cartas nohanfalláo», decía canturreando y contenta la madre, como fuera del clan de los Pelayos.
David le puso el anillo a la muchacha y le comió los morros mientras la miraba con adoración. «Y quiero mellizos», dijo la madre, en plan mamporrera, que no aclaró si quería que los hicieran allí mismo, sobre la alfombra.
SANDRO
#StopDramasPorFavor
Vicente se fue a ver a la madre de Sandro. «Te quiero contar algo no muy bonito», le dijo. JA JA JA JA JA «Algo no muy bonito» eufemismo nivel Dios.
«Cuando empezamos el programa en Madrid… yo estuve liado con Ra. Simplemente los primeros días en el hotel, los compañeros, fiestas, habitaciones… «, explicó el muchacho, marcándose un Dinio lanochemeconfunde.
«Yo no me esperaba que me iba a enamorar de Sandro…» añadió. Este tío ha visto demasiadas películas de Antena 3 al medio día. Y la madre ha visto muy pocas, porque esa era la estrategia: Primero se camela a la madre, para que sea ella la que sosiegue a su hijo. BINGO
Llegó la gala final.
«¿Te has enterado, verdad?» le dijo Sandro sobre los cuernos a Luján, como si en lugar de la presentadora fuera la pescadera y no estuviera muy puesta en el asunto.
Sandro dijo que él notó cosas al principio, pero que luego lo descartó y que… y ya, porque se puso a llorar. Este tío hace más test con sus lacrimales que el coche de Alonso con el circuito eléctrico.
La primera vez que lloró este tío vinieron del Canal de Isabel II y le dieron de alta con un contador. Que manera de arrugar la cara como si se hubiera subido en un ascensor y alguien se hubiera cuajado un pedo de los que pesan.
Y empezó con los nesitos. Porque Sandro no «necesita», sino que «nesita». Por ejemplo, dijo de su madre: «Nesito verla».
Y cuando la vio dos se pusieron a llorar como si hubieran atropellado a Bambi con el coche y al dar marcha atrás le hubieran pasado por encima a Tambor, desparramando tripas de conejo por la calzada.
La madre fue la encargada de levantar la perdiz: «Vicente vino a confesarme que había tenido un lío con Ra«. «Al tema le quito importancia, pero ha esperado hasta el final para contarlo, la mentira no la quiero en mi vida».
O sea, que si Vicente se hubiera dedicado a dar porrascazos por toda España, rellenando agujeros como los Ayuntamientos en las calles cuando hay elecciones, bien, pero lo de no contarlo, caca.
Momentos de gran tensión hubo en ese encuentro. Sandro dijo: «Nesito verle y que me lo diga a la cara y ver lo que siente».
Y entró Vicente con unos mariachis. Los mariachis cantaban una canción de mucha pena en la que pedían perdón. JA J AJ A JA Vicente es el puto amo de la manipulación.
¡MARIACHIS! Le faltó acompañarse de un grupo de niños pobres y harapientos poniendo cara de pena y salir dándole el biberón a un bebé Koala para acabar de enternecer a Sandro.
Vicente miraba a su enamorado con los ojos del gato de Shrek llorosos, que no sabías si liarte con él o adoptarlo y ponerle un chip.
«Cometí un error, lo siento muchísimo, te amo pese a todo, lo que he vivido contigo es imposible que lo vuelva a vivir con nadie, he encontrado el amor de mi vida«, explicó Vicente. Yo ahí ya saqué el pañuelo dispuesto a secarme las lágrimas, pero lo tenía lleno de mocos y al final no.
«Nesito saber que lo he vivido contigo es real«, le replicó Sandro. Y ahí ya parecía una puta telenovela colombiana. Sólo faltó que la madre confesara que Vicente es su hijo secreto, hermano de Sandro, y que su relación era imposible.
Pero nada, acabaron intercambiando babas con una pasión inusitada. Los mariachis miraban el beso de los dos con un poco cara de póker, pero se arrancaron con una tonadilla alegre para romper el momento erótico-sentimental. Los mástiles de sus guitarrones no eran lo único duro y tenso que había allí.
Romantiquísima la elección del tema «la cucaracha» para el momento de poner el anillo. «Una y no más», le dijo Sandro a su amado mientras le anillaba como a un somormujo salvaje.
Y se comieron la boca como si estuvieran rebañando una cacerola. Felicidad y cuernos para todos.
MARKUS
En la gala final Markus se presentó con un bote de colonia en la mano. Probablemente sería Nenuco. Probablemente lo esnifa.
«A Rocío le falta ser putón. Una es putón y la otra familiar«, dijo de sus dos últimas candidatas. La verdad, que duro debe ser levantarte una mañana y descubrir que como mujer sólo te falta ser familiar o ser un putón.
Que forma de reírse de la pobre madre de Markus, a la que a su salida le pusieron una musiquilla como de striptease.
«Lo suelto, ¿no?», dijo la madre, que aseguró estar algo decepcionada con su hijo. Luján tuvo que traducirla: que le molestó que Markus le mintiese sobre haberle dado fuet imperial a la rubia.
Por la puerta aparecieron el Putón y la Familiar (que parecen nombres de ofertas del Telepizza), ambas muy monas y peripuestas.
La gran novedad que nos habían vendido en los anuncios no fue que Markus confesara ser gay, ni que consiguiera gesticular, no, era que en la gala final aparecieran las dos candidatas y eso no había pasado. MIERDA INTEGRAL DE SORPRESA.
Putón Familiar le dijo a Markus que «eligiera con el corazón«, porque a ella «le gustaba mucho».
«A mi me gusta más», añadió Rocío, en plan en mi rebota y en tu culo explota. El nivel intelectual era alto.
MJ dijo por enésima vez que veía a Sara mayor para Markus y que si la echaba que no pasaba nada, que iba a tener muchos pretendientes. Le faltó decir: «muchos pretendientes de tu edad, así como en el hogar del jubilado de un pueblo de Teruel, vejestorio de los cojones».
Markus no gesticuló. A estas alturas creo que es porque no puede. La colonia le ha dejado la piel acartonada y a su lado Nicole Kidman es capaz de gesticular como Jim Carrey poniéndose un supositorio.
Markus hizo un discurso lacrimógeno de agradecimiento a su madre y... ¡SONRIÓ! ¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede!
¡¡Y ELIGIÓ A ROCÍO!! «Entré con un prototipo de mujer pero esta vez he decidido fijarme en otras cosas«, argumentó, dejando a la pobre Putón Familiar más deshecha que una galleta maría en leche caliente.
«Nada, que suerte, pareja, que tienes una amiga«, dijo Putón, que supo perder con elegancia.
Una cosa os digo: entre Rocío y Markus había la misma tensión sexual que entre Cristiano Ronaldo con un kiwi pinchado en el pene y Messi vestido de pitufo.
Y acabado el asunto MJ se puso a venderle a Luján un seguro de invalidez o de muerte a Luján, a la que se le puso peor cuerpo que a Falete después de una colitis.
Y se acabó por esta temporada, amigos.
Os dejo en un buen sitio… nos veremos.